de estudiante a terrorista
[Steven Erlanger] En el abismo de Cisjordania.
Nablús, Cisjordania. Un fotógrafo local fue el primero en contar a un espantado Samer Antar que su hermano menor, Sami, había muerto. Pronto se oyeron los lamentos de su madre, elevando el tono hasta llenar la oscura escalera, mientras familiares, deudos y periodistas empezaban a llegar, subiendo el empinado y roto pavimento.
Sami Antar, 21, que cursaba su segundo año de educación física en la Universidad de An Najah aquí, salió de su apartamento el jueves a las ocho de la mañana. En la tarde, se hizo volar a nombre del grupo militante Yihad Islámica en Tel Aviv, en una zona de tiendas y restaurantes, aunque sólo causó su propia muerte. Resultaron heridos unos 20 israelíes, uno de ellos gravemente, gente corriente en sus quehaceres diarios.
Sami Antar también hizo un enorme agujero en su círculo de familiares y amigos, que no anticiparon lo que ocurriría.
"Crecimos juntos, estudiamos juntos en la misma universidad, es por eso que estoy tan sorprendido", dijo Muhammad, 21, que, como otros amigos de Sami y algunos de sus familiares se negó a dar su nombre. "Lo conocíamos como una persona sencilla, con sentido del humor", agregó, limpiándose las lágrimas en su pelo engominado. "No sabíamos que tenía lazos con un movimiento político".
Otro amigo, Rami, dijo: "Lo vi ayer, inscribiéndose en los nuevos cursos, haciendo su horario para el próximo semestre".
Samer, hermano de Sami, se acercó fuera, con los ojos enrojecidos, para decir a los periodistas que la familia no diría nada sobre lo ocurrido, y dijo: "Es un honor, no solamente para la familia de Antar, sino para todo el vecindario".
Israel, Cisjordania y la Autoridad Palestina condenarán la acción de Sami Antar como terrorismo -el intento de matar a civiles inocentes. Sus vecinos y familiares lo ven como una tragedia, pero también como resistencia, lucha y martirio. El abismo en esto es tan escarpado como las colinas en torno a Nablús.
Junto a la puerta del apartamento de Antar, pegado a la pared, había un pequeño cartel, impreso pulcramente. "Confiados en la victoria de Dios", dice, y lleva el logo del Grupo Islámico, que describe como "la plataforma estudiantil del movimiento Yihad Islámica en Palestina". Nadie pudo recordar cuándo fue colocado. Algunos sugirieron que lo colocó Sami al salir de casa esa mañana; otros dicen que apareció más tarde. Ninguno de sus amigos parecía saber, o no lo reconocieron, que Sami era miembro del grupo.
"La familia está consternada", dijo un primo, que se identificó solamente como Abu Muhammad, o padre de Muhammad. "Incluso sus hermanos están transtornados. No pueden creer esta historia".
Interrogado sobre qué le habría dicho a Sami, de conocer sus planes, Abu Muhammad dijo: "No soy político. Sólo vivo para alimentar a mi familia".
Assem, otro amigo y pariente, tenía su cara de bebé inundada de lágrimas. Abrazaba a una mujer de negro.
"Es un mártir", decía ella.
"Pero nos ha dejado", dijo Assem. Empezó a sonar su celular. Respondió en inglés: "Lo lamento, ahora no puedo. Uno de mis amigos se ha convertido en mártir".
El apartamento de Antar está en un edificio en un cerro por arriba del centro de Nablús, en un barrio llamado Alto Dahieh. A unos 150 metros por arriba de la casa hay un puesto de avanzada del ejército israelí, iluminado por brillantes luces amarillas.
Muhammad empezó a debatir con un periodista el tema de los atentados suicidas, describiendo la ocupación israelí, los puestos de control, la imposibilidad de viajar, los allanamientos nocturnos, el desempleo. "Todo eso lleva a esto", insistió. "Ellos empujan a la gente a pensar en esa dirección, que este es el único camino".
Pero estaba haciendo un discurso. Pocos minutos después, mostró al periodista su celular con el último mensaje de texto que había recibido de Sami, el miércoles a las 9:02 de la noche.
El mensaje era florido. "Te perdimos", dice. "Si fuera por nosotros, pasaríamos a recogerte en medio del sueño. Te echamos de menos. No sabemos si tú nos extrañarás".
