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plan of attack: el alegato


[Bob Woodward] Esta es la segunda de cinco entregas sobre cómo se concibió entre sombras la guerra de Irak. El 2 de enero de 2002, el director de la CIA, George J. Tenet, se reunió con el vice-presidente Cheney -a petición de este- para ponerle al día sobre lo que podía hacer la agencia en Iraq.
En los meses siguientes a los ataques del 11 de septiembre de 2001, Iraq no gozaba para Tenet de más prioridad que el terrorismo, pero no era así para los funcionarios de la agencia que lo acompañaban a la reunión: el jefe del Grupo de Operaciones Iraquí, un ex agente de operaciones encubiertas al que sólo se puede nombrar como Saul, su apodo.
Al interior de la División del Próximo Oriente de la CIA, que se encargaba de los países más difíciles y violentos, el Grupo de Operaciones Iraquí era conocido como "La Casa de los Juguetes Rotos". Estaba poblada en gran parte por agentes nuevos, primerizos y otros problemáticos, o de chicos de la vieja guardia esperando la jubilación. Después de asumir el cargo en agosto de 2001, Saul había empezado una revisión completa de lo que sabía la CIA sobre Iraq.
Saul, 43, había trabajado durante años en funciones encubiertas delicadas como oficial de enlace y jefe de operaciones de estaciones de la CIA en todo el mundo. Nació en un pequeño pueblo de Cuba; su padre participó en uno de los fracasos más espectaculares de la CIA: el fiasco de Bahía Cochinos, en el que mil 200 exiliados cubanos fueron abandonados en la playa por sus auspiciadores de la CIA. Como contó Saul a sus colegas, "Yo estoy aquí como resultado del fracaso de una operación encubierta de la CIA".
Ahora Saul tiene un mensaje franco para Chenet acerca de las operaciones encubiertas y de Sadam Husein. Le dijo a Cheney que una operación encubierta no sacaría a Husein. La CIA no era la solución. La única cosa para la que el régimen estaba preparado era justamente para desbaratar un golpe de estado, dijo. Husein se había hecho con el poder con un golpe. Había reprimido golpes. El hijo de puta sabe lo que es un golpe de estado, dijo Saul. Si fueras una unidad militar iraquí y tuvieras balas para organizar un golpe, no tendrías gasolina para los tanques. Y si tienes gasolina, no tienes municiones. Nadie permanece el tiempo suficiente en el poder como para preparar un golpe.
Sólo una operación e invasión militar de Estados Unidos, que la CIA apoyaría, tenía alguna posibilidad de derrocar a Husein, le dijo Saul a Cheney. La agencia había aprendido de operaciones encubiertas en el pasado en Iraq, dijo, y, francamente, la CIA estaba manchada.
"Tenemos un serio problema de credibilidad", dijo. Los kurdos, los chiíes, los antiguos oficiales militares iraquíes y probablemente la mayoría de la gente afín en Iraq conocían la política de tirar la piedra y esconder la mano de la CIA. Para reestablecer su credibilidad, las fuerzas potencialmente anti Husein tenían que sentir la determinación de Estados Unidos. Las preparaciones de una invasión militar masiva podían transmitir ese mensaje, y sólo eso.
Saul le explicó a Cheney los problemas que implicaba dar la cara en las Naciones Unidas y hablar de negociaciones y contención, al mismo tiempo que se decía a los saudíes y jordaneses que Estados Unidos iba a derrocar al régimen con una operación encubierta. Necesitaban una sola política nacional que fuera apoyada por todos y explicada de la misma manera.
Otra lección era que la CIA no podía sostener un programa de operaciones encubiertas durante un período muy largo de tiempo. El régimen podía identificar a algunos de los agentes que la agencia pudiera reclutar y detener. Había que moverse rápido.
Cheney estaba acostumbrado a los informadores que llegaban a su despacho con declaraciones y promesas ambiciosas a nombre de sus secciones o agencias. El mensaje de la CIA, que Saul más tarde transmitió al presidente Bush y al ministro de Defensa, Donald H. Rumsfeld, era todo lo contrario, era sobrio, altamente inusual en su conclusión de que no podía hacer ese trabajo.
Saul estaba descubriendo que las fuentes de información de la CIA en Iraq eran muy poco sólidas.
¿Pero que significa poco sólidas?
Al votar efectivamente a favor de la acción militar como el único medio de derrocar a Husein, la CIA contribuyó en el empuje que llevó a Estados Unidos a declarar la guerra a Iraq.

