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de vuelta a clases en libia


Tratando de adaptarse a una realidad todavía en construcción.

[Kareem Fahim] Trípoli, Libia. Las aulas de la escuela secundaria Albor de la Libertad estaban vacías. Los maestros caminaban apesadumbrados en el patio o intercambiaban chismes en los pasillos. Un pequeño grupos de aburridos adolescentes se reunieron en el teatro e incubaron un plan para convencer a sus compañeros de que volvieran a la escuela.
La revolución era el problema, pensaban. Apenas semanas después de la entrada en Trípoli de las fuerzas rebeldes, su barrio, Abu Salim, siguió siendo un bastión de apoyo al depuesto líder libio, el coronel Moamar al-Gadafi. Los hijos de los gadafistas -incluyendo a los adolescentes que fueron reclutados o que se habían presentado voluntariamente al servicio militar- tenían poco interés en aprender sobre la historia de la rebelión, o el nuevo himno nacional, dijeron sus amigos.
La solución estaba en los volantes, dijo Osama Mohamed, un chico de quince que llevaba una chaqueta marrón y dirigía el comité de adolescentes. "Dirán: ‘A los niños de Libia. Por favor vuelvan a la escuela. Queremos que Libia progrese.’"
Mientras el país se tambalea al borde del precipicio del cambio, los retos de Libia quedaron crudamente aparentes en las escuelas de Trípoli, particularmente aquí en Abu Salim. En las últimas semanas, los educadores, llenos de las habituales esperanzas y temores del nuevo año escolar, abrieron sus puertas a una confusa nueva realidad. Para deshacer la rígida y dogmática malla curricular del coronel, los maestros encontraban orientación solamente en un delgado folleto con instrucciones de funcionarios del gobierno interino.
Barrios como Abu Salim, donde las heridas de la guerra civil aún están abiertas, se enfrentaron a su prueba más dura. La semana pasada, las divisiones del barrio eran evidentes en los que volvían a las escuelas recién reabiertas y sus maestros, alertas ante inminentes problemas sociales incluso en momentos en que se concentraban en urgentes necesidades de todos los días.
A los maestros, independientemente de sus simpatías, se les pidió blanquear la propaganda del gobierno derrocado. Los consejeros cuyo único rol había sido tomar la asistencia, se preparaban para el trabajo con los jóvenes combatientes que volverían del frente. Los directores de escuela idearon modos para reparar las murallas agujereadas por proyectiles de artillería.
Y se rasgaban las vestiduras por las inscripciones de la era de Gadafi, hechas por los alumnos en decenas de pupitres: "Dios y Moamar y Libia y eso es todo", decía uno, repitiendo el lema más popular de los partidarios del coronel. "Abajo Sarkozy", escrito en un pupitre, expresaba la oposición del estudiante a los patrocinadores extranjeros de los rebeldes.
La adaptación fue más fácil en otras partes de la ciudad, como Tajoura, que era sólidamente anti-Gadafi. En esas zonas los estudiantes volvieron a las escuelas en mayores números. Pero Abu Salim fue el escenario de un feroz enfrentamiento durante la batalla por Trípoli, y los administradores de las escuelas dicen que los padres simplemente pueden estar con miedo de dejar que sus hijos salgan de casa.
Además, las escuelas en Trípoli se están concentrando hasta enero en revisar las lecciones existentes, no las nuevas mallas curriculares, para permitir que escuelas en otras partes del país que cerraron sus puertas durante la guerra, se pongan al día.
De acuerdo al director, Mohamed Melek, el primer día de escuela el sábado llegaron más de cien estudiantes para celebrar el Aniversario de la Escuela Secundaria de la Venganza, el nombre con que el coronel Gadafi reconocía la expulsión de los italianos en 1970. Fragmentos de cristales de los ventanales destruidos por un bombardeo de la OTAN alfombraban el suelo de un aula. Una bandera verde sobre el escritorio del maestro no había sido retirada.
"Estamos tratando de hacer nuestro trabajo como si las cosas fueran normales", dijo Melek.
Dijo que los maestros estaban preparando una malla curricular que incluiría instrucciones sobre una nueva Constitución, la caída del gobierno anterior y lecciones diseñadas para "elevar la moral de los alumnos."
"Tenemos que implantar en ellos el amor por el país, el espíritu de reconciliación y el olvido del pasado", dijo Melek.
