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tirano muere fugitivo


[Diana Jean Schemo] Longevo dictador de Paraguay, diecisiete años tras su fuga del país.
El general Alfredo Stroessner, ex presidente de Paraguay cuyo control del poder durante 35 años lo convirtió en el dictador que más duró en América Latina durante la Guerra Fría, murió hoy en el exilio en Brasil. Tenía 93 años.
El general Stroessner contrajo neumonía después de una operación de hernia, informó la Associated Press. Vivía en Brasil desde 1989, adonde se había trasladado tras ser derrocado por el general Andrés Rodríguez, un pariente por matrimonio y su segundo al mando.
Formalmente el general Stroessner era un fugitivo de la justicia, buscado por tribunales paraguayos por cargos de homicidio. A pesar de un tratado de extradición entre Brasil y Paraguay, sin embargo, nunca hubo intenciones serias de llevar a justicia al general en su propio país, donde los miembros de su gabinete y otros de sus asociados continuaron en el poder como administradores del gobierno.
Según las condiciones de su asilo en Brasil, el general Stroessner no podía intervenir en política, y se aferró infaliblemente a su parte del trato. Él y su hijo Gustavo Adolfo, dividían su tiempo entre una casa amurallada en el Lago Sur de Brasilia, la capital, y un rancho en las afueras de Belo Horizonte.
El general Stroessner, un alto y ronco artillero orgulloso de su seco semblante militar, se hizo con el poder en Paraguay en 1954 por medio de un golpe de estado quirúrgico que, al principio, sólo se cobró una vida: la de Roberto Le Petit, jefe de policía que también era ministro de la reforma agraria y estaba a cargo de la distribución de tierras entre los pobres. Pronto, sin embargo, el general Stroessner contó con el respaldo americano para organizar su policía secreta y las esperanzas de que su dictadura daría paso a una democracia se desvanecieron con una serie de elecciones en las que se enfrentó, si acaso, a una oposición simbólica y que fueron consideradas en general fraudulentas. Hoy, el Paraguay sigue siendo el país con la distribución más desigual de tierras y riqueza del planeta, seguido por Brasil.
Durante el régimen del general Stroessner, las fuerzas de seguridad de Paraguay fueron tan eficientes en intimidar a potenciales opositores que finalmente el temor mismo -temor a ser detenido, a la tortura, al exilio y a ser asesinado- se convirtió en uno de sus principales motivos para permanecer en el poder. El país se convirtió en un refugio de prófugos nazis, donde se les proveía, por un precio, de nuevos pasaportes y visados. Entre los nazis que encontraron refugio en el país se encontraba Josef Mengele, el ‘Ángel de la Muerte', que escogía a las víctimas para las cámaras de gas en Auschwitz y realizaba experimentos médicos con seres humanos. Además, durante el régimen se encarcelaron a cientos de opositores políticos y sus familias en campos de concentración como el de la Emboscada, a unos 30 kilómetros en las afueras de la ciudad capital, Asunción, en los años setenta.
Las otras claves de la longevidad del general Stroessner como presidente fueron su alianza con el Partido Colorado, que gobernó Paraguay sin interrupción durante más de un siglo, su control de los militares y su habilidad en explotar la debilidad de los otros. El general también encontró ayuda en el pasado de Paraguay, que había allanado efectivamente el camino para una dictadura de uno u otro personaje.
"No rompió ninguna tradición democrática previa, como en otros países", dice Alfredo Boccia Paz, un médico de Asunción que ha escrito varios libros sobre la era de Stroessner.
El presidente Stroessner no fue nunca un hombre de subentendidos. Durante su reinado, su nombre, escrito en neón, iluminaba el paisaje urbano en las noches de Asunción y su cara empapelaba diarios y la televisión. Era conocido por dejarse ver todos los jueves, con su uniforme militar azul pálido, en el cuartel general del estado mayor de las fuerzas armadas, recordándoles su autoridad como comandante en jefe.
Un ex embajador norteamericano en Asunción, Robert E. White, recordó al general Stroessner como tenebrosamente brillante a la hora de aprovechar de los errores de los otros. Una vez, contó White, el embajador paraguayo en Buenos Aires había apostado y perdido todo el presupuesto de la embajada.
