proteger o deponer en libia
La OTAN ha ido más allá del mandato de Naciones Unidas para proteger a la población libia, y ahora algunos estados miembros de la ONU se muestran reticentes a autorizar acciones contra Siria.
[Philippe Bolopion] La intervención militar de la OTAN en Libia se inició bajo el principio de la "responsabilidad de proteger", un concepto nacido entre las cenizas del genocidio ruandés: que el mundo no puede quedarse de brazos cruzados mientras se cometen atrocidades en un estado soberano.
Aunque moralmente auto-evidente, este concepto se demoró en ser aceptado por la comunidad internacional, particularmente entre países en vías de desarrollo, muchos de los cuales lo vieron como una estratagema de las potencias occidentales para intervenir en los asuntos internos de países más débiles.
Después de mucho cabildeo, el principio fue finalmente consagrado por la Cumbre Mundial de 2005 y utilizado exitosamente para resolver peligrosas crisis en Kenia y Guinea. Pero su aspecto más polémico no había sido nunca puesto a prueba, es decir, hasta que ocurrió lo de Libia: el uso de la fuerza como último recurso.
A los ojos de muchos países, la OTAN fracasó en esta prueba.
En marzo, mientras Muamar Gadafi se preparaba para aplastar el bastión rebelde en Bengazi, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autorizó la acción militar en Libia. Pero dejó en claro que el propósito de la acción era proteger a la población libia.
Muchos países que se opusieron a la decisión del Consejo de Seguridad, e incluso al menos uno que la aprobó, creen ahora que la operación occidental ha ido mucho más allá que la mera protección de los libios y es ahora interpretada ampliamente como una acción destinada desde el principio a deshacerse del gobernante libio.
Por más impopular que pueda ser Gadafi, la idea de que aviones de guerra de la OTAN estuvieran tratando de asesinarlo tocó una fibra sensible entre países alérgicos a los cambios de regímenes y recelosos del concepto de responsabilidad de proteger, conocido en círculos diplomáticos como R2P.
"Libia la ha dado un mal nombre al R2P", dijo hace poco el embajador indio ante Naciones Unidas, Hardeep Singh Puri. Diplomáticos de Suráfrica, que a diferencia de India sí apoyó la Resolución 1973 de la ONU, han expresado temores similares, diciendo que se sienten utilizados y están indignados de que Occidente haya ignorado los llamados a una tregua de la Unión Africana.
Uno podría argumentar que cuando un gobernante está empecinado en cometer atrocidades masivas contra su propia población, el único modo efectivo de proteger a los civiles es derrocándolo. Sin embargo, ningún país de la OTAN lo ha declarado abiertamente; en lugar de eso, sus miembros se han esforzado por reafirmar su neutralidad.
La operación libia ha fortalecido el caso de los que cuestionan el concepto de que el mundo tiene la responsabilidad de proteger a los civiles contra sus propios gobernantes, y las reacciones ya están contribuyendo a trágicas consecuencias.
En Siria, donde las fuerzas de seguridad han asesinado a más de dos mil manifestantes y detenido arbitrariamente y torturado a miles más, incluyendo niños, la gente claramente necesita protección. Si el Consejo de Seguridad tomara en serio su responsabilidad de proteger, hace tiempo que ya habría recurrido a los numerosos instrumentos no militares que tiene a su disposición para presionar el régimen del presidente Bashar Assad. Podría haber aprobado una resolución pidiendo el fin de la violencia, la creación de una comisión de investigación, un embargo de armas o una gama de sanciones contra el gobierno o el sector petrolífero.
Hay muchas razones que explican esta inquietante incapacidad de actuar: la oposición de las potencias con derecho a veto -China y Rusia-, el silencio de la Liga Árabe, la presencia del Líbano en el Consejo de Seguridad -país que es un rehén virtual de Siria. Pero un factor crucial contra la decisión de iniciar alguna acción ha sido que los votos clave en el consejo -India, Suráfrica y Brasil- no están disponibles. A puertas cerradas, sus diplomáticos han explicado que no tienen intención de repetir la experiencia libia. Por supuesto, nada insinuaba ni acciones militares ni cambio de régimen en el borrador de resolución presentado por los europeos. Pero para India, Suráfrica y Brasil, ahora toca pagar la cuenta. El pueblo sirio está pagando el precio por lo que algunos países ven como la extralimitación de la OTAN en el caso libio.
Así que aquí estamos nuevamente con el Consejo de Seguridad haciendo prácticamente nada mientras se cometen crímenes atroces -la situación que el concepto de responsabilidad de proteger debía evitar.
Nunca sabremos cuántas víctimas civiles habrían ocurrido si la OTAN no hubiese intervenido en Libia. Lo que sí sabemos es lo que ocurre cuando la comunidad internacional se desentiende frente a crímenes en masa. En los últimos meses de la guerra en Sri Lanka, por ejemplo, murieron cerca de cuarenta mil civiles, mientras que lo único que hizo el Consejo de Seguridad fue convocar a una nerviosa sesión informal en un sótano de Naciones Unidas debido al obstruccionismo ruso y chino, sin que las potencias occidentales hicieran demasiado ruido.
Los países que atacaron a Libia bajo la bandera de la responsabilidad de proteger tienen el deber de explicarse a sí mismos y aceptar una interpretación sobria y crítica de sus acciones. No deberían ser vistos como utilizando el concepto de responsabilidad de proteger sólo cuando les es políticamente conveniente e ignorándolo cuando no lo es. Deberían responder las quejas de países que apoyaron de modo genuino las acciones para proteger a los civiles, pero se sienten traicionados por la manera en que se condujeron las acciones militares. Es el único modo de asegurar que el legado libio nos acerque más a un mundo que deje de tolerar atrocidades.
[El autor de director Naciones Unidas de Human Rights Watch.]
9 de septiembre de 2011
25 de agosto de 2011
©los angeles times
cc traducción c. lísperguer
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