yo llevé a hoenigsberg a ralito
De cómo las autodefensas penetraron en Barranquilla. Desde el exterior, Carlos Mario García revela parte de sus secretos ilegales.
Colombia. Desde hace cinco años vive en el exterior, pendiente de que su situación jurídica le permita su reinserción y contar lo que sabe. Se llama Carlos Mario García Ávila, nació en Sincelejo, se graduó como médico en Barranquilla, pero su vocación por la política lo llevó a un escenario inesperado: las autodefensas de Carlos Castaño. Luego creció en la organización ilegal hasta convertirse en el jefe político del extraditado comandante paramilitar Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40.
En el mundo ilegal fue conocido con el alias de Gonzalo y como jefe político de Jorge 40 cumplió tareas que la justicia no ha investigado hasta la saciedad. Por ejemplo, la participación de las autodefensas en la discusión de la Ley de Justicia y Paz. En diálogo con El Espectador, habla sobre uno de los temas que lideró personalmente antes de su desmovilización: la penetración del paramilitarismo en el departamento del Atlántico y especialmente en su capital Barranquilla.
¿Cómo se da la alianza paramilitar con la política en Atlántico y Barranquilla?
El tema de la parapolítica en referencia al frente José Pablo Díaz y la alcaldía de Guillermo Hoenigsberg data de mediados de 2003. El antecedente para apoyar esa candidatura fue una conversación con Jorge Gerlein Otálora, quien aspiraba a una curul en el Concejo de Barranquilla. Sin pertenecer a las autodefensas todavía, lo acompañaba en su campaña, pues me gustaba su propuesta. En una de sus reuniones proselitistas llegó el tema del paramilitarismo en Barranquilla. Cabe aclarar que antes de la llegada de Antonio Édgar Fierro Flórez, ya estaban las autodefensas en la ciudad. Entonces le comenté a Gerlein que yo conocía a paramilitares de la Sierra Nevada, pues alguna vez en Santa Marta me había topado con ellos en un evento que se hizo en Buritaca con congresistas, diputados, alcaldes y concejales del Magdalena. Ese día conocí a Hernán Giraldo, a José Gelvez Albarracín, alias El Canoso; a Nodier Giraldo, alias El Cabezón, y a doña Sonia, directora de todo el evento. Fue algo parecido a un festival de orquestas. Las Auc manejaban el evento.
¿Usted ya hacía parte de las autodefensas?
Yo era un estudiante de medicina de 26 años. Estaba en mi año de internado. Vivía tranquilo, pero me gustaba la política. Ese día hice amistad con los Giraldo y después ellos llegaron a Barranquilla y me ubicaron. Así comenzamos a ser amigos, pero para rumbear. Es más, yo les preguntaba por el comandante de Atlántico y ellos me decían que acababan de nombrar a uno nuevo. Ellos iban mucho a Barranquilla y siempre se reportaban.
¿Cómo llega entonces la conexión entre autodefensas y la campaña de Hoenigsberg?
Cuando Gerlein me comenta de su preocupación por la candidatura de Hoenigsberg, pues pensaba que si quedaba elegido no le iba a cumplir a la familia. Yo le dije que conocía a unos amigos que a lo mejor les interesaba invertir en la campaña y podían conseguir que se respaldara su apoyo a Hoenigsberg, para que respetara los acuerdos. Él me dice que me lleva a donde el personaje que está poniendo billete para la campaña y me lo presenta. Entonces hablo con Eduardo Losada (q.e.p.d.) y ahí empieza el tema de Hoenigsberg. A Losada no le gustaba salir de su casa y estaba obsesionado por su empresa Métodos y Sistemas. Él fue quien me dijo: "Médico, busque el respaldo de las autodefensas y nos ganamos de una vez esta alcaldía".
¿Con quién habló?
