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almodóvar el redentor


[Lynn Hirschberg] En mayo, el pasado Festival Internacional de Cine de Cannes fue inaugurado con el estreno de ‘La mala educación', consagrando una vez más al más genial director de cine español de todos los tiempos. El diario New York Times dedicó en su momento un extenso reportaje sobre su última película, y el hombre detrás de ella.

1 Cannes: El Lento Camino Hacia El Éxito
En un sedán negro, atascado en el tráfico en camino hacia el estreno de su nueva película ‘La mala educación' en el Palacio de los Festivales del Festival Internacional de Cine de Cannes, Pedro Almodóvar, como a menudo, estaba ansioso y curioso. Se movía nerviosamente y estaba preocupado. Cuando bajó la ventanilla, los fotógrafos, que formaban tres hileras alrededor del lento coche, le gritaron: "¡Pedro! ¡Pedro!", bloqueando su vista de la calle, donde su retrato cubría las paredes y los fans lo esperaban para saludarlo. Se estiró para ver más allá. Le intrigaba el vestido de una mujer en la multitud, y la relación -¿cuál, exactamente?- entre dos hombres que comían un helado. Buscaba los detalles, la pista de una historia, una película. Fotógrafos y fans lo reconocieron de inmediato, a través de la ventanilla abierta: el característico puf salpimentado de su pelo emergió como una corona en su cabeza. Llevaba un smoking Christian Dior hecho a la medida, llevaba gafas de sol oscuras y parecía, mientras perdía el tiempo en el embotellamiento, un adolescente vestido para una fiesta a la que quería llegar cuanto antes, o quizás no. Está en sus cincuenta ahora, pero conserva la viva efervescencia de un niño. Ese es uno de sus rasgos de personalidad, un rasgo que ha jugado seguramente un papel en transformarlo en el director más original y atrevido de hoy.
Almodóvar, en su trabajo, entró a un terreno conocido, pero eso no le ha limitado. Ha estado siempre interesado en una mezcla de lo tradicional y la transgresión. En las películas de Almodóvar se respira la realidad, lo concreto, pero siempre realzada por intensos efectos visuales (colores saturados, vestuarios y objetos despampanantes) y especialmente por personajes extremos que actúan de forma extraordinaria. De manera melancólica, casi infantil, describe el género y la sexualidad como un fluido: en el mundo de Almodóvar, hay mujeres que antes fueron hombres; hombres que posan de mujeres; y los transexuales pueden ser padres o madres. Almodóvar preside sobre sus personajes casi como un sacerdote benévolo: los acepta y perdona casi a todos, sin que importe lo terrible de sus pecados. Un secuestrador o un violador o un pederasta pueden ser dueños de un corazón de oro; por supuesto, los que son aparentemente inocentes también pueden ser culpables. "El cine es mi trabajo y lo que da sentido a mi vida", me dijo, cuando el sedán estaba detenido. "En las películas quiero fundir la fantasía con la realidad -todo lo sacrifico en aras de ese ideal".
Creció en España, y absorbió una gama de influencias: desde los maestros españoles Velázquez y Goya hasta el pop art de Warhol; desde las surrealistas películas de Luis Buñuel a los largometrajes norteamericanos de los años cincuenta y sesenta: las comedias de la pareja formada por Doris Day y Rock Hudson, los melodramas de Douglas Sirk. ‘La mala educación', con su construcción laberíntica y fatales personajes, se inspira, dijo Almodóvar, en películas negras como ‘Laura' y ‘Retorno al pasado', y el personaje principal, el joven actor estrella de las pantallas mexicanas Gael García Bernal es, en la imaginación de Almodóvar, una gran mujer fatal, como Barbara Stanwyck o Verónica Lake: bella y letal.
En la oscura alma de ‘La mala educación' se encuentra el acoso sexual de un joven a manos de un sacerdote. El incidente, descrito con elegancia y tristeza, desencadena una serie de sucesos que se extenderán durante décadas. El chico abusado crece y se transforma en un drogadicto y fracasado escritor transexual. Su hermano menor, un actor, espera vender una película de director que tiene como tema la relación de su hermano con el sacerdote pederasta. A medida que se desenvuelve la trama, los hechos se mezclan con la ficción, las identidades se modifican y los pactos emocionales se negocian a grandes costes psicológicos. García Bernal representa no menos de tres personajes entrelazados. Como en las dos películas previas de Almodóvar, ‘Todo sobre mi madre' (que obtuvo el Oscar para la mejor película extranjera en 2000) y ‘Hable con ella' (que recibió una Academy Award para el mejor guión en 2003), ‘La mala educación' rebosa una imaginación bella y sorprendente: la cara de un niño es partida en dos por una gota de sangre; un niño canta una versión de ‘Moon River' (la canción de Holly Golightly en ‘Desayuno con diamantes') en un momento de ensoñación. Pero la película, que será exhibida como la principal nominación del Festival de Cine de Nueva York el 9 y 10 de octubre y está programada para su estreno en los teatros de Nueva York y Los Angeles en noviembre, está en última instancia más preocupada de la redención que de la belleza -lo que puede ser su aspecto más transgresor.
"‘La mala educación' es una película anti-Mel Gibson", dice Almodóvar, ahora que el coche adelanta algunas pulgadas. Está sentado junto a Javier Giner, que se encarga de la promoción internacional de El Deseo, la compañía cinematográfica de Almodóvar en Madrid. Aunque su inglés es bueno, Almodóvar prefiere hablar español, y Giner, que estudió en Nueva Orleans, hace de intérprete. "Soy el director anti-Mel Gibson", añade Almodóvar. "Mi película trata del poder de la fe, como la suya, pero yo estoy al otro lado. Mi objetivo como escritor es sentir empatía con todos los personajes. En todas mis películas tengo la tendencia a redimir a mis personajes. Es algo muy católico -la redención es uno de los aspectos más atrayentes de nuestra religión. Desgraciadamente, no creo en el catolicismo, pero en ‘La mala educación' el sacerdote es probablemente mi personaje favorito. Me gustan los personajes que se enamoran perdidamente y se juegan la vida por su amor, incluso si terminan ardiendo en el infierno".
"Pero esto es en el arte", continuó. "Yo no quiero que me pase en mi propia vida. Cuando mis amigos comienzan a comportarse así, trato de que no lo hagan. Y me dicen: ‘¡Pero mira tus películas!' Les digo: ‘Eso es arte. El arte tiene su propio mundo'".
