la resistencia judía
[Jeffrey Goldberg] En un discurso en diciembre pasado, Avi Dichter, el jefe de Shabak, advirtió que una retirada de Israel de territorios importantes desde el punto de vista bíblico podría exacerbar el deseo de algunos extremistas judíos de destruir la Mezquita de la Roca. (La mezquita y santuario musulmanes que ocupan hoy el sitio de un imaginado Tercer Templo). "Es probable que el terrorismo judío cree una amenaza importante y transforme el conflicto entre Israel y Palestina en una confrontación entre los trece millones de judíos y los mil millones de musulmanes que hay en el mundo", dijo Dichter.
Hay un precedente para este temor. En los años de 1980 Shabak descubrió lo que se daría en llamar la resistencia clandestina judía. La agencia arrestó a 27 hombres que habían colocado bombas en los coches de alcaldes árabes en Cisjordania (dos alcaldes resultaron gravemente heridos), y tenían planeado destruir la Mezquita de la Roca. Un veterano de la resistencia terrorista, Haggai Segal -que colocó la bomba que voló las piernas del alcalde de Ramallah en 1980- me dijo que aunque no cree que los terroristas judíos conspiren nuevamente para destruir la mezquita, el terrorismo continuará adelante si Sharon sigue con su plan de desmantelar los asentamientos. "Por supuesto, no se ve nada de bien", dijo. "Es obvio que habrá violencia".
Kfar Tappuach, un asentamiento cerca de Yitzhar y poblado por seguidores de Meir Kahane, es la sede de una organización de la Legión Judía. Sus objetivos explícitos incluyen el adiestramiento de perros para custodiar los asentamientos en caso de una retirada del ejército israelí. Uno de sus activistas, Lenny Goldberg, que proviene originalmente de Queens, me dijo: "Tendremos que hacerlo nosotros mismos. Es algo nuevo. El gobierno israelí no quiere ayudarnos, okey, y es algo que tendremos que hacer nosotros mismos en defensa propia. Estamos dispuestos a construir un verdadero estado judío aquí en las montañas. "¿Recuerdas cuando el reino de Judea se separó del reino de Israel?", preguntó, refiriéndose a un acontecimiento de hace tres mil años. "Es como eso. Estamos dispuestos a seguir nuestro propio camino. Como en Judea, hombre".
Le pregunté si era realista esperar que varios miles de colonos pudieran hacer frente a millones de árabes, aparte del ejército israelí. "¿Realismo? Olvídalo", dijo. "Somos la nación que vive sola. Podemos ocuparnos de nuestro propio estado judío".
El director del programa de adiestramiento de perros es un kahanista con pelo rubio sucio que se llama a sí mismo Yekutiel BenpYa'acov. Cuando vivía en Nueva York dirigía el capítulo local de Kach, el partido político kahanista, y era conocido como Mike Guzofsky. Guzofsky se encargó de que me trasladaran de Jerusalén a Kfar Tappuach para asistir a una sesión de adiestramiento. Un joven judío británico que dijo que su nombre era Eliyahu me recogió en un centro comercial al borde de Jerusalén. En un lado del coche estaba escrito, en hebreo: "La Legión Judía". El coche no era blindado y le pregunté si acaso era prudente conducir un coche con la leyenda "Legión Judía" a través de los pueblos árabes. "Está bien, no ha pasado nada hasta el momento", dijo. Cuando salimos de la ciudad, entonó una oración especial para viajeros.
Entonces aceleró. El tráfico estaba interrumpido hacia el cruce de Tappuach. Los soldados estaban parando a los vehículos que llevaban las verdes matrículas palestinas, mientras a los coches con matrículas amarillas (judías) se les dejaba continuar. Los pasajeros árabes esperaban molestos al lado del camino. "Mira esto", dijo Eliyahu. "Es humillante. Deberíamos echarlos de aquí por su propio bien. Es demasiado lo que tienen que aguantar".
