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heridas abiertas de el salvador


Entrevista al escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya. El celebrado autor de ‘El asco’ acaba de publicar ‘La sirvienta y el luchador’, donde vuelve a transitar los sangrientos senderos de la guerra civil en su país. "Es una novela sobre un período en que la muerte enloquece y se suelta el pelo", dice el escritor.
El Salvador. [Mónica Maristain] México DF. El escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya dice que siempre escribirá sobre su país de origen. "Aunque no sé muy bien qué es el destino, creo que mi rumbo literario ya está marcado. Aun cuando amplíe mi horizonte geográfico y sitúe alguna de mis novelas en otro sitio, mis personajes serán salvadoreños", afirma el celebrado autor de ‘El asco’.
Prolífico y consecuente, nacido en realidad en Honduras el 21 de noviembre de 1957, Castellanos acaba de publicar ‘La sirvienta y el luchador’, donde vuelve a transitar con pies de plomo y muerte los sangrientos senderos de la guerra civil (1981-1992) en El Salvador. Lo hace echando mano de dos personajes que representan el blanco y negro de un país sin salida. Por un lado, la ingenua sirvienta María Elena, el bien absoluto, y por el otro, el policía y ex luchador Vikingo, un representante del mal en su estado puro.
Los dos personajes centrales se mueven casi a tientas, el uno matando y torturando, la otra intentando salvar lo insalvable, en un caos de bombas, ráfagas de ametralladoras e identidades solapadas donde nadie se muestra tal cual es, por miedo a ser asesinado. "Sin dudas es una novela sobre la muerte, porque es una novela sobre un período en que imperaba el terror, que es cuando la muerte enloquece, se suelta el pelo, comienza a dar alaridos y a bailar en medio de una ciudad en llamas", precisa el escritor.
La novela está inspirada en una pareja de amigos de Horacio Castellanos, asesinada por el ejército, y que aparece como sustrato en la historia, una circunstancia que al escritor le hace pensar que "todavía hay en El Salvador heridas muy abiertas, muy calientes. Hace apenas 20 años que terminó la guerra y recién ahora hay un gobierno de izquierdas que permite revisar un poco el pasado".
Horacio Castellanos Moya vivió en la capital salvadoreña desde muy pequeño hasta 1979, cuando tuvo que abandonar el país. Su primer trabajo literario fue la antología poética ‘La margarita emocionante’, de 1980.
Su primera novela, ‘La diáspora’, está dedicada a contar las experiencias de los intelectuales salvadoreños exiliados a causa del conflicto armado. Esta obra ganó el Premio Nacional de Novela 1988. Como periodista se ha desempeñado como corresponsal, editor y director de diversos periódicos y revistas en las capitales mexicana y salvadoreña. Sus escritos han sido difundidos por numerosas publicaciones periódicas de Hispanoamérica, entre las que se encuentran el diario La Opinión (Los Angeles, California), las revistas Tendencias y Cultura (San Salvador, El Salvador), el periódico semanal Journal do Pais y Cuadernos del Tercer Mundo (Río de Janeiro), los diarios El Día y Excelsior (México), las revistas Proceso, Casa del Tiempo, Plural, Límite Sur, Estrategia y La Brújula en el Bolsillo (México).
En 2000 dio a conocer la novela ‘La diabla en el espejo’, finalista del premio internacional Rómulo Gallegos, en su edición del año 2001.
Con ‘El asco’, publicada en 1997, Castellanos Moya logró una gran repercusión internacional. Es una novela que realiza un homenaje a los personajes de Thomas Bernhard que incluso logró impresionar al traductor al español del escritor austríaco. La novela lleva siete ediciones en El Salvador, en donde se convirtió en el libro de culto de los últimos años, pasando de mano en mano. Sus relatos han sido traducidos e incluidos en antologías en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, El Salvador y Costa Rica. El autor reside en Pittsburg, Estados Unidos.

En ‘La sirvienta y el luchador’ hay un ritmo propio de un Martin Scorsese...
¿Usted cree? No sé, era lo que requería la historia...

La historia requería vértigo y un tempo casi cinematográfico, una intriga que se come a la otra todo el tiempo...
Sí, cuando hay situaciones así tan extremas y tiempos tan veloces siempre aparecen muchas intrigas en el medio. Uno cree que está en la intriga, pero siempre hay otras intrigas paralelas que lo afectan a uno. Eso es muy interesante, porque también pasa, por ejemplo, con los golpes de Estado. Hay un principio que dice que nunca hay un golpe solo, hay uno que gana, pero hay varios al mismo tiempo. Y es igual que cuando se dan grandes momentos de desmoronamiento histórico o de colapso de sociedades. Muchas intrigas simultáneas.

Esta sucesión de intrigas es lo que produce quizá que el final de su libro sea un final abierto...
Bueno, abierto en un aspecto y cerrado en otro, porque el libro comienza con la desaparición de una pareja y el libro termina con el enterramiento de los cadáveres de esa pareja. Esa historia, que es una historia de bajo perfil dentro del libro pero es en realidad la sostenedora de la novela, se cierra. Lo que no se cierra son otras historias secundarias...

Otros vía crucis, como el del nieto, el de la enfermera... ¿dónde están?, ¿qué va a pasar con ellos?
Exactamente. Incluso el Vikingo queda vivo, todo parece indicar que se va a morir pero se ve que ese hombre es mala hierba.

¿La sirvienta y el luchador son las dos caras de la muerte?
¿Le parece?

Sí... todo es muerte alrededor de esos dos personajes, aunque una sea la buena y el otro el malo...
Son dos caras de la muerte, si quiere, pero en realidad no sabemos cuántas caras tiene la muerte. Es una novela sobre la muerte, claro está, porque es una novela sobre un período donde imperaba el terror. Cuando manda el terror, la muerte enloquece y comienza a dar alaridos, a bailar y a gritar como enloquecida.

Al narrador no le gusta que la gente sea demasiado buena ni demasiado mala, ¿no?
El narrador trata de perderse, trata de diluirse en los personajes, ocupa la tercera persona para tomar una pequeñísima distancia a través del lenguaje de sus criaturas, pero siempre está pegado a la forma de ver el mundo del personaje. Entonces, es un narrador en tercera persona, pero cuya óptica es de primera persona.

La sirvienta es demasiado buena y el luchador es demasiado malo. Ninguno de los dos hace buen negocio en la vida.
En ese sentido sí, son dos extremos, porque ella es ingenua, buena y él es cruel y cínico y a los dos les va bastante mal. En el caso de ella, me parece que al final el destino la trata con mucha dureza. Ese momento cuando está en la parada de autobús y decide buscar al Vikingo es un momento muy malo, porque ella entra en otro ámbito de la vida. Lo hace por el Bien, pero entra en el Mal.

