alabama se lo tiene merecido
Con la entrada en vigor de la severa ley anti-inmigración, Alabama se ha ganado el infame prestigio de ser la capital de la xenofobia. Editorial NYT.
La nueva ley anti-inmigrantes de Alabama, la más dura del país, entró en vigor el mes pasado (con algunas disposiciones bloqueadas provisionalmente por un tribunal federal) y ya está cosechando una amarga cosecha de dislocación y temor. Los hispanos se están marchando, los negocios están cerrando sus puertas y los empleadores se preguntan dónde están sus trabajadores. Los padres que todavía no deciden dónde marcharse tratan de no llamar la atención y no envían a sus hijo a la escuela.
Para los arquitectos y partidarios de la ley, esta es una noticia excelente. "Estás alentando a la gente a acatar la ley por su propia cuenta", dijo Kris Kobach, secretario de estado de Kansas, que también hace carrera redactando leyes extremistas contra la inmigración para estados y ciudades, notoriamente en Arizona y ahora en Alabama.
La ley de Alabama es hasta el momento la mayor prueba de la "implementación a través del desgaste", una estrategia adoptada por Kobach y otros para ahuyentar a grandes contingentes de inmigrantes ilegales sin las dificultades legales y gastos de un estado policial. Todo lo que tienes que hacer, dicen, es hacerles la vida lo más difícil que puedas y los inmigrantes se marcharán por propia voluntad. En un plan semejante, el pánico y el miedo son un punto a favor; el punto es hacerles sufrir.
El dolor no lo sienten sólo los indocumentados. Los inmigrantes legales y los nativos de Alabama que tienen aspecto hispánico son ahora mucho más vulnerables al hostigamiento aprobado oficialmente. Muchos de esos niños que se quedan en casa y no van a la escuela, son hijos de padres asustados que nacieron aquí y se criaron como estadounidenses.
Los problemas no se limitan a los mencionados. Los granjeros están inquietos porque con el éxodo, los cultivos no serán cosechados. Como el resto del país, Alabama necesita a los inmigrantes, porque no hay muchos ciudadanos nativos con la habilidad, resistencia y disposición a trabajar en los sembradíos de los inmigrantes, incluso en momentos de altos índices de desempleo.
La nueva ley también ha agregado frustrantes capas de trámites para los alabameños que deben demostrar su estatus legal cuando inscriben a sus hijos en las escuelas, firman contratos de alquiler o solicitan algún servicio público. Después de que la ley entrara en vigor, las colas en el Departamento de Vehículos Motorizados de Birmingham crecieron tanto que los funcionarios tuvieron que instalar baños portátiles.
La reputación de Alabama también ha sufrido un duro golpe justo en momentos en que está tratando de atraer inversiones internacionales. Hagan lo que hagan los funcionarios para tratar de atraer a, digamos, fabricantes de coches extranjeros con bajos impuestos y salarios, el estado ya se hizo nombre como la capital regional de la xenofobia.
Si Alabama logra ahuyentar a todos sus inmigrantes no-autorizados, que se calculan en 120 mil, los restriccionistas seguramente lo celebrarán. Sólo les quedarán 49 estados más y once millones de personas.
Hay otra ruta más humana y realista para que los inmigrantes se pueden ganar el derecho a quedarse, si el Congreso aceptara su responsabilidad y avanzara con una reforma más seria de la inmigración. La historia de Estados Unidos muestra que la asimilación funciona mucho mejor que la deportación, para todo el mundo. Si los inmigrantes de primera generación no aprenden todos inglés, sus hijos y nietos lo hacen invariablemente. Pueden ser pobres, pero sus hijos se convierten en ciudadanos que contribuyen y producen. A menos que, por supuesto, los asustes y oprimas y les prohíbas trabajar, vivir y asistir a la escuela.
Otros estados tentados en seguir el ejemplo deberían considerar lo que está pasando en Alabama. Allá no está ganando nadie.
[La foto viene de Azstarnet.]
8 de noviembre de 2011
19 de octubre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer
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