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hay guerra en libia


Te pongas como te pongas, en Libia hay una guerra. El gobierno de Obama, tratando de eludir la Ley de Poderes de Guerra, ha torcido el significado mismo de la palabra ‘guerra’. Según el presidente, si no hay bajas estadounidenses, no es guerra. Es otra cosa.
[Jonathan Schell] El gobierno de Obama ha ofrecido una extraordinaria justificación para iniciar su guerra contra Libia sin la aprobación del Congreso que exige la Constitución y la Ley de Poderes de Guerra de 1973.
Aviones de guerra norteamericanos despegan, invaden el espacio aéreo libio, localizan sus blancos, dejan caer sus bombas, que están matando e hiriendo a civiles y destruyendo cosas. Uno la puede considerar una guerra buena o mala, pero ciertamente es una guerra.
Sin embargo, el gobierno de Obama insiste en que no es una guerra. ¿Por qué? Porque de acuerdo a ‘Las actividades de Estados Unidos en Libia’, un informe de 32 páginas escrito por el gobierno y dado a conocer la semana pasada, "las operaciones estadounidenses no incluyen ninguna lucha sostenida ni intercambios activos de fuego con fuerzas militares hostiles, ni implican la presencia de tropas estadounidenses en suelo libio, ni hay bajas estadounidenses ni existe ninguna amenaza seria contra Estados Unidos ni ninguna posibilidad de una escalada en un conflicto caracterizado por esos factores."
En otras palabras, el balance de fuerzas está tan inclinado a favor de Estados Unidos que no hay ningún estadounidenses muriendo ni existe ninguna amenaza a su vida. Parece que la guerra se define como guerra cuando mueren estadounidenses -cuando morimos nosotros. Cuando mueren sólo ellos -los libios-, entonces es otra cosa que todavía no tiene nombre.
Esta manera de pensar no puede sino ser clasificada como extraña y depende, a su vez, de un hecho extraño: que, en nuestros días, en realidad es posible, por primera vez en la historia, que algunos países libren una guerra sin sufrir ni un rasguño. Esto casi se logró cuando se bombardeó Serbia en 1999, cuando sólo se perdió un avión de guerra norteamericano (el piloto fue rescatado).
El epítome de esta nueva guerra es el avión no tripulado Predator, que se ha convertido en el emblema del gobierno de Obama. Sus operadores humanos pueden estar sentados en la Base de la Fuerza Aérea de Creech en Nevada, o en Langley, Virginia, mientras los aviones sobrevuelan Afganistán, Pakistán, Yemen o Libia, arrojando destrucción desde el aire. Una guerra librada en estas condiciones no implica bajas para quienes la hacen porque ninguno de sus soldados está cerca del campo de batalla -si esta es en realidad la palabra correcta para describir lo que está ocurriendo.
De este extraño modo de pensar se derivan igualmente extrañas conclusiones, y estos extraños hechos. En el antiguo orden de cosas, un ataque contra un país era simplemente un acto de guerra. Ahora el gobierno de Obama dice que si el enemigo no puede responder, no hay guerra.
De lo que se sigue que los rivales de Estados Unidos ahora tienen un nuevo motivo para que, aunque no puedan compararse con nosotros, al menos nos provoquen algún daño. Sólo entonces podrán tener derecho a las protecciones legales (que las hay) de las guerras autorizadas. Sin eso, están a merced de los caprichos del presidente.
La Ley de Poderes de Guerra permite que el presidente inicie operaciones militares sólo cuando el país es atacado directamente, cuando hay "una emergencia nacional creada por un ataque contra Estados Unidos, sus territorios o posesiones, o contra sus fuerzas armadas". Sin embargo, el gobierno de Obama justifica sus acciones en el caso de la intervención en Libia precisamente sobre la base de que no hay ninguna amenaza para las fuerzas invasoras, mucho menos para el territorio nacional".
Hay un paralelo aquí con el gobierno de George W. Bush sobre el tema de la tortura (aunque no, obviamente, un paralelo entre la guerra misma, a la que me opongo pero cuyos méritos podrían debatirse razonablemente, y la tortura, que es completamente injustificable). El presidente Bush quería que la tortura que quería que se aplicara no fuera considerada tortura, así que pidió a los abogados del Ministerio de Justicia que escribieran justificaciones que sonasen legales para excluir ciertas formas de tortura, tales como el submarino, de la definición de la palabra. Esas prácticas se llamaron entonces "técnicas mejoradas de interrogatorio".
Ahora Obama quiere que su guerra en Libia no sea una guerra, de modo que se las ha ingeniado para definir un cierto tipo de guerra -en la que no hay bajas estadounidenses- no como guerra (aunque sin el apoyo total de sus propios abogados). Junto con Libia, también está atacando a una buena palabra inglesa: guerra.
En estas operaciones semánticas del poder sobre el lenguaje, se separa una palabra de su significado aceptado comúnmente. Los significados de las palabras son uno de los pocos denominadores comunes que comparten las comunidades. Cuando se pone en duda la significación aceptada de las palabras, nadie puede usar las palabras en cuestión sin provocar debates espurios, como ocurrió con la palabra ‘tortura’.
Ningún eufemismo para ‘guerra’ ha logrado imponerse, aunque poco después de iniciar sus ataques contra Libia, un funcionario de gobierno propuso la frase "acción militar kinésica", y, más recientemente, en ese informe de 32 páginas, el término preferido fue "operaciones militares limitadas".
¿Cómo logró el gobierno meterse en semejante camisa de fuerza? En una entrevista con el New York Times, el asesor jurídico del Departamento de Estado, Harold Koh arrojó algo de luz sobre el asunto. Muchos administradores y legisladores se han mostrado en desacuerdo con la Ley de Poderes de Guerra, diciendo que pone en entredicho los poderes inherentes de la presidencia. Otros, tales como el vicefiscal adjunto John Yoo, han argumentado que la clara formulación de la Constitución de que el Congreso "debe declarar la guerra" no significa lo que la mayoría de los lectores piensa, dando al presidente luz verde para declarar guerras de todo tipo.
Koh se ha opuesto durante largo tiempo a estas interpretaciones y de cierto modo, incluso ahora, sigue siendo consistente. Hablando a nombre del gobierno, todavía sostiene la atribución del Congreso para declarar guerra y la constitucionalidad de la Ley de Poderes de Guerra. "No estamos diciendo que el presidente pueda llevar al país a la guerra por su propia cuenta", dijo al Times. "No estamos diciendo que la Resolución de Poderes de Guerra sea inconstitucional o que debería ser derogada o que debemos negarnos a consultar con el Congreso. Estamos diciendo que la naturaleza limitada de esta misión en particular no es del tipo de ‘hostilidades’ implicadas en la Resolución de Poderes de Guerra."
Así, en una curiosa manera, el deseo de evitar poner en discusión una ley existente ha obligado a atacar al diccionario. Para que el gobierno pudiera iniciar una guerra sin ninguna forma de aprobación parlamentaria, tenía que desafiar o la ley o el inglés.
Prefirió atacar el inglés.
[El autor es miembro del Nation Institute y catedrático de la Universidad de Yale. Es autor de varios libros, incluyendo ‘The Unconquerable World: Power, Nonviolence, and the Will of the People.’]
23 de junio de 2011
21 de junio de 2011
©los angeles times
cc traducción mQh

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