contra bonos y rescates
Tengo una solución para el problema de los banqueros que toman riesgos que ponen en peligro al público general: eliminemos los bonos.
[Nassim Nicholas Taleb] Más de tres años desde que empezara la crisis financiera global, las instituciones financieras todavía se están haciendo estallar. La última, MF Global, se declaró en bancarrota la semana pasada después de que su presidente ejecutivo, Jon S. Corzine, hizo inversiones arriesgadas en bonos europeos. De momento, los prestamistas y los accionistas son los que han estado pagando el pato, no los contribuyentes. Pero es sólo una cuestión de tiempo antes de que los riesgos privados conduzcan a otro gigantesco rescate como el que Estados Unidos se vio obligado a ofrecer en 2008.
La promesa de "no más rescates", consagrada en la reforma legal de Wall Street el año pasado, es sólo eso: una promesa. Los financistas (y sus abogados) les llevarán siempre distancia a los reguladores. Nadie sabe realmente qué pasará la próxima vez que un banco gigante quiebre debido a una mala interpretación del riesgo.
En lugar de eso, es hora de hacer reformas fundamentales. Toda persona que trabaje para una compañía, independientemente de su salud financiera actual, que necesite un rescate financiado por los contribuyentes, no debería recibir nunca más un bono. De hecho, todos los pagos en instituciones financieras importantes -grandes bancos, pero también algunas compañías de seguros e incluso fondos de inversión- deberían ser estrictamente regulados.
Críticos como los de Ocupemos Wall Street denuncian el sistema de bonos por su falta de equidad y su contribución a la creciente desigualdad. Pero el mayor problema es que se entrega incentivos a subir la apuesta del riesgo. La naturaleza asimétrica del bono (un incentivo para el éxito sin el castigo correspondiente en caso de fracaso) origina que los riesgos invisibles se acumulen en el sistema financiero y se conviertan en catalizadores del desastre. Esto viola reglas fundamentales del capitalismo. Adam Smith mismo desconfiaba del efecto de limitar la responsabilidad, un principio fundamental de la empresa moderna.
Los bonos son especialmente peligrosos porque invitan a los banqueros a engañar al sistema ocultando los riesgos de detonaciones raras y difíciles de predecir pero resultantes, que he llamado eventos del tipo ‘cisne negro’. La crisis en el mercado de hipotecas de alto riesgo, que originó la crisis financiera global, es sólo el último ejemplo de ese tipo de desastres.
Consideremos que nosotros confiamos nuestras vidas al personal militar y de seguridad nacional y, sin embargo, no les damos bonos exuberantes. Son ascendidos y reciben honores por el trabajo bien hecho, y el duro castigo de la vergüenza en caso de que fracasen. Para los banqueros, es al revés: un bono si hacen ganancias a corto plazo y un rescate si revientan. La cuestión del talento es engañosa. Habiendo trabajado con ambos, puedo decir que los funcionarios de seguridad y los militares son no sólo más cuidadosos acerca de la seguridad, sino también mucho más preparados técnicamente que los banqueros.
Los antiguos estaban completamente conscientes de esta asimetría y formularon en respuesta algunas reglas simples. Hace casi cuatro mil años, el código de Hamurabi especificaba esto: "Si un constructor construye una casa para un cliente y la construcción no es firme, y la casa que ha construido se derrumba y provoca la muerte del dueño de la casa, ese constructor será ejecutado".
Esta es la mejor regla de control de riesgo que existe. Los babilonios entendían que el constructor sabrá siempre mucho más sobre los riesgos que el cliente, y puede ocultar fragilidades y mejorar su rentabilidad con ahorros -en, digamos, los fundamentos. El constructor también puede engañar al inspector; la persona que oculta el riesgo tiene una enorme ventaja de información sobre la que tiene que descubrirlo.
Prohibir los bonos afecta al problema del agente/cliente en la economía: la separación entre los intereses del agente y los del cliente, que se supone que tiene que representar. El potencial de mi solución yace en la idea de que la gente no desea perjudicarse a sí misma conscientemente. Yo me siento mucho más seguro en un avión porque hay un piloto -y no un robot- que lo controla. Similarmente, los cocineros deberían probar lo que cocinan; los ingenieros deberían pararse debajo de los puentes que han diseñado; el capitán debe ser el último en abandonar el barco. Los romanos idearon incluso un modo de disuadir la cobardía que causa la muerte de otros con la técnica llamada aniquilación [decimation]: si una legión pierde una batalla y se sospecha de cobardía, se ejecuta al diez por ciento de los soldados y comandantes.
Estos no son dolores que puedan sufrir los banqueros que reciben bonos. El periodo que va del 2000 al 2008 presenció una gran acumulación de riesgos ocultos en el sistema financiero. Y sin embargo el 2010 trajo la compensación bancaria más grande de la historia. Ha quedado en claro que limitarse a ‘recuperar’ los bonos pasados después del hecho no es suficiente. La supervisión, regulación y otras formas de control son necesarias, pero insuficientes -consideremos que la Reserva Federal insistía, en 2007, que era probable que la rápidamente creciente crisis en el mercado de hipotecas de alto riesgo debiese ser "contenida".
¿Cómo se vería la banca si se eliminaran los bonos? No sería muy diferente de lo que era cuando yo era funcionario de un banco en los años ochenta antes de la ola de desregulaciones que culminaron en la derogación de 1999 de la Ley Glass-Steagall, la ley de la Era de la Depresión que había separado la inversión de la banca comercial. Antes de eso, los banqueros y los prestamistas eran condenados a perpetua. La banca era suave y previsible; el ingreso del presidente era menor que el de un operador junior. Los bancos de inversión, que pagaban bonos y no estaban autorizados para prestar, eran sociedades que se jugaban el pellejo, no jugadores que apostaban con el dinero de otros.
Los fondos de alto riesgo, que son apenas regulados, podrían encargarse de algunos de los riesgos que los bancos dejarían de tomar en mi propuesta. Mientras tendemos a oír sobre los casos exitosos, la gran mayoría fracasa y sus fracasos rara vez llegan a primera plana. El problema agente-cliente que tienen no es un problema para los contribuyentes: normalmente sus inversores controlan la continuidad de los fondos de inversión asegurándose de que el administrador sufra más que cualquiera de sus inversionistas en caso de fracaso.
Yo creo que "menos es más" -simple heurística que es necesaria para problemas complejos. Así que en lugar de miles de páginas de regulación, lo que deberíamos implementar es un principio básico: Bonos y rescates no deben mezclarse nunca.
[Nassim Nicholas Taleb, profesor de ingeniería de riesgo en el Instituto Politécnico de la Universidad de Nueva York, es el autor de ‘The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable’. Invierte en fondos de inversión y es un ex operador de Wall Street.]
1 de diciembre de 2011
7 de noviembre de 2011
©new york times
cc traducción c. lísperguer
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