Y es cuando el personaje adquiere un carácter casi fantástico, deja de ser real, no puede ser que pase tantas tragedias una detrás de otra...
Pues todos los personajes están atados en función de varios dramas. Hay varios dramas simultáneos. La familia de la sirvienta, con su hija enfermera y su nieto guerrillero, representa la descomposición de lo que es considerada la célula fundamental de la sociedad. Viven juntos, creen que se conocen, pero cada uno tiene un mundo aparte que no comparte con su pariente. Entre la madre y el hijo, por ejemplo, que son dos polos opuestos, hay un abismo en medio, el abismo de la muerte.

¿El ritmo con el que se lee la novela fue el mismo que usó para escribirla?
La escribí bastante rápido, es verdad, aunque no de una sentada. En dos largas sentadas, diría yo...

Lo que es cierto es que en su novela todos los salvadoreños están jodidos, tanto los de la clase alta como los de la baja...
Eso pasa cuando hay una guerra civil. Nadie se salva. Es como cuando el cielo se encapota: la lluvia cae para todos. Te puedes cobijar un poco, pero la lluvia cae. La guerra es como una atmósfera negra que comienza a permear toda la ciudad y todo lo que se mueve en ella, a nadie le puede ir bien. Tal vez le pueda ir bien a la gente de afuera que hace negocio con la guerra, pero estando en el medio de ella, haciendo el negocio, le termina yendo mal.

El Salvador Revisa Su Pasado
En el marco de la 26ª edición del Festival de Cine Internacional llevado a cabo en Guadalajara en abril, se presentaron dos películas que tratan el tema de la guerra civil en El Salvador. Una fue el documental del mexicano Everardo González, quien presentó ‘El cielo abierto’, una mirada a la trágica vida y a la incesante lucha por los pobres del cura Arnulfo Romero, asesinado en plena misa el 24 de marzo de 1980 en la capilla del hospital de La Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador, cuando tenía 62 años. En tanto, la joven estudiante de cine salvadoreña Tatiana Huezo presentó ‘El lugar más pequeño’, una ópera prima filmada alrededor de los habitantes de Cinquera, un pueblo arrasado por los militares durante la guerra civil y que aprende a reconstruirse.
Tanto González como Huezo coincidieron en afirmar que las heridas en El Salvador están muy frescas y tardarán en cerrarse, algo que también refrenda Horacio Castellanos Moya.

Las películas, las novelas, ¿son el testimonio de que estaría dispuesto El Salvador, con el gobierno de izquierda que ahora manda en el país, a revisar y enmendar su pasado como está haciendo, por ejemplo, la Argentina?
Bueno, son dos niveles distintos. Un nivel sería la voluntad de revisar el pasado. La llegada de un gobierno de izquierda después de 20 años de mandato de la extrema derecha abrió un espacio psíquico, moral, emocional, para revisar el pasado. Por primera vez el Estado apoya la investigación del asesinato de monseñor Romero. Claro, no podía dar un apoyo el asesino. Porque Arena se fundó sobre la sangre de monseñor Romero, es decir, es ese crimen lo que da cimiento a ese partido que gobernó El Salvador durante veinte años. Ahora, el Estado recupera héroes de la época y Arnulfo Romero es el héroe por excelencia en El Salvador. Un héroe paradójico, porque es un hombre católico, conservador, un hombre que nunca se alinea con la Teología de la Liberación, es un hombre más bien pegado a la realidad, que ve la realidad como es: horrible. Entonces, retomando, lo que hay en El Salvador es una revisión. El segundo nivel es el nivel de la Justicia, y no estoy seguro hasta dónde llegarán esos procesos. En Argentina eso fue posible porque el ejército fue derrotado por Inglaterra en la Guerra de las Malvinas. Quedó un ejército quebrado que tuvo que someterse. En el caso de El Salvador, la democracia llega a partir de un pacto de las dos elites que combatieron durante diez años y ese pacto incluye la amnistía. Difícil que este gobierno pueda remitir la amnistía. Criminales de ambos bandos están formando parte activa de la sociedad, todavía las heridas están muy calientes y un intento por dejar sin efecto la amnistía crearía una desestabilización tremenda en El Salvador. Se necesita que se estabilice el proceso democrático, que las generaciones del ejército que estuvieron involucradas en las masacres y en los grandes hechos de represión sean reemplazadas totalmente, ya no tengan ningún poder real...

¿La sociedad salvadoreña es como la chilena: dividida?
Sí, totalmente. Es una sociedad totalmente polarizada. Hay una derecha, hay una izquierda, mita y mita... La guerra terminó hace veinte años y en ese tiempo no ha podido surgir nada en medio: la izquierda por un lado, la derecha por el otro.

¿Hace cuánto que no va a su país?
Fui hace seis meses. Cada vez que voy tengo una sensación extraña. Por un lado siento que nada cambia y, por el otro, hay mucha intensidad, El Salvador es un país muy intenso. La gente allí cree que el mundo es El Salvador, es una sociedad muy encerrada en sí misma, propia de un país pequeño, un poco aislado. Así que tengo sensaciones ambivalentes. La criminalidad, la pobreza son las mismas y al mismo tiempo la sociedad se mueve mucho. Creo que el cambio cultural más profundo que se está dando en El Salvador es la emigración hacia los Estados Unidos. El 25 por ciento de la población vive allí y mantiene a su país con las remesas.

¿Tiene muertos que lamentar de la guerra?
Claro. De hecho, la pareja central de mi novela son muertos míos.

Su destino literario está atravesado por El Salvador y parece ser que eso no cambiará...
No, en todo caso si alguna vez amplío mi universo o mi espacio geográfico, los personajes tendrán la misma enfermedad: serán salvadoreños.

Escribir en Territorio Hostil
¿Se siente a veces el único representante de la literatura salvadoreña contemporánea?
Hay buenos escritores en El Salvador. De mi generación te mencionaría a Rafael Menjívar. Acaso he sido el que más suerte ha tenido, porque estoy fuera y tal vez esa circunstancia me ha permitido desarrollar una obra. El Salvador es bastante hostil para la literatura, porque pese a que ya no se tiene el mismo grado de animadversión que se tenía antes hacia todo lo literario, tanto la izquierda como la derecha despreciaban la literatura y a todo lo que tenía que ver con un escritor. ¡Por eso mataron a Roque Dalton! ¿Cómo te explicas que un país mate a su propio poeta nacional? En El Salvador, cada vez que se quería hablar mal de alguien se decía que era poeta. En Nicaragua pasa todo lo contrario. Allí todos son poetas a causa de Rubén Darío, que es quien le da realmente sentido a la nación. Mucho más que Augusto Sandino. En El Salvador ser escritor era algo insultante y si bien las cosas cambiaron en los últimos tiempos, todavía no se reconoce a la esfera de la literatura por sí misma.
22 de junio de 2011
21 de junio de 2011
©página 12

murió lilian jackson braun


Autora de la serie de misterio ‘The Cat Who...’
Murió el sábado en una residencia en Landrum, Carolina del Sur, por causas naturales, la escritora Lilian Jackson Braun, que publicó veintinueve libros en la serie de misterio ‘The Cat Who...’ Tenía 97 años.
Braun, que también compiló dos antologías de cuentos cortos, publicó su primer libro ‘The Cat Who Could Read Backwards’ en 1966. Pasaron dieciocho años entre ‘The Cat Who Turned On and Off’ y ‘The Cat Who Saw Red’, publicado en 1986.
También trabajó durante treinta años como redactora y editora de la Detroit Free Press hasta su jubilación del diario en 1984. Dejó de escribir en 2007, después de la publicación de ‘The Cat Who Had 60 Whiskers’.
Sus libros sobre el detective Jim Qwilleran y sus gatos siameses Koko y Yum Yum, estuvieron regularmente en la lista de los libros mejor vendidos del New York Times y fueron traducidos a dieciséis idiomas.