Estaba aturdido. "No respondí ese mensaje", dijo. "Pensé que no importaba". ¿Y ahora? "Ahora lo entiendo", dijo, tranquilo. "Era una despedida".
Sami Antar, 21, que cursaba su segundo año de educación física en la Universidad de An Najah aquí, salió de su apartamento el jueves a las ocho de la mañana. En la tarde, se hizo volar a nombre del grupo militante Yihad Islámica en Tel Aviv, en una zona de tiendas y restaurantes, aunque sólo causó su propia muerte. Resultaron heridos unos 20 israelíes, uno de ellos gravemente, gente corriente en sus quehaceres diarios.
Sami Antar también hizo un enorme agujero en su círculo de familiares y amigos, que no anticiparon lo que ocurriría.
"Crecimos juntos, estudiamos juntos en la misma universidad, es por eso que estoy tan sorprendido", dijo Muhammad, 21, que, como otros amigos de Sami y algunos de sus familiares se negó a dar su nombre. "Lo conocíamos como una persona sencilla, con sentido del humor", agregó, limpiándose las lágrimas en su pelo engominado. "No sabíamos que tenía lazos con un movimiento político".
Otro amigo, Rami, dijo: "Lo vi ayer, inscribiéndose en los nuevos cursos, haciendo su horario para el próximo semestre".
Samer, hermano de Sami, se acercó fuera, con los ojos enrojecidos, para decir a los periodistas que la familia no diría nada sobre lo ocurrido, y dijo: "Es un honor, no solamente para la familia de Antar, sino para todo el vecindario".
Israel, Cisjordania y la Autoridad Palestina condenarán la acción de Sami Antar como terrorismo -el intento de matar a civiles inocentes. Sus vecinos y familiares lo ven como una tragedia, pero también como resistencia, lucha y martirio. El abismo en esto es tan escarpado como las colinas en torno a Nablús.
Junto a la puerta del apartamento de Antar, pegado a la pared, había un pequeño cartel, impreso pulcramente. "Confiados en la victoria de Dios", dice, y lleva el logo del Grupo Islámico, que describe como "la plataforma estudiantil del movimiento Yihad Islámica en Palestina". Nadie pudo recordar cuándo fue colocado. Algunos sugirieron que lo colocó Sami al salir de casa esa mañana; otros dicen que apareció más tarde. Ninguno de sus amigos parecía saber, o no lo reconocieron, que Sami era miembro del grupo.
"La familia está consternada", dijo un primo, que se identificó solamente como Abu Muhammad, o padre de Muhammad. "Incluso sus hermanos están transtornados. No pueden creer esta historia".
Interrogado sobre qué le habría dicho a Sami, de conocer sus planes, Abu Muhammad dijo: "No soy político. Sólo vivo para alimentar a mi familia".
Assem, otro amigo y pariente, tenía su cara de bebé inundada de lágrimas. Abrazaba a una mujer de negro.
"Es un mártir", decía ella.
"Pero nos ha dejado", dijo Assem. Empezó a sonar su celular. Respondió en inglés: "Lo lamento, ahora no puedo. Uno de mis amigos se ha convertido en mártir".
El apartamento de Antar está en un edificio en un cerro por arriba del centro de Nablús, en un barrio llamado Alto Dahieh. A unos 150 metros por arriba de la casa hay un puesto de avanzada del ejército israelí, iluminado por brillantes luces amarillas.
Muhammad empezó a debatir con un periodista el tema de los atentados suicidas, describiendo la ocupación israelí, los puestos de control, la imposibilidad de viajar, los allanamientos nocturnos, el desempleo. "Todo eso lleva a esto", insistió. "Ellos empujan a la gente a pensar en esa dirección, que este es el único camino".
Pero estaba haciendo un discurso. Pocos minutos después, mostró al periodista su celular con el último mensaje de texto que había recibido de Sami, el miércoles a las 9:02 de la noche.
El mensaje era florido. "Te perdimos", dice. "Si fuera por nosotros, pasaríamos a recogerte en medio del sueño. Te echamos de menos. No sabemos si tú nos extrañarás".
Estaba aturdido. "No respondí ese mensaje", dijo. "Pensé que no importaba". ¿Y ahora? "Ahora lo entiendo", dijo, tranquilo. "Era una despedida".
20 de enero de 2006
©new york times
©traducción mQh
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