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héroe libio renace de las cenizas


Un héroe muerto hace décadas renace en el este. Omar Mukhtar, un combatiente de la resistencia ejecutado por los invasores italianos hace ochenta años, se ha convertido en el líder espiritual del levantamiento libio.
[Patrick J. McDonnell] Bengazi, Libia. Al este de Libia, la espectral imagen, en un casquete o en una capa beduina, de un viejo barbudo, está en todas partes: en pegatinas de parachoques y en carteles, en vehículos militares y en puestos de control, incluso en los pases de la prensa emitidos por el gobierno rebelde.
"Es nuestro padrino", dice Salim Ismael, un oficial de ejército en retiro que ahora adiestra a los reclutas del campo rebelde. "Es nuestra inspiración, el líder espiritual de la revolución libia".
El personaje es Omar Mukhtar, un héroe de la resistencia en el siglo veinte, ejecutado por los invasores italianos hace ochenta años -y representado inverosímilmente en una película de Hollywood llena de estrellas en 1981, ‘El León del Desierto’, con Anthony Quinn como Mukhtar. Fracasó en la taquilla, pero aquí nació un culto.
"¡General, tráigame a Mukhtar!", brama Rod Steiger como Benito Mussolini a un subordinado antes de despacharlo hacia el Mediterráneo. "Sobornelo o partale el lomo".
Mukhtar es una especie de Che Guevara libio, otro revolucionario derrotado, pero sin el bagaje de la Guerra Fría y comercialización extrema.
Aquí en el este, donde empezó su guerrilla, Mukhtar ha desplazado la imagen antes omnipresente de Moamar Kadafi, que ha sido relegado a burdas caricaturas mostrándolo como asesino, loco y títere de los sionistas.
La llamativa iconografía dice mucho sobre los profundos cambios que han sacudido a este país del norte de África en apenas unos meses.
Los rebeldes libios están librando una guerra por el control del enorme país rico en petróleo, pero también reclaman su orgullo nacional e historia después de más de más de cuatro décadas de sometimiento a la mercurial visión de Kadafi. Incluso aunque la guerra se ha empantanado en un difícil empate, abunda en el este un sentimiento de liberación psicológica, donde el tema del choque entre guerrillas y el tirano resuena más profundamente.
Y un humilde maestro convertido en combatiente, que fue colgado en la horca mucho antes de que naciera la gente de aquí, lo personifica completamente.
"Omar Mukhtar es el símbolo de todo lo que estamos viviendo ahora", dijo Athia Makzoum, historiador de la Universidad de Garyounis, en Bengazi, que estudió la vida de Mukhtar. "Mukhtar es el libio del que todos podemos estar orgullosos".
Hasta Kadafi lo venera, hasta cierto punto.
El presidente libio puso su imagen en el billete de diez dinares y en una poco frecuente exhibición de modestia, su propio retrato en un billete de un dinar.
Kadafi también financió gran parte de los treinta millones de dólares que costó hacer ‘El León del Desierto’, una especie de ‘Ben Hur’ árabe rodada en gran parte en el desierto libio y Roma. La película de dos horas y cuarenta minutos muestra casi sin parar escenas de batalla: tanques que explotan, asaltos de la caballería, uno o dos puentes dinamitados. Los protagonistas centrales son Mukhtar y Rodolfo Graziani (Oliver Reed), el general italiano que comparte el plan del Duce de restaurar los triunfos de los Césares.
Pese a que el general y Mukhtar son implacables adversarios, el refinado italiano reconoce un reticente respeto por el libio.
"El viejo es bueno", suspira Graziani después de observar a través de binoculares cuando los jinetes de Mukhtar terminan con toda una columna italiana en una brillante emboscada en el desierto.
Tras la captura de Mukhtar, los dos rivales se encuentran finalmente en las elegantes oficinas del general en Bengazhi. El cautivo rechaza una oferta de convertirse en un pensionista italiano.
"El dinero, como la gloria, no es permanente", dice Mukhtar. "No nos rendiremos nunca. O vencimos o morimos".
Mañana serás colgado en público, declara el general.
"La cuerda de su justicia está siempre colgando frente a mí", general, replica Mukhtar.
Ni en la historia ni en Google se encuentra qué pensaba Kadafi de la película. Pero los opositores en Bengazi, el bastión de los rebeldes, dicen que el hombre que se llama a sí mismo "el líder de todos los líderes de los árabes" y "el rey de todos los reyes de África" finalmente se sintió incómodo con que hubiese otro libio luchando por la simpatía de sus súbditos. Aunque se tratase de alguien muerto hace décadas.