Nació el 20 de junio de 1913, en Chicopee Falls, Massachusetts, y empezó como redactora en el departamento de publicidad de unos grandes almacenes de Detroit.
Vivió en Tryon, Carolina del Norte, durante los últimos veintitrés años de su vida con su segundo marido, Earl Bettinger.
Los libros de Braun eran populares, dijo su marido, debido a que sus personajes no eran malos y los gatos no hacían nada que un gato no pudiera hacer. "Los gatos no bailaban ni cantaban", dijo.
Pero la mujer que escribía sobre gatos no tuvo ninguno en los últimos años de su vida. Estaba perdiendo la vista y los gatos se metían entre sus pies, dijo Bettinger.
19 de junio de 2011
8 de junio de 2011
©los angeles times

dick king-smith


Su libro sobre un cerdo parlante fue llevado al cine como ‘Babe, el cerdito valiente’. El autor murió en enero de 2011.
[Dennis McLellan] Murió Dick King-Smith, el autor de libros para niños de gran popularidad internacional cuyo libro mejor conocido, la divertida e inspiradora historia de un cerdo pastor que habla, fue llevada al cine en la popular película de 1995, ‘Babe, el cerdito valiente’ [Babe]. Tenía 88 años.
King-Smith murió durmiendo el martes en la mañana en su casa cerca de Bath, Inglaterra, después de varios achaques en los últimos años, informó en una declaración su editorial, Random House Children’s Books.
Granjero fracasado y maestro, King-Smith se acercaba a sus sesenta cuando publicó en 1978 su primer libro para niños, ‘The Fox Busters’, una historia sobre unas gallinas que conspiran para derrotar a los zorros que las atacan.
Desde entonces escribió más de cien libros, muchos de ellos llamados por él mismo cuentos de corral, de los que se vendieron más de quince millones de ejemplares en todo el mundo.
Pero su libro más famoso fue el sexto, ‘The Sheep-Pig’, publicado en Inglaterra en 1983 y retitulado ‘Babe: El cerdito valiente’ [The Gallant Pig] cuando fue publicado en Estados Unidos en 1985. El libro ganó el premio Guardian Children’s Fiction en 1984. Uno de los miembros del jurado la declaró "perfecta".
Es la historia de un cerdito que es ganado en una feria por un granjero de ovinos y que termina siendo adoptado por Fly, la perra ovejera de la granja.
Adiestrado por Fly para arrear a los corderos, el amable Babe usaba palabras de buena crianza para ser obedecido.
"Me gustaría que me hicieran un gran favor, y es que ¿podrían por favor caminar hacia el portón donde está el granjero y pasar al otro lado? Tómense todo el tiempo que quieran, no hay ninguna prisa."
El autor, que utilizó la experiencia adquirida durante los años en que trabajó con animales de granja para su narrativa, sentía simpatía por los cerdos, pese a su debilidad por el tocino.
"Es algo por lo que tendré que hablar con mi psiquiatra, pero sí, tengo simpatía por los cerdos", dijo al diario Daily Telegraph, de Sydney, Australia, en 1996. "Me gustan como amigos y por su inteligencia. Los he admirado siempre."
King-Smith, que vendió los derechos de ‘The Sheep-Pig’ al escritor y productor australiano George Miller poco después de que fuera publicado, era un admirador del director Chris Noonan, que dirigió la película.
"Obviamente estaba nervioso y algo preocupado de que la adaptación pudiera estropear de algún modo la trama original", dijo en la entrevista con el Daily Telegraph. "Pero después de sentarme en el teatro, supe que no me desilusionaría. Hicieron un trabajo maravilloso. Yo estaba feliz."
La película fue nominada siete veces a un Oscar, incluyendo su nominación a la mejor película, y ganó un Oscar por sus efectos visuales.
Descrito en el Guardian de Londres en 1996 como "un personaje genial -un ingenioso y educado campesino de gran y contradictorio entusiasmo", King-Smith escribía en el pequeño estudio de su granja del siglo diecisiete a unos kilómetros de donde había nacido.
Escribiendo a mano en las mañanas y luego tipeando el manuscrito con un dedo en una vieja máquina de escribir portátil en la tarde, creó personajes animales que eran conocidos por exhibir características humanas, al tiempo que conservaban sus rasgos animales.
"Les permito algunos rasgos humanos, especialmente la lengua, porque es muy divertido poner palabras en sus bocas", dijo una vez.
En su reseña del libro ‘Pigs Might Fly’ de King-Smith, publicado en Children’s Literature in Education, Arthur Arnold observó: "La narrativa de King-Smith está cómodamente junto a la obra más famosa de E.B. White, sostenida por su propio e inimitable sentido del humor."
La autobiografía de King-Smith de 2001, fue titulada ‘Chewing the Cud: An Extraordinary Life Remembered by the Author of Babe, the Gallant Pig’, y descrita por un reseñador británico como siendo "tanto un libro de memorias de los animales que conoció y amó como de las personas de su círculo más íntimo."

Hijo de un director de una papelera, nació el 27 de marzo de 1992, en Bitton, Gloucestershire, Inglaterra, donde sus primeros años los compartió con mascotas como conejos, torturas, ratas y ratones.
Estudió en el Marlborough College y trabajó en una granja durante un año antes de enrolarse en la unidad de los Grenadier Guards del ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial. King-Smith, que sufrió una grave herida en Italia, se casó con su primera mujer, Myrle, en 1943. Tuvieron tres hijos: Juliet, Elizabeth y Giles.
Después de la guerra, Kimg-Smith y su esposa, que murió en 2000, trabajaron en una pequeña granja -una empresa de veinte años que el autor llamaba "un desastre."
"Yo era un buen ganadero, pero pésimo contable", dijo King-Smith al Evening Standard, de Londres, en 1995.
Luego vendió ropa de asbesto para bomberos y pasó tres años trabajando en una fábrica de zapatos antes de terminar sus estudios en la Universidad de Bristol y empezar una nueva carrera como maestro de escuela primaria a los 53 años.
Después de la publicación de su primer libro, King-Smith siguió enseñando y escribiendo durante varios años. En 1982, y a los sesenta años, se retiró de la enseñanza para dedicarse a escribir a tiempo completo.
Además de sus tres hijos, le sobreviven su segunda esposa, Zona; catorce nietos; cuatro biznietos; y un tataranieto.
15 de junio de 2011
9 de enero de 2011
©los angeles times
cc traducción mQh

