latinos tienen miedo en california
California, EU. Nos llegan inquietantes rumores del sur de California sobre las redadas y controles policiales para detectar a los inmigrantes latinos y deportarlos a sus países de origen. Una política que no lleva a ninguna parte, excepto a causar el dolor de las familias afectadas por algunas de las detenciones. Los Angeles Times dedica al tema uno de sus editoriales.
Los barrios latinos del sur de California están en un estado cercano al pánico a raíz de una nueva política de detenciones aparentemente arbitrarias de inmigrantes ilegales a manos de la Patrulla de Fronteras. Durante años, los agentes de la patrulla de fronteras se concentraron en controles de la frontera y de carretera. Pero eso cambió el año pasado. Ahora una docena de agentes hacen recorridos muy alejados de la frontera, aproximándose a los individuos cuando descienden de autobuses, van al trabajo o a los mercados mexicanos. Las noticias de las detenciones en Corona, Ontario y Escondido ha alimentado rumores de patrullas similares en lugares tan lejanos como Pasadena y el Valle de San Fernando. La gente que tiene miedo de ser detenida y deportada no va a las consultas médicas, evita salir de compras e incluso retira a los niños de la escuela.
Aquí hay dos problemas. Uno es el perfil racial. Funcionarios de inmigración insisten en que las áreas objetivo se han definido en base a "informaciones del servicio secreto" y las detenciones se basan en informaciones divulgadas voluntariamente durante "conversaciones consensuales" con los sospechosos. Pero incluso si fuera esto verdad ("Buenos días. Hay buenas noticias para los que somos legales. ¿Lo incluye a usted?" "No, señor"), permanece en pie la pregunta acerca de quién recibe los honores de ser invitado a participar en tales conversaciones. En los controles de frontera y de carretera todo el mundo es obligado a detenerse, al menos brevemente, y es posible implementar los trámites normales que minimizan las decisiones basadas en prejuicios raciales. Pero ¿cómo decide un agente cuando tiene toda la ciudad está a su disposición? ¿A quién se aproxima el agente en la multitud que desciende de un bus? No solamente es más difícil no incurrir en prejuicios raciales: además es difícil ver cómo podrían operar las patrullas callejeras sin él.roamingY las patrullas funcionan. Más de 200 personas han sido detenidas y deportadas hasta ahora. El ambiente de temor puede desalentar a mucha gente de cruzar la frontera, muchos más que el número de deportados hasta ahora. Eso hace del segundo problema algo todavía más difícil: ¿Dónde está lo malo de causar entre los inmigrantes ilegales miedo, incluso terror, a ser detenido y deportado? Son infractores de la ley. Lo que ellos temen es exactamente lo que se supone que debe causar nuestra política de inmigración. ¿Qué sentido tiene darles refugio una vez que se alejan de la frontera?
Estas patrullas serían defendibles si hicieran parte de una política de inmigración comprehensiva que reflejara de algún modo un consenso estatal y nacional. Pero no hay tal política ni tal consenso.
¿O lo hay? Mientras latinos desesperados están siendo capturados en supermercados, no hay patrullas pagando visitas al azar a las granjas y fábricas y deteniendo a los empleadores. Es la perspectiva de trabajos con salarios norteamericanos lo que atrae a los inmigrantes. Trabar una conversación con algunos patrones durante la partida de golf de los sábados por la tarde, y luego arrestarlos, haría mucho más en desalentar la inmigración que detener a gente pobre cuando está comprando verduras. Tampoco hay patrullas trabando conversaciones consensuales con las nanas del parque y enviándolas luego a Suecia, o a otros países de por allá.
Se puede perdonar a los inmigrantes ilegales de América Latina de sospechar que estas contradicciones hacen parte en realidad de un política de inmigración coherente, después de todo. Es una política destinada a garantizar a los empleadores una fuente de trabajadores baratos y dóciles. Y las detenciones al azar en lugares que la gente pensaba antes que eran seguros se ajusta perfectamente a tal política. No creemos que haya un enfoque tan cínico como la actual y no formulada política de inmigración de Estados Unidos. Pero sí creemos que la conveniencia del caos actual para muchos intereses poderosos reduce la presión por una reforma comprehensiva de la inmigración.
La parálisis y contradicciones de la política de inmigración norteamericana, con todo, no son causadas principalmente por el choque habitual entre posiciones fuertes e intereses materiales. Lo que hace del problema de la inmigración algo tan angustiante es su extendida ambivalencia: La batalla se da tanto dentro de nosotros como entre nosotros. Esta batalla hay que darla y ganarla. Mientras aquellos que tienen la fortuna de ser ciudadanos norteamericanos no emprendan el difícil trabajo de comportarse como ciudadanos y ofrezcan una política de inmigración con la que podamos vivir, moral y económicamente, no tiene sentido y es inhumano imponer al azar la miseria y el terror entre las comunidades de inmigrantes ilegales que viven aquí.