También contribuiría de otros modos, estableciendo con éxito una red de informantes dentro de Iraq cuyas vidas correrían peligro tanto tiempo como Husein permaneciera en el poder y suministrando el motivo principal para declarar la guerra: que Iraq poseía armas de destrucción masiva.

AGENTES EN EL TERRENO
Con el apoyo de Tenet, Saul, el subdirector John E. McLaughlin y James L. Pavitt, el director de operaciones, trabajaron en un nuevo decreto estrictamente confidencial del servicio secreto para el cambio de régimen en Iraq, que Bush firmó el 16 de febrero de 2002. Ordenaba a la CIA apoyar al ejército para el derrocamiento de Husein y le daba autoridad para apoyar a grupos de la oposición y realizar operaciones de sabotaje en Iraq.
Los costes se calcularon en 200 millones de dólares al año durante dos años. Los líderes de los comités de inteligencia del Senado y de la Cámara de Diputados fueron informados secretamente. Después de algunos debates en el Congreso, el presupuesto fue reducido a 189 millones de dólares para el primer año.
Saul podría organizar lo que llamó "una ofensiva de operaciones de contra-inteligencia" para impedir que el aparato de seguridad de Husein identificara las fuentes de la CIA. Pero lo más importante era que la CIA podría entonces trabajar activamente con las fuerzas de la oposición a Husein y realizar operaciones paramilitares dentro del país.
En marzo, Tenet se reunió en secreto con dos individuos que serían críticos para las operaciones encubiertas en Iraq: Masud Barzani y Jalal Talabani, los líderes de los dos principales grupos kurdos del norte de Iraq. Los dos controlaban áreas separadas de una región kurda casi del tamaño de Maine. Las áreas eran efectivamente autónomas del régimen de Husein en Bagdad, pero las unidades militares iraquíes estaban estacionadas a apenas unas millas de los bastiones kurdos y Husein podía fácilmente poner en movimiento y masacrar a los kurdos como había hecho después de la Guerra del Golfo Pérsico de 1991, cuando se rebelaron esperando la protección de Estados Unidos, que no llegó.
Tenet tenía un mensaje para Barzani y Talabani: Estados Unidos iba en serio, el ejército y la CIA llegarían. Esta vez era diferente. La CIA no estaría sola. Los militares atacarían. Bush hacía lo que decía. Era una nueva era. Husein sería derrocado. Tenet, por cierto, no sabía si lo que estaba diciendo era verdad o no, si habría o no guerra. Pero tenía que entusiasmar a los kurdos para ganarse su colaboración y compromiso.
Estaba a punto de enviar a algunos de sus agentes paramilitares y de terreno a un ambiente muy peligroso.
Tenet tenía una palanca formidable: el dinero. Podía pagar millones, decenas de millones de dólares en billetes de 100 dólares. Si un civil o un funcionario del ministerio de Defensa, o un diplomático del Departamento de Estado, pagara dinero a alguien para hacer algo o cambiar una medida, sería acusados de soborno. La CIA era ese departamento del gobierno que estaba autorizado a sobornar.
Tenet le había dicho a Bush que una parte de ese dinero iba a ser pagado en la conjetura de que serviría para establecer relaciones y demostrar seriedad. Y no todo ese dinero sería bien gastado. Era un cebo, trocitos de pescado dispersos en el agua para atraer a los peces más grandes. En espionaje, a menudo tenías que poner cebo en todas partes. Era una de las cosas en las que el presidente y Tenet coincidían. Bush, el más grande recaudador de fondos políticos de la historia, y Tenet, el tipo con la plata secreto del gobierno de Estados Unidos, conocían el poder reconstituyente del dinero.
Saul sabía que una inteligencia sólida en el terreno y operaciones letales efectivas no se podían hacer desde los flancos. Aunque la CIA había puesto en marcha un masivo programa de operaciones a lo largo de las fronteras de Iraq, necesitaba estar dentro. Saul envió mensajes buscando voluntarios. Al menos una completa estación de la CIA, desde el jefe hacia abajo, se ofreció de voluntaria. Saul reclutó a Tim, un ex marine que hablaba fluidamente el árabe y que era agente de operaciones encubiertas de una estación de la CIA en la región, para dirigir uno o dos equipos paramilitares que enviaría al norte de Iraq.

