más allá del líbano
[Brent Scowcroft] Es hora de que Estados Unidos busque un acuerdo más comprehensivo.
-Un estado palestino basado en las fronteras de 1967, con rectificaciones menores que deben ser acordadas entre Palestina e Israel.
-Los palestinos deben renunciar a su derecho a retornar e Israel debe corresponder retirando sus asentamientos de Cisjordania, nuevamente con rectificaciones acordadas mutuamente. Los desplazados de los dos lados deben recibir compensaciones de la comunidad internacional.
-El Rey Abdulá, de Arabia Saudí, debe reconfirmar sin ambigüedades su promesa de 2002 de que el mundo árabe está preparado para tener relaciones completamente normales con Israel tras la retirada de este de los territorios ocupados en 1967.
-Egipto y Arabia Saudí deben colaborar con la Autoridad Palestina para formar un gobierno según el acuerdo de 18 puntos alcanzado entre los prisioneros de Hamas y Fatah en cárceles israelíes en junio pasado. Este gobierno negociaría con la Autoridad.
-Despliegue, como parte de una tregua, de una fuerte fuerza internacional en el sur del Líbano.
-Despliegue de otra fuerza internacional para facilitar y supervisar el tráfico entre Gaza y Cisjordania.
-Designación de Jerusalén como la capital compartida de Israel y Palestina, con garantías internacionales adecuadas de libertad de movimiento y derechos cívicos en la ciudad.
Estos elementos son bien conocidos por la gente que vive en la región y los de fuera que han trabajado durante décadas buscando dar forma a una paz duradera. Lo que parece impresionantemente complicado, sin embargo, es cómo se puede movilizar la voluntad política necesaria, en la región y fuera de ella, para transformar estos principios en un acuerdo de paz permanente.
La actual crisis en el Líbano proporciona una oportunidad histórica para alcanzar lo que hasta ahora ha parecido imposible. Dicho esto, sería demasiado esperar que los más directamente implicados -los líderes palestinos e israelíes- dirijan el camino. Eso es responsabilidad de otros, principalmente de Estados Unidos, que es el único que puede movilizar a la comunidad internacional e Israel y los estados árabes para la tarea que ha derrotado tantos esfuerzos previos.
¿Cómo debería organizarse este proceso? El vehículo obvio para dirigir el proceso es el Cuarteto (Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas), formado en 2001 justamente con ese propósito. El Cuarteto, empezando a nivel de ministros de relaciones exteriores, debería primero organizar la fuerza internacional necesaria para el sur del Líbano y Gaza y llamar entonces a una tregua. La fuerza de seguridad tendría que contar con el mandato y la capacidad de actuar resueltamente frente a actos de violencia. Idealmente, este debería ser un contingente de la OTAN, o, al menos, dirigido por la OTAN. Reconociendo los obstáculos políticos, el hecho es que la participación directa de Estados Unidos en esta fuerza internacional sería altamente deseable -incluso quizás esencial- para convencer a nuestros amigos y aliados de que contribuyan a la formación de esta fuerza.
Con una tregua y una fuerza de seguridad internacional en el lugar, el Cuarteto debería entonces construir un marco de negociación de los elementos específicos de un acuerdo comprehensivo, después de lo cual Israel, la Autoridad Palestina y representantes de países árabes (Jordania, Arabia Saudí, Egipto, Líbano) serían incorporados al proceso para completar negociaciones detalladas.
Los beneficios de llegar a un acuerdo comprehensivo de las causas de la guerra actual probablemente tendría ecos más allá de israelíes y palestinos. Un acuerdo de paz comprehensivo no sólo quitaría argumentos a los extremistas en el Líbano y Palestina (y sus partidarios en otros países), sino también reduciría la influencia de Irán -un país que, con su ideología actual, representa la mayor amenaza potencial para la estabilidad en Arabia Saudí, Iraq, Egipto y Jordania.
Un acuerdo comprehensivo también permitiría que los líderes árabes se concentraran en lo que muchos dicen que es un problema prioritario: modernizar sus países para proveer de trabajo y vidas productivas a poblaciones de rápido crecimiento.
