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SADAM: DE UNA VIDA DE PRIVILEGIO A DOS DUCHAS A LA SEMANA - henry chu


Saddam Hussein en prisión escribe poesía y come magdalenas. En una carta suya a su nieto Ali Hussein, filtrada de la cárcel, le dice que sea como su padre -sin decirle que lo mató él mismo tras acusarlo de traición.
Bagdad, Iraq. En un diminuto patio cerrado cerrado debajo de un sol abrasador, un solitario ermitaño con una suelta túnica morada se ocupa de un árbol. Los pastizales tachonan este tranquilo oasis, pero es el árbol el que consume la atención del hombre y del agua que trae.
Este no es un arbusto común en la ciudad: El árbol está dentro del Camp Cropper, una cárcel manejada por Estados Unidos en el fortificado aeropuerto de Bagdad. Y el celador, con gafas, no es un mero jardinero: Es el antiguo presidente de Iraq, Saddam Hussein, el gobernante de puño de acero reducido a un recluso con dedos verdes.
Estos son momentos excepcionalmente difíciles para un hombre acostumbrado a los beneficios de la dictadura, cuyo deseo era una orden, y a veces, para otros, la ejecución.
Hoy, como el recluso No. 1 de Camp Cropper, Hussein, 67, está sometido a las órdenes de personal militar estadounidense que lo custodian y a los rigores de un programa institucional que sólo le permite dos duchas a la semana -una bofetada para alguien tan consciente de las bacterias que, según se sabe, pedía a sus visitantes que se desinfectaran las manos antes de reunirse con él.
Aislado, Hussein mata el tiempo leyendo, escribiendo y comiendo magdalenas y galletas mientras espera el juicio por crímenes de guerra.
Esta es la prosaica escena que Bakthiar Amin, el ministro de derechos humanos del nuevo gobierno iraquí, describe después de realizar hace dos semanas una visita de inspección que incluyó a Camp Cropper. Amin es el único funcionario que ha entregado al público una descripción detallada del cautiverio del antiguo presidente, al que los militares estadounidenses han mantenido envuelto en secretos.
La falta de información ha engendrado rumores sobre la salud de Hussein que parecen leyendas urbanas. Que tiene cáncer. Su corazón está malo. Se quedó ciego. Pero no es así, dijo Amin. Los doctores visitan a Hussein dos veces al día, y aunque parece haber perdido algo de peso y sufre ataques de nerviosismo, Amin lo describió como estando "en muy buenas condiciones de salud".
"No hay nada de que preocuparse sobre su salud", dijo Amin en una entrevista. Y agregó: "No escapará al juicio".
El Comité Internacional de la Cruz Roja también visitó a Hussein -cuatro veces desde febrero- para controlar cómo se le trata detrás de las rejas. Una portavoz de la organización se negó a comentar cómo está siendo tratado el más famoso de los prisioneros iraquíes, aduciendo razones de confidencialidad.
Pero una fuente independiente con conocimiento de las condiciones de vida de Hussein confirmó que estaba recibiendo atención médica apropiada. Amid indicó en observaciones públicas que el que fue una vez déspota estaba siendo tratado por su alta presión sanguínea, una hernia y una persistente infección de la próstata.
Los oficiales estadounidenses todavía no hablan sobre el greñudo y desaliñado fugitivo que sacaron de un cuchitril subterráneo en diciembre, y parecen haber reprochado indirectamente a Amin por buscar la publicidad.
"Él recibió información confidencial", dijo el teniente coronel del ejército norteamericano Barry Johnson, portavoz de las tropas estadounidenses en Camp Cropper, que aloja casi a cien de los llamados detenidos de alto valor del régimen derrocado.
"Él debe decidir si hablará o no", dijo Johnson.
Ocho meses de reclusión en una celda de tres por cuatro metros ha impuesto un estilo de vida introspectivo a Hussein. Le permiten tres horas de ejercicio cada día en el patio donde se ocupa del arbolito.
