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benedicto contra el sexo sin amor


[Nicola Winfield] En su encíclica denuncia la degradación del amor y enfatiza las obras de caridad.
Ciudad del Vaticano. El miércoles el Papa Benedicto XVI advirtió en su primera encíclica que el sexo sin el amor incondicional convierte a hombres y mujeres en mercancías.
En el documento de 71 páginas, ‘Dios es amor’, Benedicto explora la relación entre el amor erótico entre un hombre y una mujer, a la que se refiere con el término ‘eros’, y la palabra griega para el amor incondicional, ‘agape’.
Dijo que los dos conceptos se encuentran más unidos en el matrimonio entre un hombre y una mujer, en el que el amor egoísta crece hacia el amor desinteresado, así como en el amor incondicional de Dios por la humanidad.
Reconoció que en el pasado el cristianismo ha sido criticado "por haberse opuesto al cuerpo" -la forma erótica del amor-, "y que es verdad que este tipo de tendencias han existido siempre".
Pero dijo que el modo actual de exaltar el amor corporal es engañoso.
"El eros, reducido a puro ‘sexo’, se ha convertido en una mercancía, en una ‘cosa’ que puede ser comprada y vendida, en el que el hombre mismo se convierte en una mercadería".
"Aquí estamos en realidad enfrentados a una degradación del cuerpo humano: ya no está integrado en nuestra libertad existencial general; ya no es la expresión vital de nuestro ser, sino que se lo relega a la esfera puramente biológica", dijo.
Benedicto explora los dos aspectos del amor para luego explicar que las actividades de caridad de la iglesia católica se basan en el amor y son una parte importante de su misión. Dijo que la iglesia no tiene deseos de gobernar a los estados, pero que al mismo tiempo no puede permanecer silenciosa en la vida política porque se necesita su caridad para terminar con el sufrimiento.
La encíclica, ansiosamente estudiada a la búsqueda de claves sobre las principales preocupaciones de Benedicto, caracteriza la primera parte de su pontificado como uno en el que busca retornar a la base del cristianismo con una meditación relativamente poco controvertida sobre el amor y la necesidad de mayores trabajos de caridad en un mundo injusto.
Incluso funcionarios del Vaticano han expresado sorpresa por el tópico, si se considera que Benedicto era el principal custodio doctrinal de la iglesia y podría fácilmente haber tratado, en su primer texto autoritativo, el tema mucho más problemático de la bio-ética.
En la encíclica, Benedicto dijo que el trabajo de la iglesia con las viudas, los enfermos y los huérfanos es tan parte de su misión como celebrar los sacramentos y difundir los evangelios. Sin embargo, enfatizó que los trabajadores de caridad de la iglesia no deben usar nunca su trabajo para hacer proselitismo o apoyar ideologías políticas particulares.
"El amor es libre; no se practica como un modo de alcanzar otros fines", escribió.
"Aquellos que practican la caridad en nombre de la iglesia no tratarán nunca de imponer sobre otros la fe de la iglesia. Entienden que un amor puro y generoso es el mejor testimonio del Dios en quien creemos y por el que somos atraídos hacia el amor".
Rechazó las críticas de la caridad que se encuentran en la filosofía marxista, que sostiene que la caridad es una excusa de los ricos para mantener a los pobres en su lugar, cuando los ricos deberían trabajar por una sociedad más justa.
Aunque el modelo marxista, en el que el estado trata de satisfacer todas las necesidades sociales, respondía a las necesidades de los pobres más rápidamente de lo que pudo hacer la iglesia durante la Revolución Industrial, fue un experimento fracasado porque no pudo satisfacer todas las necesidades humanas, escribió.
Incluso en las sociedades más justas, la caridad será siempre necesaria, dijo.
"Siempre habrá un sufrimiento que clame por nuestro consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre habrá situaciones de necesidad material donde la ayuda bajo la forma de amor concreto del prójimo es indispensable", dijo.
Benedicto enfatizó que el estado, no la iglesia, es el único responsable de la creación de una sociedad justa. "Como tarea política, no puede ser la responsabilidad inmediata de la iglesia", dijo.
Sin embargo, dijo que la iglesia quiere ayudar a "formar conciencias en la vida política y fomentar un mayor conocimiento de los auténticos requerimientos de la justicia así como de una mayor disposición a actuar en conformidad con ella, aunque esto pudiera implicar conflictos con situaciones de interés personal".
Dijo que la iglesia tenía el "deber" de ofrecer esa contribución, y que los laicos, como ciudadanos del estado, tienen el deber de llevarlo a cabo a por medio de obras de caridad.
"No necesitamos un estado que regule y controle todo, sino un estado que... reconozca generosamente y apoye las iniciativas que surgen de las diferentes fuerzas sociales y combine la espontaneidad con la cercanía con los que viven en necesidad", escribió.

25 de enero de 2060

©chicago tribune
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traducción mQh

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