Con El Canoso y me dijo que ellos tenían un asesor en temas ambientales y propuestas de negocios para la campaña de Francisco Zúñiga a la Alcaldía de Santa Marta, que se llamaba Roberto Castillejo (q.e.p.d.). Yo le contesté: perfecto, mientras más seguro, para mí mejor. Así concretamos una reunión en Barranquilla entre El Canoso (político del frente Resistencia Tayrona), Roberto Castillejo y yo. Les conté sobre Eduardo y la candidatura de Guillermo, las garantías que ellos pedían. Roberto comentó que él tenía entrada con Hoenigsberg. Me imagino que lo hizo para demostrarles a los Giraldo que él tenía relaciones. Fue así como Roberto nos avisó que la reunión era en la casa de su amigo José Pérez Orozco. A los dos días se realizó la reunión. Antes me dijo El Canoso que iba a llevar a su jefe Nodier Giraldo, alias El Cabezón. Así se realizó la primera reunión en casa de José Pérez, en Villa Campestre.
¿Quiénes fueron?
José Pérez, que era el anfitrión; Roberto Castillejo, que fue el contacto con José Pérez para la reunión con Hoenigsberg; José Gelvez, alias El Canoso; Jorge Gerlein, Guillermo Hoenigsberg y mi persona.
¿Qué se habló en esa reunión?
En esa reunión se acordó apoyo económico por parte del Resistencia Tayrona a Hoenigsberg, respaldo a Jorge Gerlein para que él hablara con su familia y comentara que había garantías para que apoyaran a Hoenigsberg. Se quedó en volvernos a reunir en unos pocos días.
¿Y en la reunión en Magdalena de la que usted habló al comienzo quiénes estaban?
En esa época no los conocía a todos, pero estaban los de la parapolítica, más los alcaldes de Magdalena, que creo que eran todos, y varios diputados. Había mucha gente, dos mil personas creo, con Trino Luna a la cabeza.
¿Por qué esas alianzas o acuerdos se dieron tan fácilmente?
Nadie escapaba a la cultura pendeja de creer que las cosas se estaban haciendo bien y que lo malo no era la rosca, sino estar fuera de ella.
¿Por qué usted, un médico y líder estudiantil, termina promoviendo acuerdos de las Auc con los políticos?
Yo siempre he sido de relaciones. Era líder estudiantil y me gustaba mucho la política. Así conocí la otra parte de la vida. No todo lo que brilla es oro. Pero hay que aprender de las experiencias malas y buenas.
¿Pasa la reunión en la casa de Pérez y qué sigue después?
A los dos días me reuní con Eduardo Losada en su casa, le comenté de la reunión donde José Pérez y me dijo que si Hoenigsberg aceptaba el apoyo, las cosas iban a salir mejor de lo previsto.
¿Y hubo otra reunión?
Se hizo una semana después. Yo llegué primero a la casa de Eduardo, pues la reunión se hizo en la oficina de José Pérez Orozco en la calle 54 con 94 esquina. Al lado de un negocio de comidas rápidas que se llamaba Vacas Place. Primero me reuní con Eduardo. Él me dijo que quería gestionar un préstamo con los Giraldo por $2.500 millones para invertirlos en la campaña y que él tenía $2.500 millones más que ya estaban agotados.
¿Cómo es la entrega del dinero?
Eduardo me entregó los $500 millones en una caja para llevárselos a Hoenigsberg, con el mensaje claro de que eran de las autodefensas porque en el fondo tenía desconfianza con Guillermo y no se equivocaba. Luego hablé por celular con El Canoso y se alegró muchísimo. Hoenigsberg recibió la platica. Y quedó definido que José Pérez iba para un cargo en la administración y Roberto Castillejo para una entidad que manejara políticas ambientales. El énfasis fue que Eduardo era el dueño del 40% de la administración.
¿Qué pasó luego?
A los pocos días, El Canoso me dijo que había una reunión con el comandante de Atlántico, que había que reportarle las reuniones. Entonces llamamos a José Pérez, nos fuimos hasta su casa en Villa Campestre y allí llegó por primera vez Édgar Fierro Flórez, conocido con el alias de Antonio.
Ya usted empieza a ser importante en las autodefensas.