Kfar Tappuach es un miserable lugar lleno de coches oxidados, playas repletas de llantas y colchones pudriéndose, y niños con ropas de segunda mano. Está poblado por un esotérico surtido de marginales judíos -veteranos de Liga de Defensa Judía, de Brooklyn, jubilados rusos, pobres campesinos yemenitas, Lubavitcher Hasidim, y un grupo de peruanos convertidos recientemente al judaísmo. Los peruanos están a cargo del perímetro de seguridad.
Guzofsky me llevó a través de la perrera, en la parte norte del asentamiento. Un letrero en inglés identificaba la instalación como la Reuben Mattus Memorial Jewish Legion Kennel. Reuben Mattus fue el fundador de la compañía de helados Häagen-Dazs y según se dice partidario de Meir Kahane. Un adiestrador, Gershon, un inmigrante ruso de Odesa que llegó a Israel en 1990, estaba dirigiendo una clase de adiestradores y sus pupilos. Un joven voluntario de la Legión Judía, que dijo que su nombre era Rachmiel, llevaba una almohadilla protectora y hacía el papel de saboteador árabe. Ezra, un hombre cetrino de sandalias polvorientas, estaba teniendo dificultades para controlar a su pastor alemán, llamado Tarzán; Tarzán había hundido sus dientes en el brazo de Rachmiel y no soltaba. Ezra empezó a golpear al perro. "¡Dale una golosina, Ezra!", gritó Gershon, el adiestrador. Ezra, que es norteamericano, no entendió la palabra hebrea para golosina'.
"¡Carajo, Ezra, una golosina! ¡Una golosina!" Ezra, finalmente, entendió y empezó a agitar un bizcocho frente a Tarzán, que entonces soltó a Rachmiel.
"No queremos que los perros maten a los árabes, solamente que los inmovilicen", dijo Guzofsky. Dijo que los perros olían la diferencia entre un saboteador árabe y un residente judío. "Es la adrenalina de los árabes lo que detectan. Los árabes le tienen mucho miedo a los perros. Los musulmanes piensen que son impuros".
La Legión Judía espera adiestrar también a otras especies para que ayuden a custodiar los asentamientos. Los gansos, dijo Guzofsky, sirven para dar la primera alarma. También afirma que cuenta con permiso rabínico para adiestrar a cerdos como animales guardianes; el grupo viene de comprar el primero. Los cerdos son útiles por dos razones, dijo: tienen muy buen olfato, y los musulmanes lo consideran un animal paria. Cuando le dije que los judíos también lo consideraban tabú, me dijo: "No los vamos a comer. Vamos a adiestrarlos".
La sesión terminó y cinco de nosotros brincamos a la camioneta que nos llevaría a Tel Aviv. Yo estaba sentado detrás, junto a Ezra, que llevaba una M-16 con dos cargadores, aunque él no está en el ejército. La conversación se desvió hacia la lucha de la extrema derecha contra el plan de Ariel Sharon de retirarse de los asentamientos de Gaza.
"Debería morir", dijo Ezra. "Deberían matar a ese cerdo gordo".
Guzofsky, en el asiento delantero, se apresuró a decir: "No será uno de nosotros el que lo mate. Será alguien del que nunca hemos oído hablar. Y te digo, está en problemas. Pero no seremos nosotros".
Cuando Dror Etkes mira hacia la Franja de Gaza, no ve las huellas de los antiguos reyes y profetas judíos sino tierra ocupada y desvíos de caminos, así como toda una infraestructura de represión construida por el ejército para proteger a los colonos. Pasé varios días recorriendo la Franja de Gaza con Etkes, que dirige el programa de vigilancia de la paz de los asentamientos [Settlement Watch Program of Peace Now], un grupo israelí de izquierda que alcanzó notoriedad en 1982 cuando organizó protestas contra la invasión de Sharon del Líbano. Estaba contando las caravanas y las torres de agua en un intento de llevar la cuenta de las avanzadas en constante expansión de los asentamientos.