"Ha puesto unas rocas a su alrededor, y lo riega", dijo Amin. "Es irónico, porque Saddam es alguien que taló a cientos de miles, si no millones de palmeras" en su campaña contra los chiís y sus fuentes de subsistencia en el sur de Iraq.
Hussein es mantenido separado de sus antiguos secuaces en el campo, que socializan más libremente, juegan a las cartas, al backgammon y al ajedrez para aligerar la monotonía de la vida en la prisión, dijo Amin.
Al antiguo dictador se le permite escribir cartas en su celda revestida de azulejos blancos y con aire acondicionado, pero deben pasar a través de los censores militares antes de ser entregadas. Durante la última visita de la Cruz Roja, un miembro del grupo recogió tres cartas a su familia, dijo Nada Doumani, portavoz de la organización.
Una de las cartas iba dirigida al nieto adolescente de Hussein, Ali Hussein Kamel, que vive en Jordania. El joven apareció en el canal de televisión Al Arabiya el lunes. Dijo que su abuelo le había pedido que fuera fuerte.
"Me pidió que me ocupara de mi familia", contó Ali al canal. "Me recomendó que fuera un hombre como mi padre y mi tío, un hombre en el que se puede confiar, y que es también un hombre de familia".
La carta aparentemente no recuerda a Ali que Hussein ordenó la ejecución del padre y del tío del chico en 1996. Los dos, ambos yernos de Hussein, habían desertado hacia Jordania el año antes, y por razones que son difíciles de desentrañar, volvieron a Iraq varios meses después y pidieron clemencia a su suegro, conocido por desconocerla.
Hussein no muestra ningún signo de que lo lamenta ni de abatimiento por las cosas que hizo en el pasado, al menos no en la medida en que quiera consultarlo con el psicólogo de la cárcel.
A diferencia de sus antiguos compinches en Camp Cropper, no ha solicitado asistencia psicológica, dijo Amin. En lugar de eso, parece encontrar consuelo en la poesía y en el Corán, que provoca la burla de Amin.
"Es increíble. Un creyente no creería que tiene en sus manos la sangre de millones de iraquíes", dijo. "Es un hereje".
Amin compara rápidamente la relativa comodidad de la reclusión de Hussein con la indescriptible crueldad de las cárceles durante su régimen. Tiene más comodidades que los presos normales -lo que causa el resentimiento de iraquíes como Suad Sabry, cuyos dos hijos están encarcelados en el sur de Iraq por sospechas de representar una amenaza para la seguridad.
Sus hijos deben llevar monos de color naranja y viven en tiendas bajo el abrasador sol del desierto en Camp Bucca, en las afueras de Basra, donde las temperaturas pueden exceder los 49 grados Celsius. La atención médica es escasa, dijo Sabry. No se han formulado todavía cargos formales contra ninguno de ellos, y nadie en la familia tiene idea de cuándo serán dejados en libertad.
"Los tipos que eran responsables y los que estaban en el poder en esa época están en cárceles elegantes en buenas condiciones, mientras mis hijos, que son todavía jóvenes y que son inocentes, están encerrados en malas condiciones y maltratados", se quejó Sabry, de 47 años.
Amin admitió la disparidad. "La gente debería ser tratada igual", dijo. "Los criminales de alto nivel no deberían gozar de privilegios" ni se debería discriminar a otros.
Le gustaría que todos los presos disfrutaran de los derechos de que gozan Hussein y otros reclusos en Camp Cropper, que incluyen una dieta variada que consiste de una ración militar de comida hecha para el desayuno, luego un almuerzo caliente y cena.
"A ellos les dan arroz, patatas, verduras, brécol, pescado o carne o pollo", dijo Amin. "También reciben frutas como manzanas, naranjas, peras, ciruelas. Y reciben té, agua mineral y helados".
Además, Hussein pide, y recibe, magdalenas y galletas. Pero hay límites. "Nada de capuchinos o leche", dijo Amin.

8 de agosto de 2004
©traducción mQh
©losangelestimes

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