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brigada despareja


[John Keilman] Roedores gigantes, cerdos enanos y afanosas avispas están olisqueando en el frente de la detección de bombas.
George Livergood sabe más sobre su perro que la mayoría de la gente sobre sus hijos.
Durante nueve años, el agente de policía de Chicago de 57 años, ha patrullado los corredores de los aeropuertos de Mdiway y O'Hare con Arno, un pastor belga malinois adiestrado para detectar explosivos, y la efectividad de la búsqueda depende de la capacidad de Livergood de interpretar a su chucho como si fuera un as del poker.
Livergood sabe que si Arno se lame los labios cuando está olisqueando una maleta, probablemente lo más peligroso que haya dentro sea un bocadillo de pan mohoso. Sabe que una expresión desganada significa que el perro está aburrido, que necesita una pausa o unas palabras de ánimo. Y sabe que cuando Arno se sienta junto a un coche, con sus labios fruncidos y temblorosos, las mejillas infladas de excitación, es hora de llamar a la brigada antiexplosivos.
"Adoro a mi perro. Me encanta el programa canino", dice Livergood, un poli que habla rápido, es barrigón y tiene el pelo plateado. "Yo no haría esto si no pensara que nuestros perros son mejores que cualquier cosa".
Es un sentimiento común entre policías y militares, donde el perro tiene un historial de siglos de honrosos servicios. Los perros han defendido las fortalezas de los antiguos griegos, llevado cantimploras a los heridos en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial y perseguido a incontables delicuentes, de Chicago a Shanghai.
Pero el status del perro como el patrón oro del trabajo de seguridad está empezando a ser contestado. Los investigadores están experimentando con una ampia gama de animales cuyos menores costes, fácil adiestrabilidad y sentidos hiperagudos les permiten apropiarse de una parte pequeña, pero creciente de las acciones de los perros.
"Muy a menudo la gente que se entera del proyecto se echa a reír. Creen que es un chiste", dice Bart Weetjens, que ha adiestrado a una taltuza africana gigante para detectar minas antipersonales. "Luego se dan cuenta de que va en serio, de que es efectivo, de que puede ser útil. En este caso, las taltuzas pueden salvar vidas humanas".
Weetjens creció en Bélgica con un raro gusto en cuanto a mascotas. Su idea de un gran compañero animal era un jerbo, un ratón o algún otro roedor, criaturas cuyas narices sorprendentemente agudas le causaron una duradera impresión: A un hámster con una inclinación por el olor a sobaco le encantaba introducirse por el puño de las camisas de Weetjens y subir hasta que llegaba a la tierra prometida.
Como todos los mamíferos, sus ancestros habían desarrollado un agudo sentido del olfato para sobrevivir en el reino de los dinosaurios, cuando los peludos bichos de tamaño de ñasco no se atrevían a mostrarse de día. "Sus adaptaciones reflejan este largo período en el que fueron básicamente los dueños de la noche", dice Bruce Patterson, curador de mamíferos en el Museo Field de Historia Natural. "Con adaptaciones olfativas y acústicas únicas, los mamíferos no tienen realmente parangón en el reino animal".
Cuando Weetjens se convirtió en ingeniero. Buscando un modo de ayudar a los países africanos a deshacerse de las minas antipersonales, sabía que los perros no eran una opción. Aunque habían sido exitosos cazadores de minas desde la Guerra de Vietnam, cuesta 20 mil dólares adiestrar a uno y miles de dólares más para alimentarlo y mantenerlo, un precio demasiado alto para gran parte del mundo en desarrollo.
Es entonces que Weetjens recordó sus adorados roedores. Ciertamente, serían más baratos y quizás igualmente eficaces.
Un colega sugirió la taltuza gigante africana, que es grande -del tamaño de un gato- pero no tan pesada como para detonar una mina. Es resistente a las enfermedades del África subsahariano y puede vivir hasta ocho años. Y debido a que oculta su comida en la tierra, está acostumbrada a olfatear objetos escondidos.