Ningún director entiende y atesora ese universo ficticio paralelo como él. Desde que comenzara a hacer sus primeras películas hace 25 años, ha enhebrado hilos disparatados para bordar un edredón cinematográfico muy particular. Desde fantasías cómicas como ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios' (que fue su primer éxito en Estados Unidos en 1988 y fue nominada para una Academy Award) hasta ‘¡Átame!' dos años más tarde, que llevó a Antonio Banderas al estrellato, Almodóvar ha re-inventado temas y tropos cinematográficos. En 1988 Pauline Kael lo describió como un "meticuloso fabulador", escribiendo: "Re-activa los clichés del cine negro y los traslada a la tierra del punk. Encuentra el ángulo obsesivo de todo".
Las obsesiones de Almodóvar comenzaron a cambiar con ‘Todo sobre mi madre', la historia de una mujer que busca al padre travesti y drogadicto de su hijo muerto. Lo que había sido exuberancia y travesuras se hizo más reflexivo y melodramático, incluso operístico. Mantuvo el tono en ‘'Hable con ella' y en ‘La mala educación' Almodóvar de nuevo explora ambiciosamente lo profundamente emocional, por más cursi que pueda resultar a veces su protagonista travesti.
La presencia de homosexuales y travestis en sus películas, junto con su propia sexualidad, ha llevado a algunos a llamar a Almodóvar un ‘artista gay'. Se eriza con esa clasificación. "Incluso las películas que están dominadas por personajes gay como ‘La mala educación' no tienen una sensibilidad homosexual", me dijo Almodóvar. "Yo hago películas sobre pasiones fuertes, sobre cómo un personaje entra al mundo para darle sentido a su vida. No me gusta clasificar las películas según la sexualidad. Para mí, es como decir: ‘Esa película de Orson Welles es gorda'. O: ‘Esa película de Sofía Loren es castaña'. Mientras que es verdad que hay una cultura gay de la que yo bebo, ésa es la única influencia que tiene sobre mis películas. No soy un director gay que hace películas gay para un público gay. Eso no me interesa".
Llevó la conversación de vuelta a ‘La mala educación'. "Pensaba que nunca iba a contar esta historia", dice. "Lo más difícil fue la estructura del guión". En una declaración sobre la película dijo: "‘La mala educación' no es un ajuste de cuentas con los sacerdotes que me ‘mal educaron', ni con el clero en general. Si hubiese sentido la necesidad de vengarme de la iglesia, no habría esperado 40 años para hacerlo. La iglesia no me interesa, ni siquiera como adversaria. Me interesan los personajes y su historia".
El coche finalmente llegó al Palacio y Almodóvar se estiró la chaqueta del smoking y se sacó las gafas de sol que cubrían sus grandes y oscuros ojos castaños. Las estrellas masculinas del reparto lo estaban esperando sobre la alfombra roja, y Almodóvar puso un brazo sobre los delgados hombros de Gael García Bernal. García Bernal, que obtuvo su reconocimiento internacional por su papel en ‘Y tu mamá también' y hace de Che Guevara en ‘Motorcycle Diaries' chocó con Almodóvar durante el rodaje de ‘La mala educación': tenía en particular dificultades con algunas de las escenas de amor homosexual más explícitas. Ni a García Bernal ni a Almodóvar les gusta hablar sobre el tema, pero García Bernal me dijo, varias semanas después de Cannes: "Todos tenemos un travesti íntimo, pero el mío es mexicano-caribeño, y eso es muy diferente de representar que el de Pedro. Hacer esta película fue muy difícil, pero en ‘La mala educación', como en todas las películas de Pedro, vemos un mundo que no hemos visto nunca antes. Pedro es afortunado. Como cineasta puede hacer lo que quiere. Tiene más libertad, por ejemplo, que Martin Scorsese. Scorsese vive en un sistema en Estados Unidos que implica más que hacer solamente películas. Está obligado a transformarse en político, a pelear con los estudios sobre el contenido y el dinero. Eso limita su libertad. Pedro no tiene esos límites".
El grupo de hombres posó para las fotos, subieron dos peldaños y volvieron a posar. Repitieron esta danza de las fotos de publicidad en todos los peldaños hasta que llegaron a la Salle Lumière. Almodóvar fue seguido en la alfombra roja por su equipo de El Deseo: su hermano Agustín, que produce sus películas, y Esther García, que es la directora de producción, y casi todos los demás de su oficina de Madrid. Almodóvar se siente más cómodo cuando está rodeado de su equipo. Comen juntos, viajan juntos y, por supuesto, trabajan juntos. "Es difícil trabajar para Pedro", me dijo García, que ha trabajado para Almodóvar durante casi 15 años, cuando me encontré con ella por primera vez en Madrid. "Pero", siguió, "recompensa. Nunca hace compromisos sobre su idea. Sabe lo que quiere hasta el más mínimo detalle, y espera lo mismo de ti. Mi trabajo es acercarme lo más posible a su idea. Por ejemplo, estuvimos casi dos años haciendo audiciones de actores antes de encontrar a Gael para ‘La mala educación'. Pasaron por aquí 45 actores, con maquillaje y vestuario completo. Las fotografías no eran suficientes. Pedro decía, no, tenemos que filmarlos. Y Pedro dirigía las audiciones. Fue agotador, pero Pedro no se cansa nunca. Y si Pedro no se cansa, pues yo tampoco".
Al final de la alfombra roja, ante las puertas de dos hojas, abiertas del teatro, Almodóvar abrazó a Quentin Tarantino, este año el presidente del jurado de Cannes. Almodóvar parecía feliz de que la atención se desplazara hacia otro. Su personalidad tiene el lado generoso de los fans: le encantó ‘Kill Bill' y quería que Tarantino lo supiera.
Después de una presurosa carrerilla hacia el auditorio de lujoso terciopelo, Almodóvar recibió una entusiasta ovación de pie. El festival lo sorprendió con un homenaje poco habitual: en el escenario, con la pantalla a su espalda, cinco de las más famosas actrices de Almodóvar saludaron al director. Poniéndose de pie de un brinco, dejó su butaca y se unió a ellas en el escenario, donde, con Tarantino anunció la apertura oficial del festival. A diferencia de los premios televisados, que son rígidamente coreografiados para las cámaras, la apertura no había sido estudiada y fue asombrosamente caótica. Tarantino y su jurado miraban cómo se deslizaba Almodóvar de una actriz a la siguiente, abrazándolas a todas. Finalmente llegó al centro del escenario, donde dedicó la velada a las víctimas (191 muertos y cientos de heridos) del atentado terrorista en Madrid contra un tren de cercanías de la capital.
