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tropas renegadas saquean el congo 2


No se puede entender los problemas y conflictos en el Congo sin considerar la maldición de sus riquezas naturales. Segunda entrega. Una historia de saqueo.
[Lydia Polgreen] Bisie, Congo. La saga de Bisie no es más que otro capítulo de la trágica epopeya del Congo. Aunque bendecido con incomparables depósitos de minerales y agua y abundantes tierras fértiles, este extenso país africano en el corazón de África ha conocido poco más que colonización y guerra desde su fundación como colonia bajo el rey Leopoldo II de Bélgica en el siglo diecinueve.
El derramamiento de sangre y el terror ha sido siempre motivados en parte por la insaciable sed global por los recursos del Congo, "la más infame estampida por el saqueo que desfiguró alguna vez la historia de la conciencia humana", como lo puso el escritor Joseph Conrad.
Justo cuando se inventaba la llanta de goma, el rey Leopoldo empezó a succionar hasta la última gota de caucho de las selvas del Congo; su milicia mataba o mutilaba a cualquiera que se le opusiera. Generaciones más tarde, las enormes reservas de cobalto del país, un mineral esencial para la construcción de aviones de guerra, ayudó al gobernante del país que se llamaba entonces Zaire, Mobutu Sese Seko, a mantener a Estados Unidos firmemente detrás suyo durante la guerra fría pese a sus manías obstinadamente represivas y cleptocráticas.
Las riquezas del Congo han jugado un papel protagónico en el conflicto que ha estallado en la última década. La guerra empezó como secuela del genocidio de Ruanda, cuando los autores de la masacre huyeron al vecino Congo. En 1996 Ruanda respaldó un intento de deshacerse de los asesinos, pero pronto estalló un fuerte conflicto regional que se transformó en una guerra de pillaje entre media docena de países y numerosos grupos rebeldes nacionales.
Un acuerdo de paz terminó oficialmente la guerra en 2003 y las elecciones de 2006 dieron al Congo sus primeros líderes elegidos democráticamente en más de cuatro décadas. Y en muchas partes del país, que cubre un área del tamaño de Europa Occidental, la vida vuelve poco a poco a lo normal. Los inversionistas extranjeros, especialmente de China, han empezado a inyectar miles de millones de dólares en la economía del Congo.
Pero aquí en el borde oriental del Congo, la guerra en realidad no terminó nunca. Las inconclusas batallas sobre el genocidio de Ruanda se libran en territorio congolés entre grupos armados financiados por minas rentables, como la de Bisie, y por otras minas controladas por las milicias hutu que llevaron a cabo el genocidio.
Esos combatientes se han estado ocultando en las selvas en el oriente del Congo durante más de una década, sembrando el terror y cosechando las ganancias de los minerales del país. Otras organizaciones ilegales, incluyendo la milicia en gran parte tutsi de Nkunda, han recogido beneficios por los impuestos ilegales cobrados cuando minerales valiosos y otros recursos pasan por territorio controlado por ellas, según analistas y funcionarios de gobierno en la región.

27 de noviembre de 2008
16 de noviembre de 2008
©new york times 
cc traducción mQh
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