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SUDÁFRICA SE MIRA EN EL ESPEJO - scott kraft


Un reportero vuelve una década después de la caída del apartheid y encuentra a negros y blancos adoptando nuevos roles en un país orgulloso de su transición.
Brits, Sudáfrica. Visitantes de las apacibles oficinas del Ayuntamiento de Brits hace una década eran recibidos por un amable recepcionista blanco. Arriba, secretarias blancas atendían a un alcalde blanco y un personal blanco. Los negros servían el té.
Hoy, el recepcionista y las secretarias son todavía blancos. Pero la mayoría de los jefes, incluyendo al alcalde y a la contraloría, son negros. Y, en la entrada el otro día, un limpiador blanco estaba limpiando los cristales.
"Como negro, hace una década ni te acercabas a estas oficinas", dijo Keneth Ngubegusha.
En esa época, Ngubegusha era un estudiante que luchaba contra el apartheid y veía a los blancos como enemigos. Hoy es el funcionario de comunicaciones del ayuntamiento en esta próspera comunidad de colinas cubiertas de acacias cerca de Pretoria. Y cree que "hoy ya no se trata de una cuestión entre blancos y negros en Sudáfrica".
Como corresponsal en Sudáfrica desde 1988 a 1993, asistí a los últimos alientos del apartheid: El intento fallido de obligar a los negros a volver a sus ‘patrias' autónomas. La abolición de las leyes que imponían la segregación racial. La semana en 1990 en que el Congreso Nacional Africano fue legalizado y su líder, Nelson Mandela, liberado. Y volví en 1994 cuando el 80 por ciento de negros de los 45 millones de habitantes de Sudáfrica tuvieron su primera oportunidad de votar en elecciones libres.
Cuando volví recientemente encontré a un país que, a primera vista, se sentía y veía familiar. La neblina de humo de carbón y polvo industrial todavía cubría la metrópolis de Johannesburgo, a una milla de alto. Los combis, camionetas atiborradas de pasajeros negros, todavía recorren a toda velocidad desde y hacia el creciente municipio de Soweto. Racimos de chozas todavía se amontonan contra la carretera que va del aeropuerto de Ciudad del Cabo a la Montaña de la Mesa. Y la especial belleza de este país, desde sus relucientes campos hasta su prístinas playas, seguían inmejorables.
Pero, de más cerca, era obvio que diez años de gobierno de mayoría negra había efectuado profundos cambios. Un agresivo programa de acción asertiva había levantado a los negros en la industria privada y hecho crecer la clase media negra. Todas las escuelas blancas se habían transformado en escuelas preponderantemente negras. Todos los suburbios blancos estaban profundamente integrados.
Lo que era igualmente notable era, sin embargo, lo que la mayoría negra no había hecho. No había usado su nuevo poder para aplastar a la minoría blanca. No había requisado propiedades blancas ni encarcelado de los líderes del antiguo régimen. No ha anulado los logros de los gobernantes blancos de los libros de historia. De hecho, los ganadores han mostrado una confianza y magnanimidad rara vez vista en las sociedades post-revolucionarias.
En el pasado la raza dominaba aquí las conversaciones. Hoy, los sudafricanos se quejan frecuentemente de la delincuencia y han construido murallas de seguridad más altas y contratado a más guardias privados. Critican el mal manejo del gobierno de la epidemia de SIDA que ahora reclaman 600 vidas al día. Lamentan la persistencia de la pobreza, alimentada por un desempleo de más del 20 por ciento -según algunos cálculos, incluso el doble.
Y, cuando se les pregunta, miran sorprendidos de que su país haya logrado tener una transición pacífica desde la opresión de los negros a una democracia multirracial.
De vuelta en 1994, Frederik W. de Klerk fue el presidente que negoció para quitarse del poder. Hoy, a los 68, dirige una fundación que ofrece ayuda a países extranjeros en el manejo de la diversidad racial. Y está prosperando en su propio país.
"Sudáfrica ha tenido bastante éxito en la primera fase, la transformación política", dijo De Klerk, en su oficina en su oficina de la colina de Ciudad del Cabo, con unas vistas de postal sobre Robben Island, donde sus predecesores del Partido Nacional encarcelaron a Mandela durante muchos años". "Hemos puesto fundamentos sólidos para la segunda fase: la transformación socio-económica".