Mi importancia radicaba entonces en juntar cabezas y hacer que las cosas se nivelaran en la confianza. Las autodefensas ya estaban en Atlántico, pero no con fuerza en la política. Existían relaciones con empresarios y políticos, pero cuando llegó don Antonio arrancó con pie derecho.
¿Qué pasó en la nueva reunión?
Antonio dejó muy claro que el departamento le pertenecía a él, al frente José Pablo Díaz. Y que de ese día en adelante no se hacía nada sin su anuencia. El Canoso y El Cabezón asintieron. Desde entonces comienza la relación Antonio-Losada-El Médico. Todos los días, a la hora que tocara. Después me enteré de que Antonio ya estaba adelantado en Soledad, donde había presencia militar y política, así como acompañamiento de buena parte de la sociedad civil.
¿Soledad fue un fortín de las autodefensas?
A diferencia de Barranquilla, allí cobran mucha importancia nombres como Mario Marenco, alias El Rey; Jesús Vergara, alias Julio, y Hernán Navarro, alias Rubén. Pero bueno, ese es otro capítulo, como el de Santa Marta, el del Magdalena, el de los negocios directos con el comandante Jorge 40, el de las reuniones en Bogotá con los congresistas afines al bloque Norte, el de la financiación del grupo en Bogotá a manos de empresarios... hay demasiados temas por aclarar.
¿Qué ocurrió en Santa Marta y en Magdalena?
Ese es un capítulo muy extenso. Sólo puedo decir por ahora que hubo muchos negocios del bloque Norte en la gobernación de Trino Luna y con los llamados Conejos de Santa Marta (Álvaro y Luis Miguel), el primero de ellos padre del actual gobernador de Magdalena. Ya lo dijo una vez un fiscal: las autodefensas no infiltraron la política, los políticos infiltraron las autodefensas.
¿Y Bogotá?
En Bogotá hay todo tipo de financiadores de las autodefensas. Y todos fueron personas que se beneficiaron donde tenían obras para que la delincuencia no les robara maquinarias o les mataran empleados. Son grandes empresarios, ya contaré en detalle quiénes son. Hay de todo, no creo que vivan muy tranquilos.
Volvamos a Barranquilla.
Las reuniones donde Eduardo Losada eran todos los días. Ese señor se convirtió en el brazo financiero del frente y lo que se necesitaba él lo colocaba: sitios, plata, reuniones con empresarios. Recuerdo que para esa época José Pérez me dijo que El Negro, como llamaba despectivamente a Édgar Perea, se estaba montando mucho en las encuestas y necesitábamos hacer algo para evitarlo. Propuso que lo forzáramos a que declinara su aspiración, pero nos negamos rotundamente, porque Antonio y yo no comulgábamos con esa política de los candidatos únicos. Hubo reuniones para hablar de la campaña y en cada una se le entregó dinero a Hoenigsberg. Siempre con la garantía de las autodefensas y de Losada. Fue así como llegaron las elecciones, ganó Hoenigsberg y se fortalecieron las autodefensas en Barranquilla. El nombre de Eduardo Losada también se fortaleció mucho. Es más, las dos oficinas de las Auc en Barranquilla eran de propiedad suya. Una en el piso cuarto de Métodos y Sistemas y otra a la vuelta del DAS en Barranquilla. Las proyecciones financieras eran espectaculares y Antonio le reportaba a Jorge 40. Así fue como se habló de Transmetro, Tránsito, Damab, Valorización, entre otros. Todo muy bien. Eduardo era mi fortaleza y la de Antonio para mostrar una buena gestión frente a Jorge 40.
¿Usted que llegó a ser?
Fui coordinador político. Los políticos de los frentes fuimos eso: relacionistas. No manejábamos nóminas, no teníamos gente a cargo, Lo que tocaba era reportar negocios que eran la base de la economía de guerra de uno de los actores del conflicto armado.
¿Y por qué se quedó en las autodefensas?