Un día, de regreso a Beit El y Ofra, paramos en el puesto llamado Migron, el más grande los asentamientos ilegales en la Franja de Gaza. Migron, que está cerca del sitio donde se cree que el rey Saúl libró batalla con los filisteos, es el hogar de cuarenta y tres familias, que viven en caravanas mientras esperan construir casas permanentes. Entramos por el portal de entrada. Uno de los colonos reconoció a Etkes inmediatamente y lo saludó cálidamente. "Dror, ¿cómo te va?"
Le pregunté al colono sobre el por qué de su cordialidad hacia un confesado enemigo de su movimiento. "¿Dror? Es un gran tipo", dijo el colono. "¿Qué quieres que haga? ¿Que diga que es un criminal?"
"Lo que quiere es que te calles", dije. El colono rió. "El próximo año tendremos edificios permanentes. Te invitaremos a conocerlos".
Etkes dijo que la confianza de los colonos no está fuera de lugar. "Los colonos tienen el poder, y nosotros reaccionamos", dijo. "Lo que más me molesta de los colonos es su arrogancia. Se llaman a sí mismos un reino de sacerdotes, pero en realidad es un estado de bienestar. ¿Quién pavimenta la carretera a Migron? ¿Quién entrega soldados para proteger Migron? ¿Quién pone el agua y la electricidad?"
La historia es siempre la misma, dijo Etkes. "Primero los colonos en el área necesitan una antena para recibir llamadas por teléfono. Luego necesitan a un tipo que custodie la antena. Y luego, como el tipo se siente solo, necesita un amigo. Y el amigo necesita un mikvah" -un baño ritual- "y el mikvah necesita un plomero, y el plomero tiene cinco hijos, de modo que necesitan una escuela".
El gobierno de Sharon ha estado jugando doble, dijo Etkes: los asentamientos de avanzada "ilegales", que Sharon ha dicho al presidente Bush que desmantelaría, son en realidad construidos con la ayuda del gobierno y custodiados por el ejército. En el pasado, según Etkes, se han construido más que desmantelado decenas de puestos de avanzada.
"Esos asentamientos son el más grave reto a la democracia israelí", dijo Etkes. "No solo en el sentido cultural, sino en la falta de respeto por la ley". Los asentamientos ilegales hacen el punto. "Imagina, es como si yo colocara un contenedor en medio de la plaza de Rabin en Tel Aviv y dijera: Ahora viviré aquí'. Es imposible. Pero sí lo hiciera en la Franja de Gaza, en tierra árabe, estaría bien". Continuamos hacia Beit El, y luego hacia el nordeste. Ofra apareció entonces a la vista. Era más ordenado que otros puestos de avanzada: pulcras hileras de chalés de tejados rojos ensartados a lo largo de una cumbre. "Es raro", dijo Etkes. "Un grupo de judíos se ofrecieron de voluntarios para vivir dentro de casas de estilo teutónico rodeadas de vallas electrificadas".
Etkes me contó de un incidente que había ocurrido hace quince años, durante la primera intifada palestina, cuando él era un paracaidista de veinte años. Cuando se dirigía hacia el comedor de una base del ejército en la Franja de Gaza se cruzó con un grupo de prisioneros palestinos, sentados al sol. Tenían los ojos vendados, las manos atadas y estaban descalzos. Etkes, que había recién regresado de una operación en Yenin, vio a un pequeño grupo de "jobbnikim" , una palabra del argot militar para soldados de la retaguardia, de rodillas frente a los prisioneros. Estaban quemando la planta de los pies de los prisioneros con sus encendedores.
"Corrí hacia ellos -no podía creerlo- y les dije ¿Qué están haciendo?'", recordó Etkes. "No trataron de ocultarlo. Era mediodía. Los estaban torturando por placer. Les di una patada en las manos. Fue una reacción instintiva. Y ellos pararon".
Ese mismo día más tarde tres soldados se acercaron a Etkes. "Me acorralaron en una esquina. Uno de ellos dijo: No vuelvas a hacer eso. Podemos olvidar que nos insultes, pero no en frente de un árabe'".