A pesar de sus éxitos y homenajes, Almodóvar no ha parecido nunca mimado ni pagado de sí mismo. "Pedro es muy humilde", me dijo más tarde Penélope Cruz. La actriz ha trabajado en dos de sus películas y es una de sus amigas más cercanas. "Está siempre mirando, observando a la gente. Nunca ha perdido esa capacidad. Nunca se ha aislado, aunque es fácil caer en la trampa del éxito. Lo ayuda que no haya cambiado a España por Hollywood. España te hace ser humilde".
En contraste con Francia o los sectores de Estados Unidos que lo han adoptado, España se ha mostrado a menudo dura con Almodóvar. "En España el reconocimiento es diferente", me dijo Agustín. En los Goyas, el equivalente español de los Oscars, una película de un director novato puede desplazar las películas de Pedro. En 2003 el jurado no eligió a ‘Hable con ella' como su nominación a la Academy Award para la mejor película extranjera. "Es muy doloroso para Pedro porque sus colegas españoles no son recíprocos. Pero esa inseguridad lo hace ser más creativo. Pero, según el dicho: ‘Nadie es profeta en su tierra'. Eso es muy de Pedro. Siempre está consciente de eso".
En Cannes, después de terminar ‘La mala educación' y se encendieran las luces, los asistentes se pusieron de pie y aplaudieron como locos. Almodóvar se sentía abrumado por la muchedumbre. Como un niño que abre una docena de regalos de Navidad a la vez, subió al escenario prácticamente brincando de persona en persona. "Tengo vértigo", dijo Almodóvar, medio en broma. "Estoy mareado".
Almodóvar se dirigió a un salón adyacente, donde se servía una cena en su honor. Después, él y el equipo de El Deseo fueron llevados a una fiesta junto al mar. Como es su costumbre, Almodóvar se había ocupado de todos los detalles de la parranda post-estreno, desde las diversiones hasta el decorado. La enorme habitación estaba engalanada con 38 carteles de ‘La mala educación' que había encargado, diseñado y luego desechado.
"Cambié el salón esta tarde", dijo, echando un vistazo. "Dijeron que me querían sorprender. A mí no me han gustado nunca las sorpresas. Las sorpresas son ideas de los otros, y esas ideas no son nunca sorprendentes del modo que tú lo quisieras".
Examinó el borrador de un cartel más bien chocante, que mostraba a una mujer entre los pliegues de la sotana de un sacerdote. "Prefiero organizar mis propias sorpresas", dijo. "Resultan mejor".

2 Madrid: Retrato Del Artista Como Español
Los atentados terroristas en Madrid ocurrieron seis días antes del estreno programado en España de ‘La mala educación'; como reacción, Almodóvar y su equipo cancelaron el tan largamente planeado y glamoroso estreno, pero no su circulación. Cuando vi a Almodóvar en Madrid tres semanas más tarde, la política estaba en el aire, y en su cabeza. Antes de los atentados, el gobernante Partido Popular PP, de signo conservador, se enfrentaba a unas elecciones muy reñidas. Por los sondeos, se creía que los socialistas perderían las elecciones. Después de los atentados el PP culpó rápidamente a ETA, el grupo separatista vasco, desechando, al principio, la idea de que los terroristas pudieran estar vinculados a Al Qaeda -incluso aunque se había hallado una furgoneta, de la que se sospechaba que había sido utilizada por los terroristas, con detonadores y un casete con grabaciones de versos del Corán. La sospecha de que el PP había tratado de silenciar el vínculo con Al Qaeda le pudo haber costado las elecciones: José Luis Rodríguez Zapatero y su Partido Socialista Obrero Español PSOE las ganaron. Casi inmediatamente después, el nuevo primer ministro retiró las tropas españolas de Iraq y siguió adelante con iniciativas para restringir la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, crear alguna forma de matrimonio entre homosexuales y legalizar el aborto en los primeros tres meses de embarazo.
"Tenía muchas conflictos con el gobierno pasado", me dijo Almodóvar un frío día de abril en Madrid. Estaba en su despacho de El Deseo. La oficina ocupa todo un edificio de cinco pisos en un viejo barrio residencial de Madrid -desde el tejado se ve una plaza de toros- y las paredes están pintadas de vivos colores primarios. En los pasillos hay numerosos carteles enmarcados de las películas de Almodóvar y una serie de fotografías que ha tomado él mismo de tablones de anuncios en todo el mundo. En su oficina hay un armario lleno de guiones norteamericanos que ha rechazado: entre ellos, ‘El diario de una geisha', ‘Atrápame si puedes' y ‘El repartidor de periódicos', basado en la novela de Pete Dexter, ‘The Paperboy', que adaptó y luego decidió no continuar. Casi todos los miembros de la pequeña plantilla de El Deseo, son mujeres, y la mayoría de ellas viste informalmente vaqueros y camisetas a rayas o suéteres de brillantes estampados. ("Hay una expresión en España", explicó Esther García, que dice que cada gallinero tiene su gallo. Así es esta compañía. Pedro se comunica muy bien con las mujeres").
"El estreno de ‘La mala educación' lo hicimos una semana después de las elecciones, y fue muy tenso", dijo Almodóvar. Se inclinó hacia adelante, sentado detrás de su enorme y ordenado escritorio. Llevaba vaqueros negros y una chaqueta de cremallera de cuero curtido. Como siempre, su mirada era intensa. Rara vez pestañea, y recorría con sus ojos mi cara para ver mi reacción. "Yo estaba furioso con el Partido Popular. Es difícil aceptar que tu gobierno mienta en momentos tan dolorosos". De izquierdas en política, Almodóvar nunca apoyó al PP, pero que negara la responsabilidad de los fundamentalistas en los atentados le pareció, dijo, una traición asquerosa. Un día antes de la salida de la película -justo dos días después de que el PSOE ganara las elecciones- Almodóvar dio una rueda de prensa. Era para hablar de ‘La mala educación', pero las preguntas giraron principalmente sobre política. En respuesta a una de ellas, Almodóvar acusó al PP de tratar de montar un ‘golpe de Estado' -esto es, que después de los atentados terroristas había considerado aplazar las elecciones para mantenerse en el poder. Su afirmación fue algo exagerada y aunque circularon algunos rumores en la red, no había pruebas concretas de una conspiración (de hecho, los socialistas, que ganaron las elecciones, se distanciaron pronto de esas especulaciones). El PP amenazó querellarse contra Almodóvar por calumnias y difamación, y en la primera función de ‘La mala educación' unos manifestantes de extrema derecha montaron una protesta en las afueras del cine del Palacio de la Música. Este no era su tipo de conducta transgresora. "Hubo manifestaciones y comenzaron a amenazar a la gente que entraba a ver la película", me dijo Almodóvar. "Esa reacción se remonta a 30 años, cuando Franco estaba todavía en el poder y vivíamos en una dictadura. Había un enorme contraste: afuera, estaban protestando ellos, y en el teatro la gente gritaba: ‘¡Viva la libertad de expresión!'. Esa división entre los manifestantes y la audiencia me hizo volver a la época en que España estaba dividida".