Pero un alumno, Mahmoud Najem, 17, contradijo a Melek, diciendo que en realidad sólo había llegado un puñado de estudiantes. "Creo que la mayoría de los chicos están con Gadafi", dijo, hablando sobre un vecindario empobrecido donde el antiguo gobierno había tratado de comprar su lealtad con coches y donaciones de dinero. Sin embargo, la largueza no se extendió a escuelas como esta, con un patio en mal estado y pupitres rotos.
Los maestros de las escuelas básicas se mostraron más optimistas sobre el año venidero. Al borde de Abu Salim, los profesores de la escuela primaria Abdulrahman bin Aouf ignoraron las divisiones locales y se zambulleron en la historia de la revolución más reciente con notable entusiasmo.
En un patio de recreo, una pila de Libros Verdes ardían lentamente después de que los echaran al fuego. En una sala de clases, un maestro con una estridente voz daba una charla sobre la significación del 17 de febrero, el día que los rebeldes consideran la última revolución, que tiene sus raíces en las protestas frente al consulado italiano en Bengasi en 2006.
Los estudiantes más jóvenes, confundidos o aburridos, lo miraron con expresión vacía, así que el maestro optó por cantarles una canción.
Una profesora de matemáticas, Souad Abdulla, dijo: "No podemos ignorar 42 años. Tenemos que contar a los niños lo que pasó para que puedan apreciar por qué ocurrió el 17 de febrero."
Más abajo en la calle había signos de una demostración de celo revolucionario. La escuela Sayyida Zeinab estaba llena de las nuevas banderas verde, rojo y negro. Las chicas las habían colgado de las paredes y las ondeaban en los pasillos. Una profesora, Karima Ramadan, dijo que la exhibición ocultaba una realidad más compleja.
Los niños se habían negado a cantar el nuevo himno nacional y alguien había roto la nueva bandera oficial de la escuela. Algunos de sus colegas la habían abofeteado durante una discusión política, dijo Ramadan, agregando que ella se oponía al gobierno anterior.
"Son muy pobres, y todavía le tienen lealtad", dijo Ramadan, refiriéndose al coronel Gadafi. "No lo entiendo."
Abdullah al-Ashtar, un funcionario local que trabaja con las escuelas, dijo que entendía cómo los relamidos de los rebeldes podrían enfadar a otros estudiantes, pero agregó: "No queremos matar esa alegría."
En lugar de eso, dijo Ashtar, los funcionarios escolares reunirían a los estudiantes para que discutieran, y los maestros serían alentados a acercarse a niños de familias gadafistas. "Estamos tratando de reformarlos", dijo. "No de alejarlos."
De momento, dijo, los partidarios del coronel tendrán que "guardar su lealtad en su corazón."
Esperaba que hubiera algo de confusión.
"Tuvimos directores que eran en su mayoría pro-Gadafi", dijo Ashtar. "Algunos eran voluntarios en el conflicto. Las escuelas fueron transformadas en depósitos de armas. Por eso se destruyeron tantas escuelas." Incluso los nombres de las escuelas fueron un problema, pues muchas fueron bautizadas en homenaje al golpe del coronel Gadafi en 1969. Otros nombres antiguos, como Albor de la Libertad, todavía podrían usarse, dijo.
Muchos de los libros tendrán que desaparecer. Rabia Schwa, que ha enseñado historia y geografía en Sayyida Zeinab desde 1986, hojeó el libro de texto de historia mientras otros maestros recogían libros similares en bolsas de plástico para arrojarlos a la basura.
"El líder de la revolución", leyó Schwa. "La gran revolución", leyó en otra página. "No podíamos cambiar esto. Nuestros estudiantes estaban usualmente confundidos. Quizás podamos conservar los libros de geografía."
Zohra al-Tayef, consejero de la escuela Albor de la Libertad, dijo que los maestros tendrían que deshacer años de esfuerzos del gobierno previo para sembrar divisiones entre tribus y regiones. "Nadie debería decir que viene de aquí o allá", dijo. "Ahora somos libios."
Incluso mientras hablaba de orientar a los chicos, admitió sus propias dificultades para entender los cambios que estaban ocurriendo a su alrededor.
"Que Dios deje ganar al lado correcto", dijo, y agregó: "Nosotros no sabemos cuál es el lado que tiene la razón."
[Suliman Alzway contribuyó al reportaje.]
18 de octubre de 2011
5 de octubre de 2011
©new york times
cc traducción c.  lísperguer

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