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RESISTIENDO LA SEQUÍA EN EL ORIENTE DE CUBA - vanessa arrington


Una fuerte sequía afecta al oriente de Cuba. el gobierno reparte agua en tractores y camiones y autoriza a empresarios a venderla a dos centavos el litro.
Holguín, Cuba. A Rebeca Falla calmarse le cuesta cada día más. La peor sequía en el oriente de Cuba en cuarenta años ha transformado cocinar, lavar ropa y fregar el piso en una pesadilla para el ama de casa.
Luego está el problema de la ducha. Falla, 59, está acostumbrada a tomar dos largas y frías duchas al día para aliviar el tiempo de noventa grados de humedad, pero tiene que conformarse con una breve llovizna. "Te deja de muy mal humor", dice.
La escasez de agua ha afectado a miles en la ciudad de Holguín, el área más duramente afectada, 435 millas al este de La Habana. Las ciudades aledañas en la provincia de Holguín y en las provincias orientales de Camagüey y Las Tunas también ha sido afectadas.
Las cosechas de mandioca, banana y caña de azúcar se han estropeado, haciendo subir los precios en los mercados locales. Casi trece mil huesudas vacas han sido sacrificadas este año.
Las autoridades dieron la alerta en Holguín, la cuarta ciudad de Cuba, en julio de 2003, cuando la lluvia no logró llenar los embalses. Dos meses más tarde, uno de los tres estanques de la ciudad se secó, luego otro en mayo cuando las precipitaciones descendieron a un 40 por ciento de lo normal.
"Nunca antes se habían secado dos embalses", dijo Leandro Bermúdez, subdirector del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos de Cuba, en Holguín. "Estamos preocupados".
Aunque las cosas han mejorado con las lluvias más frecuentes de los últimos tiempos, pasarán semanas antes de los embalses y pozos vuelvan a rellenarse. El embalse que se secó en mayo ha recuperado sólo lo suficiente como para garantizar el agua durante 30 días a los hospitales y clínicas de Holguín, una ciudad de 300.000 habitantes.
Los grifos están secos, lo mismo que los pozos.
Sin embargo, en Cuba comunista la solidaridad social está profundamente arraigada, y los pocos que aún tienen agua en sus propiedades abren sus pozos y la comparten con los vecinos.
"Nunca le han dicho no a nadie", dijo Idalia Góngora, 43, mientras ella y su hija llenaban cubos en el pozo del vecino. "Gracias a Dios, son muy caritativos. Si no, la habríamos pasado peor".
El centralizado gobierno de Cuba reaccionó rápidamente, cavando más de cien nuevos pozos en y en los alrededores de Holguín e instalando decenas de tiendas donde se vende agua a dos centavos el litro. Con el peso cubano a un cambio de 26 por dólar, eso es menos que un centavo norteamericano.
Tractores y camiones del gobierno están siendo convertidos en transportadores de agua. Alrededor de 155 recorren la ciudad repartiendo agua. Es gratis, pero no es potable.
Hace poco tiempo, una tarde, decenas de personas rodearon a un transportador de agua, mientras unos niños excitados corrían en torno a un camión de helados, para llenar recipientes de plástico y de metal, incluso tachos de basura.
Un hombre que volvió repetidas veces fue objeto de burlas de los vecinos, que le gritaron: "Mario, ¡parece que tu familia crece por minutos!"
Si las entregas no satisfacen la demanda, hombres emprendedores con camiones improvisados y un permiso especial del gobierno cierran la brecha, también a dos centavos el litro.
En el barrio de Vista Alegre, de Holguín, el consejo de la comunidad reunió a unas 30 personas a las ocho de la mañana para organizar el día: fijar la ruta hacia cada cuadra, asegurarse de que las clínicas y panaderías obtengan el agua que necesitan, enviando voluntarios a trabajar hasta tan tarde como las nueve de la noche.
"Pasamos más tiempo aquí que en nuestras casas", dijo Gloria Asencio Gálvez, presidente del consejo.
Los vecinos de Holguín esperan la inauguración de un oleoducto de 54 kilómetros y 5 millones de dólares desde el río Cauto en el sur de Cuba. Se suponía que el agua tenía que empezar a fluir el 31 de agosto y satisfacer la mitad de las necesidades de la ciudad. Pero no llegará al campo, donde el apuro económico es más apremiente.
El granjero Rafael Aguilera, 55, sentado en el porche de su casa a 19 kilómetros de Holguín, dijo que la ración diaria para su esquelético ganado había caído de cuatro bidones al día a menos de dos pintas. Toda la leche ahora la recibe su hijo de ocho años.
Aguilera perdió su cosecha de maíz, y hay poco agua potable. La tierra está resquebrajada y seca en todas partes.
"Nadie llega aquí ya", dijo Aleda Hernández, la mujer de Aguilera. "No estamos en el mapa".

8 de agosto de 2004
©traducción mQh
©washingtonpost

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