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¿ATACARÁ ISRAEL SIRIA E IRÁN? - conn hallinan



Santa Cruz, Cal., EU. A primera vista, el reciente apoyo del presidente George Bush a las anexiones de tierra del primer ministro de Israel, Ariel Sharon, en los territorios ocupados, no tiene demasiado sentido. El plan, según el cual Israel abandonaría la Franja de Gaza mientras anexa permanentemente la mayor parte de Cisjordania, ha sido condenado casi en todo el mundo.
Con Estados Unidos tan desesperado de un paracaídas internacional en Iraq, ¿por qué haría la Casa Blanca lo imposible por enajenarse el apoyo de sus aliados? Las explicaciones más populares son la influencia de los grupos de presión pro-israelíes y la devoción por el ala cristiano-evangélica de la administración de Bush. Pero esta explicación asume que toda la política exterior gira sobre partidismo y Dios.
Pero hay una explicación más simple.
En mayo de 2001, el Grupo de Políticas de Desarrollo de la Energía Nacional del vice-presidente Dick Cheney recomendó que el presidente "haga de la seguridad del suministro de energía una prioridad de nuestra política comercial y exterior". No son los republicanos los que inventaron la idea. La reciente movida de las compañías de petróleo y del ejército norteamericano en Asia Central fue ideada por Bill Clinton, no por George W. Bush. Fue Richard Morningstar, el asesor de Clinton, y ahora un hombre punta de John Kerry, el que introdujo a Halliburton y Cheney en Asia Central. Cuando se trata del petróleo, el partidismo termina en la costa norteamericana.
La producción mundial de petróleo ha disminuido y un estudio reciente de la Universidad de Uppsala, de Suecia, sugiere que las reservas pueden ser mucho menores que las proyecciones industriales. Dado que la mayoría de los geólogos creen que hay pocos recursos no descubiertos, ese descenso puede ser permanente.
Así, el precio del petróleo -ahora 41.65 dólares el barril, un alza de 32 dólares desde 1997- puede dejar de ser temporal.
Con una proyección del consumo norteamericano de un aumento de un tercio en los próximos veinte años -dos tercios de los cuales deberán ser importados para 2020- las reservas de petróleo son un factor estratégico crítico en cualquier ecuación. El grueso de esas reservas están en Oriente Medio, que controla el 65 por ciento de las reservas mundiales, algo así como 600 billones de barriles. Estados Unidos tiene algo menos de 23 billones de barriles.
Quienquiera que controle esas reservas controla la economía mundial. Podemos considerar por un momento la idea de que podemos usar nuestro poder en Oriente Medio y en Asia Central para limitar el suministro de petróleo hacia la expansiva economía china.
Los que crean que esta idea es paranoica no deben más que volver a leer el discurso de junio de 2002 del presidente Bush en West Point, en el que afirmó claramente que Estados Unidos no tolerará a ningún "competidor igual" en el mundo. Eso es lo que quería decir el grupo de políticas energéticas de Cheney cuando hizo de la "seguridad del suministro de energía" una piedra angular de la "política comercial y exterior" de Estados Unidos.
Pero, ¿qué tiene esto que ver con Israel y los territorios ocupados?
En el gran juego de ajedrez que son las políticas petrolíferas globales hay dos piezas en el tablero que podrían poner freno a los planes norteamericanos de controlar las reservas de petróleo de Oriente Medio: Siria e Irán.
Y es aquí donde entra en escena Ariel Sharon.
La coalición gobernante de Sharon está que hierve de ganas de hacerle la guerra a Siria e Irán. Los israelíes bombardearon Siria el año pasado y miembros importantes del gobierno de Sharon amenazan rutinariamente a Irán. También lo hacen los neo-conservadores del gobierno de Bush.
De acuerdo a un periodista irlandés, Gordon Thomas, Estados Unidos tiene misiles apuntados hacia las plantas nucleares iraníes de Natanz y Arak, y un agente secreto israelí dijo al Financial Times que "habrá una carrera para ver quién aprieta primero el botón: nosotros o los norteamericanos".
Si Siria o Irán, o ambos, son sacados del tablero, la partida terminará en jaque mate.
Nosotros no podemos permitirnos otra guerra, pero los israelíes se dejarían convencer de hacerla por nosotros. ¿Está la Casa Blanca apoyando las anexiones de Sharon como una condición de un futuro ataque israelí, apoyado por Estados Unidos, sobre los dos últimos países independientes de la región?
El problema, por supuesto, es que el mundo no es una partida de ajedrez, y las piezas no siempre se mueven como uno quiere.
De momento, Estados Unidos intenta controlar la mayor parte de las reservas de petróleo del mundo, y el gobierno de Israel por un Israel más grande que incluye la eliminación de los rivales regionales. Pero si Israel se atraviesa con los intereses norteamericanos, el llamado "lobby judío" y los evangélicos se quedarán en la calle.
La crisis en Oriente Medio no es un choque de civilizaciones, menos todavía el chantaje de que es objeto la política exterior norteamericana de parte de israelíes de extrema derecha y cristianos fundamentalistas. Como siempre, no se trata más que de negocios.

2 de julio de 2004
©global beat ©traducción mQh

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