En estos días, De Klerk es frecuentemente parado por negros y blancos para darle la mano y pedirle un autógrafo. "A veces me avergüenza el afecto que recibo", dijo.
Cuando encontré por primera vez a Zwelakhe Sisulu, un editor de un diario negro, a fines de los años ochenta, recién había salido de la cárcel, a donde lo habían enviado por criticar al gobierno blanco. Después de las elecciones de 1994, el gobierno lo nombró director de la Compañía de Radiodifusión de Sudáfrica, en el pasado portavoz del apartheid.
Ahora, Sisulu es un hombre de negocios. Se ha mudado de Soweto y tiene casas en un elegante suburbio de Johanesburgo y en el elegante puerto de Ciudad del Cabo. Su nueva lucha es crear una compañía de medios con operaciones en todo África.
"La gente negra ha hecho serias incursiones y ahora son participantes serios en los negocios", dijo. Y el gobierno de la maquinaria política del CNA "está aceitada por la nueva clase empresarial. En una democracia joven, el liderazgo político es tan importante como el liderazgo empresarial".
No todos los activistas del CNA encontraron hueco en la política o en los negocios. Cuando conocí a Leslee Durr en 1989, la rebelde hija de un granjero afrikaner acababa de ser detenida y expulsada por dirigir unas protestas contra el apartheid en la Universidad de Stellenbosch, el bastión de la educación superior afrikaner. Esperaba dedicarse toda la vida a la causa.
Hoy, ayuda a su padre en la granja y dedica la mayor parte de su tiempo a ayudar a las mujeres de varias razas que trabajan ahí.
"Esta es una granja sudafricana blanca con una historia", me dijo hace poco Durr, mientras se fumaba un cigarrillo en su granja. "Este no es un negocio políticamente neutro".
Durr, ahora 37, se ha planteado como misión enseñar a sus trabajadoras a defender sus derechos. Ha invitado a líderes del CNA a hablar con las trabajadoras en época de elecciones y las ha aconsejado sobre los detalles de la Ley de Empleo Igualitario.
"Mi padre se enloquece cuando lo hago", dijo, sonriendo. "Todo tipo de agitación es considerada como una inmensa muestra de deslealtad hacia la empresa".
En los años ochenta, las sanciones aislaron a Sudáfrica. Sus equipos de rugby, cricket y fútbol eran parias internacionales. Los restaurantes norteamericanos de comida rápida que salpicaban el planeta se habían saltado la punta de África. Los vuelos directos al resto de África eran raros.
Volver después de una década, es asombroso ver cómo una ola de inversiones ha remodelado la escena. Los restaurantes de McDonald son tan ubicuos como los jacarandás. Los periodistas deportivos se quedan aliento hablando mal del próximo encuentro internacional. Y en el suburbio de Sandton, de Johanesburgo, que fue una vez el enclave de ricachones blancos, está ahora el consulado de Nigeria, que se consideró durante décadas en guerra con Sudáfrica.
Cuando el apartheid había comenzado a derrumbarse, los blancos, y también algunos negros, estaban nerviosos por el Congreso Nacional Africano. El movimiento de liberación era dirigido por tipos que arrojaban piedras en el país y en la elite exiliada, muchos de cuyos miembros se habían educado en la Rusia comunista. ¿Qué hará -se preguntaban los blancos- el CNA?
Hoy, saben la respuesta. Johan Krieg;er, abogado de derechos civiles blanco y juez jubilado, lo explica del siguiente modo: "Se tomaron una chusma de revolucionarios con ojos de demente y combatientes en las selvas y los convencieron de aceptar un sistema de libre mercado abierto que ha logrado mantener cinco puntos de crecimiento económico. Ese es un gran resultado".
Durante el apartheid, la cultura fue un área en la que los negros pudieron incursionar. Sin embargo, muchos iconos culturales del movimiento contra el apartheid eran blancos.
Hoy, un renacimiento africano ha comenzado a sacudir al país.
"Estamos desarrollando un orgullo en nuestra nacionalidad africana", dijo Thami Mazwai, un activista del movimiento anti-apartheid en el pasado que dirige ahora una compañía editorial. "Hay un sentimiento, una corriente, como París durante el Renacimiento".
