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cura acusado de secuestro y asesinato


[Larry Rohter] La Plata, Argentina. Los fieles de la ciudad costera chilena del Quisco conocían a su cura simplemente como el Padre Christián González. Sólo su acento delataba que era argentino.Así, fue todo un shock para ellos cuando debió viajar a Argentina el año pasado para hacer frente a acusaciones de delitos cometidos durante la dictadura militar de los años setenta. Christián von Wernich, su nombre real, está acusado de 19 cargos de asesinato y 33 de secuestro y tortura.
El Padre von Wernich, de 65 años, ha surgido como el potente símbolo de las atrocidades institucionales de ese período, cuando la junta perseguía a los opositores de izquierdas, a veces con el apoyo de la jerarquía de la Iglesia Católica Romana. Ha llamado la atención porque combina ambos elementos: era un sacerdote que también trabajaba para el gobierno, como capellán de la temida policía provincial de Buenos Aires.
Ese trauma de hace tres décadas será reabierto, ahora que el presidente Néstor Kirchner abolió la ley de amnistía que protegió durante tanto tiempo a los responsables de esos abusos. El Padre von Wernich fue acusado en septiembre e impugna los cargos, sobre bases tanto constitucionales como religiosas.
Pero eso no ha impedido las protestas, tanto en Argentina como en Chile, países que sufrieron sus propias dictaduras, contra el rol pasado de la iglesia y para saber si los jerarcas religiosos conspiraron para proteger a un sacerdote acusado de participar en los abusos de la 'Guerra Sucia'.
"Hubo otros sacerdotes que apoyaron o bendijeron la dictadura y las medidas represivas que empleaba", dijo Marta Vedio, una abogada de la Asamblea Permanente para los Derechos Humanos, el grupo que ha realizado la investigación que condujo a la acusación formal del cura aquí en La Plata. "Pero que un sacerdote haya participado tan directa e intensamente en la represión y la tortura, eso golpea duramente en una sociedad que se considera a sí misma esencialmente católico-romana".
El Vaticano no ha tratado directamente estas preguntas sobre la conducta de la iglesia durante la dictadura. Durante sus visitas a la Argentina, el Papa Juan Pablo II hizo sólo vagas referencias que hasta pueden ser interpretadas como una apología indirecta de esa conducta. Con respecto al Padre von Wernich, autoridades eclesiásticas locales en Argentina y Chile han permanecido largo tiempo en silencio. El Reverendo Jorge Oesterheld, portavoz de la Conferencia Argentina de Obispos, dijo que aunque el caso era doloroso -porque implicaba Aactos vergonzosos y lamentables-“, la iglesia argentina "no tiene jurisdicción sobre esta materia". Es un tema para la diócesis, dijo.
Monseñor Martín Elizalde, el obispo de la casa diocesana del sacerdote en Argentina, en una declaración pública emitida poco después de que el Padre González fuera denunciado, el pasado mayo, rechazó que la diócesis se hubiese comportado de manera impropia en el tratamiento del caso del sacerdote. La iglesia no es responsable, dijo. "No había cargos pendientes contra él desde que se marchó a Chile".
Semejantes desmentidos han desilusionado a los fieles católicos de ambos países, especialmente porque los vínculos del Padre von Wernich con la dictadura habían sido bien demostrados antes de que desapareciera de vista en 1996, para emerger en Chile siete años después, con un nombre diferente, en circunstancias que las autoridades eclesiásticas se niegan a explicar.
"La política de la iglesia ha consistido en mantener silencio, silencio, silencio", dijo en una entrevista el autor de 'Cursed Art Thou: The Church and Illegal Repression' [Dios Te Maldiga: La Iglesia y la Represión Ilegal], Hernán Brienza. AObviamente, ha habido un acuerdo para proteger a von Wernich de la opinión pública en Argentina enviándole a Chile, un lugar donde nadie le conocía. Pero no sabemos cómo ni cuándo se transformó en el Padre González". Brienza colaboró en exponer el año pasado la nueva identidad del cura, como miembro de un equipo de investigación formado por dos revistas.
En 1983, una década después de la restauración de la democracia argentina, el Padre von Wernich fue el blanco de marchas de protesta que obligaron a la jerarquía católica a trasladarlo de una parroquia a otra. Antiguos presos políticos dieron escalofriantes detalles ante comisiones oficiales del traicionero modus operandi del cura en su ayuda a la junta militar.
Después de haber sido torturados intensamente durante días, recordaron los presos, el Padre von Wernich aparecía ofreciendo consuelo espiritual. Pero al mismo tiempo trataría de obtener información, pidiendo a los detenidos a "hacer las paces con Dios" reconociendo sus actividades políticas e identificando a sus camaradas todavía libres.