Saul le dio a Tim instrucciones orales: Quiero que infiltres el ejército de Husein. Quiero que infiltres el servicio de inteligencia. Quiero que infiltres el aparato de seguridad. Quiero tener redes tribales dentro de Iraq que trabajen para nosotros -operaciones paramilitares, sabotaje, espionaje. Quiero que trabajes con los kurdos. Ve si es posible prepararlos y armarlos de modo que puedan detener las fuerzas de Husein en el norte.
En julio, Tim y un comando de operativos de la CIA hizo un viaje por tierra de 10 horas desde Turquía hacia Iraq en un convoy de todo-terrenos, jeeps y un camión para levantar una base en Sulaymaniyah en la región montañosa del norte de Iraq controlada por los kurdos. En octubre, volvieron a ese área con cientos de millones de dólares en billetes de 100 dólares en pesadas cajas de cartón. Montaron una base en un edificio verde lima que bautizaron ´Pistachio´.
Descubre los puntos débiles del régimen y explótalos, ordenó Saul. La guerra se acercaba.
No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a reclutar a algunas fuentes claves. Una de ellas era un oficial en la Organización de Seguridad Especial (SSO), que produjo un cd-rom con seis mil archivos del personal de la SSO -nombres, antecedentes, misiones y muchas fotos de los agentes.
Tan extraordinarios y alucinantes eran los informantes que Tim reclutó, que la CIA les dio el críptico o nombre secreto de DB/ROCKSTARS (DB era Iraq). Tim compró alrededor de 100 celulares a 700 dólares cada uno y proveyó de teléfonos a 87 agentes de ROCKSTAR de Umm Qasr, al sur de Mosul en el norte. Los agentes de ROCKSTAR pudieron entonces llamar a tiempo real a una central operada por oficiales de enlace de Tim.
Para Tenet, el nuevo factor era la ausencia de dudas en la jefatura. Bush no mostraba dudas ni incertidumbre. Pudiera ser prudente anular una decisión previa, retroceder y considerar los antecedentes, pero Bush no estaba hecho de esa manera. Tenet estaba descubriendo que el precio más alto que se paga, es la duda. Había cientos de razones para no actuar. Algunos fueron superados por los problemas y trabajaron en cincuenta variantes acerca de por qué no tenía solución, sin llegar a ninguna parte. Si no dudabas de lo que tenías que hacer, entonces podías salir de los problemas.
Cuando se los expuso a Bush, el presidente preguntó: Bien, ¿cuál es la solución? ¿Cómo arreglas esto? ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Cómo lo haces? Era un nuevo ethos para el servicio secreto. Repentinamente, parecía que no castigaría a los que tomaban riesgos y cometían errores.