Almodóvar pudo presenciar un asombroso cambio en la vida cultural de su país. Bajo Franco, que gobernó de 1939 a 1975, la creatividad fue prácticamente abolida, especialmente en los primeros años del régimen, pero también durante los años sesenta. Almodóvar, que creció en Calzada de Calatrava, una pequeña ciudad agrícola del sur del país, se enamoró de las películas que pudo ver. "Cuando fui al cine por primera vez, fue como un milagro", recordó. "El cine fue mi verdadera educación, mucho más importante que la que recibí de los curas. Pero, en ese momento, yo no sabía que había un mago que tocaba con su varita mágica a los actores, que les decía cómo actuar y les ponía las palabras en la boca. Sólo sabía que yo quería ser parte de ese mundo. Y lo que más me gustaba era contar historias. Así que me pareció natural ocupar el lugar del narrador, que, para mí, era el del escritor-director".
De niño, Almodóvar miraba películas norteamericanas dobladas al español; a menudo los censores usaban el doblaje para cambiar el significado mismo de lo que se decía -el significado mismo de la película. "El doblaje era una forma de censura", continuó, agregando: "Cuando finalmente oí la voz de Marlon Brando, la encontré chocante".
Almodóvar era todavía adolescente cuando se mudó a Madrid en 1968, con planes de estudiar en la escuela nacional de cine. Pero Franco, que temía que la creatividad e individualidad pudieran volverse en su contra, la clausuró. Así, Almodóvar construyó su propio currículum fílmico viendo innumerables películas en la cinemateca: las neo-realistas italianas, las primeras de Godard, las americanas de gángsteres, los clásicos animados de Disney. Y siguió viendo casi todo. Cuando habla de los ancestros fílmicos de sus hermanos de ‘La mala educación', cita entre otras películas a ‘Mamá sangrienta', de Roger Corman, la pieza maestra de Luchino Visconti, ‘Rocco y sus hermanos', los protagonistas de ‘Amor sin barreras', Harry Dean Stanton y Dean Stockwell en ‘París, Texas' y los Hermanos Marx.
"Uno de los momentos más felices de mi vida fue cuando llegué a Madrid por primera vez", me dijo esa tarde. "Cuando naces como yo, estás condenado a vivir en un pueblo toda tu vida. Lo bueno de vivir en una ciudad tan pequeña es que te das cuenta pronto de que no te gusta". El padre de Almodóvar, Antonio, se ganaba la vida haciendo trabajitos antes de trabajar como viñatero (como una especie de homenaje, Agustín y Pedro llamaron en su honor un lagar que poseen en la Rioja), pero su negocio no prosperó y cuando Pedro tenía ocho años la familia se mudó a Extremadura, donde el padre encontró trabajo en una gasolinera. Después de asistir al internado católico con una beca, Pedro volvió a casa y anunció a su familia que se marchaba a Madrid. Su padre, que le había encontrado trabajo en el banco local, se lo prohibió, pero, dijo Almodóvar, él no veía otra alternativa. "Fue un momento decisivo", me dijo Almodóvar. "Vivir en esa ciudad el resto de mi vida habría sido como morir. Me vine a Madrid con una ambición concreta: hacer películas".
A fines de los años sesenta, cuando Almodóvar llegó a Madrid, la salud de Franco se había debilitando y su control era menos firme. Aquí y allá España se estaba abriendo al mundo, y una especie de movimiento cultural estaba surgiendo en la capital, inspirado por las ideas del pop art de Nueva York, Los Angeles y Londres. Warhol era la figura modélica de Almodóvar y sus amigos. Warhol era urbano, moderno, multimedia, guay. A Almodóvar le atraían en particular las películas experimentales de Warhol -los misterios de la gran ciudad y el amateurismo artístico y la asombrosa confusión de géneros.
A comienzos de los setenta, con el dinero que ganaba con su trabajo en la Telefónica -la compañía telefónica nacional-, compró su primera cámara super 8. De día, en su mostrador del trabajo conectaba los servicios telefónicos de los clientes y absorbía así la cultura de la emergente clase media española. Por las noches, escribía guiones. Se unió a un grupo de teatro donde conocería a sus futuros actores y durante un tiempo actuó, poniéndose tacos altos y medias negras, en un dúo proto-punk basado sueltamente de las New York Dolls.
Hacia 1977, dos años después de la muerte de Franco, Madrid, y España, florecieron. La ‘movida' fue una revolución cultural que afectó todos los aspectos de la vida española. Fue un momento en el que todo lo que había estado reprimido durante décadas volvió a surgir, y el país se transformó en un país abierto y exuberantemente libre. "Mis películas son una reacción post-Franco", dijo. "Durante la movida la libertad era excesiva. Yo era lo suficientemente viejo como para recordar a Franco. La explosión de libertad personal era igual a la represión que habíamos sentido. La vida que llevábamos entonces ahora parece escandalosa". La movida significaba libertad sexual y oportunidades artísticas. Era un producto híbrido de los movimientos punk, new-wave y hippie de Europa Occidental y América -un montón de creatividad y rabia y amor libre.
"Perdimos el miedo", dijo Almodóvar. "Todavía me estoy recuperando de esa época. Fue el momento más excitante de mi vida". Entonces cerca de los 30, Almodóvar era mayor que muchos de los artistas de la movida, y seguía trabajando en la compañía telefónica.
Le tomó casi dos años terminar su primer largometraje, ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón' (1980). "Pensaba que nunca podría dejar la compañía de teléfonos", me dijo "Me tomó seis permisos sin paga. Cuando volvía, me ponía a llorar. Pero no soy el tipo de los que piden dinero a los amigos. Cuando me llegó el éxito, estaba preparado". Almodóvar sonrió, y añadió: "Mis padres estaban preocupados. Incluso cuando estaba terminando ‘Mujeres al borde...', mi madre me dijo: "Ay, Pedro, ¿por qué no vuelves a la telefónica?'" Ella nació en una familia pobre y era insegura. Sus vecinos le decían que mis películas eran sucias, y no las vio sino años más tarde".
