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somalia, informe de su guerra


Un nuevo contrincante está haciendo retroceder a la milicia radical al-Shabab.
[Sudarsan Raghavan] Mogadishu, Somalia. Desde detrás de sacos verdes rellenos de arena, Abdul Gader disparó con su herrumbroso AK-47 hacia un angosto camino. Un Corán con las páginas abiertas yacía en la tierra cerca de su cuerpo sudoroso. También había un montón de balas. Lo que veía era territorio controlado por los combatientes de la organización extremista al-Shabab. Detrás de él estaba el territorio que Gader y sus camaradas les habían arrebatado.
"Son enemigos de mi religión y de mi cultura", declaró Gader, un robusto chico de diecisiete y cara de niño, después de soltar otra ráfaga de balas contra sus blancos, que acechaban entre las casas desmoronadas.
Cuatro días antes, la moderada milicia islámica de Gader logró que el gobierno somalí, respaldado por decenas de millones de dólares en ayuda estadounidense, no pudo en dos años: Expulsó al-Shabab de Sigale, un enclave abandonado en Mogadishu.
La milicia, una organización sufí conocida como Ahlu Sunna Wal Jamaa, representa el mayor reto para al-Shabab, una organización asociada con al-Qaeda. Los sufíes ofrecen una potencial estrategia alternativa para Estados Unidos y sus aliados en la lucha para reprimir el cada día más creciente extremismo islámico en este estado fallido en la costa este de África.
"Hay una brecha que se debe rellenar, y eso es lo que está haciendo Ahlu Shunna", dijo Ahmed Haji Hassan, 22, un combatiente que hacía alarde de confianza cerca de la primera línea de sacos de arena del brutal conflicto civil en Somalia.
El surgimiento de los musulmanes moderados de Somalia atrae a menudo comparaciones con las tribus sunníes de la provincia Anbar, en Iraq, que se levantaron contra el extremismo de al-Qaeda en su país.
Como ellos, los sufíes tienen ambiciones políticas más amplias y podrían contribuir con una buena medida de estabilidad y alivio del salvaje vandalismo de al-Shabab. Pero muchos somalíes escépticos, agotados tras casi dos décadas de guerra, temen que los sufíes sean sólo el último truco de guerreros sagrados ambiciosos compitiendo por territorio y poder.
"Podrían tener un efecto positivo. O podrían convertirse en un obstáculo para la reconciliación somalí", dijo Abduwali Nour Farah, 31, un hombre de negocios. "De momento, la gente apoya sus avances. Pero en nuestra historia hemos visto muchas veces el surgimiento de este tipo de organizaciones".
Los sufíes fueron hombres de paz durante siglos. Seguían una corriente espiritual del islam que enfatiza la educación moral, la tolerancia y un vínculo personal con Dios.
Cuando Somalia se zambulló en las guerras entre clanes después del derrumbe del gobierno central en 1991, la tendencia islámica extremista wahhani ganó en importancia en medio del caos.
Pero los sufíes no intervenían ni en el conflicto ni en política. Cuando la vecina Etiopia invadió Somalia en 2006, con el respaldo secreto de Estados Unidos, para reprimir a un movimiento extremista islámico, los sufíes observaron desde las bandas.
La invasión provocó el surgimiento del ultra-radical movimiento al-Shabab, que se hizo rápidamente con el control de extensos tramos del sur y centro de Somalia. Los combatientes de al-Shabab pronto pusieron la mira en los sufíes (a los que llamaban herejes), asesinando a clérigos e incendiando santuarios sufíes. Profanaron tumbas sufíes y extrajeron los cuerpos.
"En este mundo, te matan. Y cuando mueres, tampoco puedes escapar", dijo Abdullahi Abdurahman Abu Yousef, un comandante sufí.

