no quiero que me maten: eutanasia
¿Qué los hace exiliarse voluntariamente a esas alturas de su vida en un país donde se habla otro idioma? El temor a la eutanasia, lo que no deja de sorprender ya que, según la ley, ésta sólo puede practicarse a expresa y repetida petición del paciente.
Otro hecho que da cuenta de este miedo es la creación de hospitiums, un nuevo tipo de institución que surgió en Holanda para cobijar a los ancianos o enfermos de extrema gravedad que quieren tener la seguridad de que no se los va a matar. Son financiados por la caridad pública y con aportes de los propios jubilados por lo que los cupos son limitados. De ahí que aquellos que cuentan con más recursos decidan finalmente emigrar.
El doctor holandés Karel Gunning, enfermo de Parkinson y presidente de la Federación Mundial de Médicos por la Vida, contó al diario italiano Avvenire la otra cara de la "dulce muerte" o "muerte con dignidad", como se ha llamado tantas veces a la eutanasia.
"La gente tiene miedo, especialmente los pobres y los viejos enfermos. Algunos incluso llevan siempre en su bolsillo -y en una placa que se cuelgan al cuello- una declaración en que se oponen a ser sometidos a la eutanasia. Lo que pasa es que al principio hacía falta la explícita petición del paciente, pero ahora se puede presumir que los comatosos y los niños con graves malformaciones, incapaces de hablar, también pueden quererla y se les aplica. No me extraña en absoluto que esto ocurra. Antes la eutanasia se admitía sólo en pacientes terminales, pero ahora se amplió a las personas con depresión psíquica".
Cuenta un caso ocurrido en la ciudad de Assen, en la primavera de 1993. Allí un tribunal de tres jueces holandeses absolvió a un psiquiatra que había colaborado con el suicidio de su paciente, una mujer de 50 años perfectamente sana que había perdido a sus dos hijos y acababa de divorciarse. El tribunal dictaminó que el psiquiatra, el doctor Boudewijn Chabot, actuó legítimamente, porque su paciente era competente para tomar libremente la decisión de morir. Su sufrimiento era irremediable y, por lo tanto, el especialista había cumplido con el requisito legal.
En otro caso, la eutanasia benefició a una joven de 25 años que sufría de "anorexia mental" y en 1998, un senador socialista de 86 años, Edward Brongersma, logró que acabaran con su existencia, "porque estaba cansado de vivir", ni siquiera se encontraba deprimido o enfermo. El caso fue llevado a la justicia que declaró culpable al médico Philip Sutorius, aunque éste no tuvo que cumplir ninguna condena.
Gunning relata también otro episodio que lo conmovió. "Conozco a un oncólogo que tenía una paciente con cáncer al pulmón. Ella sufrió una crisis respiratoria y debió ser hospitalizada. La mujer no quería por nada del mundo llegar al hospital, no quiero que me maten' le imploraba a su doctor. Él le aseguró que eso no pasaría, la acompañó a la clínica y la vigiló. Después de 36 horas, la paciente respiraba normalmente y sus condiciones mejoraron. El médico se fue a dormir. A la mañana siguiente fue a verla y no la encontró en su pieza: un colega había acabado con ella porque faltaban camas en el hospital".
El especialista supo también de otro caso tragicómico. El del hijo de un anciano agónico que pide a los médicos del hospital que "aceleren el proceso" de modo que el funeral pueda tener lugar antes de su viaje de vacaciones al extranjero. Los pasajes estaban ya comprados. Los médicos obedecen y aumentan la morfina, pero horas después el paciente se recupera milagrosamente. Estaba sentado en su cama feliz y de buen humor. El aumento de la dosis de la morfina había logrado calmar sus dolores.
"Historias de este tipo se cuentan ahora entre los doctores como si fueran de lo más normal: matar a un paciente para complacer a los familiares. En este país se está dando la insólita paradoja de que quienes optan por no morir antes de tiempo son tachados de egoístas por sus propios parientes. ¿Cómo es posible que siendo una carga para la familia y el Estado se aferren a la vida? Esa es la pregunta que les hacen", concluyó Gunning.
TESTAMENTOS EN VIDA
La ONU se pronunció en su momento respecto a esta ley. El relator del Comité de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Ekhart Klein, expresó el temor de que se cometieran abusos en abril de 2002, el año en que el Parlamento holandés despenalizó la eutanasia activa y el suicidio asistido, aunque estos se venían tolerando y efectuando desde 1973.
Más que la ley en sí, al relator le preocupaba que los médicos se fueran acostumbrando a la eutanasia hasta llegar a considerarla como una rutina, una tarea común y corriente. Klein se oponía además a que jóvenes de 16 años pudieran acceder a ella (los holandeses querían en principio que la edad mínima fuera los 12 años, pero quedó en 16).
Sin embargo, la ley se aprobó igual y en septiembre de 2002 Bélgica también legalizó esta práctica (a partir de los 18 años) y fue incluso más allá al incluir no sólo a los pacientes terminales sino también a quienes padecen "un insoportable sufrimiento psíquico o físico". Claro que en los casos donde no existe una enfermedad incurable, el médico debe reflexionar un mes y pedir el consejo de dos colegas. En Bélgica se estima que hay 600 casos de eutanasia al año.
Tanto en ese país como en Holanda las personas sanas y jóvenes pueden anticiparse a la eutanasia y evitarle a la familia el dolor de tener que tomar por ellos esa decisión. Para ello suscriben un testamento en vida que rige cuando el paciente cae en estado de coma. Allí manifiestan que se les aplique la eutanasia cuando no sea posible una recuperación. El documento debe ser renovado, eso sí, cada cinco años. El dilema queda entonces en manos de los médicos, los encargados de decir si el paciente tiene o no posibilidad de salvarse.
En Holanda, los casos de eutanasia activa y suicidio asistido constituyen cerca del nueve por ciento de las defunciones totales al año. Pero se prevé que hay una cifra oculta de casos no declarados que queda sólo entre el médico, el paciente y su familia. Esto se debería sencillamente a lo engorroso que resulta el procedimiento a seguir.
Es tal la cantidad de dudas que todavía persisten en torno a este tema que las embajadas de los Países Bajos en el extranjero han debido publicar folletos explicativos una y otra vez para aclarar los malentendidos. Ha pasado que a la embajada en Londres llegan numerosas solicitudes de ancianos británicos enfermos que quieren viajar a Holanda para que les practiquen la eutanasia. "Se decepcionan cuando saben que esto no es como llegar y comprar una aspirina", dijo un diplomático holandés.
Para quienes piensan que en ese país se pone fin a la vida de muchos ancianos en contra de su voluntad porque no pueden pagar los hospitales, la respuesta oficial es esta: los cuidados médicos en Holanda son gratuitos (aunque está claro que es el Estado y sus ciudadanos laboralmente activos- los que asumen el costo).
Los enfermos sometidos a un sufrimiento intolerable y estéril pueden dar su consentimiento (o en su defecto la familia) para la eutanasia y solicitarla al médico tratante. La aprobación, sin embargo, la da otro médico, quien junto a un juez y un especialista en temas éticos son los encargados de evaluar cada caso.
25.01.2004 ©la tercera
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