Después de ‘Pepi, Luci, Bom...', que tenía en el papel protagonista a la curvilínea diva Carmen Maura, a la que había conocido en el grupo de teatro, Almodóvar comenzó a escribir y dirigir una película al año. Montó, a lo Warhol o Fassbinder, una sociedad anónima, incluyendo a Maura y Rossy de Palma, que tiene la cara angular de un retrato de Modigliani. Uno de sus primeros éxitos de taquilla fue ‘La ley del deseo', que fue estrenada en Estados Unidos en 1987 y prefigura ‘La mala educación'. En la primera película, Maura hace de transexual, y su hermano es un famoso director llamado Pablo. En la época de ‘La ley del deseo', Almodóvar dijo al Times: "Mi rebelión consiste en negar a Franco... Todo lo que escribo es con la idea: ‘¿Y si Franco no hubiera existido nunca?' En una escena típicamente subversiva, el personaje de Maura, que empezó su vida como hombre, lleva a su hija adoptada a la iglesia donde ella, de niño, cantaba en el coro. Entonces presenta a su hija a su sacerdote de infancia, que está completamente desconcertado. Es un momento de suave perversidad, uno que simultánea y gentilmente da un pellizco retorcido al clero, a la naturaleza y a los arquetipos del cine.
Y también aporta una imagen distinta de España. Hacia mediados de los ochenta, Almodóvar se había transformado en un símbolo de su país. Esa circunstancia le complicó. Había representado para el mundo la bullente cultura de Madrid durante más de 20 años y, para él, ese papel es emocionante y frustrante a la vez. "Creo que no podría hacer este tipo de cine fuera de España", me dijo Almodóvar. "El sentimiento de libertad no sería el mismo. Todo lo que soy es una respuesta a este lugar. Hay un contexto para mi nacimiento como artista. Buñuel y el surrealismo, por ejemplo, tuvieron mucha influencia en mí. Creo que Buñuel y yo tenemos los mismos padres, hablando en términos culturales. Ambos tenemos esa noción de que lo irracional, lo extraordinario impregna la vida de todos los días. Ese particular punto de vista es específico de España".
Almodóvar se cuenta entre los productos de exportación más importante de su país, y presta cuidadosamente atención a los giros en el ánimo de la gente y de su propia imagen. "No les gusta que sea famoso fuera de España", dijo."Pero no me gusta pensar en esto porque cualquier conclusión a la que llegues caerá mal. Me siento más feliz desde las elecciones. Me siento como si estuviéramos de nuevo a comienzos de los setenta. Cuando el Partido Socialista ganó, yo estaba borracho de libertad. Me siento como si hubiéramos despertado de ocho años de siesta".
Almodóvar afirma que el tema que el gobierno previo silenció fue el de los abusos sexuales en la iglesia. "España parece un país católico", dice Almodóvar, "pero la confesión no es obligatoria. Cuando murió Franco, se transformó en un país no confesional. Pero todavía hay represión y temor. Hay pocos casos de abuso sexual presentados contra la iglesia en España porque a la gente todavía le da vergüenza hablar sobre el asunto. Todos sabemos algo sobre lo que hacen los curas, pero nadie habla sobre eso. Eso ha empezado a cambiar".
Debido a el incidente de acoso sexual que es central en ‘La mala educación' es tan específico, y a que Almodóvar, como el niño de la película, era un talentoso solista en el coro de su escuela, parecería que la película está anclada en recuerdos personales. Cuando le pregunté si la película era autobiográfica, Almodóvar fue vago. Me dijo: "Todo lo que no es autobiográfico es plagio".
Continuó hablando y cogió un bolígrafo de su escritorio: "Pero te voy a decir una cosa. Cuando estaba con los curas siempre tuve problemas. Los curas pensaban que mis preguntas eran heréticas. Descubrí la palabra ‘hedonista' y me vi a mí mismo como un hedonista. Al mismo tiempo -creo que fue después de ver una película de Antonioni- descubrí la palabra ‘nihilismo'. Tenía 10 o 12 años.
"De niño me decían constantemente: ‘No respondas'. Los curas decían que yo tenía un carácter mordaz. Me decían que tenía que coger mis nervios como si fueran hebras de hilo e hiciera un ovillo con ellas. Eran curas salesianos, y uno de los fundamentos de la enseñanza salesiana es que los niños deben estar siempre haciendo algo. Ellos creen que la actividad no deja espacio para los malos pensamientos. Un día estaba conversando con un amigo -hablar era mi principal deporte- y uno de los sacerdotes pasaba caminando con un estudiante de mi edad, y todos sabíamos que este estudiante, que se llamaba Vicente, era el amante del cura. Pasaban hablando como hablan las parejas. Y el cura me preguntó: ‘Almodóvar, ¿por qué no estás jugando?' Y yo le dije -y esta es la frase de la que siento más orgulloso: ‘¿Y qué juego está jugando Vicente?' El cura no se lo creía. Se detuvo. Y me abofeteó dos veces".
Cuando era niño los curas grababan su canto y tocaban las cintas en la puerta de la iglesia para atraer a los feligreses; incluso entonces Almodóvar sabía como atraer a los fieles. "‘La mala educación' no es una película autobiográfica", dijo, "pero sí conozco el espíritu de ese mundo. Y en eso incluyo todo el ceremonial católico. Ya no voy a la iglesia y no soy creyente, pero realmente me gustan mucho los rituales de la iglesia. El aspecto literario es maravilloso. El estilo. Creas en ella o no, la ceremonia es bella".
Ese conflicto central entre la atracción por la pompa y el cuestionarse el dogma abarca toda la obra de Almodóvar. Él funde consecuentemente el espectáculo con las conductas desproporcionadas pero no se contenta con las superficies, por más que convincentes que sean. Especialmente en sus tres últimas películas, el realismo psicológico ha remplazado el artificio. En las primeras películas, la vivacidad y el descaro dominaban su estilo, pero esa indignación es sólo un aspecto de ‘La mala educación'. Almodóvar ha sido siempre comprensivo, aunque en sus películas anteriores sus personajes cometían crímenes sobre todo contra sí mismos. Pero al ocuparse de los errores de la iglesia, incluso en el contexto de un género como el cine negro, Almodóvar, por primera vez, ha hecho una película abiertamente política. "No creo que esté haciendo proselitismo con esta película", dijo Almodóvar, subiendo la escalera para una comer una paella con su personal. (Almuerzan juntos todos los días, en el tercer piso). "Pero ya que está en la naturaleza del cine que las películas sean vistas, trato de entregar la versión más fuerte del guión. Mis películas son más sinceras de lo que lo soy yo en la vida real. Mis películas son más honestas de lo que lo soy yo en la vida real. Y son más claras de lo que soy yo.
"Las películas han cambiado mi vida", dice. "¿Por qué no tendrían un impacto similar en otros?"