Un ejemplo es el creciente movimiento de artistas negros, que ahora exponen ante coleccionistas de todo el mundo. Sus temas hoy reflejan las crecientes preocupaciones de un país en transición: SIDA, homosexuales. Y el bajo estatus de las mujeres africanas. Y una naciente clase de coleccionistas de art nouveau para nuevos ricos negros y blancos comienzan a prestarles atención -una pintura de Gerard Sekoto fue se vendió por $10.000 hace ocho años, se subastó recientemente en $100.000.
Hace una década atrás, en las fábricas los negros trabajaban para los blancos y no había respeto mutuo. Esa relación se ha invertido, con resultados sorprendentes.
Cuando tres inversionistas negros tomaron el control de una próspera concesión de BMW en el centro de Johanesburgo no hace mucho tiempo, una de las vendedoras blancas, Priscilla Mare, se preocupó.
"Tomó un tiempo acostumbrarse a su cultura, a sus maneras", admitió. Cuando le pedí ejemplos, dijo: "Sabes, cosas como el ‘tiempo africano'".
Ahora piensa que los hombres de negocios y de ventas negros están en ebullición.
El legado del país, definido alguna vez solamente por el aguante de los colonos blancos afrikaners, incluyen ahora un homenaje a la larga lucha de su mayoría negra. Un nuevo Museo del Apartheid cerca del municipio de Soweto muestra la lucha contra la opresión blanca y rememora los sufrimientos de los negros. Una cárcel en el centro de Johanesburgo donde estuvieron detenidos los líderes del CNA está siendo rehabilitada como museo. Y la prisión de Robben Island es ahora también un museo.
Una gigantesca estatua de Mandela se erigió hace unas semanas en una plaza de Ciudad de Sandton, un centro comercial al norte de Johanesburgo donde antes había guardias controlando las bolsas a la búsqueda de bombas del CNA. Ahora, los turistas posan para hacerse fotos. Las calles que antes llevaban el nombre de héroes del apartheid han recibido nuevos nombres de líderes del movimiento contra el apartheid. En Johanesburgo, se ha inaugurado un nuevo Puente Nelson Mandela, junto la Puente de la Reina Isabel.
Pero al preservar el pasado, el gobierno no ha sentido la necesidad de re-escribirlo. En Ciudad del Cabo todavía está la estatua de Luis Botha, el ‘estadista' afrikaner de comienzos del siglo veinte, a las afueras de la residencia oficial del presidente.
El Monumento Voortrekker cerca de Pretoria todavía conmemora la Gran Marcha de los afrikaners en el interior de Sudáfrica y de su victoria, que creyeron que era intervención divina, sobre sus enemigos zulúes. El monumento simbolizó alguna vez la creencia afrikaner de que Dios quería que gobernasen Sudáfrica. Pero hoy es un museo historia y cultura afrikaner (todavía subvencionado por el gobierno). Guías negros dan ahora tours en lenguas africanas, y los conciertos de jazz han reemplazado los servicios religiosos.
Pero es en lugares como Brits donde son más aparentes tanto los signos pesados como sutiles de una evolución racial.
Cuando visité Brits por primera vez, los blancos conservadores estaban tratando de sacar a los negros de Oukassie, un campo de okupas en las afueras de la ciudad. Hoy el ayuntamiento negro han construido una cancha de fútbol, una cancha de tenis, una biblioteca y un centro comunitario en Oukassie, que ha aumentado a 18 mil vecinos.
"Este gobierno no dice solamente: ‘Lo siento, bye-bye' a Oukassie", dijo Ngubegusha, el funcionario del ayuntamiento. "Hemos construido 550 casas para los más pobres. La gente tiene un techo sobre sus cabezas y pan en sus mesas. Estamos diciendo: ‘Si te vienes a vivir aquí, eres miembro de nuestra comunidad'".
Le pregunté al Ngubegusha por qué el nuevo Ayuntamiento no barría la casa y reemplazaba a las secretarias blancas, la mayoría de las cuales había trabajado para funcionarios del apartheid. Parecía sorprendido por mi pregunta.
"No puedes despreciar a una persona que es profesional", dijo. "Esas mujeres son profesionales. Y una profesional es una profesional".

6 de agosto de 2004
©traducción mQh©losangelestimes

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