murió edwin honig


Poeta, profesor y traductor.
[Margalit Fox] Murió, el 25 de mayo, en su casa en Providence, Rhode Island, el poeta, crítico y traductor Edwin Honig, conocido por sus elegantes traducciones de importantes obras de la literatura española y portuguesa. Tenía 91 años.
La causa de su muerte fueron complicaciones de la enfermedad de Alzheimer, informó Barbara L. Estrin, amiga y antigua alumna.
El profesor Honing era profesor emérito de Inglés y Literaturas Comparadas en la Universidad de Brown, donde enseñó desde 1957 hasta su jubilación en 1982.
Como traductor, el profesor Honing ayudó a introducir al público de habla inglesa la obra de Fernando Pessoa, el gran poeta portugués de principios del siglo veinte.
También tradujo la poesía de Federico García Lorca y escribió un estudio crítico, publicado en 1944, que fue uno de los primeros en aparecer en el mundo anglosajón sobre el poeta, que fuera asesinado por las fuerzas nacionalistas de Franco en 1936, durante la Guerra Civil Española.
Además, Honig tradujo numerosas obras de teatro, incluyendo las del español Pedro Calderón de la Barca, siglo 17, y las de su compatriota del siglo 16, Miguel de Cervantes.
Publicada por la New American Library en 1964, la traducción de ‘Entremeses’ [Interludes] -breves viñetas realizadas entre actos de obras de larga duración- comprende desenfadadas entretenciones, como ‘El viejo celoso’ [The Jealous Old Husband], ‘El juez de los divorcios’ [The Divorce-Court Judge] y ‘El rufián viudo’ [Trampagos, the Pimp Who Lost His Moll].
Honig fue nombrado caballero por los gobiernos español y portugués por los servicios prestados a sus literaturas nacionales.
Como crítico, era particularmente conocido por ‘Dark Conceit: The Making of Allegory’, publicado en 1959.
Se hizo un breve documental sobre él, ‘Translating Edwin Honig: A Poet’s Alzheimer’s’, que fue estrenado en el Festival de Cine de Nueva York el año pasado.
Hecho por un primo de Honing, el cineasta Alan Berliner, la película hace la crónica de las cambiantes relaciones del profesor con el lenguaje, la memoria y el sentido de identidad personal a medida que progresaba su enfermedad.

Edwin Honig nació en Brooklyn el 3 de septiembre de 1919. Heredó su amor por el español de su abuela paterna, una judía sefardita que lo hablaba con fluidez.
Estudió en la Universidad de Wisconsin en 1941 y, después de su servicio militar en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, se licenció en inglés en la misma universidad.
Antes de incorporarse a la Universidad de Brown, Honing enseñó en Harvard y otros lugares. En Brown, inició el programa de narrativa [creative writing], que ahora es el departamento de artes literarias.
La primera esposa de Honig, Charlotte, murió a principio de los años sesenta. Su segundo matrimonio, con Margot Dennes, terminó en divorcio.
Le sobreviven, entre otros, los dos hijos de su primer matrimonio con Dennes -Daniel y Jerem; y una hermana, Lila Putnam.
Sus otras traducciones incluyen ‘Poemas de Fernando Pessoa’ [Poems of Fernando Pessoa] (con Susan M. Brown); ‘La vida es un sueño’ [Life Is a Dream], una obra de Calderón; y ‘Los títeres de Cachiporra, Comedia sin título, El diván del Tamarit y otros poemas, Poemas en prosa y Obras dramáticas’ [Four Puppet Plays, Play Without a Title, the Divan Poems, and Other Poems, Prose Poems and Dramatic Pieces], de García Lorca.
Honig fundó en 1973, y fue su primer editor, Copper Beech Press, una pequeña editorial en Providence, especializada en poesía y traducciones.
Su propia producción literaria incluye ‘The Moral Circus’, ‘The Gazabos’, ‘Shake a Spear With Me, John Berryman’ y ‘Time and Again: Poems, 1940-1997’.
Como poeta, Honing fue elogiado por su precisión formal, su magistral control tonal y a veces su mordacidad. Todas estas cualidades se aprecian en su poema ‘Anon’:

At a literary tea

I once met the

then-at-his-height

anthologist

Iamblichus

who, denting cookies

on everybody’s plate,

let on to me

I didn’t rate.

"I love poetry

that’s got a bite!"

To which I cried:

"Try this

one you missed —

my latest!"