SE NECESITAN ESTIMACIONES INEQUÍVOCOS
La CIA no declaró nunca categóricamente que creyera que Husein poseía armas de destrucción masiva. El informe oficial de Inteligencia Nacional de diciembre de 2000 (NIEstimate) concluía que Husein "conservaba una pequeña reserva" de agentes químicos de guerra -no ojivas nucleares- de hasta unas 100 toneladas métricas, y "podía" tener precursores para 200 toneladas métricas más. Esta conclusión se basaba en gran parte en discrepancias de contabilidad entre lo que Iraq le había contado previamente a los inspectores de armas de la ONU y el registro de lo que había sido destruido.
El informe secreto de la Seguridad Nacional sobre armas biológicas concluía que Iraq "continuaba" trabajando en su desarrollo y estaba determinado a tenerlas.
Significativamente, en el testimonio público ante el comité de inteligencia del Senado el 16 de febrero de 2002 sobre amenazas mundiales, Tenet no mencionó a Iraq sino hasta la página 18, dedicándole sólo tres párrafos.
Los senadores demócratas presionaron a la administración para que entregara un nuevo y completo informe de inteligencia o un nuevo informe de Seguridad Nacional sobre Iraq, y Tenet accedió a regañadientes a entregar un apresurado informe de Seguridad Nacional sobre el arsenal de armas de destrucción masiva de Iraq en el otoño de 2002. El Consejo Nacional de Inteligencia, un grupo de delegados de agencias claves, comenzó a filtrar, sortear y asesorar los informes del servicio secreto. El consejo incluía a la CIA, a la Agencia Nacional de Seguridad (que se ocupa de la intercepción de comunicaciones), a la Agencia de Inteligencia de Defensa (del Pentágono), la oficina de inteligencia del Departamento de Estado, la rama de inteligencia del Departamento de Energía, y la Agencia Nacional de Cartografía e Imágenes Aéreas, que realiza labores de reconocimiento aéreo y por satélite.
El grupo tenía una enorme cantidad de materiales, muchos de ellos antiguos y no muy confiables. Iraq seguía siendo uno de los blancos más difíciles del servicio secreto. Husein había mejorado sus métodos para engañar y ocultar las armas -cualesquiera fueran- debajo de la tierra. Los recursos humanos de la CIA en Iraq eran todavía escasos, y los equipos paramilitares -como los dirigidos por Tim en el norte de Iraq- no encontraron nada.
El informe estimativo de la Inteligencia Nacional es sólo eso, una estimación. Durante la Guerra Fría se había transformado en el documento por excelencia porque debía dar al presidente y a su equipo en Seguridad Nacional un panorama general de la capacidad e intenciones de amenazas reales, tales como la Unión Soviética y China. Su formato está diseñado para funcionarios con poco tiempo. Un informe de Inteligencia Nacional extenso, de unas 50 o 100 páginas, tiene una especie de sumario en la portada, con el título de ‘Opiniones Claves', en el que los analistas del servicio secreto tratan de dar una respuesta básica. ¿Sería Castro derrocado? ¿Atacaría Siria a Israel? ¿Ganarían los comunistas en Nicaragua? Durante décadas los informes de Inteligencia Nacional han sido muy criticados por funcionarios -y presidentes- porque los autores se escapan por la tangente y los informes del tipo "por un lado y por otro lado" están llenos de desesperantes reservas. No importara que pasara, alguien terminaría encontrando una frase o un fragmento en el informe que daba cuenta de esa posibilidad.
Stuart A. Cohen, un profesional de la inteligencia de más de 30 años de servicio, era el presidente del Consejo Nacional de Inteligencia cuando se comenzó a preparar la evaluación de las armas de destrucción masiva de Iraq. Le confió a un colega que quería evitar errores, si posible. Si el ‘Opiniones Claves' usa palabras como ‘quizás' o ‘probablemente' o ‘posiblemente', el informe de Inteligencia Nacional sería palabra vana, dijo. En el terreno de la inteligencia las evidencias a prueba de fuego son escasas y los analistas deben tener la capacidad de hacer evaluaciones más allá de ella, pensó Cohen. Las pruebas eran importantes, pero seguían siendo circunstanciales; nadie tenía pruebas de una ampolla de agentes o armas biológicas, o un barril humeante de agentes químicos. Sin embargo, junto a la prueba incontrovertible de que Sadam Husein había tenido armas de destrucción masiva en el pasado -los inspectores de las Naciones Unidas las habían encontrado, probado y destruido en 1990-, la conclusión parecía evidente.