Retirar el argumento de que no se puede hacer nada porque los electorados domésticos están obsesionados con la ‘causa de los palestinos', permitiría que la energía creativa, el talento y el dinero se re-canalizaran hacia la educación, la salud, la vivienda, etc. Esto tendría el beneficio agregado de tratar las condiciones que alientan a demasiados jóvenes árabes a glorificar el terrorismo como un medio legítimo de hacer frente a los desafíos del mundo moderno.
Incluso es posible que un acuerdo comprehensivo ayude a estabilizar Iraq. Un Irán escarmentado, privado de la ‘carta israelí', podría mostrarse más dispuesto a llegar a un modus vivendi con sunníes y kurdos, y también con Estados Unidos. Todos los países de la región -para no mencionar a Israel mismo- necesitan un Iraq estable, próspero y pacífico. La ruta para alcanzar esto podría también orientarse hacia el oriente desde una Jerusalén compartida pacíficamente por israelíes y palestinos.
Esta última de una serie aparentemente interminable de guerras en la región, puede representar una oportunidad única para cambiar la situación en Oriente Medio. La tarea no debe asustarnos.
La secretaria de estado Condoleezza Rice ha dicho que una simple tregua en el Líbano no es la solución de la violencia actual. Dice que es necesario tratar las raíces del problema. Tiene razón en las dos cosas. Pero Hezbolah no es la fuente del problema; se deriva de la causa, que es el trágico conflicto sobre Palestina que empezó en 1948.
La orilla oriental del Mediterráneo es un torbellino de punta a cabo, una repetición de permanentes conflictos en una u otra parte desde los abortados intentos de Naciones Unidas de crear los estados de Israel y Palestina separados en 1948. La actual guerra ha alarmado al planeta. Ahora, quizás más que nunca, tenemos la oportunidad de aprovechar esa preocupación y energía para alcanzar una resolución comprehensiva de esta tragedia de 58 años. Sólo Estados Unidos puede dirigir los esfuerzos que se requieren para hacer uso de la oportunidad.
Los bosquejos de un acuerdo comprehensivo se hicieron evidentes cuando colapsaron los intentos del presidente Bill Clinton en 2000. Los principales elementos son:
La orilla oriental del Mediterráneo es un torbellino de punta a cabo, una repetición de permanentes conflictos en una u otra parte desde los abortados intentos de Naciones Unidas de crear los estados de Israel y Palestina separados en 1948. La actual guerra ha alarmado al planeta. Ahora, quizás más que nunca, tenemos la oportunidad de aprovechar esa preocupación y energía para alcanzar una resolución comprehensiva de esta tragedia de 58 años. Sólo Estados Unidos puede dirigir los esfuerzos que se requieren para hacer uso de la oportunidad.
Los bosquejos de un acuerdo comprehensivo se hicieron evidentes cuando colapsaron los intentos del presidente Bill Clinton en 2000. Los principales elementos son:
-Un estado palestino basado en las fronteras de 1967, con rectificaciones menores que deben ser acordadas entre Palestina e Israel.
-Los palestinos deben renunciar a su derecho a retornar e Israel debe corresponder retirando sus asentamientos de Cisjordania, nuevamente con rectificaciones acordadas mutuamente. Los desplazados de los dos lados deben recibir compensaciones de la comunidad internacional.
-El Rey Abdulá, de Arabia Saudí, debe reconfirmar sin ambigüedades su promesa de 2002 de que el mundo árabe está preparado para tener relaciones completamente normales con Israel tras la retirada de este de los territorios ocupados en 1967.
-Egipto y Arabia Saudí deben colaborar con la Autoridad Palestina para formar un gobierno según el acuerdo de 18 puntos alcanzado entre los prisioneros de Hamas y Fatah en cárceles israelíes en junio pasado. Este gobierno negociaría con la Autoridad.
-Despliegue, como parte de una tregua, de una fuerte fuerza internacional en el sur del Líbano.
-Despliegue de otra fuerza internacional para facilitar y supervisar el tráfico entre Gaza y Cisjordania.
-Designación de Jerusalén como la capital compartida de Israel y Palestina, con garantías internacionales adecuadas de libertad de movimiento y derechos cívicos en la ciudad.