I thought he had

only nibbled it

when he grabbed

his mouth and spat,

but on the ground

like a leftover sweet

lay a little mound

of broken teeth.
14 de junio de 2011
4 de junio de 2011
©new york times

a mengele le gustaban las muñecas


Lucía Puenzo habla de ‘Wakolda’, su última novela. La escritora y directora de cine trazó una controvertida disección literaria de la personalidad del médico y criminal de guerra alemán. "En la medida en que muchos nazis vinieron a vivir al país y entraron en contacto con argentinos, también es nuestra historia", dice.
[Silvina Friera] Argentina. "Las peores catástrofes siempre empiezan así: sin que uno las vea venir." José, un alemán que dice que es veterinario y antropólogo, perpetuo fugitivo, obsesionado con la pureza de la sangre y los genes, mastica esta sentencia retrospectiva. La clave para sobrevivir está en evaporarse sin dejar rastros. En eso anda, escapando de los sabuesos del Mossad, en el verano de 1960, cuando en el camino a Bariloche se cruza con Lilith –rubia, blanca y de ojos claros–, una nena de doce años que, por su pequeño tamaño, sin llegar a ser una enana, parece de ocho o nueve. Desde su metro treinta de altura, ella lo enfrenta con desparpajo. El encantamiento –aterrador por donde se lo mire– es mutuo: el desconocido le inspira confianza. Y la seduce con sus modales. No es la primera vez que un "espécimen monstruoso" –admite José al radiografiar a la criatura–- lo excita de esa forma. El lector sabe en las primeras páginas de ‘Wakolda’ (Emecé), la última novela de Lucía Puenzo, que José es nada menos que Josef Mengele, apodado "el ángel de la muerte". La cortesía de José subyuga a la madre de Lilith, embarazada de gemelas. Con los cazadores de nazis mordiéndole los talones, a Mengele le conviene ocultarse en la hostería que la familia deberá administrar. Dispone del dinero suficiente para pagar una habitación y financiar la fabricación de muñecas junto al padre de Lilith; además de un apabullante andamiaje de conocimientos científicos que le permitirán, a pesar de la reticencia inicial, someter a la nena a un tratamiento a base de inyecciones con hormonas de crecimiento.
El criminal nazi que intentó modelar genéticamente a Alemania –no viene mal mencionar las esterilizaciones masivas, las vivisecciones y los intentos frustrados por alterar el color de la piel con inyecciones subcutáneas, entre otros pormenores de la maquinaria de experimentación y exterminio– intenta en la novela proyectar ese ideal de perfección en las muñecas arias. Quizá Puenzo intuye que en ‘Wakolda’ trazó una penetrante y controvertida disección literaria de la personalidad de Mengele. "Insólitamente –cuenta la escritora y directora de cine en la entrevista con Página/12– entré a esta novela por el temor que me produce el costado más oscuro de la medicina; cómo la medicina, que es tan importante y puede ser luminosa y sanadora, tiene un umbral de oscuridad cuando se mezcla con el poder. En algún punto, la máxima expresión de esto es Mengele, el médico que encarna ese contacto perverso con la ciencia."
Puenzo escribió el primer capítulo de la novela sin saber hacia dónde se dirigía con la trama. En muchos libros históricos leyó que el genocida nazi había convivido con una familia argentina en el Sur, pero no se sabía en qué situación. "Hay diferentes versiones sobre cuándo Mengele estuvo en Bariloche; algunos dicen que fue con su mujer, pero no en el momento en que lo empezó a buscar el Mossad –explica Puenzo–. Lo que me dijeron diferentes historiadores fue que ése es el período más misterioso de Mengele acá, porque se le perdió un poco la pista y no se sabe bien qué pasó. Y hubo otro dato, que a mí me dio el hilo por dónde escribir: él estuvo en contacto con la manufactura de muñecas; en algunos libros dicen que trabajó en una juguetería, en otros que hizo muñecas. Como no se sabe bien, me pareció que era un terreno para hacer ficción. Mengele haciendo muñecas era la cima de la perversión, ¿no? Cómo puede ocurrir que un tipo que se pasó décadas tratando de modelar genéticamente a una nación, después decida trabajar con muñecas. Este fue el punto de arranque."

Hay escenas en que se narra cómo Mengele experimenta con las muñecas, como si buscara desplazar el horror del campo de concentración al cuerpo de las muñecas. ¿Le costó escribir estas partes?
La escritura de esas escenas fue muy perturbadora; como no sabía hacia dónde iba, al principio me esforzaba por el detalle, por aquellas acciones minúsculas que permitieran entender cómo se construye el vínculo entre Mengele y una adolescente. Ese vínculo, que a mí también me perturbaba, lo fui descubriendo pasito a pasito. Esta es la novela que más tiempo y trabajo me llevó porque era un material difícil: me atraía, pero me generaba cierta cuota de inquietud. Al mismo tiempo, lo más interesante era que Mengele fuera muy carismático.

¿Por qué?
Estos monstruos son más monstruosos porque no los ves venir. Si tuvieran un cartel en la frente que dijera "soy peligroso", sería más fácil. Mengele era muy apuesto; hay muchos testimonios que dan cuenta de lo agradable y sensible que era. Había una atracción de él hacia los niños y de los niños hacia él; los chicos confiaban mucho en él. Eso era lo que me parecía más perturbador, ese camuflaje que no permitía que se viera lo perverso y lo peligroso que era. A mí me incomodaba generar en ciertas instancias una especie de empatía con Mengele. Sé que es una novela incómoda, me di cuenta mientras la escribía. Como Lilith está enamorada de Mengele, sabía de antemano que era lo políticamente incorrecto que se puede hacer con un personaje como Mengele.

Víctima de "el ángel de la muerte" en Auschwitz, donde habría sido esterilizada, Nora Eldoc es un personaje real que irrumpe como una heroína trágica hacia el final de ‘Wakolda’. "Lo que se sabe de Nora es poco: que estuvo en Bariloche, que se la vio bailando en una fiesta con Mengele, que apareció muerta y algunos plantean que era una esquiadora y no tenía nada que ver con la cacería de nazis; pero llegaron agentes de la Embajada de Israel, certificaron su muerte y se llevaron ciertos papeles. Nora también es un campo para las conjeturas. Había ahí un umbral entre la ficción y lo histórico que me parecía muy interesante", subraya Puenzo. "El personaje de Nora es una justiciera que se pasó años cazando nazis. El hecho de que quedó estéril por los experimentos que hizo Mengele aparece en algunos libros, pero en otros no. Son cuestiones que los historiadores admiten que no se podrán saber jamás porque le perdieron el rastro. Y ni siquiera saben si ése era su verdadero nombre."

Hacia el final de la novela, Nora le pregunta a la madre de Lilith si realmente quiere saber quién es José. ¿Intentó plasmar cierta omisión o negación de la familia sobre lo que pasaba, algo así como "en algo raro anda este hombre, pero mejor no me meto"?
La información que se manejaba en 1960 no es la misma que manejamos ahora. No existía la red mediática que tenemos hoy; Bariloche estaba muy aislada, pero además no se tenía conciencia de lo que había pasado en los campos. Me refiero a la medicalización del nazismo y al uso central que la ideología nazi hizo de los médicos. Y que no era algo tangencial sino todo un aparato construido para modificar la raza. Esta información no se manejaba entonces. Aunque la familia sospecha que José tuvo un alto rango en la guerra, no deja de ser un médico y no un militar. Esto desorienta más, porque no tienen en claro el nivel de culpabilidad que puede tener Mengele. Pero sí perciben la red de complicidades de la comunidad alemana en Bariloche, que fue ocultando a muchos criminales nazis como si tuvieran un trofeo y un orgullo. En el colegio Primo Capraro hay fotos de la fundación y se pueden ver a los chicos haciendo el saludo nazi. Hubo un ocultamiento gradual que después se transformó en vergüenza.

Dos muñecas atraviesan el engranaje de la novela: Herlitzka, paradigma de la pureza; y Wakolda –nombre de la mujer del legendario cacique Lautaro–, emblema del mestizaje y portadora de un misterio que aceitará las cavilaciones y conjeturas del lector. "No sabemos qué es lo que le saca Mengele del vientre; pero creo que de una manera inconsciente está vinculado con lo intangible, con el costado más místico", admite Puenzo, en cuyo horizonte cercano está la filmación de la novela, a fin de este año o principios del próximo.

Ese misterio, que funciona tan bien en la novela, debe ser un gran obstáculo o problema para la película, ¿no?
Totalmente, fue todo un trabajo de reescritura para desplazar lo intangible al margen y que la trama que mande esté más en el campo de lo real: al final, a Mengele lo viene a buscar el Mossad. El primer problema de la escritura del guión fue cómo eso que funcionaba en la literatura resultaba imposible en el cine. Recién terminé la segunda versión del guión y ahora estoy pensando en los actores. No tengo a nadie confirmado todavía.

