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qué ponerle al perro


[Michelle Slatalla] ¿Hay que vestir a los perros en invierno?

No soy de las que creen que los perros deban ser vestidos. Pero el otro día, cuando miraba los dientes de Sticky castañetear histriónicamente detrás de sus pequeños labios negros para llamar la atención sobre el horror de las temperaturas bajo 15 grados, decidí hacer una excepción.
Algunos perros son rudos y se revuelcan. Se lanzan voluntariamente, temerariamente a aguas gélidas. Arremeten a través de zarzas y espinas persiguiendo a los conejos. Ruedan de un lado a otro junto a las ardillas muertas.
Sticky no es uno de esos perros.
Sticky es melindrosa. Sticky es delicada. Incluso es quisquillosa con lo que come. Si un gato fuera perro, sería Sticky.
Yo nunca tuve antes perros pequeños. Cuando vi por primera vez a Sticky, cuando era carrocha, tenía unas enormes orejas de Monja Voladora y hacía cabriolas en la casa como si fuera un diminuto caballo mecánico. Quizás eso me distrajo de considerar todas las implicaciones de vivir con un papillon, la misma raza de perro faldero que alguna vez holgazaneó en la corte francesa.
Sticky nació para comer tartas, no para salir a pasear afuera en invierno junto a Otto, nuestro enorme perro cobrador. Cuando se acerca la estación de lluvias aquí en California del Norte, brinca histéricamente en los charcos mientras ella se esconde debajo de la marquesina con el rabo calado hasta los huesos entre las piernas. Incluso cuando el tiempo es seco, tirita dramáticamente.
Es por eso que decidí que Sticky necesitaba un abrigo. O un suéter. O algo.
Empecé a navegar por internet mirando las posibilidades. En Teacuppuppies.com vi a un chihuahua en un suéter bordado color rosa ($62.99) y un gorro haciendo juego. Leí una descripción en Purecountrypetboutique.com que decía: "El área de las barriguitas está abierta, de modo que puedan hacer sus cosas". Adorabledogclothes.com tenía una traje de chica vaquera de Texas con sombrero de paja ($25.59). Thegildedpaw.com tenía una categoría poncho.
Miré a Otto, que estaba extendido en el suelo con una sucia, mohosa pelota de tenis, y dije: "No puedo hacer esto".
Otto dejó de roncar. Levantó la vista. Se rascó. Se volvió a dormir y sus piernas empezaron a moverse nerviosamente como si estuviera soñando que perseguía a un conejo.
Como un perro de verdad.
Telefoneé a mi marido.
"Las fotos de perros en trajes de lentejuelas son particularmente inquietantes", dije.
"No compres nada que la haga verse como una Paris Hilton peluda", dijo. "Compra algo que la haga verse ruda".
¿Ruda? Sticky pesa 4 kilos y medio. Tiene orejas de flequillo. Los apodos que tiene son del tipo Enano, Pegajosa Elizabeth e, inexplicablemente, Tinka Friedman.
"Cómprale un suéter con una bandera pirata", dijo mi marido.
"Eso le dará miedo", dije.
"Si está en la espalda, no lo verá", dijo. "Cúbrele los ojos cuando se lo pongas".
Una pequeña venda podría ser útil. Encontré una escalofriante camiseta negra con calavera y huesos en Thepamperedpup.com ($28, con la palabra ‘Monstruo’ escrita en la parte de atrás).
¿Pero una tela de algodón y lycra abrigaría a Sticky en la lluvia? Llamé a Derek Hovey, el dueño del sitio en la red, para preguntárselo.
"Si lo que quiere es que lo lleve para estar seca en la lluvia, lo mejor sería una gabardina", dijo Hovey. "Pero no hay gabardinas con bandera de pirata. Pero tengo un camiseta con capucha".
"No creo que un capuchón le entre con sus orejas", dije.
"A decir verdad, la capucha a menudo no se pone a los perros sobre la cabeza", dijo. "Es un toque decorativo".
"Sticky misma es un toque decorativo", dije.
El señor Hovey me indicó algunos de sus diseños de gabardinas más populares de su sitio -la Langosta y la Ballena- y también mencionó los impermeables perlados. ("Reversibles", dijo. "Si sale de noche, a cenar a un restaurante, puede usar el otro lado, y tiene un estampado elegante").
La talla era un desafío. Cuando traté de medir a Sticky desde la base de su cuello hasta la base de su rabo, se puso sospechosa de la cinta de medir y brincó fuera mi alcance.
Se imponía el trabajo de campo. Una delegación familiar, consistente de Sticky, Otto, mi hija menor y yo caminamos hasta la Alpha Dog, la tienda de mascotas del vecindario, a inspeccionar la mercadería. No habíamos salido que Otto trató de escabullirse hacia las delicatessen para perros. La dependienta lo interceptó y le puso un impermeable color naranja. Se veía muy guapo. Parecía no haberse dado cuenta de que lo llevaba mientras se acercaba poco a poco hacia los bizcochos orgánicos para perro.
"Sticky es media talla", dijo la dependienta.
Sticky se probó un borroso suéter color turquesa.
"Tinka, ¡te ves tan guapa!", dijo mi hija menor.
Sticky puso cara de dolor.
Sticky se probó un cuello de tortura rosado.
"Hecho para ti, Enano", dijo mi hija.
Sticky se escondió debajo de una mesa.
Sticky se probó un impermeable rojo, con un collar de Conde Drácula.
"Bonito", dije.
Costaba $60.
Lo compramos.
Mi hija preguntó si Otto podía también tener un abrigo. Le dijimos que no. Se lo quitamos. No pareció darse cuenta mientras tambaleaba hacia el mostrador de huesos.
En el paseo hacia casa, mi hija dijo: "Si le compras a Sticky una camiseta demasiado grande, la puede agobiar". Mi hija mayor me aconsejó: "Se verá mucho mejor".
Una indicación de lo lejos que había llegado fue que consideré esta declaración como un buen consejo. En casa vi que Smalldogmall.com tenía dos opciones de calaveras -la camiseta Calavera Feliz ($25) y la camiseta Mala Hasta los Huesos ($38, en negro o rosado)-, pero las dos se veían más bien peso liviano.
"La camiseta está muy bien para dar estar en la casa, pero si sale y hay viento, va a necesitar algo más abrigado", me dijo Robin Weaver, la dueña de Smalldogmall.com
Su perro, Dough, que aparece como modelo de sus diseños en el sitio, prefiere el suéter golpe de látigo ($20), con cuello de tortura, dijo la señora Weaver.
Pero Doug se ve bien con cualquier cosa. Sticky, entretanto, se arrastraba desganada, con su impermeable, por la casa. Ella puede suspirar ruidosamente por las cosas más pequeñas.
Entonces recuperé la cordura. En lugar de un camiseta, pedí unos bizcochos de hígado ($6,19) para Otto en Gooddogexpress.com

Se puede escribir a la autora a slatalla@nytimes.com

5 de enero de 2006

©new york times

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