"No creo que a Moamar Kadafi le gustara la idea de que Omar Mukhtar se llevara una gloria que creía que debía ser suya", dijo Mohammed Omar Mukhtar Omar, 90, el único hijo sobreviviente de Mukhtar. Vive en una modesta vivienda en Bengazi donde las paredes exhiben retratos de su padre, incluyendo una famosa fotografía de él encadenado, con aspecto sereno, pese a saber lo que le esperaba.
De niño, el más joven Mukhtar recitaba el Corán con su padre antes de ser enviado a Egipto para ponerlo a resguardo de la violencia. Combatiendo a caballo y a menudo ocultándose en cavernas, su padre y sus bandas de muyahedines lucharon contra un ejército moderno y mecanizado que utilizaba poder aéreo, tanques y artillería. Increíblemente, el infatigable Mukhtar mantuvo a raya a los italianos durante veinte años, pese a una implacable ocupación que recurría a las detenciones masivas y frecuentes ahorcamientos.
Se acercaba Mukhtar a sus ochenta (su edad exacta es un tema de polémica) cuando fue finalmente capturado por los italianos en las montañas al este de Bengazi.
Pronto la Segunda Guerra Mundial terminó con las ambiciones coloniales del Duce, junto con su vida, y Libia pasó de ser una colonia bajo mandato de Naciones Unidas a ser un país independiente en 1951, con el Rey Idris. El rey, un aliado de Mukhtar, erigió un monumento y mausoleo públicos en su homenaje cerca del puerto mediterráneo en el centro de Bengazi. El memorial se convirtió en un centro de peregrinación religiosa y nacionalista.
Luego, en 1969, un joven oficial del ejército llamado Kadafi dirigió una rebelión contra el rey y abolió la monarquía. Kadafi rindió homenaje al legado de Mukhtar, leyendo uno de sus principales discursos con ocasión del aniversario de su ejecución.
Pero para 2000, el envejecido Kadafi decidió que no le gustaba la prominente capilla en la inquieta Bengazi, un lugar donde su gobierno no fue popular nunca. Sin consultar con la familia de Mukhtar, Kadadi ordenó derribar el monumento, llevando los escombros a 64 kilómetros de distancia, al soñoliento villorrio de Suluq, donde hay un monumento más modesto. "Mi padre no será feliz mientras sus restos no vuelvan a Bengazi", dijo el hijo.
El autodenominado gobierno "transicional" que ahora controla gran parte del este de Libia está haciendo planes para erigir un nuevo monumento a Mukhtar en su ubicación previa en el centro, ahora un sitio cubierto de maleza.
Pero Kadafi no renunció completamente a Mukhtar. Invoca su memoria siempre que conviene a sus propósitos, como en las negociaciones sobre la reparación con una Italia arrepentida, ansiosa por el petróleo libio y su cooperación de asuntos de inmigración.
En 2008, el primer ministro italiano Silvio Berlusconi viajó a Libia, se reunió con Kadafi y con el hijo de Mukhtar, y pidió perdón por la conducta de Italia durante el periodo colonial. Italia también tuvo que soltar cinco mil millones de dólares por concepto de ayuda.
Al año siguiente, Kadafi viajó a Roma con un séquito de tres Airbus, incluyendo al hijo de Mukhtar y a la asombrosa brigada de mujeres guardaespaldas, vestidas de kaki y con boinas rojas, y levantó una tienda para recibir a los invitados en los exteriores de una mansión del Renacimiento.
"Con el cabello engominado y cuidadosamente teñido, el coronel parecía un cruce entre Michael Jackson y el magnate de la música asesino, Phil Spector", informó el Daily Mail de Londres.
Un magnánimo Kadafi llamó a sus invitados "mis amigos italianos" y elogió a los antiguos administradores coloniales por haber "pasado la página del pasado". Pero prendida a su pecho llevaba un provocador artefacto: la foto de Mukhtar encadenado, rodeado por sus captores, que pronto le darían muerte.
El 16 de septiembre de 1931, los italianos ordenaron a cientos, posiblemente miles de libios a presenciar la muerte en la horca de Mukhtar en Suluq, que se convirtió en el sitio de un gigantesco campo de detención.
"En cuanto a mí", asegura Mukhtar al general en la película. "Viviré mucho más que mi verdugo".
Y así ha sido.
8 de mayo de 2011
6 de mayo de 2011
©los angeles times
cc traducción mQh

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