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Esther Bernal, torturada en el SI, ofreció un testimonio contundente: "El sótano era un lugar siniestro". Fue secuestrada por una patota de 15 represores. "Quiero que tengas el valor de mirar a quien sobrevivió a tus torturas", le dijo a Marcote -uno de los acusados- y le arrojó un vaso de agua.
[Sonia Tessa] Argentina. Esther Cristina Bernal viajó desde Misiones, donde vive, para contar de su secuestro y el de su hija de 3 años, el 17 de agosto de 1977. Detalló las torturas que sufrió desde el mismo momento en que le arrancaron a su hija de los brazos, imploró a los jueces que hagan justicia, manifestó su desazón porque los imputados están en libertad y reivindicó su identidad política peronista. Cuando terminó, se paró frente a uno de los imputados, Mario Alfredo Marcote, y lo increpó: "Quiero que me mires, que tengas el valor de mirar a quien sobrevivió a tus torturas". El torturador conocido como "El Cura" se mantuvo imperturbable, sin levantar la vista. Mientras los gendarmes se acercaban a la testigo para cumplir con la orden de desalojarla, Bernal atinó a vaciar el agua del vaso del abogado defensor sobre el cuerpo de Marcote. Más de uno de los presentes en la sala se levantaron a aplaudir la actitud. Por eso, al retomar la audiencia, cuatro personas del público no pudieron reingresar. El relato de Bernal, el primero del día de la reanudación de las audiencias por la causa Díaz Bessone en el Tribunal Federal Oral número 2 fue desgarrador. Tuvo unas palabras para la actual jueza federal Laura Inés Cosidoy, cuyo comportamiento calificó de "macabro" como "defensora oficial entre comillas", cuando ella estaba presa en la cárcel de Devoto.
A Bernal la secuestraron en su casa, junto a su hija. La llevaron al Servicio de Informaciones, y una vez en la sala de torturas, le arrancaron a la niña. "El momento más terrible es cuando tiran de mi hija, que se aferró a mí y yo a ella, hasta que decido soltarla porque la estaban lastimando", relató. También contó que recién hace dos días -cuando hablaron ante la inminente declaración judicial supo qué había vivido su hija durante las horas (entre 24 y 48) que estuvo retenida ilegalmente en el SI. En cambio, Bernal pasó cinco años y medio privada de su libertad.
A secuestrarla fue una patota de más de 15 personas, comandada por el Vasco, apodo de Ovidio Marcelo Olazagoitia. Entre sus torturadores, recordó a "Managua" (Ernesto Vallejo), "El Sargento" (Ramón Rito Vergara, uno de los imputados en la causa), "El Ciego" (José Rubén Lofiego, otro imputado), Marcote, otro que ella mencionó como "Carlitos Baravalle", y que podrían ser dos personas diferentes, así como "el Armero". El jefe de la patota, Feced, presenció la tortura con picana eléctrica y golpes. El objetivo de los tormentos era que firmara una declaración que ya estaba elaborada. Tras la picana, la llevaron a una habitación donde Feced, Lofiego y Marcote la interrogaron a cara descubierta. La alojaron en la rotonda, en el SI. Luego, la llevaron al sótano, al que recordó como "el lugar más siniestro que alguien pueda idear o imaginar". "Estaban los torturadores, bajaban, subían, había gente que estaba colaborando con ellos, como el Pollo (Héctor Baravalle) y la mujer (Graciela Porta). No se sabía quién era quién. Era algo totalmente macabro. De ahí se salía para la visita entre la gente que estaba tirada, escuchábamos cuando se torturaba y también cuando la patota festejaba porque había traído una persona", rememoró Bernal.
Lo que recordó como "el summun" fue el día que "Feced organizó un banquete". Era el 5 o 6 de septiembre, en vísperas del día del montonero. "Bajó al sótano, les pidió a todos los presos que le pidieran bebidas y comidas a los familiares. Iba a hacer una cena para celebrar el triunfo sobre la subversión, y nos obligó a los presos a estar presentes. Dijo que había vencedores y vencidos, que él era el vencedor y nosotros, los presos, los vencidos. Pero faltaba algo más, que iba a coronar su triunfo, y era el fusilamiento de siete compañeros", fue el impactante relato de Bernal. Más tarde, recordó por qué estaba segura de que había sido así: habían llevado a un hombre mayor, por error, que fue testigo de los fusilamientos. En tanto, contó: "Era una rutina tremenda que cada vez que pedían ropa era porque estaban por bañar a alguien porque lo iban a fusilar. Ese día nos pidieron ropa para siete. Nos pidieron que nos retiráramos para bañarlos, que era la rutina de todo fusilamiento. No aparecieron nunca más", siguió la testigo. Entre los desaparecidos de ese día estuvieron Finkelman y Esteban, con quienes Bernal había compartido cautiverio en la rotonda.
En la extensa declaración, la testigo hizo más de una apelación al estado de libertad de los imputados. Les preguntó a los jueces cuántas personas tenían que declarar para condenarlos. También describió la actuación de la actual jueza Cosidoy, al contar que presionaba a sus familiares para que la obligaran a ella -presa en la cárcel de Devoto a firmar un arrepentimiento. Les decía que era la forma de conseguir la libertad, o al menos mejores condiciones de detención. Porque Bernal se negaba a arrepentirse, estuvo "cinco años y medio" sin tocar a su pequeña hija. "Este plan sistemático ilegal tenía otras patas, como la justicia. Una pata muy fuerte era Cosidoy", dijo la testigo.
Cuando habló de los efectos de la represión ilegal sobre su hija, fue un momento especialmente conmovedor. "Me enteré hace dos días adónde estuvo mi hija, porque hace 34 años que mi hija no puede hablar de esto", dijo la testigo, que hizo un largo silencio porque lloraba. "¿Qué les puedo ofrecer para curar las heridas a mi hija y a todos los que sufrieron como ella? Yo creo que este daño tiene que ser evaluado por el Tribunal".
Antes de irse, se acercó a Marcote, le gritó que la mirara a los ojos, y le tiró agua. Norma Ríos, Inés Cozzi y Mónica Garbuglia, que estaban en el público, se pararon a aplaudir. Pablo Álvarez gritó "cagón".
9 de febrero de 2011
8 de febrero de 2011
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