3 Calzada: Las Raíces De Un Cineasta
En 2000, cuando Almodóvar fue nominado para el Oscar para mejor película extranjera por su ‘Todo sobre mi madre', un grupo de mujeres, incluyendo a sus dos hermanas, María Jesús y Antonia, viajaron a su ciudad natal, Calzada de Calatrava, y pidieron a los santos de su predilección que intervinieran. "Encendieron un montón de velas", contó su hermano Agustín, de pie en la diminuta capilla de la ciudad donde fueron bautizados los miembros de la familia. "Y rezaron. Mi hermana Antonia es una experta en mandas. Mi familia pagó por esta capilla, y eso nos pone en el lugar indicado para tener una conexión con lo sobrenatural. Y funcionó. Cuando Pedro ganó el Oscar, dijo: "Harvey Weinstein, deberías aprender de mis hermanas".
Pedro Almodóvar, cuyo nombre completo es Pedro Almodóvar Caballero, emprende rara vez el viaje en coche de dos horas y media hasta aquí. Dejó este sitio hace años y, sin embargo, su presencia se siente en todas partes. Cerca del centro de la ciudad un parque más bien austero, lleno de cigüeñas, fue llamado en su honor. "La noche del Oscar tiraron fuegos artificiales, incluso antes de que Pedro ganara", dijo Agustín. "Pedro viene aquí sólo cuando gana. Eso significa que ha venido dos veces en los últimos cinco años".
Calzada es una simple ciudad de provincia. Su santo patrono es San Isidro, que rogaba a Dios que enviara ángeles cuando se cansaba y necesitaba ayuda para trabajar el campo. Una enorme imagen del santo ocupa la mitad de la capilla. "Lo traen aquí cuando no llueve", contó Agustín. "Y los campesinos le cantan". Antes de que la familia se mudara a Extremadura, a una hora de camino, el padre de Almodóvar hacía su vino en esta casa y transportaba los toneles en mula. Tan pronto como Pedro empezó a ganar dinero como cineasta, compró la casa de su infancia. Su padre ya había muerto, pero su madre, que nació en la cuadra, estaba fuera de sí. "Yo estaba muy cerca de mi madre", me dijo Almodóvar. (Ella murió en 1999). "Mi padre me quería, pero yo no pertenecía a su mundo. Tenía ideas muy definidas sobre lo que significaba ser hombre, y no veía nada de eso en mí".
De niño la madre de Pedro hacía dinero extra leyendo y escribiendo cartas para sus vecinos analfabetos. Las adornaba agregando detalles que eran imaginarios, y Pedro la ayudaba a menudo. "Mi madre rellenaba los huecos en las cartas", recordó en un homenaje a ella que escribió para el diario El País, después de su muerte. "Esas improvisaciones fueron una gran lección para mí. Establecieron la diferencia entre la ficción y la realidad, y cómo la realidad necesita a la ficción para ser completa, más agradable, y más llevadera".
A Almodóvar le gustaba adornar las películas que veía. Cuando él y sus hermanas iban al cine, él las entretenía con la trama como la veía él. "Aunque iban todos a ver la misma película, la película que él les contaba no era la que habían visto", recordó Agustín. "Él adaptaba la trama a su historia. Cuando era pequeño podías ver su talento para la invención y para contar historias. Mis hermanas preferían siempre su versión de las películas".
Agustín protege furiosamente a Pedro. Junto con supervisar la producción de sus películas, también se ocupa de su financiamiento. A diferencia de la mayoría de los directores internacionales exitosos, Almodóvar vende sus películas a los distribuidores separadamente, en lugar de limitarse a hacer negocios con la rama internacional de una compañía importante. Y es puntilloso: con las ideas políticas de Pedro en mente, Agustín no vendería, por ejemplo, a la compañía distribuidora de Silvio Berlusconi, aunque ofrezca más dinero que otras compañías de distribución italianas. Las técnicas de venta de territorio en territorio hacen difícil determinar el éxito de sus películas a nivel mundial, pero en Estados Unidos Sony Picture Classics, que ha distribuido sus últimas cuatro películas, ingresó 8.2 millones de dólares con ‘Todo sobre mi madre' y 9.2 millones de dólares con ‘Hable con ella'.
Agustín concluyó que financiar las películas independientemente y luego buscar su distribución, garantizaba la integridad y autonomía artística de su hermano. Un ejecutivo de Hollywood podría exigir tener algo que decir sobre el contenido; un inversionista podría sugerir a una actriz en particular. "Yo espero hasta que las películas estén terminadas antes de venderlas", contó Agustín. "No quiero presionar a Pedro a que se adapte a los deseos de otros. El momento en que haces compromisos, estás perdido. Y creo que Pedro es el artista más libre del planeta".
Agustín también investiga para los guiones de su hermano. "Agustín es como una biblioteca", dijo Pedro. Para ‘La mala educación', Agustín estudió el modo en que los sacerdotes españoles decían la misa antes del congreso Vaticano II a comienzos de los años sesenta. Y Agustín es el primero en leer sus guiones. "Una de mis principales tareas es aconsejarlo", dice Agustín paseando por el patio de arenilla de la pequeña capilla.
Después de almorzar un picante chorizo, tortilla de patatas y huevos duros con salsa picante preparados y servidos por las dos mujeres que llevan la capilla, Agustín, su esposa, su hermana Antonia, un sobrino, Javier Giner, y yo nos amontonamos en la furgoneta y nos dirigimos a la casa de infancia de Almodóvar. Las mujeres de la capilla empaquetaron para Pedro las sobras del almuerzo, incluyendo una enorme variedad de pasteles cubiertos de azúcar. "Aquí el tiempo se detiene", dice Agustín al entrar a la casa. "Es la razón por la que Pedro tuvo que marcharse".
En algún momento los Almodóvar deben haber sido una familia próspera, porque la casa es asombrosamente espaciosa. Hay seis dormitorios y, aunque no vive nadie aquí, los cuartos, restaurados por las hermanas de Pedro, se conservan como si la matriarca estuviera todavía viva. Decoran las paredes artefactos religiosos, y hay fotos enmarcadas de Pedro en todas partes. En el cuarto de niño de Almodóvar hay un niño Jesús en una cesta, colocado en el centro de su cama con una colcha dorada de felpa. "Pedro es como el santo que viene rara vez', dice la mujer que cuida la casa, vestida con el negro atuendo de las viudas.
‘The Ghostly Grandmother' [La Abuela Fantasma], uno de los cuatro guiones que Almodóvar está leyendo para su próxima película, se inspira, dijo, en el espíritu de esta casa. Hay una atmósfera como si los muertos -especialmente la madre de Pedro- estuvieran dando vueltas por ahí. "La cultura de la muerte es muy fuerte", dice Almodóvar. "Mi madre me contó una vez que mi abuelo se presentó después de su muerte y que todo el pueblo ayudó para enviarlo de vuelta al dulce más allá. Yo no creo en eso, pero es parte de la cultura de donde nací, y es parte de mí".