¿La novela se está traduciendo al alemán?
Sí, pero antes, cuando la leyeron sin saber si la iban a publicar, pusieron un grupo de investigadores a chequear información.

¿Cómo explica ese "control" sobre un texto que es ficción?
El tema es muy interesante y complejísimo. Como confío mucho en la editorial alemana porque me ha publicado varias novelas, quería ver qué entendían de lo que escribe una argentina. Hubo sutilezas mínimas que me comentaron, pero se tomaron la molestia de chequear dato por dato. En la medida en que muchos nazis vinieron a vivir al país y entraron en contacto con miles de argentinos, también es nuestra historia. No es sólo la historia de los alemanes. Quieras o no, los perturba mucho el hecho de compartir esa historia y se preguntan cuál es la significación que le vamos a encontrar a ese cruce.

Esta cuestión de chequear dato por dato, ¿podría ser interpretada en el marco de la culpa que cargan los alemanes por el nazismo?
Creo que caló muy hondo la culpa con la que cargan los alemanes; yo lo percibí estando allá con cada persona que hablaba, con las posturas que tomaba. Cuando estuve en Berlín, presenté el guión de la película ante unas 60 personas de todas las edades y regiones de Alemania. Pude ver las reacciones que provocaba. Los perturba porque es un territorio desconocido y enseguida se les enciende la alarma, porque no se han filmado mucho este tipo de historias. De Mengele hay una película, ‘Los niños del Brasil’, en la que Gregory Peck hace de Mengele, que es el gran estereotipo del malvado.

El umbral entre la vida y la muerte, se dice en una parte de la novela, Mengele lo conocía de memoria. ¿Qué papel cree que cumple la medicina en ‘Wakolda’?
La medicina dispara hacia el pasado y hacia el futuro. Hacia el futuro con la exploración de la genética y cómo se traduce en el presente. Lo que ocurre hoy con los médicos, en relación con la genética, es que los pone en un lugar casi divino de decidir las técnicas de fertilización asistida y transformarse en algo así como en dioses. Ya en los ’60, cuando empezaron a trabajar con las hormonas de crecimiento, entramos en un terreno hipercomplejo, que es la ética médica. Y también dispara hacia el pasado porque los médicos, en cierto sentido, se conectan con los chamanes del mundo premoderno, cuando la medicina estaba relacionada con cuestiones mágicas y la gente creía en el poder de la persona para sanar. En el caso de Mengele, cuando un médico encarna el lugar de alguien que puede matar, se genera un cortocircuito, porque uno tiene asociado al chamán, al mago de la tribu, al médico, como alguien que te va a curar y que nunca te va a dañar. Hace poco me mandaron un documental muy interesante de un psiquiatra norteamericano que entrevistó a todos los médicos que tuvieron algún tipo de complicidad con el nazismo y que trabajaron en los campos de concentración. Lo que a él le interesa estudiar fue cómo esos médicos llegaron a matar, cómo se produjo ese salto que consistió en transformar a médicos en asesinos.

¿Cómo se dio ese salto?
La meta del nazismo estaba clara desde el principio: ellos sabían que, tarde o temprano, iban a matar. Había una idea en toda Europa –y en Estados Unidos estaba aceptada–, que era la esterilización. El primer paso que se dio es que no nacieran más individuos de "raza degenerada"; para eso se planteaba la castración. Ese paso los médicos lo dieron con bastante facilidad. De ahí a la eutanasia, que es el próximo paso, directamente matar gente, el salto era más difícil. Pero inventaron tecnologías que no los pusieron en contacto directo con la muerte; por eso las cámaras de gas y lo que experimentaron estaba camuflado como algo que serviría a la medicina.

Esa obsesión de Lilith por crecer, ¿cree que prolonga hasta la actualidad una idea de perfección que se aproxima a ese ideal de la pureza cercano al nazismo?
Yo me junté con muchos médicos, porque necesitaba para la novela tener detalles de la dosis de hormonas de crecimiento que se debería aplicar y cómo era el proceso. Un médico me dijo que el tratamiento que en mi novela le hace Mengele a Lilith no es muy diferente del tratamiento que le hicieron a (Lionel) Messi para que creciera cinco centímetros; es la misma hormona de crecimiento. Son tratamientos que se modernizaron y se siguen usando. Las sociedades totalitarias y asesinas cruzan la línea... Pero nada de lo que ocurrió me parece tan lejano.
13 de junio de 2011
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murió jorge semprún