Por las relaciones. Ver que mucha gente de la política regional comulgaba con ellos, que ellos eran el verdadero poder, que nada pasaba en su contra, que aquel que no estaba con ellos estaba por fuera. ¿Cuántos hubieran querido mi puesto? Es la cultura estúpida del poder mafioso. Y la inexperiencia. Fui hasta ingenuo en muchos casos porque pude haberle sacado más provecho a la situación. Yo era profesional. Hablaba bien y tenía buenas relaciones. Pero cumplí. El que no cumplió fue él (Jorge 40).
¿Cuándo conoció a ‘Jorge 40’?
Unos meses después de la elección, Jorge 40 me citó en Ralito. Me fui con Antonio e hice mi presentación formal. Quedé con el alias de El Médico. Me felicitó por el tema de Guillermo, me dio correo, número de teléfono y me autorizó para todo lo concerniente a lo político. Eso sí, me hizo énfasis especial en que no quería verme reunido con militares ni financieros, que lo mío era un tema político exclusivamente y lo trataríamos de manejar lo más directo posible. Así quedamos y me dijo que la próxima reunión le llevara a Hoenigsberg.
¿Le llevó a Hoenigsberg?
Sí. Un mes después le llevé a Guillermo. Lo llevé a Ralito y le pagamos desde los tiquetes de avión hasta el hotel y Antonio y yo personalmente lo entramos a Ralito en 2004. En ese paseo también llevamos a José Pérez, que era nuestra cuota. Los llevamos, nos reunimos y se quedaron con la bendición de Jorge 40. Roberto Castillejo se ubicó privadamente para organizar negocios. Era experto en esa materia.
¿Por qué dice que Pérez era su cuota?
Lo sabía, pero después de la desmovilización fue de los primeros que se sacudieron y, al enterarse de que entraba un comandante militar nuevo, alcanzó a amenazarme. Esa nueva estructura alcanzó a declararme objetivo militar. Por eso lo denuncié en todos lados. Como yo empecé a manejar proyectos productivos del bloque Norte, caí en la cuenta de que en Barranquilla me iban a asesinar. Ya iban varios de la estructura anterior. Estoy seguro de que Antonio se salvó porque cayó preso. La nueva estructura quería congraciarse con los políticos con que nosotros habíamos hecho alianzas. Por eso, ya desmovilizado, decidí irme del país.
¿Qué sucedió con Eduardo Losada?
En 2004 lo mataron. Casi me asesinan ese mismo día. Íbamos para una reunión en Métodos y Sistemas con Guillermo Hoenigsberg. Salimos juntos con la plata que se le había entregado para el pago de los concejales del tema de valorización. La esposa de Eduardo puede dar fe de eso. Yo estaba en el semáforo esperando el cambio para llegar cuando empezó la balacera. Antonio estaba llegando cuando escuchó las detonaciones. Entonces activó vía avantel a la red urbana de Barranquilla y ellos los capturaron en el restaurante Medio Oriente de la carrera 43 con 85. Tocó entregárselos a la Policía. Quedamos desorientados. Hasta hace poco me he venido enterando cómo fueron las cosas. Eso habla de la porquería de organización donde estuve.
Una Carta al Consejero para la Reintegración
Dice que es la octava carta que le escribe al Estado colombiano para que revisen su caso. Esta vez lo hizo al director de la Agencia Nacional para la Reintegración, Alejandro Éder, para expresar que se desmovilizó en agosto de 2005 con el bloque Centauros, luego colaboró con la entrega de Jorge 40 en marzo de 2006, pero hoy no sabe qué hacer.
Dice que contactó importantes empresas de Estados Unidos para apoyar el proceso de paz, pero luego percibió un ambiente hostil de anteriores estructuras, que denunció ante las autoridades, y que como nadie lo atendió, salió del país. Lo que aguarda es saber si puede acceder a los beneficios del Decreto 1424.
Y lo hace porque ya tiene dos órdenes de captura en su contra. Una en Sincelejo y otra en Bogotá. Pero que no piensa regresar al país para quedar preso. Además, sostiene que en Venezuela, Ecuador o Panamá hay gente en las mismas condiciones, dispuestos a colaborar con la justicia pero no a pagar largas condenas.
1 de diciembre de 2011
26 de noviembre
©el espectador
vía cc verdad abierta
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