4 Madrid: Donde La Vida Se Encuentra Con Las Cosas
A Almodóvar le gusta ir de compras en los aeropuertos. Tiende a ignorar las cadenas de tiendas lujosas -Gucci, Chanel- y va directamente a las tiendas locales que venden chicles y revistas. "Nunca sabes lo que vas a encontrar ahí", dijo. Era la tarde de un nublado sábado y Almodóvar me llevó a hacer un tour de su ecléctico y bello apartamento de dos dormitorios en el décimo piso de una torre de apartamentos en el centro de Madrid. El gris edificio art decó está en un ajetreado boulevard, y no había ningún portero en el frío y oscuro vestíbulo. La fachada del edificio estaba cubierta de ominosos andamiajes. Cualquiera que haya visto sus películas habría sufrido un impacto familiar cuando Almodóvar abrió la puerta y se vio la redonda alfombra roja y amarilla en su recibidor.
A Almodóvar, que vive solo, le fascina el decorado. Hay una pared de cristal italiano a la entrada, con siete anaqueles con jarrones de Venini y Murano brillantemente coloreados; en el rincón asiático de la sala hay un cofre chino cubierto de pequeños objetos; hileras de robots y juguetes de estaño en los libreros del estudio. Una pared blanquinegra es dominada por un plato de Fornasetti, sus surrealistas ojos mirando inquisitivamente.
Todo en este apartamento de dimensiones más bien modestas fue escogido y ordenado y vuelto a ordenar por Almodóvar, y casi cada objeto tiene alguna relación con sus películas. "Usé el cristal en ‘Kika'", dice, junto a la pared de Murano, refiriéndose a su película de 1993. "Primero, el cristal es la metáfora más directa de las lentes de la cámara, y ‘Kika' gira sobre un voyeur. Y en segundo lugar porque el cristal es muy optimista. Contiene posibilidades en su belleza, una especie de esperanza que es tan frágil como el cristal". Pasó junto a una naturaleza muerta cuidadosamente ordenada, de flores de papel de seda y una hilera de cruces, dispuestas geométricamente. Luego apuntó al otro lado de la habitación a un mini-diorama de Almodóvar que incluía una bola de cristal azul. Refiriéndose a ‘La flor de mi secreto', una película de 1995 sobre el idilio entre un novelista que pasa por un complicado divorcio, dice: "En la película, cuando su relación se desmorona, Marisa Paredes destruye un retrato enmarcado hecho de bolas de cristal azul. Y el clavel", prosiguió, tocando delicadamente un capullo de papel de seda de un rojo desteñido, "es de un ballet de Pina Baush. Ese ballet, ‘Café Müller', fue uno de las fuentes de inspiración de ‘Hable con ella'. La danza inaugura la película y refleja la relación entre los personajes".
Hay libreros repletos cubriendo una pared, pero hay todavía más pilas libros, discos compactos y devedés por todas partes. Almodóvar lee a menudo tres libros a la vez, habitualmente novelas. Tiene problemas para dormir y lee hasta entrada la noche. Cuando lee se estimula su imaginación, y escribe largas notas en los márgenes de las páginas. Más tarde, esas notas, que pueden contener la descripción de un personaje o un fragmento de una trama o la línea de un diálogo, son paseadas a su ordenador. A menudo se transforman en la base de un guión. "Siempre estoy buscando fuentes de inspiración", dice, ordenando una de las pilas sobre su escritorio. "Y no es solamente la belleza lo que me motiva. Hay un montón de cosas muy feas que encuentro inspiradoras".
Abrió la gaveta de un enorme armario de madera. "Hace muchos años lo encontré en la tienda de un aeropuerto en Washington, o quizás en Boston". Almodóvar me mostró lo que es quizás su accesorio de utilería más infame, un pequeño buceador de plástico que funciona a pilas. Este juguete hizo una notable aparición en ‘¡Átame!', en 1990. La heroína, representada por Victoria Abril, se está dando un baño y, para su satisfacción, el buceador se propulsa a sí mismo en su vagina. La escena causó sensación -aunque la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos [Motion Picture Association of America] MPAA no dio a ‘¡Átame!' la clasificación ‘R'. La polémica generó un montón de artículos de prensa y ayudó a crear la clasificación ‘NC-17'. Almodóvar estaba comenzando a ser conocido fuera de España -‘Mujeres al borde de un ataque de nervios' fue nominada para el Oscar a la mejor película extranjera en 1989 -pero ‘¡Átame!' consolidó en Estados Unidos su reputación como un agente provocador del cine poético.
"El buceador lo compré para mi sobrino", prosigue. "Pero algo me dijo que debía guardarlo y pensé que mi sobrino tendría que esperar. Era perfecto para la película, pero a Jack Valenti" -entonces el director de la MPAA- "no le gustó en absoluto". Almodóvar rió. Puso al buceador de plástico en su cajón, junto a una colección de brazaletes de concha y pins con signos de la paz.
Almodóvar llevó mi mirada hacia sofá verde peridoto al estilo de los años sesenta frente a un televisor. "Lo mismo que pruebas diferentes vestuarios con un actor, yo probé diferentes colores cuando trabajo en el decorado de una película", dijo. "Toma un montón de tiempo, porque a menudo lo hago yo solo. Yo soy una pesadilla para los coreógrafos, pero es el único modo de trabajar que conozco". Apuntó al sofá. "En algún momento", continuó, "me di cuenta que si cambiaba los tapices se creaban efectos diferentes. Así que recubrí ese sofá con un paño para ‘Mujeres al borde...', con un material verde más oscuro para ‘¡Átame!' y con una tela a cuadros para ‘Tacones lejanos'. Para ‘Hable con ella', usé este verde claro". Hizo una pausa, y dijo: "Tengo que buscar diseñadores nuevos todo el tiempo. Pero no estoy seguro de que quiera renunciar a mis idea de las cosas. Necesito desesperadamente encontrar a un alma gemela".

5 Madrid: Trabajando Para Un Perfeccionista
"Pedro es exigente en todas las fases de la película", dijo José (Pepe) Salcedo, que ha editado todo el trabajo de Almodóvar. "No se conforma fácilmente. Discutimos un montón, pero siempre nos ponemos de acuerdo. Pedro tiene la reputación de convertirse en un ogro cuando trabaja, pero yo no lo veo así. De todos los que trabajan en una película, él es el que trabaja más. No te queda otra cosa que seguirlo. Te inspira a hacer lo mejor que puedes".
