desenmascarando a un surrealista
[Alan Riding] Con un legado de polémicas que su muerte aún no hace olvidar, dos muestras de Dalí buscan demostrar que después de 1939 el pintor siguió teniendo algo que decir.
Venecia, Italia. Después de proclamarse a sí mismo un genio a sus veinte, Salvador Dalí continuó promoviendo esta idea con una convicción tan implacable que el egoísta finalmente dejó en la sombra al artista. Para cuando murió en 1989, dejó cientos de hojas en blanco firmadas como para engendrar toda una industria de falsos Dalí. Y el mundo del arte se volvió contra él.
Sin embargo, Dalí no perdió nunca la simpatía popular. Expulsado del movimiento surrealista en 1939, siguió siendo el surrealista mejor conocido. E incluso después de que el expresionismo abstracto y el pop art desbancaran al surrealismo, una importante retrospectiva de Dalí en 1979, en París, todavía atrajo a 800.000 visitantes. Hoy, su fama -de entre los pintores del siglo veinte- sólo es superada por Picasso.
No es pues sorprendente que el centenario de su nacimiento haya producido exposiciones de Dalí en toda su Cataluña natal y en otras partes en España, Europa y Estados Unidos. Entre estas, sobresalen dos rotundos éxitos itinerantes. Auspiciadas por la Fundación Gala-Salvador Dalí, están tratando de hacer arrancar una re-valoración de su obra.
Dalí y la cultura de masas', que traza su impacto sobre el lenguaje visual de hoy, fue exhibida esta primavera en Barcelona y en Madrid en el verano y será albergada en el Museo Salvador Dalí de St. Petersburg, Florida, del 1 de octubre al 30 de enero. Y Dalí', que se ocupa de sus pinturas, estará en el Palacio Grassi, Venecia, hasta el 16 de enero, y será luego presentada en el Museo de Arte de Filadelfia del 16 de febrero al 15 de mayo.
Consideradas juntas, estas muestras destacan a Dalí no sólo como un artista de talentos múltiples (pintor, dibujante, escultor, graveur, cineasta, coreógrafo, fotógrafo y escritor), sino también como una personalidad más compleja que la que sugiere su eterno exhibicionismo. En realidad, de acuerdo a su conservadora británica, la erudita en surrealismo Dawn Adès, uno de los objetivos de la muestra de Venecia es revelar al Dalí "verdadero" detrás de sus "máscaras públicas" y de las míticas identidades que construyó.
Quizás más radicalmente, ambas exposiciones también rechazan la opinión ampliamente difundida de que, después de su trabajo poderosamente innovador entre 1927 y 1939, Dalí cedió al comercialismo y al mal gusto. Como señala Adès en el ensayo del catálogo, su trabajo posterior a 1939 es a menudo agrupado con los del viejo' Dalí, aunque sólo tenía 35 años en 1939 y continuó trabajando 44 años más. En su opinión, el Dalí post-1939 también merece atención.
Como un novedoso modo de cambiar la perspectiva sobre Dalí , la de Venecia ha sido organizada como una muestra retrospectiva. Comenzando con La cola de la golondrina', que Dalí terminó en 1983 y que se piensa que es su última pintura, y finalizando con El niño enfermo', el autorretrato pintado en 1919 cuando tenía 15 años, destaca la tardía fascinación de Dalí por la física nuclear; su devoción a su esposa y musa rusa; y su nueva religiosidad.
Adès dijo se prefirió originalmente una cronología a la inversa porque muchos de sus trabajos tardíos' eran demasiado grandes para el tercer piso del palacio. "Era un experimento, pero creo que funcionó muy bien", explicó. "Lograba que se prestara atención a su obra posterior y ponía el acento en el contraste con el énfasis en lo extraordinario y la obsesión de los primeros trabajos surrealistas".
Eso dicho, 1939 sigue siendo la línea divisoria.
Dalí emergió como un personaje central en el surrealismo a fines de los años 20. Como otros surrealistas, sufrió la enorme influencia de Freud, y fue a través del prisma freudiano que interpretó el papel fundamental de la sexualidad en los sueños y en la conducta humana, así como en su relación con su autoritario padre y distante madre.
De esto surgió lo que él llamaba su método crítico paranoico' de ver el mundo, un método diseñado para celebrar lo irracional. Lo aplicó a su película El perro andaluz', que dirigió Luis Buñuel, y a la escultura Teléfono bogavante'. Pero fue más evidente en sus trabajos monumentales (unos 200 en la muestra de Venecia), como El gran masturbador', El enigma del deseo' y, más famoso quizás, en 1931, La persistencia de la memoria', con los relojes blandos' que le inspiraron el queso camembert.