A los 87 años, murió ayer en París el escritor español Jorge Semprún. Su vida y su obra estuvieron marcadas por los años sufridos en el campo de concentración de Buchenwald. Se exilió en Francia y militó en el comunismo hasta que lo expulsaron del PCE por diferencias con la línea estalinista. Fue funcionario de Felipe González.
[Sara Barderas] Su paso por Buchenwald marcó su vida y su obra, que comenzó con la narración de El largo viaje en que fue conducido en tren hasta ese campo de concentración nazi. El escritor español Jorge Semprún murió ayer en París a los 87 años. Y hasta su muerte, como cuando a los 19 cruzó el portón del horror, siguió considerándose un "deportado".
Escritor, guionista y figura de alta talla intelectual, quizás el reconocimiento le llegó más desde fuera de España que de su propio país, del que salió muy joven, con apenas 13 años, al iniciarse la Guerra Civil (1936-1939). Desde entonces, el hombre alto, de pelo blanco desde hacía un tiempo y de una cultura admirable, había vivido a caballo, escindido. "Yo tengo dos patrias, es una situación espantosa", solía decir. España lo vio nacer y Francia, que lo vio morir, lo acogió primero como exiliado y luego como sobreviviente del horror nazi.
Más allá de estas circunstancias no queridas, Semprún estuvo ligado a su país por fuertes vínculos. Su abuelo materno fue Antonio Maura, cinco veces presidente del gobierno bajo el régimen de Alfonso XIII. Y él mismo, durante años, fue el mítico Federico Sánchez, dirigente del Partido Comunista (PCE) que desarrolló su actividad clandestina en Madrid contra la dictadura de Francisco Franco y que evadió siempre con éxito a la policía del régimen.
Semprún había nacido en Madrid en el seno de lo que suele llamarse "una buena familia". Pero la suya no sólo tenía dinero. De madre y padre republicanos, la cultura y la política se respiraban en su casa, situada frente al madrileño parque de El Retiro, una bonita zona residencial del centro a la que regresó a vivir cuando asumió la cartera de Cultura (1988-1991) en el gobierno de Felipe González. Con el inicio de la Guerra Civil, la familia se instaló en Holanda y en 1939, con la victoria del general Franco, su padre abandonó la legación de la España republicana en La Haya. Comenzaba el exilio en París.
Siempre quiso ser escritor. Pero su trayectoria literaria no comenzó hasta 1964 con ‘El largo viaje’, escrita en francés. Y con la que para muchos fue su mejor obra ganó finalmente el Premio Formentor. La experiencia en el campo nazi de Buchenwald, muy cerca de Weimar, al que llegó en 1943 con 19 años y del que salió con 21, le permitió profundizar en otro de los idiomas importantes de su vida, el alemán, en el que se desenvolvía perfectamente y que lo nutrió en su empeño de convertirse en escritor. Pero, paradójicamente, no pudo hacerlo durante años. Y cuando se lanzó no fue ni para recordar ni para olvidar, sino simplemente para ser escritor. Luego sí escribió con otro objetivo: "Sé perfectamente que los testigos estamos desapareciendo, estamos en el umbral de la época en que ya nadie tendrá memoria directa de esta experiencia", señaló en una oportunidad.
Sobre esos dos años que marcaron su vida volvería a escribir luego otras obras: ‘La escritura o la vida’, ‘Aquel domingo’, ‘Viviré con su nombre, moriré con el mío’, entre otras. Y la memoria, ligada íntimamente al significado de la experiencia, también fue llevada al cine, a través de guiones de películas emblemáticas como ‘Z’ y ‘Missing’, ambas dirigidas por su amigo griego Costa-Gavras.
El idioma fue otro elemento de escisión en su vida. "El francés es una lengua que obliga a la precisión. El castellano, como te descuides, se desboca y se hace grandilocuente", sostenía. La mayoría de sus obras las escribió en la lengua de Victor Hugo. La de Cervantes sólo la eligió para la ‘Autobiografía de Federico Sánchez’ –radiografía del Partido Comunista Español, del que fue expulsado en 1964 por no comulgar con la línea estalinista imperante–, libro que en 1977 le permitió ganar el Premio Planeta, y para la novela ‘Veinte años y un día’ (2003), publicada poco antes de cumplir 80 años.
Su trabajo como coministro de Cultura en el gobierno de Felipe González le sirvió asimismo para escribir otro libro, ‘Federico Sánchez se despide de ustedes’ (1991). Si en la ‘Aubogiografía...’ era Santiago Carrillo quien era criticado por un Semprún profundamente desengañado del comunismo, en la obra sobre su paso por el Ejecutivo español fue el vicepresidente Alfonso Guerra uno de los que salió peor parados.
En Alemania, donde la comunidad intelectual siente gran admiración por la figura de Semprún, se publicó pocos años atrás un libro sobre su vida: ‘Von Treue und Verrat. Jorge Semprún und sein Jahrhundert’ (De la lealtad y la traición. Jorge Semprún y su siglo), un retrato basado en las conversaciones que tuvo durante varios largas temporadas con la reputada periodista Franziska Augstein.
Testigo privilegiado del siglo XX, miembro de la Academia Goncourt con reconocimientos a sus espaldas como los citados, el Femina y el de la Paz de los libreros alemanes, entre otros, ya hacía tiempo que su faceta de hombre de pensamiento se había impuesto a la de hombre de acción. Hasta muy avanzada edad, con parte de la historia europea detrás, Semprún mantenía una gran lucidez, interpretando el mundo y manteniendo la misma definición de sí mismo que había dado ya hacía tiempo: "Yo lo que en realidad soy es un deportado de Buchenwald, lo más radical que he vivido fueron aquellos dos años".
8 de junio de 2011
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murió hans keilson


Escritor que huyó de los nazis.
[Elaine Woo] Hans Keilson era un médico recién titulado a mediados de los años treinta cuando empezó la persecución. Como judío en la Alemania de Hitler, fue despojado del derecho a practicar la medicina. Como escritor, también perdió pronto esa identidad. Su primera novela autobiográfica fue destruida poco después de su publicación debido a una ley nazi que prohibía a los escritores judíos.
Huyó hacia Holanda, donde escribió el principio de dos novelas más y enterró las páginas en su jardín. Tras el fin de la guerra en 1945, las rescató y las terminó. ‘Comedia en clave menor’ [Comedy in a Minor Key], una historia de oscuro humor ambientada en los Países Bajos durante la ocupación nazi, fue publicada en Alemania en 1947, el mismo año en que se publicó el diario de Ana Frank. La segunda novela, que es una obra más filosófica, ‘The Death of the Adversary’, cosechó entusiastas reseñas cuando fue publicada en Estados Unidos en 1962.
Eso fue lo último que se supo en Estados Unidos sobre Keilson, hasta el año pasado. Después de cinco décadas de oscuridad literaria, apareció en la lista de éxitos de venta cuando ambos libros volvieron a ser publicados. Fue un milagro de vindicación literaria, cuanto más notable debido a que el autor, olvidado hacía mucho, había vivido lo suficiente como para presenciar su redescubrimiento.
Keilson murió el martes en un hospital en la ciudad holandesa de Hilversum, a unos veintinueve kilómetros al sureste de Amsterdam, según informó su editor, Farrar, Straus and Giroux. Tenía 101 años y se cree que murió por causas relacionadas con su edad.
El verano pasado, Farrar, Strauss publicaron la primera traducción al inglés de ‘Comedia en clave menor’ y reeditaron ‘The Death of the Adversary’. La reacción fue efusiva. El Observer de Londres describió a Keilson como "el más grande novelista de que se tenga conocimiento". En el New York Times, la novelista Francine Prose proclamó que sus libros eran "obras de arte" y Keilson, "un genio".
El centenario escritor se mostró cauto al principio, diciendo que la reseña le había parecido "un poco extrema", antes de reconocer sus logros. "Quizás logré escribir algo que va más allá de lo ordinario", dijo al Observer.
Su tardío éxito ocurrió por accidente. En 2007, el traductor Damion Searls estaba revisando la canasta de gangas en una librería austriaca cuando divisó un ejemplar de ‘Comedia...’ y lo compró, sin saber nada de su historia. Le sorprendió el tenso estilo de Keilson y su interpretación del Holocausto y se propuso introducirlo al público de habla inglesa. La elocuente traducción de Searls puso a Keilson en el centro de la atención.

