la oligarquía al estilo de eeuu
La concentración de la riqueza en unas pocas manos es incompatible con una democracia de verdad.
[Paul Krugman] La desigualdad está de vuelta en las noticias, en gran parte gracias a Ocupemos Wall Street, pero con ayuda de la Oficina de Presupuesto del Congreso. Y sabemos lo que eso significa: es hora de deshacerse de los revoltosos.
Cualquiera que haya estudiado este tema a lo largo del tiempo sabe lo que quiero decir. Toda vez que las crecientes disparidades en los ingresos amenazan con llegar a primera plana, un fiable grupo de defensores trata de borronearlas. Laboratorios ideológicos publican informes en que afirman que en realidad la desigualdad no está aumentando, o que no importa si lo hace. Los expertos tratan de darle una cara más benigna al fenómeno, reclamando que en realidad no se trata de un conflicto entre unos pocos ricos contra el resto, sino de los educados contra los menos educados.
Lo que no debemos olvidar es que todas estas afirmaciones son básicamente intentos de obscurecer la dura realidad: tenemos una sociedad en la que el dinero está cada vez más concentrado en manos de unos pocos, y en la que la concentración del ingreso y la riqueza amenaza con convertirnos en una democracia que sólo lo es de nombre.
La oficina de presupuesto explicó parte de esa obscura realidad en un informe reciente, que documentó una pronunciada reducción en la parte del ingreso total que va a los estadounidenses de ingresos bajos y medios. Todavía nos gusta vernos como un país de clase media. Pero ahora que el ochenta por ciento de las familias con menos ingresos reciben ahora menos de la mitad del ingreso total, esa es una opinión cada vez más ajena a la realidad.
En respuesta, los sospechosos habituales han desenfundado algunos argumentos familiares: los datos son sesgados (no lo son); los ricos son un grupo en constante cambio (no es tan así); etcétera. Sin embargo, el argumento más popular es que podemos no ser una sociedad de clase media, pero que todavía somos una sociedad de clase media alta, en la que una enorme clase de empleados altamente preparados, que poseen las habilidades para competir en el mundo moderno, lo está haciendo muy bien.
Es una historia bonita, y mucho menos perturbadora que la imagen de un país en el que un grupo mucho más pequeño de gente rica es cada vez más dominante. Pero no es verdad.
Los empleados con diplomas universitarios lo han hecho mejor, en promedio, que los empleados sin estudios, y la brecha se ha ampliado con el tiempo. Pero los estadounidenses altamente educados no son de ninguna manera inmunes al estancamiento del ingreso y a la creciente inseguridad económica. Las mejoras salariales para la mayoría de los empleados con diplomas universitarios no han sido nada impresionantes (y desde el 2000 no ha habido ninguna), mientras que incluso los bien educados ya no pueden dar por sentado que conseguirán trabajos bien remunerados. En particular en estos días es menos probable que los empleados con un diploma universitario, pero sin otras especializaciones, reciban cobertura sanitaria de sus empleadores que los empleados con sólo secundaria en 1979.
Así que ¿quién esta ganando? Una minoría muy pequeña de ricos.
El informe de la oficina de presupuesto nos dice en lo esencial que toda la redistribución del ingreso, aparte del ochenta por ciento de menores ingresos, ha ido a los bolsillos del uno por ciento de los estadounidenses que perciben los ingresos más altos. Esto es, los manifestantes que se describen a sí mismos como representantes de los intereses del 99 por ciento, básicamente tienen la razón, y los expertos que les aseguran solemnemente que en realidad se trata de la educación, y no de los beneficios de una elite diminuta, están completamente equivocados.
Si en algo fallan los manifestantes, es que están fijando el umbral muy abajo. El reciente informe de la oficina de presupuesto no mira dentro de ese uno por ciento superior, pero un informe anterior, que sólo llegó hasta 2005, constató que casi dos tercios de la creciente cuota del percentil más alto en ingresos en realidad terminó en el 0.1 por ciento más alto -el milésimo de los estadounidenses más ricos, que vieron crecer sus ingresos reales en más del 400 por ciento en el periodo que va de 1878 a 2005.
¿Quiénes son ese 0.1 por ciento? ¿Son heroicos empresarios creando empleo? No, en su mayoría son ejecutivos de multinacionales. Investigaciones recientes muestran que cerca del 60 por ciento del ese 0.1 por ciento más alto son o ejecutivos de compañías no financieras o hacen dinero en las finanzas, es decir, si lo definimos ampliamente, en Wall Street. Si agregamos a los abogados y a la gente que trabaja en propiedades inmobiliarias, estaremos hablando del 70 por ciento del milésimo más afortunado.
Pero ¿por qué importa esta creciente concentración del ingreso y la riqueza en unas pocas manos? Parte de la respuesta es que la creciente desigualdad ha creado un país en el que la mayoría de las familias no participan plenamente del desarrollo económico. Otra parte de la respuesta es que una vez que te das cuenta de lo ricos que han llegado a ser los ricos, el argumento de que los altos ingresos deben pagar mayores impuestos debe ser parte de cualquier acuerdo presupuestario de largo plazo, es mucho más convincente.
La respuesta más amplia, sin embargo, es que la concentración extrema de la riqueza es incompatible con una democracia verdadera. ¿Puede alguien negar seriamente que nuestro sistema político está siendo deformado por la influencia del gran capital, y que esa deformación es cada vez peor a medida que la riqueza de unos pocos se hace todavía mayor?
Algunos expertos están todavía tratando de diluir la preocupación sobre la creciente desigualdad como algo necio. Pero la verdad que la naturaleza entera de nuestra sociedad está en juego.
[Ilustración viene de Hyper Vocal.]
11 de noviembre de 2011
3 de noviembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer
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