Almodóvar es muy exigente. Dará a sus actores indicaciones sobre los diálogos y rechazará cinco veces un pasaje de una partitura musical, y analiza cada toma de la película. "Pedro no se contenta con ninguna toma", dice Salcedo. "Nunca está satisfecho de su propio trabajo. La mejor toma sería la que Pedro hubiese hecho él mismo, porque conoce tan bien su trabajo que puede hacer cualquier parte. Y tiene temperamento fuerte. Pero mira el resultado final:¿ Qué es una pequeña rabieta cuando estás haciendo estas películas?"
Algunos actores se han encrespado por la necesidad de Almodóvar de controlarlo todo. Antonio Banderas se elevó al estrellato internacional con las películas de Almodóvar, pero a medida que creció su fama, también creció su aparente renuencia a ser dirigido por Almodóvar. (No quiso ser entrevistado para este artículo). "Cuando trabajas con él, te metes en su mundo", observó Penélope Cruz, que dijo que la haría feliz de trabajar nuevamente para él. Continuó: "Pedrol elige el color de las sillas, lo mismo que escoge las palabras que dices. Yo he trabajado con muchos otros directores, y ninguno se toma cada detalle de manera tan personal como Pedro. Tiene el entusiasmo y la perseverancia de un director novato, y lo mejor es ponerse en sus manos".
Almodóvar dijo de sí mismo: "Soy muy exigente. Me entrego a mi trabajo. Para todas mis películas hay que investigar un montón. Para ‘Hable con ella' pasé meses trabajando con doctores y enfermeras. Cuando hice el casting de Javier Cámara para el rol protagonista le dije: "Necesito al enfermero perfecto". Para alcanzar esa perfección, Cámara, que era conocido en España por su trabajo como comediante en un show de televisión, siguió clases de masaje terapéutico y encaje. Aprendió a cortar el pelo y a hacer la manicura en una academia de belleza y estudió enfermería. "Cada quince días le enseñaba a Pedro los progresos que había hecho", recordó Cámara. "Yo no estaba seguro de poder hacer ese papel. Sabía que Pedro veía algo en mí que yo mismo no veía, y al principio me dio pánico. Los cursos hicieron una gran diferencia, porque me pude relajar. Me transformé en lo que Pedro quería, en el enfermero perfecto".
De igual modo, Gael García Bernal, para su papel en ‘La mala educación', siguió un riguroso programa de entrenamiento de cinco meses. "Subí y bajé de peso", dijo Bernal, "y la parte más difícil de representar a una chica es la entrepierna. Eso duele un montón. Pero lo más difícil fue perder mi acento mexicano. Pedro insistió en eso y yo pensaba, francamente, que era ridículo. Quería que tuviera acento español, y eso es algo colonialista. El acento español suena como... flamenco para mí. Pero Pedro es una persona muy exigente y tiene un punto de vista muy personal. Puede ser difícil digerir esa información y fundirla con tu propia interpretación, pero al final es muy satisfactorio".
En sus tres últimas películas Almodóvar se ha hecho todavía más perfeccionista -si acaso es posible. A diferencias de las once previas, las películas no están estructuradas como comedias. "Pasé mucho miedo cuando comencé a hacer estas películas", dijo Almodóvar. "Pero sabía que necesitaba hacerlo. Antes, mi vida era mucho más exterior y probablemente me divertía más. Pero con el curso del tiempo me hice más introvertido y más protegido, y eso se ve en mi trabajo. Últimamente llevo una vida más de puertas adentro. Y especialmente las últimas dos películas vienen de una internalización, de una soledad forzada.
"Creo de verdad que cuando estaba haciendo esas películas, yo estaba tentando al fracaso", continuó Almodóvar. "Y eso es, por supuesto, el único modo de trabajar. Es difícil, por supuesto, pero ¿es que puedes hacer otra cosa?"

6 Cannes: Muy Lejos De Hollywood
"Hollywood siempre piensa que yo me especializo en gente gay", dijo Almodóvar. Estaba sentado en la espaciosa terraza de su habitación en el Hotel Martínez en Cannes, junto a un jarrón lleno de margaritas. Almodóvar lleva una camisa de cuello con botones color verde pálido, pantalones caqui de cuero y un par de oxfords muy blancos. La familia/equipo de El Deseo pasaba por la habitación como si la ocuparan todos ellos colectivamente -son doce. En Cannes cenaron juntos todas las noches y pasaban la mayor parte del día junto a Almodóvar cuando él daba entrevistas en el café frente a la playa al otro lado del Martínez.
De vez en cuando, Almodóvar se ha sentido intrigado por novelas norteamericanas que ha pensado que podría adaptar para la pantalla -‘Las horas', de Michael Cunningham, ‘La mancha humana', de Philip Roth. Pero no tiene interés, dijo, en las ideas de Hollywood sobre cómo debería hacerlo.
"Hollywood es divertido", dijo Almodóvar. "Querían que dirigiera una biografía de Liberace y otro guión sobre Candy Darling, la diva de Warhol. Querían que Madonna hiciera el papel de la imitadora de Candy Darling, no sé si me creerás. Y me ofrecieron muchas cosas para Bette Midler, lo que yo aprecié, pero no".
Almodóvar rió. "Tengo suerte", agregó. "Nunca quise marcharme a Hollywood. Ése no era mi objetivo. No quiero ofender a nadie, pero creo que Hollywood no exige demasiado de los guiones. Y a mí lo que más me preocupa es el valor de un guión. No creo que en Hollywood me den libertad absoluta. Las historias que cuento no son las historias corrientes que el público norteamericano está habituado a ver. Hablo ideológicamente, claro. Espero equivocarme".
A ‘Hable con ella' le fue bastante bien en Estados Unidos y Sony Pictures Classics está optimista sobre ‘La mala educación'. Es muy probable que España no la seleccione como su nominación para el Oscar, pero Michael Barker, co-presidente de Sony Pictures Classics se está moviendo para que la nominen, en la Academy Award, en la categoría de películas no extranjeras.
Almodóvar, por su parte, ya está pensando en su próxima película. "Uno de los cuatro manuscritos en los que estoy trabajando se titula ‘Doble identidad'", dijo Almodóvar. "Gira sobre un director de cine que es ciego. Ha perdido a su gran amor y hace audiciones de mujeres para que le lean libros. Descubre cosas a través del oído. Hay un montón de escenas de sexo entre él y las lectoras".
Almodóvar hizo una pausa, y dijo luego: "No te puedo contar lo principal. Tendrás que ver la película".

5 de septiembre de 2004
28 de septiembre de 2004
©newyorktimes
©traducción mQh

1 comentario

Iris -

Este hombre es mi ídolo.Yo de mayor quiero ser como él.