La visión alternativa era que Husein ya no tenía esas armas. Nadie quería decirlo, porque entonces muchos de los informes de inteligencia tendrían que ser desechados. La mejor respuesta, y la más realista, era que probablemente tenía armas de destrucción masiva, pero no había pruebas y el caso era circunstancial. Dada la libertad de acción para hacer "una evaluación" [el informe de Inteligencia Nacional, National Intelligence Estimate], que en la definición de diccionario no es más que una "opinión", el consejo se inclinaba por una declaración fuerte. Nada de palabras vanas.

Los analistas de la CIA mantuvieron largas discusiones sobre el tema de evitar los errores. A veces, muchos de ellos, como John McLaughlin, pensaron que tenían que atreverse a cometer errores para ser claros en sus evaluaciones. Ese verano, McLaughlin le dijo a los miembros del Consejo de Seguridad Nacional que la CIA pensaba que Husein tenía probablemente armas de destrucción masiva, pero otros exigieron pruebas más directas. La CIA no tenía una muestra de carbunclo, y tampoco tenía a la mano muestras de armas químicas.
Los analistas y agentes del servicio secreto trabajaron sobre el informe durante tres semanas. El 1 de octubre de 2002, Tenet presidió el Directorio Nacional de Contraespionaje, que reúne a los directores de todas las agencias de inteligencia y que publica y certifica los informes de Inteligencia Nacional. Nadie ponía en duda las conclusiones más importantes. Tenet pensó que tenía a un grupo de gente lista a la mesa que sabían cómo interpretar adecuadamente un informe.
El documento con el sello de Estrictamente Confidencial, de 92 páginas, decía en el sumario Opiniones Claves, sin más, "Bagdad posee armas químicas y biológicas". A partir de esa llamativa afirmación, el informe de Inteligencia Nacional empieza una lenta marcha atrás, con errores evidentes, aunque ignorados.
Se encuentra un indicio de duda en el segundo párrafo de las Opiniones Claves. "Creemos que sólo hemos visto una parte del arsenal de Iraq en armas de destrucción masiva". Este es un tipo de afirmación que se encuentra en cualquier informe de inteligencia -nunca vemos otra cosa que una parte. Al final, las ambigüedades comunicaron una inmensa duda.
La oficina de inteligencia del Departamento de Estado emitió un apéndice de 11 páginas delineando sus objeciones y desacuerdos con el informe de Inteligencia Nacional, particularmente sobre las armas nucleares, diciendo que la evidencia no mostraba siquiera "un caso convincente" de que Iraq tuviera "un plan integrado y comprehensivo para adquirir armas nucleares".
