ejército critica a bush
[Sidney Blumenthal] El presidente puede ver su misión en Iraq como una guerra santa, pero estrategas del Pentágono se sienten frustrados de ser ignorados y mal tratados por la administración. Junto con enfrentarse a crecientes críticas de la prensa e incluso de algunos gobiernos de la coalición por los maltratos y asesinatos de prisioneros de guerra, el gobierno estadounidense debe responder también a críticas de comandantes de las fuerzas armadas por la caótica política de la guerra. Así informaba Blumenthal el 15 de abril pasado.
Hace casi exactamente 43 años, el 21 de abril de 1961, el presidente John F. Kennedy dio una conferencia de prensa para responder a preguntas sobre la desastrosa invasión, aprobada por él, de Bahía de Cochinos, Cuba, emprendida por exiliados cubanos.
"Hay un viejo dicho", dijo entonces, "que dice que la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana... Yo soy el funcionario responsable del gobierno y eso es muy obvio". Expresó en privado incredulidad y desdén por el repentino aumento de su popularidad. "Cuanto peor lo hago, más popular me hago". Le observó a su ayudante, Ted Sorensen: "¿Cómo pude estar tan equivocado? Nunca antes dependí de los expertos. ¿Cómo pude ser tan idiota de dejarles que siguieran?"
El miércoles, el presidente Bush dio su tercera conferencia de prensa en horario de mayor audiencia y se le preguntó tres veces si aceptaba alguna responsabilidad por no haber prestado atención, antes del 11 de septiembre, a las amenazas, a pesar de haber recibido el 6 de agosto de 2001 el memorándum presidencial diario titulado ´Bin Laden Resuelto A Atacar A Estados Unidos´. "Estoy seguro de que algo se me ocurrirá, a pesar de toda la presión de esta rueda de prensa, y se me ocurrirá alguna respuesta, pero todavía no se me ocurre nada", dijo. "Yo no he..., es que estoy bajo presión ahora mismo, y quizás no soy tan rápido como debería en dar una respuesta".
La rueda de prensa de Bush fue la culminación de sus recientes esfuerzos para contener el desangre causado por las heridas políticas de sus desastrosos resultados en las encuestas desde que la comisión del 11/9 comenzara sus audiencias públicas y el asesinato en Faluya de cuatro contratistas desencadenara una espiral de violencia en Iraq. Bush trató de eludir su responsabilidad, declarando que el memorándum del 6 de agosto sobre el que se veía obligado a levantar el secreto oficial ante la insistencia de la comisión no contenía "datos operacionales", incluso si mencionaba como objetivos específicamente el World Trade Center, otros edificios oficiales en Nueva York (muchos de ellos alojados en el WTC) y Washington. Como su asesora en seguridad nacional, Condoleeza Rice, afirmó que como ese funesto memorándum, preparado por la CIA con la intención de llamar su borrosa atención, no mencionaba "ni hora ni lugar de ataque", no creyó que debía hacer algo.
De hecho, Bush no lee los memoranda presidenciales, sino que prefiere que el director de la CIA, George Tenet, le de un informe oral resumido. En contraste, el presidente Clinton, los leía detenidamente y solo, impidiendo que sus ayudantes interpretaran lo que él quería saber de primera mano. Subrayaba con profusión, pidiendo acción sobre tal o cual cosa, que es ciertamente la razón por la que el gobierno de Bush ocultó sus memoranda a la comisión del 11 de septiembre de 2001.
"Yo sé que no lee", me dijo un antiguo empleado del Consejo Nacional de Seguridad, durante el gobierno de Bush. Varios antiguos empleados del Consejo corroboraron este hábito. Parece altamente improbable que haya leído, antes de la guerra, el informe de seguridad nacional sobre armas de destrucción masiva, que reunía evidencias contrarias y salvedades que debilitaban el caso y que fue relegado a nota al pie de página en letra pequeña. No hay registro de que haya preguntado algo sobre las incoherencias. Tampoco de que haya leído el informe -de 17 tomos- ,´El futuro de Iraq´, del Departamento de Estado, llamando la atención sobre casi todos los escollos de la posguerra en Iraq, que fue archivado por los neo-conservadores del Pentágono y del despacho del vice-presidente Cheney.
"Probablemente ni siquiera sabe que ese informe existe", dijo un antiguo empleado del Consejo de Seguridad Nacional.
Tampoco estaba consciente de amenazas parecidas que estaban siendo investigadas por analistas estratégicos de las fuerzas armadas. Me he enterado de que una monografía - ´Reconstruyendo Iraq´ - del Instituto de Estudios Estratégicos de la Academia de Guerra del ejército, que predice en detalle "posibles graves problemas de seguridad" y conflictos entre los iraquíes que las fuerzas armadas "apenas pueden imaginar", fue retirado de la circulación por los neo-conservadores del Pentágono y enviado al Comando Central sólo después de que el senador Joseph Biden, el demócrata más importante del Comité de Asuntos Exteriores, interviniera directamente. Para entonces, los problemas previstos ya eran abrumadores en Iraq.
