miedo a la libertad
26 de julio de 2010
Preso en Guantánamo durante varios años, fue enviado sin cargos a Argelia, donde desapareció. Antes de ser deportado, había suplicado no ser enviado a casa por temor al gobierno y a los fundamentalistas que tratarían de reclutarlo. Tras la publicación de este editorial de The New York Times, volvió a aparecer.
Un preso que ruega que le dejen quedarse indefinidamente en el centro de detención de Bahía Guantánamo antes que ser enviado a Argelia tiene probablemente poderosas razones para temer la recepción en casa.
Abdul Aziz Naji, que ha estado detenido en Guantánamo desde 2002, dijo al gobierno de Obama que de ser trasladado a Argelia sería torturado, sea por el gobierno argelino o por organizaciones fundamentalistas allá. Aunque pidió quedarse en la prisión, el gobierno lo mandó a su casa este fin de semana pasado y se lavó las manos. Casi inmediatamente después de llegar, desapareció, y su familia teme lo peor.
Es un acto de crueldad que desafía toda explicación.
Naji, 35 y nacido en Argelia, fue detenido por la policía de Pakistán en mayo de 2002 y entregado a los estadounidenses por sospechas de terrorismo. Admitió haber trabajado para el ala humanitaria de Lashkar-e-Taiba, la organización terrorista paquistaní, pero el gobierno de Bush nunca le acusó de nada, ni le explicó porqué estaba retenido ni demostró ninguna relación con actos terroristas.
El gobierno de Obama, que está tratando de reducir la población en Guantánamo, forcejeó con los abogados de Naji hasta la misma Corte Suprema por el derecho a enviarlo a Argelia. Naji alegó que una vez que estuviera en su país natal, sería torturado, o por el gobierno que lo sospecha de ser un terrorista, o por organizaciones fundamentalistas que lo presionan para que se incorpore a su causa.
El tribunal, que emitió una lacónica orden rechazando su petición, aparentemente aceptó las garantías del gobierno de Obama de que el gobierno argelino había prometido no torturar a Naji. Según un fallo de la Corte Suprema en 2008, el gobierno goza de amplia discreción para decidir cuando aceptar esas promesas de parte de un gobierno extranjero.
Naji pidió asilo político en Suiza, pero a las pocas horas de conocida la orden judicial, fue subido a un avión en dirección a Argelia. El tribunal se negó a aceptar una petición similar de otro argelino en Guantánamo que no desea volver a casa, Farhi Saeed Bin Mohammed, que aún no ha sido retornado, pero que fue ser reenviado en cualquier momento. Otros cuatro presos argelinos han hecho peticiones similares.
Argelia puede haber prometido no torturar a esos dos hombres, pero es difícil tomar la promesa en serio, o saber si no ha sido quebrantada. Funcionarios de gobierno dijeron que no han detenido a Naji, pero no han informado sobre su ubicación, que es lo que deben hacer prontamente.
El informe sobre derechos humanos en el país publicado por el Departamento de Estado en marzo pasado, dice que la tortura en Argelia se ha reducido, pero que aún prevalece. Menciona a abogados de derechos humanos diciendo que la práctica es habitual para extraer confesiones en casos de seguridad. Hay gente desaparecida en el país, dice el informe, y organizaciones armadas -que obviamente no hacen promesas al gobierno- siguen actuando impunemente.
Apoyamos los esfuerzos del gobierno por cerrar la cárcel de Guantánamo, y entendemos la preocupación de que si el próximo año hay un Congreso dominado por los republicanos podría ser todavía más difícil. No hay razones para entregar presos a gobiernos que Estados Unidos considera hostiles y que son conocidos por sus torturas e impunidad.
El gobierno se niega a deportar presos a Libia, Siria y otros países conocidos por sus métodos. Debería encontrar un nuevo hogar para los argelinos.
Actualización
Daniel Fried, enviado especial del Departamento de Estado a cargo del cierre del centro de Bahía Guantánamo dijo el domingo que Estados Unidos había entregado a Naji al gobierno argelino, que lo detuvo durante algunos días para interrogarlo, lo llevó ante juez y lo dejó en libertad el domingo, después de la publicación de este editorial.
24 de julio de 2010
©new york times
cc traducción mQh
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