Weetjens montó una base en una universidad de Tanzania y creó un régimen de adiestramiento de refuerzo positivo. Le dio a cada taltuza un olorcillo de TNT, y luego les ofreció una banana o algunos cacahuetes. Pronto, las taltuzas asociaron el olor del explosivo con el alimento y pudieron distinguirlo de entre una diversidad de olores. Cuando lo detectaba en el campo, se pondría a arañar el suelo, lo que quería decir que, debajo, podría haber una mina.
A un coste de unos cinco mil dólares por roedor, Weetjens formó un grupo de 250 roedores, algunos de los cuales han sido enviados a un campo minado en Mozambique. Todas han demostrado tener personalidades tan distintivas como los perros -que pueden ser testarudos, holgazanes, adictos al trabajo- y esos rasgos individuales han provocado que los preparadores hayan empezado a tener cariño por sus cargas, aunque Weetjens dice que las taltuzas se concentran arrogantemente en su trabajo.
"El vínculo con los perros puede ser un problema. Les gusta jugar", dice. "A la taltuza se la recompensa con alimento. No cesa de buscarlo".
Geva Zin también andaba buscando una alternativa para los chuchos que huelen explosivos, pero lo impulsaba más la curiosidad que la necesidad. Como veterano de la unidad canina de las Fuerzas Armadas de Israel, estaba preparando a perros antiminas en Europa del Este cuando observó a un animal que parecía haber nacido para oler debajo de la tierra.
"Conocí al cerdo en Croacia, que tiene siempre la nariz en la tierra", recuerda Zin en su laborioso inglés. "Mete la nariz en el agua, en el lodo. No le importa. Huele dentro, buscando animales pequeños, cetas, raíces chicas".
Zin volvió a Israel y convenció a un instituto de investigación de que albergara un centro de adiestramiento para cerdos detectores de minas - un importante logro en un país cuya religión dominante considera a los marranos como las criaturas más sucias de la naturaleza. Mientras trabajaba con la diminuta raza Sinclair, Zin llegó se convenció de que el antiguo prejuicio es injusto: Los cerdos son limpios, trabajadores e inteligentes, y es tan capaz como un perro de encontrar una bomba debajo de la tierra.
Eso lo llevó a explorar el potencial para el trabajo de seguridad de otro animal. Como soldado, había utilizado perros para revisar coches palestinos a la búsqueda de explosivos en cruces de frontera, y recuerda vívidamente los volcánicos alegatos provocados por los perros, que son considerados como bestias sucias y despreciables en las culturas árabes. Las cabras, razonó Zin, podrían ser una opción menos polémica.
Dice que con los dos animales ha habido resultados alentadores, pero que pasar del terreno de la práctica al mundo real no promete ser tan fácil. Tras haber invertido décadas trabajando con perros, los oficiales israelíes se han burlado de sus innovaciones, dice.
"Las Fuerzas Armadas de Israel rechazan las ideas novedosas. Son super cuadrados", refunfuña. "Creen en los perros. ‘No me hables de cerdos, no me hables de cabras'. La gente del ejército es muy, muy cuadrada".
Eso puede ser verdad en Israel, pero en Estados Unidos los militares han explorado ansiosamente la promesa de nuevos centinelas animales. A fines de los años noventa, la Agencia de Proyectos de Investigaciones Avanzadas de a Defensa, la principal dependencia de Investigación y Desarrollo del Pentágono, se acercó a un científico de Georgia para preguntarle sobre sus estudios sobre las avispas, que utilizan los aromas para encontrar plantas destrozadas por las orugas. ¿Habría alguna posibilidad de que esos mismos insectos detectaran explosivos?
Así nació el concepto de la Avispa Sabuesa. Los investigadores enseñaron a los bichos a detectar varios olores, recompensando el éxito con una dosis de agua azucarada. A diferencia de otras criaturas, cuya preparación puede tomar meses, una avispa aprende a detectar rápidamente un olor en menos de cinco minutos, dice Glen Rains, profesor de agricultura de la Universidad de Georgia que ha trabajado en el proyecto. Y la producción de cada avispa cuesta sólo centavos, agregó.