Se está cociendo una revuelta de los militares contra Bush. Muchos escalafones estratégicos de las fuerzas armadas comparten el mismo sentimiento de ser ignorados y maltratados por la administración, que expresan en privado funcionarios de alto rango de los servicios de inteligencia. "El Pentágono empezó con fantasiosos subentendidos sobre Iraq, que no resultaron", me comentó uno de ellos. Reflexionando sobre el consenso que se está alcanzando a ese nivel, la Academia de Guerra del ejército acaba de publicar una nueva monografía en la que estrategas importantes del ejército acusan a la administración de Bush de buscar una victoria "rápida y barata" sin haber "entendido, o peor, desatendiendo" los problemas anticipados.
Como la imagen en los medios como el "presidente de la guerra" se ha ido al suelo, otra imagen empieza a emerger. Bush se ve como un manager pasivo que disfruta de estar en la cima de una estructura jerárquica, reticente e incapaz de hacer el trabajo duro que corresponde a un manager de verdad que debe dirigir la empresa más grande del mundo. No parece asimilar los datos, a menos que sean presentados de manera simple y cristalina por gente en cuyo criterio confía. Es receptivo a la información que re-afirma sus puntos de vista, antes que a la información que los contradice. Ello lleva a que los interlocutores de confianza de Bush tengan un enorme poder, porque le conocen y saben cómo influir sus preferencias. Así, Rice satisface la imagen que tiene Bush de un asesor de seguridad nacional como la de un ayudante comprensivo.
En su rueda de prensa, Bush rebotó entre el pánico y la confianza absoluta. Mezcló hechos y combinó amenazas, redoblando con vehemencia las incoherencias con que respondía toda pregunta ligeramente escéptica. Volvió a la seguridad del período previo al 9/11 toda vez que pudo, y sólo para negar su responsabilidad. Intentó crear una falsa dicotomía política entre "retirarse" y su propia vaga e incierta posición sobre Iraq. Ahora parece seguir al senador John Kerry en su propuesta de otorgar más autoridad a la ONU y hacer intervenir a la OTAN.
La última revelación fue la visión de Bush de una lucha apocalíptica inspirada por Dios en la que él es el líder de una cruzada que nos trae un "don" divino. "También tengo esta creencia, firme creencia, de que la libertad no es lo que este país dio al mundo. La libertad es el don del Todopoderoso a todos los hombres y mujeres del mundo. Y como la potencia más grande en la faz de la tierra, tenemos la obligación de ayudar a propagar la libertad".
Pero la guerra religiosa no hace parte de la doctrina militar oficial.
Hace casi exactamente 43 años, el 21 de abril de 1961, el presidente John F. Kennedy dio una conferencia de prensa para responder a preguntas sobre la desastrosa invasión, aprobada por él, de Bahía de Cochinos, Cuba, emprendida por exiliados cubanos.
"Hay un viejo dicho", dijo entonces, "que dice que la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana... Yo soy el funcionario responsable del gobierno y eso es muy obvio". Expresó en privado incredulidad y desdén por el repentino aumento de su popularidad. "Cuanto peor lo hago, más popular me hago". Le observó a su ayudante, Ted Sorensen: "¿Cómo pude estar tan equivocado? Nunca antes dependí de los expertos. ¿Cómo pude ser tan idiota de dejarles que siguieran?"
El miércoles, el presidente Bush dio su tercera conferencia de prensa en horario de mayor audiencia y se le preguntó tres veces si aceptaba alguna responsabilidad por no haber prestado atención, antes del 11 de septiembre, a las amenazas, a pesar de haber recibido el 6 de agosto de 2001 el memorándum presidencial diario titulado ´Bin Laden Resuelto A Atacar A Estados Unidos´. "Estoy seguro de que algo se me ocurrirá, a pesar de toda la presión de esta rueda de prensa, y se me ocurrirá alguna respuesta, pero todavía no se me ocurre nada", dijo. "Yo no he..., es que estoy bajo presión ahora mismo, y quizás no soy tan rápido como debería en dar una respuesta".
La rueda de prensa de Bush fue la culminación de sus recientes esfuerzos para contener el desangre causado por las heridas políticas de sus desastrosos resultados en las encuestas desde que la comisión del 11/9 comenzara sus audiencias públicas y el asesinato en Faluya de cuatro contratistas desencadenara una espiral de violencia en Iraq. Bush trató de eludir su responsabilidad, declarando que el memorándum del 6 de agosto sobre el que se veía obligado a levantar el secreto oficial ante la insistencia de la comisión no contenía "datos operacionales", incluso si mencionaba como objetivos específicamente el World Trade Center, otros edificios oficiales en Nueva York (muchos de ellos alojados en el WTC) y Washington. Como su asesora en seguridad nacional, Condoleeza Rice, afirmó que como ese funesto memorándum, preparado por la CIA con la intención de llamar su borrosa atención, no mencionaba "ni hora ni lugar de ataque", no creyó que debía hacer algo.