Fue llamado inmediatamente a Asunción, donde se le entregó una confesión que debía firmar. Entonces el general Stroessner lo ascendió a ministro de relaciones exteriores.
"Después de eso no pudo nunca pensar ni hacer nada independientemente", explicó White.
El golpe de estado del general Stroessner en 1954 puso término a décadas de inestabilidad, en las que las caras de los presidentes eran tan fugaces como los dibujos de una tragaperras. En los 27 años que precedieron su golpe, su pequeño país sin mar, tuvo 22 presidentes, y ninguna experiencia de una transición democrática al poder en sus 143 años de historia.
Paraguay era un país despoblado y atrasado del tamaño de California, con una inclinación por las guerras imposibles que se tragaban a su población masculina en batallas de dudosos, aunque operéticos propósitos. Entre los peores de estos hubo una desastrosa guerra que Paraguay libró simultáneamente contra Argentina, Uruguay y Brasil de 1865 a 1870, que redujo su población de 525 mil a 221 mil habitantes y dejó al país con sólo 28 mil hombres.
En los años treinta y cuarenta hubo un período de disturbios en Paraguay, que había sufrido la muerte de cien mil hombres en la guerra del Chaco contra Bolivia, que se originó en un conflicto por unos territorios pantanosos que finalmente no contenían ninguno de los recursos minerales que se imaginaron los dos lados. Sin embargo, fue en la Guerra del Chaco que se distinguió Alfredo Stroessner para ser ascendido a teniente segundo de artillería. Para cuando terminó la guerra, era teniente primero.

Hijo de un inmigrante alemán de Bavaria y de su esposa guaraní, Alfredo Stroessner nació un 3 de noviembre de 1912 en la ciudad paraguaya de Encarnación, en la frontera argentina al sudeste de Asunción. Su padre, Hugo Stroessner, poseía una fábrica de cerveza. El presidente Stroessner se refería rara vez a sus padres, y su biografía oficial no menciona a hermanos.
Sus estudios prepararon al joven Stroessner para una vida militar. Completó su educación básica en Asunción y Río de Janeiro, y entró a la Academia Militar de Asunción en 1929. Antes de terminar sus estudios ahí, se unió a la guerra contra Bolivia. En 1940 viajó a Brasil para su formación en artillería y en 1943, el entonces capitán Stroessner fue honrado con una nominación a la Academia Superior de Guerra, de donde se graduó en 1945.
Se aprovechó de la ambición por el poder de su ambiente, respaldando y luego traicionando a los presidentes bajo los que sirvió, según Paul H. Lewis, autor del libro de 1980 ‘Paraguay bajo Stroessner'. Ascendió de comandante de un regimiento de artillería a comandante en jefe del ejército en 1951.
Entre 1948 y 1954, seis presidentes fueron derrocados por golpes de estado militares. Después de su propio y exitoso golpe, el general Stroessner repelió dos intentos de derrocarlo, uno en 1955 dirigido por Epifanio Méndez Fleitas, presidente del Banco Central y amigo del presidente Juan Domingo Perón, de Argentina, y otro en noviembre de 1956 de Rafael Francos, ex dictador.
En 1959 el general Stroessner experimentó brevemente levantando el estado de sitio que había impuesto en 1930 y restaurando las libertades constitucionales. Pero cuando estallaron protestas estudiantiles por las tarifas de los trolleys, también reaccionaron los reflejos de su mano de hierro. El general Stroessner reimplantó el estado de sitio y la policía puso fin a las demostraciones con detenciones masivas y torturando a los manifestantes.
"Si no hubiese dio por el ocasional cuerpo decapitado flotando río abajo por el Paraná, habría sido posible considerar al dictador de uniforme chillón cubierto de medallas del Paraguay -el último de su especie en América del Sur- como un personaje de Gilbert and Sullivan", escribió Joseph P. Lash en el New York Post de 1961.
Pero el general Stroessner sorprendió a los expertos políticos y se impuso en siete elecciones sucesivas marcadas por el fraude. Con el tiempo, se convirtió en el prototipo de una nueva camada de dictadores sudamericanos que miraban amistosamente las inversiones estadounidenses. Respaldados por Estados Unidos, más tarde los gobernantes militares montaron golpes en Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia.