El 19 de diciembre de 2002, la consejera nacional de seguridad, Condoleeza Rice, les preguntó a Tenet y a McLaughlin qué sólida era la acusación sobre las armas de destrucción masiva y qué lo que se podía decir públicamente. En otubre, el informe nacional de la agencia que había concluido que Sadam Husein tenía armas químicas y biológicas había estado circulando desde hacía más de dos meses; las leyes que apoyaban la guerra habían sido aprobadas por casi tres votos contra uno; y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde una resolución a favor de las inspecciones de armas había sido aprobada unánimemente por 15 votos, apoyaba activamente las inspecciones en Iraq. Sin embargo, algo faltaba. Incluso el subsecretario de Defensa, Paul D. Wolfowitz, había comentado recientemente sobre la naturaleza poco conclusiva de los informes sobre las armas de destrucción masiva de Husein.
Dos días más tarde, Tenet y McLaughlin fueron citados en el Despacho Oval. La reunión se había convocado para presentar "Las Pruebas" sobre las armas de destrucción masiva como si fuera a tener lugar una vista ante un jurado para la aprobación de documentos top secret. Había muchas expectativas. Además del presidente, se encontraban Cheney, Rice y Andre H. Card Jr., el jefe del Estado Mayor de la Casa Blanca.
Con algo de fanfarria, McLaughlin empezó su presentación con una serie de grandes planos. Era un borrador, aclaró, todavía estrictamente confidencial y no aprobado para su circulación. La CIA quería reservarse el derecho a vetar lo que podía ser revelado, para proteger sus fuentes y métodos de detección, en caso de que no se llegara al conflicto armado.
Cuando McLaughlin terminó, tenía el presidente la expresión de, ¿Qué es esto? Siguió un breve silencio.
"Bonito intento", dijo Bush. "No creo que esto sea..., sea algo que el público entenderá o que le inspire confianza".
También Card se quedó pasmado. La presentación era un fracaso. En términos de márketing, los ejemplos no servían para nada, los planos no servían, las fotos no impresionaban, las intercepciones estaban lejos de convencer.
Bush se volvió a Tenet, "Me han contado todo sobre los informes de inteligencia sobre las armas de destrucción masiva y ¿esto es todo lo que tenemos?"
Desde el final de uno de los sofás del Despacho Oval, Tenet se levantó y alzó los brazos. "¡Es una clavada!", dijo el director de la CIA.
Bush insistió. "George, ¿estás seguro?
Tenet, un aficionado al básquetbol que asistía toda vez que podía a las partidas del equipo de su antigua Universidad de Georgetown, se inclinó hacia adelante y levantó los brazos nuevamente, "¡No se preocupe! ¡Es una clavada!"
No era habitual que Tenet se mostrara tan seguro. Desde la presentación de McLaughlin, Card estaba preocupado de que hubiera dudas, pero la doble confirmación de Tenet con esa frase sacada del básquetbol fue memorable y reconfortante. Cheney no tenía motivos para dudar de la afirmación de Tenet. Después de todo, era el jefe de la CIA y sabía más que todos. Más tarde el presidente recordó que la presentación de McLaughlin "no habría pasado la prueba del tiempo". Pero, dijo Bush, la confirmación de Tenet, "Fue muy importante".
"Se requiere todavía más trabajo", dijo Bush a Card y Rice. "Reunamos a gente que haya de verdad preparado un caso ante un jurado". Quería abogados, fiscales si era necesario. Tenían que salir al público con algo.