Estos elementos son bien conocidos por la gente que vive en la región y los de fuera que han trabajado durante décadas buscando dar forma a una paz duradera. Lo que parece impresionantemente complicado, sin embargo, es cómo se puede movilizar la voluntad política necesaria, en la región y fuera de ella, para transformar estos principios en un acuerdo de paz permanente.
La actual crisis en el Líbano proporciona una oportunidad histórica para alcanzar lo que hasta ahora ha parecido imposible. Dicho esto, sería demasiado esperar que los más directamente implicados -los líderes palestinos e israelíes- dirijan el camino. Eso es responsabilidad de otros, principalmente de Estados Unidos, que es el único que puede movilizar a la comunidad internacional e Israel y los estados árabes para la tarea que ha derrotado tantos esfuerzos previos.
¿Cómo debería organizarse este proceso? El vehículo obvio para dirigir el proceso es el Cuarteto (Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas), formado en 2001 justamente con ese propósito. El Cuarteto, empezando a nivel de ministros de relaciones exteriores, debería primero organizar la fuerza internacional necesaria para el sur del Líbano y Gaza y llamar entonces a una tregua. La fuerza de seguridad tendría que contar con el mandato y la capacidad de actuar resueltamente frente a actos de violencia. Idealmente, este debería ser un contingente de la OTAN, o, al menos, dirigido por la OTAN. Reconociendo los obstáculos políticos, el hecho es que la participación directa de Estados Unidos en esta fuerza internacional sería altamente deseable -incluso quizás esencial- para convencer a nuestros amigos y aliados de que contribuyan a la formación de esta fuerza.
Con una tregua y una fuerza de seguridad internacional en el lugar, el Cuarteto debería entonces construir un marco de negociación de los elementos específicos de un acuerdo comprehensivo, después de lo cual Israel, la Autoridad Palestina y representantes de países árabes (Jordania, Arabia Saudí, Egipto, Líbano) serían incorporados al proceso para completar negociaciones detalladas.
Los beneficios de llegar a un acuerdo comprehensivo de las causas de la guerra actual probablemente tendría ecos más allá de israelíes y palestinos. Un acuerdo de paz comprehensivo no sólo quitaría argumentos a los extremistas en el Líbano y Palestina (y sus partidarios en otros países), sino también reduciría la influencia de Irán -un país que, con su ideología actual, representa la mayor amenaza potencial para la estabilidad en Arabia Saudí, Iraq, Egipto y Jordania.
Un acuerdo comprehensivo también permitiría que los líderes árabes se concentraran en lo que muchos dicen que es un problema prioritario: modernizar sus países para proveer de trabajo y vidas productivas a poblaciones de rápido crecimiento.
Retirar el argumento de que no se puede hacer nada porque los electorados domésticos están obsesionados con la ‘causa de los palestinos', permitiría que la energía creativa, el talento y el dinero se re-canalizaran hacia la educación, la salud, la vivienda, etc. Esto tendría el beneficio agregado de tratar las condiciones que alientan a demasiados jóvenes árabes a glorificar el terrorismo como un medio legítimo de hacer frente a los desafíos del mundo moderno.
Incluso es posible que un acuerdo comprehensivo ayude a estabilizar Iraq. Un Irán escarmentado, privado de la ‘carta israelí', podría mostrarse más dispuesto a llegar a un modus vivendi con sunníes y kurdos, y también con Estados Unidos. Todos los países de la región -para no mencionar a Israel mismo- necesitan un Iraq estable, próspero y pacífico. La ruta para alcanzar esto podría también orientarse hacia el oriente desde una Jerusalén compartida pacíficamente por israelíes y palestinos.
Esta última de una serie aparentemente interminable de guerras en la región, puede representar una oportunidad única para cambiar la situación en Oriente Medio. La tarea no debe asustarnos.
El escritor fue consejero de seguridad nacional para los presidentes Gerald Ford y George H.W. Bush. Ahora es presidente del Foro para Política Internacional [Forum for International Policy].
30 de julio de 2006
©washington post ©mQh
©traducción mQh
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