Las fuerzas de seguridad de esos países trabajaron estrechamente, formalizando su cooperación en un plan conjunto de inteligencia llamado Operación Cóndor. Aunque el objetivo oficial de la operación era dar cuenta de las amenazas marxistas o terroristas a las dictaduras militares, en la práctica sirvió para eliminar prácticamente toda oposición política o movimiento por la democracia en sus países miembros.
La operación también coordinó el asesinato de figuras de la oposición en el extranjero, y se cree que fue responsable del asesinato con coche bomba de Orlando Letelier, ex embajador chileno en Estados Unidos, y de Ronni Moffitt, su colega, en la Embassy Row en Washington en 1976; el asesinato del ex ministro de Defensa chileno, Carlos Prats, y de su esposa en una calle de Buenos Aires, y el intento de homicidio del senador chileno Bernardo Leighton, en Roma.
Las peores represiones realizadas por el general Stroessner ocurrieron en los años cincuenta y setenta. Para 1975 el senador Carlos Levi Rufinelli, el líder del Partido Liberal de oposición, fue encarcelado 19 veces, y torturado seis.
"La mayor parte del tiempo no sabía qué querían", dijo al New York Times de ese año. "Ellos tampoco sabían qué querían. Pero cuando te meten agujas debajo de las uñas, les cuentas cualquier cosa. Denuncias a todo el mundo, y entonces te dicen: ‘Ves, nos estuviste mintiendo todo el tiempo'".
El presidente Stroessner disfrutó de todos los elementos de una dictadura: victorias garantizadas en las elecciones, ausencia de control y contrapesos, incesante adulación pública y sobornos regulares. Sin embargo, se molestaba si le llamaban dictador.
"Así que ha venido a ver al dictador", le dijo una vez al periodista que llegó a entrevistarlo en los años sesenta. "No estaba riendo, y había un claro sarcasmo en su voz", observó su visitante.
Una biografía oficial del presidente Stroessner en 1968, distribuida por el ministerio de relaciones exteriores paraguayo cuando visitó Washington, subrayó su sed de legitimidad. Apuntaba todos los viajes que había hecho el general fuera de su país y todos los jefes de estado que lo habían visitado y los galardones que había recibido, desde el ‘Collar del Nilo' de los Emiratos Árabes Unidos en 1958, hasta la ‘Medalla Civil', tres años más tarde, de la Asociación Interamericana de Prensa. El resumen no mencionaba el golpe de estado, pero proporcionaba un listado con los votos emitidos en su favor y los otros ‘candidatos' en todas las elecciones desde 1954.
El general Stroessner se quejaba frecuentemente de que la prensa internacional pasaba por alto los avances que había llevado a Paraguay. Su proyecto de modernización más ambicioso fue la Represa de Itaipu, cuya construcción fue financiada por Brasil a cambio del derecho a comprar electricidad a precios reducidos durante varios años. Durante las décadas que estuvo en el poder convirtió en práctica la inauguración de todas las nuevas escuelas o plantas de filtración, y de invitar a observar a todo el cuerpo diplomático.
John Vinocur, en el New York Times Magazine de 1984, ofreció esta instantánea de Paraguay cuando su ejército marchaba a paso de ganso por los bulevares para celebrar los treinta años del general Stroessner en el poder:
"Un estado de sitio continuo durante todo el período que coloca al presidente, literalmente, por encima de la ley; gente con ocasionales impulsos incontrolables de arrojarse a ríos desde aviones, atados de pies y manos; serenatas frente al palacio presidencial, con la siempre popular ‘Adelante, Mi General', y ‘Felicitaciones, Amigo Mío'; ladrones extranjeros, criminales violentos y dementes, admitidos por un precio; una economía administrada de manera corrupta y explicada oficialmente como los ‘costes de la paz'; una historia de votaciones favorables a Estados Unidos sobre temas claves en Naciones Unidas más que ningún otro ‘aliado'; un diario del partido que publica todos los días seis fotos a color del general".
