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dejando la vida


[Bella English] Ahora vistas como víctimas de abusos, prostitutas adolescentes reciben ayuda para dejar la vida.
Lleva pantalones grises con zapatos de tacón negros, su larga cabellera ondeada recogida por detrás dejan ver unos pendientes plateados. Angel acaba de terminar una entrevista para una posición de nivel principiante en una importante empresa de Boston. Aunque le pagarán poco más que el salario mínimo, tendrá vacaciones y seguro médico. Hace apenas unos años, esta chica de 21 estaba haciendo la calle en hot pants y una camiseta mostrando la barriga, haciendo contactos por dinero. Aunque su chulo se quedaba con la mayor parte de sus ganancias, le proporcionaba comida, ropa, y techo. Recibía algo de dinero para las compras, y para hacerse la manicura. Hoy, Angel vive con su marido en un cuarto de alquiler en Dorchester, rodeada de diarios recordatorios de su antigua vida: prostitutas y chulos. La tentación todavía acecha, pero Angel trata de ignorarla.
"Ha habido veces en que estás tan pobre, sin nada en el nevera... Tengo el número de teléfono de un tipo, y sé que me dará 300 dólares por media hora", dice Angel, que habló con el Globe a condición de que no se publique su apellido ni una fotografía de su rostro. Pero ahora es una mujer casada con un tipo que, cuando era adolescente, estuvo en la cárcel por tráfico de drogas. "Tengo la suerte de tener un hombre que lo entiende", dice Angel. Espera asistir al preuniversitario. Dice que su marido también está tratando de salir adelante.
"No quiero saber nada de la vida", dice.
‘La vida' es lo que las chicas que trabajan como prostitutas llaman a la prostitución. Angel fue introducida por primera vez a la vida cuando tenía catorce. Era pupila del Departamento de Servicios Sociales DSS del estado, debido a que sus padres eran drogadictos y habían abandonado a sus hijos. Pero Angel se fugó de varios hogares del DSS y terminó con un hombre que le dio un lugar para vivir. Era dos veces mayor que ella y, sin que ella lo supiera, era un chulo.
Aunque finalmente lo dejó, Angel siguió en la vida durante cinco años más. "No tenía casa. Necesitaba comer y un lugar dónde quedarme". Hacía bailes eróticos en cuartos de motel, hacía las calles, trabajaba como escolta, y seguía las rutas de los camioneros hacia el sur, todo a instancias de uno u otro chulo. Fue golpeada y secuestrada en cuartos de motel por chulos y a menudo no tenía dónde vivir, dice.
Cuando trabajaba, podía reunir varios cientos de dólares en una noche, que iban todos a su chulo, que le devolvía una cantidad miserable. Y cuando la arrestaban, dice, los agentes de policía la insultaban o exigían servicios sexuales. Era a menudo enviada a custodia del DSS. Estuvo detenida algunas veces.
Las penurias de Angel subrayan un importante cambio en el modo en que el estado está tratando la prostitución adolescente. Gracias a la colaboración entre la policía y las agencias de servicio social en Massachusetts, chicas como Angel ya no son consideradas delincuentes. Son, en cambio, vistas como víctimas de abuso infantil; sus chulos y clientes son considerados violadores y pedófilos.
El ímpetu para el cambio es que las prostitutas se están haciendo más jóvenes. Cuando Leora Joseph accedió a ocuparse de casos de prostitución infantil para el despacho del fiscal del condado de Suffolk, pensaba que tendría un par de casos por año. Pero en realidad tiene unas cien carpetas azules en archivadores o en el suelo de su oficina. "Hasta hace un año y medio, el DSS nos enviaba rara vez estos casos porque pensaban que nosotros procesaríamos a las chicas", dice Joseph, que está a cargo de casos de abuso infantil para el despacho del fiscal. "Ahora que trabajamos juntos, nos envían tantos casos que no doy abasto".
No solamente hay más niñas: son también más jóvenes que nunca. Debido a internet, los pedófilos tienen fácil acceso a pornografía infantil y sitios de escoltas, y los puteros creen que es menos probable que las niñas transmitan enfermedades. Los chulos acceden alegremente: mientras más jóvenes sean las chicas, más dinero se hace con ellas.
Olinka Briceño, director de un programa de ayuda a chicas de riesgo, ha presenciando la disminución de la edad en los años que ha estado en A Way Back, un proyecto de Roxbury Youthworks. "He visto a más de 120 niñas, y son cada vez más jóvenes". Hace cuatro años, la edad promedio era de 15 o 16; ahora las niñas tienen 12, 13 o 14 años. "La más joven tenía once", dice Briceño, que conoce a Angel desde que esta tenía catorce.
Aunque Angel terminó de ser pupila del DSS cuando cumplió 18, Briceño todavía la supervisa por su propia cuenta. "Queremos a esta chica y vemos su potencial", dice. Pero sabe que si Angel pierde su trabajo, puede volver a la calle. "Está a apenas un cheque de volver a hacer sus numeritos", dice Briceño, que no sólo ha dado a Angel asesoría emocional, sino que la ayudado a buscar trabajo y vivienda.
El Departamento de Servicios Juveniles DSJ del estado está trabajando con el DSS, agencias privados de servicio social y la policía para tratar a prostitutas menores de edad como niñas sexualmente explotadas. "Llegan al DSJ con órganos sexuales poco desarrollados, y han sido abusadas", dice Laura Prescott, directora de servicios femeninos.