"Una vez oí a Christián von Wernich responder a un detenido que rogaba por su vida, que 'la vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración'", dijo en una vista el antiguo preso político Luis Velasco. ATambién le he oído defender y justificar la tortura, y ha reconocido haber estado presente. Cuando se refería a una operación, decía, 'Ésa operación fue nuestra...'"
La acusación más seria contra el Padre von Wernich data de la ejecución en 1977 de siete jóvenes, todos ellos presos políticos que pertenecían a grupos de extrema izquierda. Los asesinatos, se lee en la acusación, formaban parte de un plan policial para extorsionar a las familias de los presos, proponiéndoles un pago para obtener la libertad de sus hijos.
Imaginando que un sacerdote, naturalmente, inspiraría confianza, los agentes enviaron al Padre von Wernich a recolectar los mil 500 dólares de cada familia. Como prueba de que estaban todavía vivos, entregó cartas escritas por los detenidos. Una vez recogido el dinero, los presos fueron sacados del centro clandestino de reclusión y asesinados. Una de las detenidas estaba embarazada.
Según el testimonio de Julio Alberto Emmed, un antiguo agente de policía que admitió su participación en el crimen y dijo que se iba a presentar a declarar como un acto de penitencia, el Padre von Wernich presenció él mismo al menos tres de los asesinatos.
Emmed dijo que los presos fueron subidos a un coche y que les dijeron que los llevaban al aeropuerto, donde los dejarían en libertad. En lugar de eso, les golpearon hasta dejarles inconscientes, dijo.
"El cura estaba en el vehículo conmigo", recordó en su testimonio jurado, diciendo que cuando uno de los presos fue golpeado con una pistola, "se le causaron varias heridas, con un abundante derrame de sangre, que manchó al cura, al chofer y a dos de nosotros que estábamos junto al sacerdote".
Cerca del aeropuerto, el coche se desvió bruscamente hacia un sitio eriazo, dijo Emmed. El Padre von Wernich observó mientras los agentes de policía y un doctor de la policía terminaban su atroz tarea.
"Los tres subversivos estaban todavía vivos y sus cuerpos fueron sacados del coche y arrojados al suelo", dijo Emmed. "El doctor les inyectó, una vez a cada uno, directamente en el corazón, un líquido rojizo que era venenoso". Cuando una de las víctimas mostró signos de estar todavía viva, fue matada con un balazo en la cabeza, declaró.
Después, los participantes, incluyendo al Padre von Wernich, organizaron un asado para celebrar la operación, "y nos cambiamos la ropa porque estaba llena de sangre", dijo Emmed. Viendo que Emmed estaba angustiado por lo que acababan de hacer, el Padre von Wernich trató de consolarlo.
"Lo que has hecho es necesario para el bien de la patria", dijo el sacerdote, según Emmed. "No hay razón para que te sientas mal. Llevaste a cabo un acto patriótico, y sólo Dios sabe que lo que estamos haciendo es por el bien del país".
En Chile, donde sirvió en el balneario marítimo de El Quisco, el impacto que ha causado su caso ha sido casi tan dramático como en Argentina. Durante la dilatada dictadura del general Augusto Pinochet, el cardenal Raúl Silva Enríquez, de Santiago, jugó un importante papel en la defensa de los derechos humanos, de modo que las acusaciones de complicidad de la iglesia en la protección del Padre von Wernich han causado conmoción.
"Soy cristiano, y no puedo juzgar porque todos somos pecadores", dijo una de sus antiguas feligresas, Isabel Beltrán de Ávalos el domingo pasado antes de la primera misa de Cuaresma en la iglesia de San Juan el Evangelista, en El Quisco, en la calle de los Lobos Tranquilos.
Enterarse de los cargos contra él le "ha causado una repugnancia tan grande dentro de mí, que estuve un año sin ir a misa. Sólo he vuelto ahora en Cuaresma", dijo.
El Padre von Wernich era "tan encantador y tan simpático que fue difícil creer todas las cosas que se comenzaron a decir de él", agregó la señora Ávalos. "Yo tenía colegas y vecinos que fueron detenidos por los militares, y que nunca volvimos a ver, y no quiero que eso vuelva a ocurrir. No podemos permitir una cosa semejante".
Desde su celda de la cárcel, el Padre von Wernich impugna los cargos en su contra y ha pedido a los jueces que lo liberen de lo que considera una "detención ilegal".
En el juicio, el cura reconoció que había sido visitante habitual del centro de detención clandestino de la policía, pero se negó a dar detalles de sus conversaciones con los presos. De hacerlo, declaró, violaría uno de sus votos sagrados, porque significaría "violar el secreto de la confesión".

26 abril 2004 ©the new york times ©traducción mQh

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