CORRUPCIÓN POLICIAL CONTAMINA A ARGENTINA Y AL PRESIDENTE - larry rother
Gobiernos sucesivos han prometido reformar un instituto policial notorio por su corrupción: la policía provincial de Buenos Aires, que cuenta entre sus filas con secuestradores y atracadores de bancos, que operan con la complacencia de caudillos políticos.
Buenos Aires, Argentina. Era un estudiante de ingeniería de 23 años de una familia de clase media que fue secuestrado una noche este año cuando iba en camino a ver a su novia. Días después, mientras se esperaba el rescate, logró escapar, pero cuando los vecinos alertaron a la policía de que había un hombre corriendo por la calle, pidiendo ayuda, la policía les dijo que se metieran en sus casas y se ocuparan de sus propios asuntos.
Sólo más tarde, después de que el estudiante Axel Blumberg fuera matado a balazos en marzo, surgió una explicación para el comportamiento aparentemente extraño de la policía. Dos veteranos miembros de la policía provincial de Buenos Aires fueron acusados de complicidad en el caso, y el fiscal dice que otros de la comisaría de policía están también implicados en el delito, que se cree fue llevado a cabo por una banda organizada.
Para los argentinos, el caso de Blumberg se ha transformado en un escándalo tan terrible que ha provocado marchas de protesta y la formación de grupos de derechos civiles. Pero cuando antiguos y actuales funcionarios de policía y criminalistas de Argentina dijeron que lo único escandaloso era la revelación de las fechorías, su fatal conclusión fue la indignación del público. Lo que era aparentemente la implicación de la policía, dijeron, es en realidad un ejemplo de que asuntos como este no pueden tener lugar a menos que estén involucrados políticos poderosos que proporcionan protección.
"Este fenómenos ha existido siempre y es histórico", dijo en una entrevista León Arslanian, nombrado recientemente ministro de seguridad pública, en la que indicó que había esfuerzos por limitarlo. "La clase política ha contribuido al fenómeno de la corrupción policial de varias maneras".
Durante su primer año de mandato, el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, ha jurado repetidas veces depurar a la policía provincial de Buenos Aires, una fuerza de 47 mil hombres que describe como "rebosante de pus". Por iniciativa suya, se han realizado algunas purgas, también en la problemática policía federal -lo que condujo el despido de cientos de agentes.
Pero no es solo la seguridad pública la que está en cuestión: el éxito de su presidencia, de hecho, puede depender de su habilidad para sanear a La Bonaerense, el apodo de la fuerza en la provincia de Buenos Aires, que es el hogar de casi el 40 por ciento de los 39 millones de argentinos. Se dice que altos cargos policiales que están protegidos por políticos poderosos son responsables de canalizar millones de dólares a los rivales políticos de Kirchner dentro del gobernante movimiento peronista.
Kirchner no respondió a las peticiones de una entrevista, y el ministro de justicia Gustavo Véliz anuló una entrevista para conversar sobre la campaña de limpieza en la policía. Pero en declaraciones públicas, Béliz dijo: "El problema es que las fuerzas policiales se han corrompido porque ha habido políticos criminales que han hecho tratos con ellos".
Kirchner despidió a Béliz a fines de julio a raíz de una disputa sobre la fuerza que debía usarse para sofocar una manifestación política en la capital. Justo dos días antes, el presidente había también despedido al director de la Policía Federal por un asunto relacionado, al negarse a ejecutar su orden de no permitir a los agentes de policía portar armas de fuego cuando controlan esas protestas.
Muchos de los oficiales que supervisan a la policía provincial dicen que el cuerpo es notorio por su corrupción y despreciado por el público. Un funcionario extranjero que fue obligado a trabajar con la policía provincial la describió como "una mafia en uniforme", y los fiscales y expertos en seguridad pública dicen que está profundamente entrelazada con el crimen organizado.
En la policía provincial de Buenos Aires, "cada división se dedica al área de delincuencia que se supone que tiene que combatir", dice Alejandra Vallespir, una socióloga en la Universidad de Buenos Aires que ha escrito extensamente sobre el cuerpo policial. "La división de robos, roba; la de narcóticos, trafica en drogas; la de robo de vehículos, roba vehículos y soborna a tiendas; y la de fraude y banca, estafa y tima".