De hecho, Bush no lee los memoranda presidenciales, sino que prefiere que el director de la CIA, George Tenet, le de un informe oral resumido. En contraste, el presidente Clinton, los leía detenidamente y solo, impidiendo que sus ayudantes interpretaran lo que él quería saber de primera mano. Subrayaba con profusión, pidiendo acción sobre tal o cual cosa, que es ciertamente la razón por la que el gobierno de Bush ocultó sus memoranda a la comisión del 11 de septiembre de 2001.
"Yo sé que no lee", me dijo un antiguo empleado del Consejo Nacional de Seguridad, durante el gobierno de Bush. Varios antiguos empleados del Consejo corroboraron este hábito. Parece altamente improbable que haya leído, antes de la guerra, el informe de seguridad nacional sobre armas de destrucción masiva, que reunía evidencias contrarias y salvedades que debilitaban el caso y que fue relegado a nota al pie de página en letra pequeña. No hay registro de que haya preguntado algo sobre las incoherencias. Tampoco de que haya leído el informe -de 17 tomos- ,´El futuro de Iraq´, del Departamento de Estado, llamando la atención sobre casi todos los escollos de la posguerra en Iraq, que fue archivado por los neo-conservadores del Pentágono y del despacho del vice-presidente Cheney.
"Probablemente ni siquiera sabe que ese informe existe", dijo un antiguo empleado del Consejo de Seguridad Nacional.
Tampoco estaba consciente de amenazas parecidas que estaban siendo investigadas por analistas estratégicos de las fuerzas armadas. Me he enterado de que una monografía - ´Reconstruyendo Iraq´ - del Instituto de Estudios Estratégicos de la Academia de Guerra del ejército, que predice en detalle "posibles graves problemas de seguridad" y conflictos entre los iraquíes que las fuerzas armadas "apenas pueden imaginar", fue retirado de la circulación por los neo-conservadores del Pentágono y enviado al Comando Central sólo después de que el senador Joseph Biden, el demócrata más importante del Comité de Asuntos Exteriores, interviniera directamente. Para entonces, los problemas previstos ya eran abrumadores en Iraq.
Se está cociendo una revuelta de los militares contra Bush. Muchos escalafones estratégicos de las fuerzas armadas comparten el mismo sentimiento de ser ignorados y maltratados por la administración, que expresan en privado funcionarios de alto rango de los servicios de inteligencia. "El Pentágono empezó con fantasiosos subentendidos sobre Iraq, que no resultaron", me comentó uno de ellos. Reflexionando sobre el consenso que se está alcanzando a ese nivel, la Academia de Guerra del ejército acaba de publicar una nueva monografía en la que estrategas importantes del ejército acusan a la administración de Bush de buscar una victoria "rápida y barata" sin haber "entendido, o peor, desatendiendo" los problemas anticipados.
Como la imagen en los medios como el "presidente de la guerra" se ha ido al suelo, otra imagen empieza a emerger. Bush se ve como un manager pasivo que disfruta de estar en la cima de una estructura jerárquica, reticente e incapaz de hacer el trabajo duro que corresponde a un manager de verdad que debe dirigir la empresa más grande del mundo. No parece asimilar los datos, a menos que sean presentados de manera simple y cristalina por gente en cuyo criterio confía. Es receptivo a la información que re-afirma sus puntos de vista, antes que a la información que los contradice. Ello lleva a que los interlocutores de confianza de Bush tengan un enorme poder, porque le conocen y saben cómo influir sus preferencias. Así, Rice satisface la imagen que tiene Bush de un asesor de seguridad nacional como la de un ayudante comprensivo.
En su rueda de prensa, Bush rebotó entre el pánico y la confianza absoluta. Mezcló hechos y combinó amenazas, redoblando con vehemencia las incoherencias con que respondía toda pregunta ligeramente escéptica. Volvió a la seguridad del período previo al 9/11 toda vez que pudo, y sólo para negar su responsabilidad. Intentó crear una falsa dicotomía política entre "retirarse" y su propia vaga e incierta posición sobre Iraq. Ahora parece seguir al senador John Kerry en su propuesta de otorgar más autoridad a la ONU y hacer intervenir a la OTAN.
La última revelación fue la visión de Bush de una lucha apocalíptica inspirada por Dios en la que él es el líder de una cruzada que nos trae un "don" divino. "También tengo esta creencia, firme creencia, de que la libertad no es lo que este país dio al mundo. La libertad es el don del Todopoderoso a todos los hombres y mujeres del mundo. Y como la potencia más grande en la faz de la tierra, tenemos la obligación de ayudar a propagar la libertad".
Pero la guerra religiosa no hace parte de la doctrina militar oficial.
0 comentarios