La Avispa Sabuesa es una clasificación que integra a varios insectos. Cuando las avispas detectan el olor que han sido adiestradas en reconocer, se amontonan en torno al pequeño hoyo que deja pasar el aire en sus panales. Un ordenador traza sus movimientos..
Rains dice que el artefacto demuestra toda su utilidad en ambientes controlados, tales como en la revisión de un coche o de una maleta. Ha demostrado ser eficaz en algunos ensayos, pero los fondos de investigación se han acabado, de modo que se necesitarán más inversiones para llevar a la Avispa Sabuesa al mercado.
Otro proyecto militar desarrollado por el Centro de Investigaciones Sanitarias y Ambientales del Ejército de Estados Unidos, es un sistema de alerta de la contaminación del agua que utiliza peces sol como una versión acuática de un canario en una mina de carbón. El pez, confinado a un estanque sumergido, es enganchado a electrodos que detecta los signos de estrés, alertando a los guardias a controlar el agua de posibles toxinas. El monitor ya está siendo usado en un embalse de Ciudad de Nueva York.
Entretanto, la marina tiene su propio cuerpo de protectores submarinos. Desde la Guerra de Vietnam, ha adiestrado a delfines en el uso de sus sonares innatos para detectar minas marinas y hombres rana enemigos. Aunque han sido desplegados hace poco en 2003, al principio de la guerra de Iraq, parecen estar condenados a ser remplazados por vehículos robots submarinos.
"La premisa explícita de la marina para el desarrollo de esta tecnología es retirar a todo ser humano y toda forma de vida de lugares que son peligrosos", dijo el portavoz Tom Lapuzza.
En realidad, muchos científicos están ideando artefactos de alta tecnología que algún día podrían sacar a los animales del negocio. Teong Lim, fundador del Newberry Park, que produce tecnologías de detección electrónica en California, dice que el detector de 27 mil dólares de su compañía identifica instantáneamente un amplio rango de olores peligrosos, incluyendo químicos que los perros normalmente no son preparados para identificar.
Esos detectores son una amenaza más para el rol dominante de los perros en la seguridad, pero no hay porqué echarse a llorar por Fido, todavía. La demanda de servicios caninos ha subido bruscamente en el mundo de después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y la Autoridad de Seguridad en el Transporte AST estadounidense, que adiestra a perros para detectar bombas en aeropuertos y en sistemas de transporte masivo ha tratado de asegurar un suministro adecuado con su propio programa de cría.
Los primeros sujetos fueron cobradores labradores donados por el Servicio de Aduanas australiano, pero como todos los criadores, los funcionarios de la AST siguen soñando con un superperro. Y así, en un intento de mezclar la resistencia de un labrador con el sobrenatural sentido del olfato de un perro de caza húngaro conocido como vizsla, crearon el vizslador.
La AST dice que los resultados iniciales son prometedores. Un cachorro se incorporó al programa a los ocho meses -el labrador típico no empieza sino a los catorce meses- y se graduó con una posición en el Aeropuerto Love Field de Dallas. Allá, el perro llamado Qquigley (la primera ‘Q' indica la camada de donde vino), rojizo y orejas gachas, recorre el perímetro y se mete entre los pasajeros. Es un tipo amistoso que se puede metamorfosear en el Increíble Hulk al primer indicio de explosivos.
"Cuando [en sesiones de adiestramiento] te encuentra con explosivos, man, te lo digo yo, te zarandea con toda su fuerza", dice Terence Crear, preparador de Qquigley. "Se convierte en una máquina".
Y al final del día, se marcha a casa a jugar fútbol con los hijos de Crear. Algo que no podrían hacer las avispas.

25 de junio de 2006
©chicago tribune
©traducción mQh
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