Su instantáneo éxito lo llevó a ser un discípulo cada vez menos obediente del líder surrealista André Breton. Fue él, no Breton, quien llevó el surrealismo a Estados Unidos a mediados de los años 30. (Dalí apareció en la cubierta de la revista Time en 1936). Fue el primero del grupo que se enriqueció con sus pinturas. Y se negó a afiliarse al Partido Comunista francés. Su expulsión del movimiento surrealista, supuestamente por desavenencias políticas, era inevitable.
Después de que Alemania ocupara Francia en 1940, Dalí y Breton huyeron a Nueva York. Pero mientras Breton siguió siendo un esquivo forastero, Dalí se relamió en una inmensa popularidad, chapoteando en el negocio del arte y vendiendo sus obras e imagen con grandes beneficios (fue entonces que Breton lo apodó con el anagrama Ávida Dollars'). Ya no necesitaba al surrealismo. Ahora era simplemente Dalí.
Su versatilidad e instinto comercial estaban en casa en Estados Unidos. Allá, como lo ilustra Dalí y la cultura de masas', trabajó con Alfred Hitchcock y los estudios Walt Disney, hizo portadas para Vogue y Town & Country, diseñó corbatas y trajes, incluso hizo anuncios publicitarios. En pintura su rompimiento con el surrealismo lo condujo, en sus propias palabras, a "hacerse clásico". El surrealismo siguió presente en su trabajo, pero desde fines de los años cuarenta comenzó a mostrar un nuevo interés por la desintegración de la materia y, más asombrosamente, por la religión, temas que fundió en su pintura de 1952, Cruz nuclear'.
Anunció con su característica hipérbole: "En realidad, la pintura y la literatura no me interesan en absoluto. Estoy interesado exclusivamente en la cibernética, en la física y en la biología". Pero todavía se dirigía a la pintura para interpretar la física, como en su Cabeza rafaélica explotando' y La desintegración de la persistencia de la memoria', en la que re-elaboró su obra maestra de 1931.
A partir de los años 50 pintó también numerosas crucifixiones con un estilo clásico, incluyendo Crucifixión (Corpus Hypercubus)', en la que Gala representa a María Magdalena a los pies de la cruz. También fue Gala su modelo para La madonna de Portlligat' y de Ascensión', en la que flota sobre una escorzada figura de Jesús.
Mientras que su re-acercamiento a la religión parecía pensado para fastidiar a sus críticos de izquierdas en Europa, les dio todavía motivos más grandes para que se indignaran. Después de establecerse en Cataluña a fines de los años cuarenta, se unió a la causa del régimen franquista. Entonces, a medida que inundaba el mercado con sus trabajos (algunos dicen que por obra de Gala), pareció más que nunca Ávida Dollars'.
El Dalí tardío' también está presente en Venecia en una pequeña muestra de fotografías tomadas por Tony Keeler cuando el artista vivía en el balneario catalán de Cadaqués, entre 1963 y 1978. Esta muestra, que estuvo previamente en Sitges, Cataluña, antes de viajar a la Galleria del Leone, Venecia, en la Giudecca aquí, capta a Dalí como el artista eterno, nunca más consciente de sí mismo que en presencia de una cámara.
Dalí' en el Palacio Grassi es una muestra más indulgente. Va más allá de su exhibicionismo, codicia y posturas políticas para mostrar lo esencial de su arte. Cuando se examinan detenidamente sus óleos, se descubre a un maestro de la pintura. Y estudiando la imaginación que usa, en palabras de Adès, es echar una mirada en "los misterios de la mente, del deseo, de la muerte, del espacio y del tiempo". Quince años después de su muerte, quizás se pueda decir que finalmente Dalí ha sobrevivido a Dalí.
29 de septiembre de 2004
©newyorktimes
©traducción mQh
Venecia, Italia. Después de proclamarse a sí mismo un genio a sus veinte, Salvador Dalí continuó promoviendo esta idea con una convicción tan implacable que el egoísta finalmente dejó en la sombra al artista. Para cuando murió en 1989, dejó cientos de hojas en blanco firmadas como para engendrar toda una industria de falsos Dalí. Y el mundo del arte se volvió contra él.Sin embargo, Dalí no perdió nunca la simpatía popular. Expulsado del movimiento surrealista en 1939, siguió siendo el surrealista mejor conocido. E incluso después de que el expresionismo abstracto y el pop art desbancaran al surrealismo, una importante retrospectiva de Dalí en 1979, en París, todavía atrajo a 800.000 visitantes. Hoy, su fama -de entre los pintores del siglo veinte- sólo es superada por Picasso.