Antiguos fiscales y agentes de policía dicen que no hay ninguna área de la delincuencia, desde la prostitución y las apuestas ilegales hasta tráfico de drogas y secuestro, en la que miembros de la policía provincial no hayan estado involucrados. En las carreteras y en las pampas, así llamados ´piratas del asfalto´, a veces en patrulleros policiales, roban ganado y asaltan a los coches.
En una entrevista en la provincial ciudad de Mercedes, Miriam Rodríguez, una infatigable fiscal que ha logrado condenar a numerosos policías por corrupción, incluyendo a su jefe de personal, contó cómo funciona el sistema. Citó el caso de una banda de ladrones de coches, en el que logró que se condenara a siete agentes de policía.
Los ladrones roban un coche y lo venden con documentación falsa a un comprador confiado, dice. La policía entonces requisa el coche, amenaza al nuevo propietario con la cárcel a menos que pague fuertes mordidas y devuelva el coche a los ladrones. El ciclo se repite tres o cuatro veces antes de que el coche se entregue a una hojalatería y sea desarmado.
Las sumas conseguidas con tales intrigas son altas: tanto como 30 mil dólares al mes en beneficios y sobornos en las comisarías de policía más ricas de la provincia, de acuerdo a antiguos fiscales y agentes de policía. Norberto Fiori, un antiguo jefe de comisaría que admitió su corrupción y entregó al estado evidencias después de una disputa con sus colegas, dice que los pagos para actos criminales tienen tarifas fjas: un burdel típico, por ejemplo, paga a la policía cien dólares a la semana por cada una de sus prostitutas, mientras que la ´comisión´ por un coche robado es de un mínimo de trescientos dólares.
"Se le da a cada comisaría una cuota que tiene que cumplir, y tiene que buscar sus propios medios para hacerlo", dijo Ricardo Ragendorfer, un reportero y autor de un par de libros de gran éxito de público sobre lo que llama ´la maldita policía´. "La mitad del dinero se queda ahí, y la otra mitad va hacia arriba en la cadena de mando".
Pero el dinero no para ahí. Actuales y antiguos funcionarios de gobierno que han estado implicados en investigaciones de la policía provincial dice que mucho de la mordida termina en manos de caudillos políticos y funcionarios de partido, sobre todo pero no exclusivamente peronistas, que lo usan para comprar votos y asegurarse la aprobación de leyes que favorecen sus intereses.
Al concentrarse en la policía provincial, el presidente Kirchner esperar fortalecerse a sí mismo en dos frentes relacionados, dijeron funcionarios de gobierno y expertos en seguridad pública. Antes de nada, necesita restaurar el orden público, que ha sido citado como el principal problema del país por el 64.1 por ciento de los encuestados en un sondeo reciente.
Con ello espera debilitar a su principal rival político, el antiguo presidente Eduardo Duhalde. Aunque ya no tiene funciones públicas, Duhalde todavía controla la máquina peronista y la enorme delegación parlamentaria del partido de la provincia de Buenos Aires.
Duhalde no accedió a ser entrevistado. Cuando era gobernador de la provincia de Buenos Aires en los años noventa, describió al cuerpo de policía como "el mejor del mundo" y e impidió su reforma, dijeron funcionarios que trabajaron en la seguridad pública en esa época.
Kirchner, también peronista, proviene de una pequeña provincia de Patagonia. Le gustaría construir una base política independiente en la provincia de Buenos Aires, pero se dice entre funcionarios del partido y comentaristas políticos argentinos que sus esfuerzos para consolidarse en el poder y aprobar reformas políticas y económicas son bloqueados por Duhalde.
Gobiernos anteriores han hecho promesas similares para reformar a la policía y no han logrado efectuar cambios significativos. Para golpear con más efectividad, Kirchner necesita más aliados, que son difíciles de encontrar. Muchos segmentos de la sociedad que esperan esas reformas, como los grupos de empresarios, han sido obligados a callar con amenazas.
