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gobernador implicado en asesinatos


[Jon Jeter] Santiago del Estero, Argentina. Los huesos no revelaron nada. Dispersos en un trigal, lo que quedó del mutilado cuerpo de Leyla Bshier revelaba poco sobre su muerte, dijeron los detectives a reporteros locales.
Fue el segundo cuerpo encontrado el que sí lo hizo, según informes noticiosos basados en la pesquisa policial. El descompuesto cadáver de Patricia Villalba fue descubierto 20 días después, en un terreno eriazo, a metros de donde fue encontrada Leyla. Las marcas en sus muñecas indicaban que había sido atada, dijo la policía a los reporteros, y una metódica serie de cortes, cardenales y quemaduras a lo largo de su cuerpo indicaban que había sido torturada.
La ira que siguió a las horribles muertes de las dos jóvenes -sorprendentemente guapas- hace 16 meses ha centrado la atención en uno de los últimos jefes políticos provinciales de Argentina, Carlos Juárez, que, junto con Antonio Musa Azar, el antiguo y temido jefe provincial de la policía secreta, y un clique de jueces, agentes de policía y hombres de negocios ha controlado esta árida provincia como si fuesen señores feudales, según activistas y analistas políticos.
Los detectives dijeron que Leyla Bshier fue asesinada durante una orgía con cocaína en la que participaron el hijo de Azar y otros cercanos a Juárez, que dijeron que habían cortado su cuerpo y con los trozos habían alimentado a los grandes felinos y aves silvestres del zoológico privado de Azar.
Después de que el novio de Patricia Villalba le contara días después lo que había pasado, los fiscales dijeron que había sido secuestrada del puesto de frutas donde trabajaba, torturada con una picana y otros instrumentos, y finalmente matada.
Durante más de un año, las familias y amigos de las dos mujeres han organizado semana a semana unas protestas que han gatillado una ampliación de la investigación criminal y la destitución de las autoridades provinciales. La policía ha detenido a algunas personas conocidas de la provincia de Santiago del Estero, incluyendo a Azar, Juárez (de 87), y su esposa, Mercedes Aragonés, la actual gobernadora de la provincia.
El juez que investiga los asesinatos de las mujeres afirma que Aragonés, Juárez, jueces y algunos agentes de policía estaban implicados en intentos de encubrir los asesinatos.
"Son todos corruptos", dijo Olga Villalba, la madre de Patricia.
Un interventor designado por el presidente Néstor Kirchner para gobernar la provincia ha purgado a jueces, agentes de policía y políticos. La investigación criminal se ha transformado en una investigación de gran alcance sobre la corrupción, incluyendo robos de los fondos de pensión provinciales y violaciones a los derechos humanos que tuvieron lugar entre 1976 y 1983, el período de la represión conocido como la guerra sucia, durante la cual la dictadura militar mató a más de 30 mil personas y levantó expedientes de cerca de 40 mil ciudadanos de Santiago del Estero.
"El temor y la represión han gobernado Santiago del Estero durante más de 50 años", dijo Cristina Torres, directora de la oficina de derechos humanos de la Iglesia Católica. "Pero los asesinatos de esas dos mujeres fue el punto límite para un montón de gente de aquí".
Esta somnolienta ciudad a las riberas de Río Dulce, donde las tiendas cierran en las tardes por siesta y los coches comparten las calles con burros, es uno de los últimos bastiones de los caudillos de la vieja escuela.
"La gente quiere una democracia más madura", dijo Raúl Dargoltz, profesor de historia en la Universidad Nacional de Santiago del Estero. "El problema es que Juárez y el establishment político manejaron esta crisis de la misma manera que lo hubieran hecho 50 años atrás".
La violencia política en Argentina alcanzó su punto más alto después del golpe militar de 1976. Los gobernadores provinciales como Juárez, que apoyaban la dictadura militar, fueron dejados en sus puestos. Torres, de la oficina católica de derechos humanos, fue una de las más de 100 personas de Santiago del Estero que declararon este pasado año ante una comisión de investigación sobre las detenciones y torturas a manos de las fuerzas de seguridad provinciales.
"Dijeron que yo quería volar una comisaría", dijo Torres, que entonces era una estudiante universitaria de 20 años cuando fue detenida y encarcelada durante dos años, sin cargos. "Dijeron que me dejarían ir a casa si firmaba un papel reconociendo la autoridad militar".
Pablo Lanusse, un antiguo fiscal elegido por Kirchner para administrar la provincia, dijo en una entrevista reciente a un periódico local, "No es fácil olvidar 50 años de terror".
Juárez, según su abogado, rechazó conceder una entrevista. Dijo recientemente a diarios locales que el estado no estaba implicado ni en la violencia ni en el espionaje ni en ningún intento de encubrimiento.
"¿Cómo podríamos, mi mujer y yo, encubrir los asesinatos?", dijo a periodistas durante una entrevista en marzo. "Esta no es la provincia del terror, como se afirma".
El viernes tarde pasado, cerca de 100 manifestantes recorrieron la media milla que separa la plaza mayor del edificio del capitolio, llevando pancartas que decían: Justicia para Leyla y Patricia.
"Si es necesario, marcharemos toda la vida", dijo Younes Abraham Bshier, el padre de Leyla. "Queremos en prisión a los responsables de esta atrocidad".
Su hija era una mujer extrovertida, que gustaba de fiestas y de motos y esperaba inscribirse en la universidad este año, dijo Bshier.
Los detectives dijeron que habían encontrado sangre, carne y fragmentos de hueso en el zoológico de propiedad de Azar. Leyla había ido a una fiesta organizada por el hijo de Azar, de 21, que se transformó en violenta, dijeron los fiscales. Su cuerpo fue cortado en trozos utilizando un hacha., y dado a comer a los pumas y leones del zoo de Azar, y luego dejado en un campo, dijeron los funcionarios.
Leyla y Patricia no se conocían, dijo Villalba, la madre de Patricia. Pero los detectives dijeron que el novio de Patricia participó en la fiesta en la que fue asesinada Leyla y luego le contó a Patricia, a la que según las autoridades mataron para impedirle hablar.
"Era nuestra felicidad", dijo Villalba. "Era la persona más cálida que te puedas imaginar. Podía hablar con alguien al que había encontrado hace 5 minutos como si lo conociera de toda la vida".
"Santiago del Estero ha tenido miedo siempre", dijo. "La gente se quedaba en casa por la noche para evitar tener problemas con la policía. Pero la gente ya no tiene miedo. Queremos que las cosas cambien".


©washington post ©traducción mQh

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