La colaboración entre las agencias fue formada después de que, en 2001, una niña en custodia del DSS fuera asesinada. Aunque el caso no se resolvió nunca, su chulo era el principal sospechoso. El Proyecto de Prevención de la Prostitución de Massachusetts empezó hace dos años. "Dijimos, mira, hay niñas allá afuera y no sabemos qué hacer para ayudarlas", dice Kerry Seitz, coordinador del proyecto en el despacho del fiscal de Suffolk.
Hace un año, lanzó una base de datos y ha identificado a unas cien niñas implicadas en la prostitución en el área de Boston. La edad promedio es de 15 años, pero ha habido niñas de hasta 11 años. "Las cifras están reflejando que este es un gran problema, y los casos que tenemos son la punta del iceberg", dice Seitz.
El perfil habitual es alguien como Angel, una chica que se fugó de casa o que fue abandonada, abusada o desdeñada por sus padres, sin un lugar adonde ir. Los chulos las detectan en centros comerciales, terminales de buses, paradas, pistas de patines, casas de grupo, el Pit en Harvard Square, Downtown Crossing, y las calles de áreas urbanas como Lawrence, Lowell, Chelsea, Lynn, Fall River, y New Bedford.
Su mensaje a las niñas vulnerables es siempre el mismo: Eres guapa, yo te cuidaré. Vas a ganar un montón de dinero. Para combatirlo, el Home for Little Wanderers, una agencia privada de servicios de la familia, creó un currículum de diez semanas para niñas llamado ‘Mi Vida, Mis Opciones'. En realidad es un chequeo de realidad, para que las niñas vean la vida como algo peligroso, no como algo atractivo. El proyecto fue auspiciado por el DSS y desarrollado por una ex prostituta, junto con Lisa Goldblatt Grace, una terapeuta de adolescentes.
Una de las maestras es Audrey Lynch, que pasó quince años en las calles y tiene la confianza de las niñas que son responsabilidad del DSS o del DSJ. Lynch -pidió a Globe usar solamente su nombre de soltera, porque sus hijos no saben que ella fue una prostituta- tenía 16 cuando empezó a hacer las calles. Tenía 30 cuando lo dejó con la ropa, y las cicatrices, a su espalda. En lugar de dinero y casas, se había convertido en una drogadicta y tenía antecedentes policiales.
Ahora de 43, Lynch comparte con las niñas las tácticas y trucos que usan los chulos para reclutar, y les habla sobre los peligros. "Les digo que pueden ser robadas, que les pueden colocar un cuchillo en la garganta, una pistola en la cabeza, y las golpizas que tienes que soportar de chulos y de clientes", dice. "Les digo la verdad". Mientras ella comía comida rápida y tenía un traje para trabajar, su chulo se alimentaba bien y llevaba ropa elegante y joyas.
Jack Arnoldy, un agente de capturas para el DSJ, trabaja con algunos de los peores infractores del estado, incluyendo a pandilleros. Encuentra particularmente patético el caso de las prostitutas menores de edad. "Es el trabajo más triste que he hecho", dice. "Esos tipos les prometen el mundo, y luego les quitan la ropa cuando están terminadas. Las chicas se quedan con nada, excepto una historia".
La Fay A. Rotenberg School, de Chelmsford, un recinto residencial cerrado, trata a las delincuentes juveniles más peligrosas del estado. La directora Marty Harte calcula que entre un 35 a 40 por ciento de las niñas tienen un pasado en la prostitución. "Los chulos las dicen: ‘Te voy a hacer un sitio en la red', o ‘Te convertiré en estrella', o ‘Es solamente un servicio de escolta'. Pero para cuando las chicas están terminadas, saben que fue algo malo".
En su oficina, dos niñas de 17 hablan sobre la vida. Las dos han seguido el curso de Lynch. "Se me han acercado muchas veces", dice una chica. "Pero creo que es denigrante". El DSJ no permite que se usen sus nombres, debido a que son menores de edad.
La segunda niña también niega haber estado en la vida, pero dice que su hermana, que tiene 18, era una prostituta drogadicta que vive ahora en un refugio, sin drogas. "Usan a las niñas porque a ellas no las encierran", dice.
Briceño dice que lo que más se necesita es una residencia de servicio completo para niñas que están tratando de salirse de la calle. Chicas como Angel, que perdió el acceso a los servicios cuando cumplió 18, siguen expuestas al riesgo de explotación sexual, dice. "Se trata de un proceso de recuperación de largo plazo, y necesitan un lugar seguro". Encerrar a las niñas, incluso en reformatorios juveniles, no ayuda para nada, agrega.
Más tarde Angel se entera de que le han dado el trabajo que quería. Ha hecho un montón de horas extras y está ahorrando dinero para el preuniversitario, donde ha estado siguiendo unos cursos después de sacar su diploma de la secundaria.
Sin embargo, tiene poco dinero, el cuarto es pequeño, el barrio es marginal. Cada noche, dice, vive la tentación de volver a la calle. "Estoy tratando de ordenar mi vida. No quiero llegar a los 30, 40 o 50 trabajando en la Blue Hill Avenue".

22 de junio de 2006
©boston globe
©traducción mQh
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