"No es posible que esta institución se puede reformar y depurar por sí misma", dijo Marcelo Saín, un antiguo subsecretario del ministerio de seguridad pública que trabaja ahora como investigador en la Universidad de Quilmes. "Simplemente no hay agentes de policía que puedan encargarse de una tarea semejante".
5 de agosto de 2004
©traducción mQh©newyorktimes
Sólo más tarde, después de que el estudiante Axel Blumberg fuera matado a balazos en marzo, surgió una explicación para el comportamiento aparentemente extraño de la policía. Dos veteranos miembros de la policía provincial de Buenos Aires fueron acusados de complicidad en el caso, y el fiscal dice que otros de la comisaría de policía están también implicados en el delito, que se cree fue llevado a cabo por una banda organizada.
Para los argentinos, el caso de Blumberg se ha transformado en un escándalo tan terrible que ha provocado marchas de protesta y la formación de grupos de derechos civiles. Pero cuando antiguos y actuales funcionarios de policía y criminalistas de Argentina dijeron que lo único escandaloso era la revelación de las fechorías, su fatal conclusión fue la indignación del público. Lo que era aparentemente la implicación de la policía, dijeron, es en realidad un ejemplo de que asuntos como este no pueden tener lugar a menos que estén involucrados políticos poderosos que proporcionan protección.
"Este fenómenos ha existido siempre y es histórico", dijo en una entrevista León Arslanian, nombrado recientemente ministro de seguridad pública, en la que indicó que había esfuerzos por limitarlo. "La clase política ha contribuido al fenómeno de la corrupción policial de varias maneras".
Durante su primer año de mandato, el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, ha jurado repetidas veces depurar a la policía provincial de Buenos Aires, una fuerza de 47 mil hombres que describe como "rebosante de pus". Por iniciativa suya, se han realizado algunas purgas, también en la problemática policía federal -lo que condujo el despido de cientos de agentes.
Pero no es solo la seguridad pública la que está en cuestión: el éxito de su presidencia, de hecho, puede depender de su habilidad para sanear a La Bonaerense, el apodo de la fuerza en la provincia de Buenos Aires, que es el hogar de casi el 40 por ciento de los 39 millones de argentinos. Se dice que altos cargos policiales que están protegidos por políticos poderosos son responsables de canalizar millones de dólares a los rivales políticos de Kirchner dentro del gobernante movimiento peronista.
Kirchner no respondió a las peticiones de una entrevista, y el ministro de justicia Gustavo Véliz anuló una entrevista para conversar sobre la campaña de limpieza en la policía. Pero en declaraciones públicas, Béliz dijo: "El problema es que las fuerzas policiales se han corrompido porque ha habido políticos criminales que han hecho tratos con ellos".
Kirchner despidió a Béliz a fines de julio a raíz de una disputa sobre la fuerza que debía usarse para sofocar una manifestación política en la capital. Justo dos días antes, el presidente había también despedido al director de la Policía Federal por un asunto relacionado, al negarse a ejecutar su orden de no permitir a los agentes de policía portar armas de fuego cuando controlan esas protestas.
Muchos de los oficiales que supervisan a la policía provincial dicen que el cuerpo es notorio por su corrupción y despreciado por el público. Un funcionario extranjero que fue obligado a trabajar con la policía provincial la describió como "una mafia en uniforme", y los fiscales y expertos en seguridad pública dicen que está profundamente entrelazada con el crimen organizado.
En la policía provincial de Buenos Aires, "cada división se dedica al área de delincuencia que se supone que tiene que combatir", dice Alejandra Vallespir, una socióloga en la Universidad de Buenos Aires que ha escrito extensamente sobre el cuerpo policial. "La división de robos, roba; la de narcóticos, trafica en drogas; la de robo de vehículos, roba vehículos y soborna a tiendas; y la de fraude y banca, estafa y tima".
Antiguos fiscales y agentes de policía dicen que no hay ninguna área de la delincuencia, desde la prostitución y las apuestas ilegales hasta tráfico de drogas y secuestro, en la que miembros de la policía provincial no hayan estado involucrados. En las carreteras y en las pampas, así llamados ´piratas del asfalto´, a veces en patrulleros policiales, roban ganado y asaltan a los coches.