White, que sirvió en Asunción de 1977 a 1979, todavía podía recitar la apertura del telediario veinte años después: "El Señor Presidente de la República, Jefe de la Brigada, Don Alfredo Stroessner . . ." Describió al general Stroessner como "agrio y cascarrabias, y amoral y enamorado del poder".
White dijo que cuando llegó a Paraguay, el régimen de Stroessner tenía 1.700 presos políticos, y gastó gran parte de su tiempo como embajador tratando de sacarlos de las cárceles. Para cuando salió de Paraguay, dijo, sólo quedaban tres.
George Landau, que precedió a White como embajador estadounidense, recordó que el general Stroessner trataba groseramente a su gabinete, y dijo: "Para ellos, era Dios". Por su parte, Landau describió el Paraguay del general Stroessner como "benigno, como suelen ser las dictaduras", y dijo que los arrestados podían normalmente recuperar su libertad si contaban con amigos en los lugares correctos. Dijo que el presidente Stroessner se quejaba muchas veces de que lo único que quería era retirarse a una vida donde pudiera pescar y cazar, pero que su país lo necesitaba.
"Creía, como la mayoría de los dictadores, que era absolutamente irremplazable", recordó Landau. "Se convencía a sí mismo de que era su deber".

El presidente Stroessner tuvo su oportunidad para retirarse en febrero de 1989, cuando una facción militar encabezada por el general Rodríguez dio un golpe de estado. El general Rodríguez, que era apodado el Tigre, se abalanzó sobre él cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo la batalla por la sucesión del presidente Stroessner.
Tropas rebeldes atacaron a la guardia presidencial y pusieron fin a la era de Stroessner, después de más de treinta años, con ocho horas de combate que causaron numerosas bajas. Los paraguayos celebraron en las calles cuando el general Rodríguez habló de democracia y derechos humanos. Pero al día siguiente del golpe se nombró a sí mismo presidente, y fue elegido para el oficio tres meses después. No fue sino en 1993 que los paraguayos pudieron elegir a un presidente civil.
El presidente Stroessner no abandonó el país en desgracia, sino que partió del aeropuerto de Asunción después de una ceremonia que los paraguayos que la vieron por televisión la recuerdan como más propia de un hombre de estado que sale para una visita en el extranjero que de un dictador en fuga.
Su expulsión se logró mediante contubernios militares antes que por un movimiento popular democrático, y una vez que se marchó, poco cambió en Paraguay. Las libertades civiles finalmente retornaron, pero los ciudadanos estaban tan desconectados del sistema político y tan condicionados por el temor, que tenían poco que decir. Prevalecía la misma aceptación de la corrupción, e incluso las caras de los gobernantes siguieron siendo las mismas, ya que se había marchado sólo uno de ellos.
"Lo que tienes aquí es stroessnerismo sin Stroessner", dijo Landau en una entrevista en 1999. "No en términos de libertades civiles, sino en términos de corrupción".
Una vez en el exilio, el general Stroessner nunca viajó abiertamente fuera de Brasil, quizás por temor a correr la suerte que el general Augusto Pinochet, que viajó a Londres por cuestiones médicas y terminó peleando para no ser extraditado a España donde se le perseguía por sus actos como dictador de Chile.
Landau dijo que el general Stroessner le escribió en 1997, pidiéndole ayuda para obtener autorización para visitar Estados Unidos para operarse de la vesícula. El embajador le aconsejó no acercarse a Estados Unidos, advirtiéndole que podría ser llevado a tribunales por paraguayos que vivían en el país. El general Stroessner terminó operándose en Sao Paulo, dijo Landau.
Martín Almada, maestro encarcelado durante los años setenta como ‘intelectual terrorista', dijo que el legado del general Stroessner fue "terror y corrupción". La mujer de Almada murió a la edad de 33 años después de que, dijo, agentes de seguridad la hicieran oír sus gritos durante su tortura. En 1992, Almada descubrió un alijo de documentos oficiales que se hicieron conocidos como los Archivos del Terror, que detallaban las detenciones políticas de miles de paraguayos y revelaron las acciones de la Operación Cóndor. "El miedo se convirtió en nuestra segunda piel", recordó Almada.

16 de agosto de 2006
©new york times
©traducción mQh
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