©los angeles times ©traducción mQh
Los barrios latinos del sur de California están en un estado cercano al pánico a raíz de una nueva política de detenciones aparentemente arbitrarias de inmigrantes ilegales a manos de la Patrulla de Fronteras. Durante años, los agentes de la patrulla de fronteras se concentraron en controles de la frontera y de carretera. Pero eso cambió el año pasado. Ahora una docena de agentes hacen recorridos muy alejados de la frontera, aproximándose a los individuos cuando descienden de autobuses, van al trabajo o a los mercados mexicanos. Las noticias de las detenciones en Corona, Ontario y Escondido ha alimentado rumores de patrullas similares en lugares tan lejanos como Pasadena y el Valle de San Fernando. La gente que tiene miedo de ser detenida y deportada no va a las consultas médicas, evita salir de compras e incluso retira a los niños de la escuela.
Aquí hay dos problemas. Uno es el perfil racial. Funcionarios de inmigración insisten en que las áreas objetivo se han definido en base a "informaciones del servicio secreto" y las detenciones se basan en informaciones divulgadas voluntariamente durante "conversaciones consensuales" con los sospechosos. Pero incluso si fuera esto verdad ("Buenos días. Hay buenas noticias para los que somos legales. ¿Lo incluye a usted?" "No, señor"), permanece en pie la pregunta acerca de quién recibe los honores de ser invitado a participar en tales conversaciones. En los controles de frontera y de carretera todo el mundo es obligado a detenerse, al menos brevemente, y es posible implementar los trámites normales que minimizan las decisiones basadas en prejuicios raciales. Pero ¿cómo decide un agente cuando tiene toda la ciudad está a su disposición? ¿A quién se aproxima el agente en la multitud que desciende de un bus? No solamente es más difícil no incurrir en prejuicios raciales: además es difícil ver cómo podrían operar las patrullas callejeras sin él.roamingY las patrullas funcionan. Más de 200 personas han sido detenidas y deportadas hasta ahora. El ambiente de temor puede desalentar a mucha gente de cruzar la frontera, muchos más que el número de deportados hasta ahora. Eso hace del segundo problema algo todavía más difícil: ¿Dónde está lo malo de causar entre los inmigrantes ilegales miedo, incluso terror, a ser detenido y deportado? Son infractores de la ley. Lo que ellos temen es exactamente lo que se supone que debe causar nuestra política de inmigración. ¿Qué sentido tiene darles refugio una vez que se alejan de la frontera?
Estas patrullas serían defendibles si hicieran parte de una política de inmigración comprehensiva que reflejara de algún modo un consenso estatal y nacional. Pero no hay tal política ni tal consenso.
¿O lo hay? Mientras latinos desesperados están siendo capturados en supermercados, no hay patrullas pagando visitas al azar a las granjas y fábricas y deteniendo a los empleadores. Es la perspectiva de trabajos con salarios norteamericanos lo que atrae a los inmigrantes. Trabar una conversación con algunos patrones durante la partida de golf de los sábados por la tarde, y luego arrestarlos, haría mucho más en desalentar la inmigración que detener a gente pobre cuando está comprando verduras. Tampoco hay patrullas trabando conversaciones consensuales con las nanas del parque y enviándolas luego a Suecia, o a otros países de por allá.
Se puede perdonar a los inmigrantes ilegales de América Latina de sospechar que estas contradicciones hacen parte en realidad de un política de inmigración coherente, después de todo. Es una política destinada a garantizar a los empleadores una fuente de trabajadores baratos y dóciles. Y las detenciones al azar en lugares que la gente pensaba antes que eran seguros se ajusta perfectamente a tal política. No creemos que haya un enfoque tan cínico como la actual y no formulada política de inmigración de Estados Unidos. Pero sí creemos que la conveniencia del caos actual para muchos intereses poderosos reduce la presión por una reforma comprehensiva de la inmigración.
La parálisis y contradicciones de la política de inmigración norteamericana, con todo, no son causadas principalmente por el choque habitual entre posiciones fuertes e intereses materiales. Lo que hace del problema de la inmigración algo tan angustiante es su extendida ambivalencia: La batalla se da tanto dentro de nosotros como entre nosotros. Esta batalla hay que darla y ganarla. Mientras aquellos que tienen la fortuna de ser ciudadanos norteamericanos no emprendan el difícil trabajo de comportarse como ciudadanos y ofrezcan una política de inmigración con la que podamos vivir, moral y económicamente, no tiene sentido y es inhumano imponer al azar la miseria y el terror entre las comunidades de inmigrantes ilegales que viven aquí.
©los angeles times ©traducción mQh
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