Los soldados eran sefarditas, descendientes de los judíos de países árabes. Etkes es de complexión clara; su abuelo era un judío alemán. "Lo que hice provocó una respuesta: No lo vuelvas a hacer en frente de un árabe'. Me odiaban porque yo era un ashkenazi. Ellos se iban a asegurar de lo duros que podían ser con los árabes, iban a asegurarse de que la elite ashkenazi no pensara que era árabe ella misma. Es la tragedia de la ocupación".
Etkes creció en un hogar religioso en Jerusalén. Fue miembro de un movimiento juvenil religioso y soñaba, como muchos otros niños judíos, con luchar y morir -sobre todo morir era la parte importante- por su pueblo. Pero el tiempo que pasó en el ejército dio al traste con sus creencias.
"El sionismo es mi vida", me dijo. "Estoy vivo gracias al sionismo. Si mi abuelo no hubiera venido aquí de Alemania en 1936", se detuvo. "No es del sionismo de lo que estoy hablando. Estoy hablando de los elementos racistas y colonialistas que hay en el sionismo". La repulsa de Etkes por el chovinismo de los colonos lo alejó de la religión; hoy, no lleva el gorro judío kipa, y dice que no cree en Dios.
Etkes, como mucha gente de izquierdas en Israel, era ambivalente sobre el plan de Gaza de Sharon. Lo ve como un paso parcial, diseñado para evitar más que afrontar los problemas más graves de Israel. Por otro lado, dijo, toda retirada es un paso positivo. "La dinámica histórica está contra Sharon. Esa es la razón por la que los colonos se han apanicado un poco. Sharon ha aceptado una base para retirar los asentamientos. No desmantelará otros asentamientos en Cisjordania, pero los colonos piensan que uno de sus sucesores sí puede hacerlo".
Etkes aboga por el desmantelamiento de los asentamientos de toda la Franja de gaza y de Cisjordania, incluyendo los asentamientos de la Línea Verde. Esa posición no ha sido nunca popular en Israel, incluso durante el proceso de paz de Oslo. Es menos popular ahora. Sólo una minoría de los israelíes cree que la creación de un estado palestino en la Franja de Gaza y Cisjordania significaría el fin del conflicto.
Por un momento pensé que Etkes era uno de los fieles, pero preguntó: "¿Significará una retirada completa un Israel pacífico y a una Palestina pacífica? Yo diría que no. No será el fin del conflicto. Puede comenzar un proceso histórico de reconciliación nacional a largo plazo, pero eso no significa que no haya guerra. No podría decir eso".
©new yorker ©traducción mQh"
Hay un precedente para este temor. En los años de 1980 Shabak descubrió lo que se daría en llamar la resistencia clandestina judía. La agencia arrestó a 27 hombres que habían colocado bombas en los coches de alcaldes árabes en Cisjordania (dos alcaldes resultaron gravemente heridos), y tenían planeado destruir la Mezquita de la Roca. Un veterano de la resistencia terrorista, Haggai Segal -que colocó la bomba que voló las piernas del alcalde de Ramallah en 1980- me dijo que aunque no cree que los terroristas judíos conspiren nuevamente para destruir la mezquita, el terrorismo continuará adelante si Sharon sigue con su plan de desmantelar los asentamientos. "Por supuesto, no se ve nada de bien", dijo. "Es obvio que habrá violencia".
Kfar Tappuach, un asentamiento cerca de Yitzhar y poblado por seguidores de Meir Kahane, es la sede de una organización de la Legión Judía. Sus objetivos explícitos incluyen el adiestramiento de perros para custodiar los asentamientos en caso de una retirada del ejército israelí. Uno de sus activistas, Lenny Goldberg, que proviene originalmente de Queens, me dijo: "Tendremos que hacerlo nosotros mismos. Es algo nuevo. El gobierno israelí no quiere ayudarnos, okey, y es algo que tendremos que hacer nosotros mismos en defensa propia. Estamos dispuestos a construir un verdadero estado judío aquí en las montañas. "¿Recuerdas cuando el reino de Judea se separó del reino de Israel?", preguntó, refiriéndose a un acontecimiento de hace tres mil años. "Es como eso. Estamos dispuestos a seguir nuestro propio camino. Como en Judea, hombre".