Insurrección
El levantamiento sufí empezó en Somalia central hace un año. Clanes sufíes empezaron a luchar contra clanes sufíes que apoyaban a al-Shabab, agregando una dimensión religiosa a un conflicto determinado por la ideología, el poder y los temores de que Somalia se convirtiera en un refugio para terroristas internacionales.
Las fuerzas sufíes, que se cree ampliamente que son financiadas por Etiopia, han expulsado a los extremistas de varias áreas claves. A fines del mes pasado, entraron en la capital somalí después de cerrar una precaria alianza con el gobierno. Se paseaban en camiones con ametralladoras adornadas con rosas rojas de plástico. Los altavoces tocan eclécticas canciones sufíes, desafiando la prohibición de la música impuesta por los fundamentalistas.
Líderes sufíes tratan de aumentar su autoridad moral como la única facción somalí que no ha alimentado el caos del país.
"Durante veinte años no participamos en la guerra civil", dijo Adam Maalin Abuker, un alto dirigente. "Ahora queremos recuperar la ley y el orden".
En Sigale han hecho justamente eso, al menos de momento. En el turbulento conflicto somalí, el territorio se pierde tan rápidamente como se gana. Los residentes que huyeron de la barbarie y duras leyes de al-Shabab, han vuelto poco a poco, si sólo por curiosidad.
"Hace dos años que no voy a mi vecindario", dijo Hawa Ahmed Mohamed, un encorvado hombre de setenta que fue etiquetado como "no creyente". Pero tiene demasiado miedo como para ir a su casa. "Está en la primera línea", explicó.
Algunos de los guerreros sufíes no parecen superar los catorce o quince años. La mayoría de ellos llevan túnicas, sandalias y collares hechos con cuentas musulmanas. Todos dicen que creen que están luchando contra los enemigos de Dios.
"Cuando los hawaridgemaltrataron a mi religión, me indigné", dice Ahmed Arab Abdi, 22, un combatiente de Somalia central, utilizando la palabra somalí para extremistas. Su mano derecha estaba vendada, por una herida de metralla en un enfrentamiento el día antes.
"Muero feliz", dijo Noor Hussein, un hombre de veintiséis años, de Sigale, que se unió a los sufíes para liberar a su vecindario.
Los combatientes dicen que no les pagaban. Muchos se burlan de los soldados del gobierno y de las fuerzas de paz africanas presentes en la capital, diciendo que tienen más interés en cobrar sus salarios y mascar khat, una hierba alucinógena, que en expulsar a al-Shabab.
"Tienen diez mil soldados, y todo lo que controlan son diez kilómetros", dijo Abdi. "Si están peleando por el dinero y el khat, no llegarán a ninguna parte".

La Visión desde la Capital
Las sospechas son mutuas. Al interior de un recinto oficial protegido por fuerzas de paz africanas, el ministro de Justicia, Abdirahman Mahmoud Farah, dijo que las filas de los sufíes llenas de combatientes de clanes rivales que todo lo que quieren es "simplemente usar la guerra de Ahlu Sunna como un modo de llegar al poder". El ministro del Interior, Abdugader Ali Omar, desechó los éxitos de los sufíes en Sigale como una "operación menor".
Los sufíes quieren el cargo de los dos funcionarios, junto con el otros importantes ministros, en un acuerdo de gobierno. Pero las negociaciones se interrumpieron en los últimos días.
"Para conseguir el apoyo de la comunidad internacionales, tenemos que participar en el mundo político", dijo Abuker, el líder sufí. "Nos hemos ganado el derecho a gobernar alguna vez".
Pero las tensiones entre los sufíes y funcionarios en la capital están exacerbando las fisuras en un gobierno ya paralizado por pendencias internas. El gobierno está formando por clanes -algunos de ellos, islámicos wahhabi-, que tienen desconfianza de los sufíes.
Los sufíes mismos también están divididos. Una milicia sufí rival reclama ser la representante legítima de la tradición sufí del país. La componen clanes que apoyan al gobierno.
En una reciente y húmeda mañana en Sigale, Gader y el resto de sus combatientes se preparaban para la próxima batalla. Cogiendo sus armas, se formaron y cantaron animadas canciones del Corán.
Abu Yousef, el comandante, estaba debajo de un tamarindo mustio junto a un casa salpicada de hoyos de bala del tamaño de pelotas de softball. Le dijo a sus guerreros que tenían un pacto con Dios: Si morían peleando por al-Shabab, entrarían al cielo y Dios les ofrecería agua con sus propias manos.
En ese momento, se escucharon ráfagas de tiros desde posiciones de al-Shabab. "Nuestro corazón nos dice que avancemos hacia el peligro, liberemos a nuestro pueblo y nuestra cultura", dijo Abu Yousef. "Matadles toda vez que los veáis. Es una orden de Dios".
Al día siguiente, los sufíes hicieron retroceder a al-Shaba otro kilómetro.

23 de julio de 2010
27 de mayo
©washington post
cc traducción mQh
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