encuentro con los venusianos
[Susannah Rosenblatt] En medio del desierto de California, el misterioso Integratron es la Meca de los aficionados a los ovnis.
El desierto es un lugar donde se dice que el tiempo se curva, el proceso de envejecimiento se hace más lento y la ley de gravedad deja de aplicarse. Y no solamente al lado de una piscina en Palm Springs.
Detrás de unos terrenos cubiertos de matorrales y agaves a lo largo de un polvoriento camino en Landers, se eleva abruptamente en el escarpado horizonte del color de la masilla una brillante y blanca cúpula, un estrambótico testamento a la visión intergaláctica de un hombre: el Ingegratron.
El trabajo de toda la vida de un ingeniero aeronáutico, la extraña estructura de madera de doce metros debía alargar en décadas la vida de una persona (para no mencionar los bucles temporales y la suspensión de la gravedad) por medio de frecuencias generadas por la energía electroestática. Ahora la cúpula, rodeada de árboles frutales, parras, antiguas caravanas y kilómetros y kilómetros de nada en todas direcciones, será usada de modo más modesto: para cobijar este 29 de abril a la primera convención Retro UFO.
La reunión de un día ofrece un hortera y moderno homenaje a los informes de los años cincuenta y sesenta de platillos volantes que se convirtieron en leyenda en esta avanzada del condado de San Bernardino, dice la organizadora Barbara Harris.
"Es un nuevo capítulo en el estudio de los ovnis", dice Harris, artista gráfica de profesión. "Cuando llegas a ese lugar... hay algo que te llega al corazón, que te llega al alma".
Harris espera conservar y difundir este misteriosísimo pedazo de la historia del desierto, compartiendo las historias con aquellos que en el pasado llegaban en tropel a Landers, con los cuellos torcidos hacia el cielo.
Para ese fin, la extravagancia del fin de semana incluirá charlas de veteranos sobre extraños encuentros; tours de Giant Rock, ahora ensuciada por pintadas y con un enorme pedazo menos, que se desprendió en 2000; un torneo para el mejor gorro deflector de papel de aluminio; películas viejas; carros clásicos; y una ópera poética en vivo a cargo de un grupo llamado UFOetry, titulada ‘¿Fuimos Realmente A la Luna?’
Harris espera que el evento atraiga a unas 500 personas al sitio de cinco hectáreas; parte de los ingresos se destinarán a la Sociedad Histórica de la Cuenca de Morongo y ayudará a renovar la cúpula.
Es un lugar apropiado para la reunión, si se considera que lo más cercano que existe a una celebridad Retro UFO puede ser el santo patrono del Integratron, el ingeniero George van Tassel.
Construyó la cúpula por 150 mil dólares durante 18 años, que empezó en 1957, afirmando que se había inspirado en un encuentro de madrugada con una visitante de Venus llamada Solgonda.
Van Tassel y su familia vivían en una cámara ahuecada debajo de la Giant Rock, un aislado pedrusco de siete pisos aplastado en el borde de Landers, a cinco kilómetros al norte de la cúpula.
No completó el artefacto electroestático en el corazón de la cúpula antes de su muerte en 1978, y sus planes y equipos para terminar el Integratron de 50 megavoltios desaparecieron poco después de su muerte.
La estrafalaria cúpula y su insólita ubicación son "un monumento al sueño de un hombre", dice Joanne Karl, 51, una de las tres hermanas dueñas de la cúpula y que ha trabajado en su restauración.
En cuanto al supuesto encuentro de van Tassel con visitantes de Venus y sus estrafalarios escritos asegurando que el sol es cuadrado, "yo sonrío y hago un guiño", dice la co-propietaria Nancy Karl, 48.
Las hermanas Karl, que viven allí por épocas, están habituadas a albergar a turistas curiosas, retirados y estrellas de rock como Billy Corgan, ansiosos de vivir el perfecto espacio acústico.
La cámara superior del Integratron, hecha enteramente de pino de Oregón y sujeta por un anillo de concreto de 1.5 toneladas, incluye un altar cubierto de recuerdos de los visitantes -entre estos cejillas, pinturas budistas tibetanas, una máquina de Yoda Pez y una dentadura postiza.
Debajo de una de las 16 ventanas hay un montón de enormes cuencos de cuarzo, los que toca Nancy con un palillo de madera envuelto en gamuza frotándolo contra el borde, produciendo tones asombrosamente nítidos que resuenan en el ventilado espacio.
Joanne, ex enfermera cardiológica, dice que la experiencia es "como estar adentro de un gran cello". Por diez dólares por personas, ofrecen a grupos un "baño de sonido", una etérea sesión improvisada de 30 minutos, completa con mantas, almohadones y aceites aromatizados de romero.
Pero de momento toda la atención está en la reunión del fin de semana.
"Vendrán algunos chiflados", dice Harris del público inicial de Retro UFO; todavía debe decidirse entre llevar soquetes y una falda caniche, más el obligatorio sombrero de vaquero y una antena alienígena, o un traje de Judy Jetson.