En una entrevista en la provincial ciudad de Mercedes, Miriam Rodríguez, una infatigable fiscal que ha logrado condenar a numerosos policías por corrupción, incluyendo a su jefe de personal, contó cómo funciona el sistema. Citó el caso de una banda de ladrones de coches, en el que logró que se condenara a siete agentes de policía.
Los ladrones roban un coche y lo venden con documentación falsa a un comprador confiado, dice. La policía entonces requisa el coche, amenaza al nuevo propietario con la cárcel a menos que pague fuertes mordidas y devuelva el coche a los ladrones. El ciclo se repite tres o cuatro veces antes de que el coche se entregue a una hojalatería y sea desarmado.
Las sumas conseguidas con tales intrigas son altas: tanto como 30 mil dólares al mes en beneficios y sobornos en las comisarías de policía más ricas de la provincia, de acuerdo a antiguos fiscales y agentes de policía. Norberto Fiori, un antiguo jefe de comisaría que admitió su corrupción y entregó al estado evidencias después de una disputa con sus colegas, dice que los pagos para actos criminales tienen tarifas fjas: un burdel típico, por ejemplo, paga a la policía cien dólares a la semana por cada una de sus prostitutas, mientras que la ´comisión´ por un coche robado es de un mínimo de trescientos dólares.
"Se le da a cada comisaría una cuota que tiene que cumplir, y tiene que buscar sus propios medios para hacerlo", dijo Ricardo Ragendorfer, un reportero y autor de un par de libros de gran éxito de público sobre lo que llama ´la maldita policía´. "La mitad del dinero se queda ahí, y la otra mitad va hacia arriba en la cadena de mando".
Pero el dinero no para ahí. Actuales y antiguos funcionarios de gobierno que han estado implicados en investigaciones de la policía provincial dice que mucho de la mordida termina en manos de caudillos políticos y funcionarios de partido, sobre todo pero no exclusivamente peronistas, que lo usan para comprar votos y asegurarse la aprobación de leyes que favorecen sus intereses.
Al concentrarse en la policía provincial, el presidente Kirchner esperar fortalecerse a sí mismo en dos frentes relacionados, dijeron funcionarios de gobierno y expertos en seguridad pública. Antes de nada, necesita restaurar el orden público, que ha sido citado como el principal problema del país por el 64.1 por ciento de los encuestados en un sondeo reciente.
Con ello espera debilitar a su principal rival político, el antiguo presidente Eduardo Duhalde. Aunque ya no tiene funciones públicas, Duhalde todavía controla la máquina peronista y la enorme delegación parlamentaria del partido de la provincia de Buenos Aires.
Duhalde no accedió a ser entrevistado. Cuando era gobernador de la provincia de Buenos Aires en los años noventa, describió al cuerpo de policía como "el mejor del mundo" y e impidió su reforma, dijeron funcionarios que trabajaron en la seguridad pública en esa época.
Kirchner, también peronista, proviene de una pequeña provincia de Patagonia. Le gustaría construir una base política independiente en la provincia de Buenos Aires, pero se dice entre funcionarios del partido y comentaristas políticos argentinos que sus esfuerzos para consolidarse en el poder y aprobar reformas políticas y económicas son bloqueados por Duhalde.
Gobiernos anteriores han hecho promesas similares para reformar a la policía y no han logrado efectuar cambios significativos. Para golpear con más efectividad, Kirchner necesita más aliados, que son difíciles de encontrar. Muchos segmentos de la sociedad que esperan esas reformas, como los grupos de empresarios, han sido obligados a callar con amenazas.
"No es posible que esta institución se puede reformar y depurar por sí misma", dijo Marcelo Saín, un antiguo subsecretario del ministerio de seguridad pública que trabaja ahora como investigador en la Universidad de Quilmes. "Simplemente no hay agentes de policía que puedan encargarse de una tarea semejante".
5 de agosto de 2004
©traducción mQh©newyorktimes
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