El presidente le dijo varias veces a Tenet, "Asegúrate de que nadie tuerza nada para ganar el alegato".

LIBBY PERFILA EL ALEGATO
Tenet y McLaughlin aclararon que no querían escribir un discurso para un nombramiento político o para la elección de un oficial. Éso sería como cruzar la línea. Ellos limpiaban los discursos a la búsqueda de hechos. Tampoco querían escribir un documento que contuviera elementos de venta o de márketing. Así, el resultado fue un informe seco y clínico, con notas a pie de página especificando las fuentes. El texto, de 40 páginas, fue enviado a la Casa Blanca el 22 de enero de 2003, señalando que todavía era estrictamente confidencial.
El presidente estaba decidido a pasar la evidencia a abogados con experiencia que podrían usarla para preparar el mejor caso posible. El documento le fue entregado por el subdirector de Rice, Stephen J. Hadley (graduado de Yale en leyes en 1972) y el ayudante de Cheney, I. Lewis ´Scooter´ Libby (leyes, Columbia 1975). Visitaron los cuarteles de la CIA e hicieron una serie de preguntas que la agencia respondió por escrito.
Por lo que sabía Libby, la CIA había probado que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva y vínculos importantes con los terroristas. La CIA había estado recabando inteligencia sobre las armas de destrucción masiva de Iraq durante décadas. No había duda de lo que pensaba la agencia. El informe de Inteligencia Nacional de octubre decía que Husein poseía armas químicas y biológicas, y Tenet había declarado que el caso era una clavada. Libby creía que la agencia, que tenía la dura labor de filtrar y evaluar tanta información, no tenía a veces tiempo o pasaba por alto materiales potencialmente importantes, datos de inteligencia que podían no ser definitivos, pero que completarían el mosaico.
El sábado 25 de enero, en el Salón de Crisis, Libby hizo una larga presentación ante Rice, Hadley, el subsecretario de Estado, Richard L. Armitage, Wolfowitz, el jefe de comunicaciones de la Casa Blanca y el escritor de discursos Michael Gerson. Aunque oficialmente no se había retirado todavía del staff de la Casa Blanca, Karen Hughes también estaba ahí. Karl Rove, el director político de la Casa Blanca, entraba y salía de la reunión.
Con un grueso fajo de papel, Libby delineó la última versión del alegato contra Husein. Empezó con una larga parte sobre los informes de inteligencia obtenidos de satélites, de intercepciones y de agentes, que mostraban los intentos de ocultar y engañar. Había cosas que estaban siendo excavadas, trasladadas y vueltas a enterrar. Nadie sabía con certeza de qué se trataba, pero las ubicaciones y el sigilo se ajustaban al esquema de ocultamiento de armas de destrucción masiva.
Comenzó cada parte con conclusiones claras: Husein tenía armas químicas y biológicas, las estaba produciendo y ocultando; sus lazos con la red Al Qaeda de Osama Bin Laden era numerosos y fuertes.

Libby dijo que se creía que Mohammed Atta, el jefe de los ataques del 11 de septiembre, se había reunido con un agente secreto iraquí en Praga y citaba fuentes del servicio secreto que reportaban hasta cuatro encuentros. Los otros sabían que la CIA tenía pruebas de quizás dos reuniones, y no se sabía qué estaba haciendo Atta en Praga ni si se había reunido con el agente iraquí. Libby habló durante casi una hora.
Armitage estaba horrorizado de lo que consideraba exageraciones e hipérboles. Libby sacaba las peores conclusiones sobre la base de fragmentos y hebras de seda.

Por otro lado, Wolfowitz, convencido durante años de la complicidad de Iraq con el terrorismo anti-americano, dijo que Libby había presentado un caso convincente. Apoyaba la noción del ministro de Defensa, Rumsfeld, de que la falta de evidencias no significaba que algo no existiera.
La respuesta más importante provino de Karen Hughes. Dijo que como ejercicio de comunicaciones, no servía. Las radicales conclusiones en los titulares de cada sección eran exageradas. El presidente, dijo, quiere que se vea como en la vieja serie de televisión ´Dragnet´, "Sólo los hechos". Que la gente saque sus propias conclusiones.
¿Quién presentaría el caso? Rice y Hadley cavilaron sobre el asunto. El alegato tenía que hacerse ante las Naciones Unidas, de modo que el jefe de la diplomacia, el secretario de Estado Colin L. Powell, era la elección lógica. Hadley creía que había razones adicionales para elegir a Powell. Primero, para tener un máximo de credibilidad sería mejor hacer contrapeso y todo el mundo sabía que Powell tenía una postura blanda sobre Iraq, que era el que no quería ir a la guerra. Luego, Powell estaba consciente de su credibilidad y reputación. Estudiaría el caso de los servicios secretos cuidadosamente. En tercer lugar, cuando Powell estaba preparado, sonaba muy convincente.

"Quiero que te ocupes tú", dijo Bush al secretario de Estado. "Gozas de la credibilidad para hacerlo".
Powell se sintió elogiado de que le pidieran hacer lo que ningún otro podía hacer como él.


Mark Malseed contribuyó a este reportaje.

19 abril 2004
©the washington post ©traducción mQh"

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