Le pregunté si era realista esperar que varios miles de colonos pudieran hacer frente a millones de árabes, aparte del ejército israelí. "¿Realismo? Olvídalo", dijo. "Somos la nación que vive sola. Podemos ocuparnos de nuestro propio estado judío".
El director del programa de adiestramiento de perros es un kahanista con pelo rubio sucio que se llama a sí mismo Yekutiel BenpYa'acov. Cuando vivía en Nueva York dirigía el capítulo local de Kach, el partido político kahanista, y era conocido como Mike Guzofsky. Guzofsky se encargó de que me trasladaran de Jerusalén a Kfar Tappuach para asistir a una sesión de adiestramiento. Un joven judío británico que dijo que su nombre era Eliyahu me recogió en un centro comercial al borde de Jerusalén. En un lado del coche estaba escrito, en hebreo: "La Legión Judía". El coche no era blindado y le pregunté si acaso era prudente conducir un coche con la leyenda "Legión Judía" a través de los pueblos árabes. "Está bien, no ha pasado nada hasta el momento", dijo. Cuando salimos de la ciudad, entonó una oración especial para viajeros.
Entonces aceleró. El tráfico estaba interrumpido hacia el cruce de Tappuach. Los soldados estaban parando a los vehículos que llevaban las verdes matrículas palestinas, mientras a los coches con matrículas amarillas (judías) se les dejaba continuar. Los pasajeros árabes esperaban molestos al lado del camino. "Mira esto", dijo Eliyahu. "Es humillante. Deberíamos echarlos de aquí por su propio bien. Es demasiado lo que tienen que aguantar".
Kfar Tappuach es un miserable lugar lleno de coches oxidados, playas repletas de llantas y colchones pudriéndose, y niños con ropas de segunda mano. Está poblado por un esotérico surtido de marginales judíos -veteranos de Liga de Defensa Judía, de Brooklyn, jubilados rusos, pobres campesinos yemenitas, Lubavitcher Hasidim, y un grupo de peruanos convertidos recientemente al judaísmo. Los peruanos están a cargo del perímetro de seguridad.
Guzofsky me llevó a través de la perrera, en la parte norte del asentamiento. Un letrero en inglés identificaba la instalación como la Reuben Mattus Memorial Jewish Legion Kennel. Reuben Mattus fue el fundador de la compañía de helados Häagen-Dazs y según se dice partidario de Meir Kahane. Un adiestrador, Gershon, un inmigrante ruso de Odesa que llegó a Israel en 1990, estaba dirigiendo una clase de adiestradores y sus pupilos. Un joven voluntario de la Legión Judía, que dijo que su nombre era Rachmiel, llevaba una almohadilla protectora y hacía el papel de saboteador árabe. Ezra, un hombre cetrino de sandalias polvorientas, estaba teniendo dificultades para controlar a su pastor alemán, llamado Tarzán; Tarzán había hundido sus dientes en el brazo de Rachmiel y no soltaba. Ezra empezó a golpear al perro. "¡Dale una golosina, Ezra!", gritó Gershon, el adiestrador. Ezra, que es norteamericano, no entendió la palabra hebrea para golosina'.
"¡Carajo, Ezra, una golosina! ¡Una golosina!" Ezra, finalmente, entendió y empezó a agitar un bizcocho frente a Tarzán, que entonces soltó a Rachmiel.
"No queremos que los perros maten a los árabes, solamente que los inmovilicen", dijo Guzofsky. Dijo que los perros olían la diferencia entre un saboteador árabe y un residente judío. "Es la adrenalina de los árabes lo que detectan. Los árabes le tienen mucho miedo a los perros. Los musulmanes piensen que son impuros".
La Legión Judía espera adiestrar también a otras especies para que ayuden a custodiar los asentamientos. Los gansos, dijo Guzofsky, sirven para dar la primera alarma. También afirma que cuenta con permiso rabínico para adiestrar a cerdos como animales guardianes; el grupo viene de comprar el primero. Los cerdos son útiles por dos razones, dijo: tienen muy buen olfato, y los musulmanes lo consideran un animal paria. Cuando le dije que los judíos también lo consideraban tabú, me dijo: "No los vamos a comer. Vamos a adiestrarlos".