Nacido el 12 de diciembre de 1909 en Brandenburg, Alemania, Keilson era el hijo de un comerciante de textiles que fue galardonado con una Cruz de Hierro por sus servicios durante la Primera Guerra Mundial. Estudió farmacología en Berlín y se tituló médico en 1934, cuando Hitler llegó al poder. Su primera novela, ‘Life Goes On’ [Das Leben Geht Weiter], fue publicada en 1933. Fue la última novela de un escritor judío que publicara la distinguida editorial alemana S. Fischer Verlag.
Impedido de ejercer la medicina, Keilson trabajó como profesor de natación y gimnasia en escuelas judías privadas. Conoció a Gertrud Manz, la mujer con la que quería casarse, pero era católica y los judíos no podían casarse con esposas no judías. Huyeron a Holanda en 1936. Él vivió en otra casa que ella, y adoptó un nombre falso para evitar ser detectado por los simpatizantes nazis. Cuando nació su hija en 1941, Manz dijo que el padre del niño era un soldado alemán.
Le sobreviven su segunda esposa, Marita Keilson-Lauritz, con la que se casó en 1969 después de la muerte de Manz; dos hijas; y tres nietos.
En 1943, Keilson se escondió, pero fue incapaz de convencer a sus padres de que hicieran lo mismo. Fueron deportados y murieron en Auschwitz, dejando a su hijo con un sentimiento de culpa que duró toda la vida.
La pareja holandesa que admitió a Keilson en su casa inspiró los personajes de Wim y Marie de ‘Comedia n clave menor’, que accedieron a ocultar a un vendedor de perfumes judío llamado Nico. Cuando empieza la historia, Nico ha muerto de causas naturales, dejando a Wim y Marie ante un dilema: ¿Cómo disponer del cuerpo sin ser sorprendido y castigado por proteger a un judío? ¿Y cómo reconciliar el riesgo que corrían con el hecho de que, como dice un personaje, "se les murió encima"?
La exposición de los dilemas prácticos y existenciales de Keilson produjeron lo que el crítico literario de Los Angeles Times, David Ulin, describió como "un libro de una belleza y comprensión tan profundas que casi parece una parábola".
En ‘The Death of the Adversary’, Keilson presenta una perspectiva más matizada del Holocausto, ofreciendo un relato en primera persona de un hombre obsesionado con un demagogo genocida que es claramente un doble de Hitler. Los detalles históricos particulares son ilusorios: Keilson llama "B" al dictador. La palabra "nazi" no la usa nunca.
Los críticos dicen que el poder de la historia surge de la capacidad de Keilson para mostrar cómo la víctima y el victimario contribuyen a la profunda tragedia humana que tuvo lugar durante el régimen de Hitler. La revista Time consideró la novela como una de los diez libros más vendidos de 1062, junto con obras de autores mucho mejor conocidos, incluyendo a William Faulkner, Philip Roth, Vladimir Nabokov y Jorge Luis Borges.
‘Adversary’ fue la última novela de Keilson, pero no el fin de su carrera literaria. Pasó los últimos años de la guerra en el movimiento de resistencia ayudando a conseguir refugios para niños refugiados judíos y utilizó sus conocimientos médicos para aliviar el dolor de verse separados de sus familias. Después de la guerra trabajó como psiquiatra y se basó en sus experiencias para escribir ‘Sequential Traumatization of Children’ (1979), un revolucionario estudio de 204 niños judíos que sobrevivieron la guerra en Holanda. Holanda se convirtió en su hogar permanente.
Keilson tenía todo el derecho de albergar amargura, si se considera todo lo que le quitó la guerra. Sin embargo, Searls, el traductor, que lo visitó el año pasado, encontró a una "persona vivaz, divertida, positiva", inclinada por la edad, pero todavía sin usar bastón a sus cien años.
Como la mayoría de las personas que conocieron al autor y sabían su historia, a Searls le sorprendió la capacidad de resistencia de Keilson. "Eso es justamente el milagro de su personaje", dijo el traductor en una entrevista el jueves.
O, como le dijo Keilson a Searls en un contexto diferente: "No todo termina en Auschwitz". Para Keilson, la vida continuaba.
6 de junio de 2011
4 de junio de 2011
©los angeles times

murió dick wimmer


Escritor. Su novela más popular fue rechazada 162 veces antes de ser publicada.
[Valerie J. Nelson] La mejor lección que el profesor de creación literaria Dick Wimmer podría dar a futuros escritores tendría más que ver con la persistencia que con la prosa.
Su primera novela, ‘Irish Wine’, fue publicada en 1989 después de ser rechazada 162 veces por editores y agentes en un lapso de más de veinticinco años.
Alguna vez fue el novelista publicado más rechazado de la historia.
En la época, su competidor oficial más cercano era ‘La inevitabilidad del patriarcado’ [The Inevitability of Patriarchy], de Steven Goldberg, que fue publicada después de haber sido rechazada 69 veces, contó en 1989 al Times el autor que se hizo un hueco en el Guinness Book of World Records.
Wimmer, que también publicó libros sobre deportes, murió inesperadamente el miércoles en su casa en Agoura Hills tras complicaciones cardiacas, informó su hijo Geordie. Tenía 74 años.
"No quiero ser un chiflado", dijo Wimmer en el Times de 1989 sobre ‘Irish Wine’. "Quiero que el libro valga por sus propios méritos".
Así fue.
El New York Times cantó loas al libro el año en que apareció, describiéndolo como "tenso", bellamente escrito, una novela primeriza agotadora y exuberante."
The Los Angeles Times dijo que Wimmer había revestido la loca saga con un aura encantado, alojándola enteramente en la prosa libre santificada por James Joyce y sus discípulos.
La idea de ´Irish Wine´ la tuvo Wimmer durante su luna de miel a principio de los años sesenta. Después del rechazo número ochenta de su novela, pulió la historia que siempre creó que era lo suficientemente buena para ser publicada, dijo en la entrevista en el Times de 1989.
‘Irish Wine’ narra la historia de un encuentro entre un desenvuelto pintor irlandés, Seamus Boyne, y un candidato a escritor venido de Estados Unidos.
Le siguieron dos secuelas, la bien recibida novela cómica ‘Boyne’s Lassie’, de 1998, y ‘Hagar’s Dream’, publicadas con dos libros tempranos bajo el título de ‘Irish Wine Trilogy’ en 2001.

Nació como Richard Samuel Wimmer el 18 de junio de 1936, en Nueva York, hijo de Sidney Wimmer, que poseía una compañía de control de plagas, y su esposa Frances.
Pasó su infancia en Long Island, estudió en la Universidad de Cornell en 1958 e inglés en la de Yale n 1959, doctorándose en la de Columbia en 1974.
Su matrimonio terminó en divorcio a fines de los años setenta, casi al mismo tiempo en que llegó a Agoura Hills.
Desde 1968. Wimmer enseñó inglés y creación literaria y estuvo asociado a veintiocho universidades, contó su familia. Esta primavera enseñó en el Los Angeles Valley College.
Editó varios bien considerados libros documentales sobre deportes, entre ellos ‘The Schoolyard Game’, una colección de escritos sobre baloncesto, de 1993, y la antología ‘The Gridiron Game’, de 1997.
Wimmer también escribió el guión de la película de televisión ‘The Million-Dollar Infield’, de 1982, con Rob Reiner.
"Probablemente es más difícil publicar una novela que hacer una película", dijo Wimmer una vez, pese a que su segundo intento de ser un autor publicado fue mucho más fácil que el primero.
‘Boyne’s Lassie’ fue rechazada 83 veces, contó más tarde, antes de que pudiera ser impresa.
Además de su hijo Geordie, de Agoura Hills, le sobreviven su otro hijo, Ceo, de Pasadena, y cuatro nietos.
28 de mayo de 2011
23 de mayo de 2011
©los angeles times
cc traducción mQh