Sin embargo, Harris y las hermanas Karl acogen con entusiasmo la nostalgia y misterio de esa época, y creen que la fuerza cósmica que se encuentra en el asolado Landers, "recompone el alma", dice Harris.
"No queremos perder eso".
Detrás de unos terrenos cubiertos de matorrales y agaves a lo largo de un polvoriento camino en Landers, se eleva abruptamente en el escarpado horizonte del color de la masilla una brillante y blanca cúpula, un estrambótico testamento a la visión intergaláctica de un hombre: el Ingegratron.
El trabajo de toda la vida de un ingeniero aeronáutico, la extraña estructura de madera de doce metros debía alargar en décadas la vida de una persona (para no mencionar los bucles temporales y la suspensión de la gravedad) por medio de frecuencias generadas por la energía electroestática. Ahora la cúpula, rodeada de árboles frutales, parras, antiguas caravanas y kilómetros y kilómetros de nada en todas direcciones, será usada de modo más modesto: para cobijar este 29 de abril a la primera convención Retro UFO.
La reunión de un día ofrece un hortera y moderno homenaje a los informes de los años cincuenta y sesenta de platillos volantes que se convirtieron en leyenda en esta avanzada del condado de San Bernardino, dice la organizadora Barbara Harris.
"Es un nuevo capítulo en el estudio de los ovnis", dice Harris, artista gráfica de profesión. "Cuando llegas a ese lugar... hay algo que te llega al corazón, que te llega al alma".
Harris espera conservar y difundir este misteriosísimo pedazo de la historia del desierto, compartiendo las historias con aquellos que en el pasado llegaban en tropel a Landers, con los cuellos torcidos hacia el cielo.
Para ese fin, la extravagancia del fin de semana incluirá charlas de veteranos sobre extraños encuentros; tours de Giant Rock, ahora ensuciada por pintadas y con un enorme pedazo menos, que se desprendió en 2000; un torneo para el mejor gorro deflector de papel de aluminio; películas viejas; carros clásicos; y una ópera poética en vivo a cargo de un grupo llamado UFOetry, titulada ‘¿Fuimos Realmente A la Luna?’
Harris espera que el evento atraiga a unas 500 personas al sitio de cinco hectáreas; parte de los ingresos se destinarán a la Sociedad Histórica de la Cuenca de Morongo y ayudará a renovar la cúpula.
Es un lugar apropiado para la reunión, si se considera que lo más cercano que existe a una celebridad Retro UFO puede ser el santo patrono del Integratron, el ingeniero George van Tassel.
Construyó la cúpula por 150 mil dólares durante 18 años, que empezó en 1957, afirmando que se había inspirado en un encuentro de madrugada con una visitante de Venus llamada Solgonda.
Van Tassel y su familia vivían en una cámara ahuecada debajo de la Giant Rock, un aislado pedrusco de siete pisos aplastado en el borde de Landers, a cinco kilómetros al norte de la cúpula.
No completó el artefacto electroestático en el corazón de la cúpula antes de su muerte en 1978, y sus planes y equipos para terminar el Integratron de 50 megavoltios desaparecieron poco después de su muerte.
La estrafalaria cúpula y su insólita ubicación son "un monumento al sueño de un hombre", dice Joanne Karl, 51, una de las tres hermanas dueñas de la cúpula y que ha trabajado en su restauración.
En cuanto al supuesto encuentro de van Tassel con visitantes de Venus y sus estrafalarios escritos asegurando que el sol es cuadrado, "yo sonrío y hago un guiño", dice la co-propietaria Nancy Karl, 48.
Las hermanas Karl, que viven allí por épocas, están habituadas a albergar a turistas curiosas, retirados y estrellas de rock como Billy Corgan, ansiosos de vivir el perfecto espacio acústico.
La cámara superior del Integratron, hecha enteramente de pino de Oregón y sujeta por un anillo de concreto de 1.5 toneladas, incluye un altar cubierto de recuerdos de los visitantes -entre estos cejillas, pinturas budistas tibetanas, una máquina de Yoda Pez y una dentadura postiza.
Debajo de una de las 16 ventanas hay un montón de enormes cuencos de cuarzo, los que toca Nancy con un palillo de madera envuelto en gamuza frotándolo contra el borde, produciendo tones asombrosamente nítidos que resuenan en el ventilado espacio.
Joanne, ex enfermera cardiológica, dice que la experiencia es "como estar adentro de un gran cello". Por diez dólares por personas, ofrecen a grupos un "baño de sonido", una etérea sesión improvisada de 30 minutos, completa con mantas, almohadones y aceites aromatizados de romero.
Pero de momento toda la atención está en la reunión del fin de semana.
"Vendrán algunos chiflados", dice Harris del público inicial de Retro UFO; todavía debe decidirse entre llevar soquetes y una falda caniche, más el obligatorio sombrero de vaquero y una antena alienígena, o un traje de Judy Jetson.
Sin embargo, Harris y las hermanas Karl acogen con entusiasmo la nostalgia y misterio de esa época, y creen que la fuerza cósmica que se encuentra en el asolado Landers, "recompone el alma", dice Harris.
"No queremos perder eso".
20 de abril de 2006
©los angeles times
©traducción mQh
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