La sesión terminó y cinco de nosotros brincamos a la camioneta que nos llevaría a Tel Aviv. Yo estaba sentado detrás, junto a Ezra, que llevaba una M-16 con dos cargadores, aunque él no está en el ejército. La conversación se desvió hacia la lucha de la extrema derecha contra el plan de Ariel Sharon de retirarse de los asentamientos de Gaza.
"Debería morir", dijo Ezra. "Deberían matar a ese cerdo gordo".
Guzofsky, en el asiento delantero, se apresuró a decir: "No será uno de nosotros el que lo mate. Será alguien del que nunca hemos oído hablar. Y te digo, está en problemas. Pero no seremos nosotros".
Cuando Dror Etkes mira hacia la Franja de Gaza, no ve las huellas de los antiguos reyes y profetas judíos sino tierra ocupada y desvíos de caminos, así como toda una infraestructura de represión construida por el ejército para proteger a los colonos. Pasé varios días recorriendo la Franja de Gaza con Etkes, que dirige el programa de vigilancia de la paz de los asentamientos [Settlement Watch Program of Peace Now], un grupo israelí de izquierda que alcanzó notoriedad en 1982 cuando organizó protestas contra la invasión de Sharon del Líbano. Estaba contando las caravanas y las torres de agua en un intento de llevar la cuenta de las avanzadas en constante expansión de los asentamientos.
Un día, de regreso a Beit El y Ofra, paramos en el puesto llamado Migron, el más grande los asentamientos ilegales en la Franja de Gaza. Migron, que está cerca del sitio donde se cree que el rey Saúl libró batalla con los filisteos, es el hogar de cuarenta y tres familias, que viven en caravanas mientras esperan construir casas permanentes. Entramos por el portal de entrada. Uno de los colonos reconoció a Etkes inmediatamente y lo saludó cálidamente. "Dror, ¿cómo te va?"
Le pregunté al colono sobre el por qué de su cordialidad hacia un confesado enemigo de su movimiento. "¿Dror? Es un gran tipo", dijo el colono. "¿Qué quieres que haga? ¿Que diga que es un criminal?"
"Lo que quiere es que te calles", dije. El colono rió. "El próximo año tendremos edificios permanentes. Te invitaremos a conocerlos".
Etkes dijo que la confianza de los colonos no está fuera de lugar. "Los colonos tienen el poder, y nosotros reaccionamos", dijo. "Lo que más me molesta de los colonos es su arrogancia. Se llaman a sí mismos un reino de sacerdotes, pero en realidad es un estado de bienestar. ¿Quién pavimenta la carretera a Migron? ¿Quién entrega soldados para proteger Migron? ¿Quién pone el agua y la electricidad?"
La historia es siempre la misma, dijo Etkes. "Primero los colonos en el área necesitan una antena para recibir llamadas por teléfono. Luego necesitan a un tipo que custodie la antena. Y luego, como el tipo se siente solo, necesita un amigo. Y el amigo necesita un mikvah" -un baño ritual- "y el mikvah necesita un plomero, y el plomero tiene cinco hijos, de modo que necesitan una escuela".
El gobierno de Sharon ha estado jugando doble, dijo Etkes: los asentamientos de avanzada "ilegales", que Sharon ha dicho al presidente Bush que desmantelaría, son en realidad construidos con la ayuda del gobierno y custodiados por el ejército. En el pasado, según Etkes, se han construido más que desmantelado decenas de puestos de avanzada.
"Esos asentamientos son el más grave reto a la democracia israelí", dijo Etkes. "No solo en el sentido cultural, sino en la falta de respeto por la ley". Los asentamientos ilegales hacen el punto. "Imagina, es como si yo colocara un contenedor en medio de la plaza de Rabin en Tel Aviv y dijera: Ahora viviré aquí'. Es imposible. Pero sí lo hiciera en la Franja de Gaza, en tierra árabe, estaría bien". Continuamos hacia Beit El, y luego hacia el nordeste. Ofra apareció entonces a la vista. Era más ordenado que otros puestos de avanzada: pulcras hileras de chalés de tejados rojos ensartados a lo largo de una cumbre. "Es raro", dijo Etkes. "Un grupo de judíos se ofrecieron de voluntarios para vivir dentro de casas de estilo teutónico rodeadas de vallas electrificadas".
Etkes me contó de un incidente que había ocurrido hace quince años, durante la primera intifada palestina, cuando él era un paracaidista de veinte años. Cuando se dirigía hacia el comedor de una base del ejército en la Franja de Gaza se cruzó con un grupo de prisioneros palestinos, sentados al sol. Tenían los ojos vendados, las manos atadas y estaban descalzos. Etkes, que había recién regresado de una operación en Yenin, vio a un pequeño grupo de "jobbnikim" , una palabra del argot militar para soldados de la retaguardia, de rodillas frente a los prisioneros. Estaban quemando la planta de los pies de los prisioneros con sus encendedores.
"Corrí hacia ellos -no podía creerlo- y les dije ¿Qué están haciendo?'", recordó Etkes. "No trataron de ocultarlo. Era mediodía. Los estaban torturando por placer. Les di una patada en las manos. Fue una reacción instintiva. Y ellos pararon".
Ese mismo día más tarde tres soldados se acercaron a Etkes. "Me acorralaron en una esquina. Uno de ellos dijo: No vuelvas a hacer eso. Podemos olvidar que nos insultes, pero no en frente de un árabe'".
Los soldados eran sefarditas, descendientes de los judíos de países árabes. Etkes es de complexión clara; su abuelo era un judío alemán. "Lo que hice provocó una respuesta: No lo vuelvas a hacer en frente de un árabe'. Me odiaban porque yo era un ashkenazi. Ellos se iban a asegurar de lo duros que podían ser con los árabes, iban a asegurarse de que la elite ashkenazi no pensara que era árabe ella misma. Es la tragedia de la ocupación".
Etkes creció en un hogar religioso en Jerusalén. Fue miembro de un movimiento juvenil religioso y soñaba, como muchos otros niños judíos, con luchar y morir -sobre todo morir era la parte importante- por su pueblo. Pero el tiempo que pasó en el ejército dio al traste con sus creencias.
"El sionismo es mi vida", me dijo. "Estoy vivo gracias al sionismo. Si mi abuelo no hubiera venido aquí de Alemania en 1936", se detuvo. "No es del sionismo de lo que estoy hablando. Estoy hablando de los elementos racistas y colonialistas que hay en el sionismo". La repulsa de Etkes por el chovinismo de los colonos lo alejó de la religión; hoy, no lleva el gorro judío kipa, y dice que no cree en Dios.
Etkes, como mucha gente de izquierdas en Israel, era ambivalente sobre el plan de Gaza de Sharon. Lo ve como un paso parcial, diseñado para evitar más que afrontar los problemas más graves de Israel. Por otro lado, dijo, toda retirada es un paso positivo. "La dinámica histórica está contra Sharon. Esa es la razón por la que los colonos se han apanicado un poco. Sharon ha aceptado una base para retirar los asentamientos. No desmantelará otros asentamientos en Cisjordania, pero los colonos piensan que uno de sus sucesores sí puede hacerlo".
Etkes aboga por el desmantelamiento de los asentamientos de toda la Franja de gaza y de Cisjordania, incluyendo los asentamientos de la Línea Verde. Esa posición no ha sido nunca popular en Israel, incluso durante el proceso de paz de Oslo. Es menos popular ahora. Sólo una minoría de los israelíes cree que la creación de un estado palestino en la Franja de Gaza y Cisjordania significaría el fin del conflicto.
Por un momento pensé que Etkes era uno de los fieles, pero preguntó: "¿Significará una retirada completa un Israel pacífico y a una Palestina pacífica? Yo diría que no. No será el fin del conflicto. Puede comenzar un proceso histórico de reconciliación nacional a largo plazo, pero eso no significa que no haya guerra. No podría decir eso".
©new yorker ©traducción mQh"
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