No es pues sorprendente que el centenario de su nacimiento haya producido exposiciones de Dalí en toda su Cataluña natal y en otras partes en España, Europa y Estados Unidos. Entre estas, sobresalen dos rotundos éxitos itinerantes. Auspiciadas por la Fundación Gala-Salvador Dalí, están tratando de hacer arrancar una re-valoración de su obra.
Dalí y la cultura de masas', que traza su impacto sobre el lenguaje visual de hoy, fue exhibida esta primavera en Barcelona y en Madrid en el verano y será albergada en el Museo Salvador Dalí de St. Petersburg, Florida, del 1 de octubre al 30 de enero. Y Dalí', que se ocupa de sus pinturas, estará en el Palacio Grassi, Venecia, hasta el 16 de enero, y será luego presentada en el Museo de Arte de Filadelfia del 16 de febrero al 15 de mayo.
Consideradas juntas, estas muestras destacan a Dalí no sólo como un artista de talentos múltiples (pintor, dibujante, escultor, graveur, cineasta, coreógrafo, fotógrafo y escritor), sino también como una personalidad más compleja que la que sugiere su eterno exhibicionismo. En realidad, de acuerdo a su conservadora británica, la erudita en surrealismo Dawn Adès, uno de los objetivos de la muestra de Venecia es revelar al Dalí "verdadero" detrás de sus "máscaras públicas" y de las míticas identidades que construyó.
Quizás más radicalmente, ambas exposiciones también rechazan la opinión ampliamente difundida de que, después de su trabajo poderosamente innovador entre 1927 y 1939, Dalí cedió al comercialismo y al mal gusto. Como señala Adès en el ensayo del catálogo, su trabajo posterior a 1939 es a menudo agrupado con los del viejo' Dalí, aunque sólo tenía 35 años en 1939 y continuó trabajando 44 años más. En su opinión, el Dalí post-1939 también merece atención.
Como un novedoso modo de cambiar la perspectiva sobre Dalí , la de Venecia ha sido organizada como una muestra retrospectiva. Comenzando con La cola de la golondrina', que Dalí terminó en 1983 y que se piensa que es su última pintura, y finalizando con El niño enfermo', el autorretrato pintado en 1919 cuando tenía 15 años, destaca la tardía fascinación de Dalí por la física nuclear; su devoción a su esposa y musa rusa; y su nueva religiosidad.
Adès dijo se prefirió originalmente una cronología a la inversa porque muchos de sus trabajos tardíos' eran demasiado grandes para el tercer piso del palacio. "Era un experimento, pero creo que funcionó muy bien", explicó. "Lograba que se prestara atención a su obra posterior y ponía el acento en el contraste con el énfasis en lo extraordinario y la obsesión de los primeros trabajos surrealistas".
Eso dicho, 1939 sigue siendo la línea divisoria.
Dalí emergió como un personaje central en el surrealismo a fines de los años 20. Como otros surrealistas, sufrió la enorme influencia de Freud, y fue a través del prisma freudiano que interpretó el papel fundamental de la sexualidad en los sueños y en la conducta humana, así como en su relación con su autoritario padre y distante madre.
De esto surgió lo que él llamaba su método crítico paranoico' de ver el mundo, un método diseñado para celebrar lo irracional. Lo aplicó a su película El perro andaluz', que dirigió Luis Buñuel, y a la escultura Teléfono bogavante'. Pero fue más evidente en sus trabajos monumentales (unos 200 en la muestra de Venecia), como El gran masturbador', El enigma del deseo' y, más famoso quizás, en 1931, La persistencia de la memoria', con los relojes blandos' que le inspiraron el queso camembert.
Su instantáneo éxito lo llevó a ser un discípulo cada vez menos obediente del líder surrealista André Breton. Fue él, no Breton, quien llevó el surrealismo a Estados Unidos a mediados de los años 30. (Dalí apareció en la cubierta de la revista Time en 1936). Fue el primero del grupo que se enriqueció con sus pinturas. Y se negó a afiliarse al Partido Comunista francés. Su expulsión del movimiento surrealista, supuestamente por desavenencias políticas, era inevitable.
Después de que Alemania ocupara Francia en 1940, Dalí y Breton huyeron a Nueva York. Pero mientras Breton siguió siendo un esquivo forastero, Dalí se relamió en una inmensa popularidad, chapoteando en el negocio del arte y vendiendo sus obras e imagen con grandes beneficios (fue entonces que Breton lo apodó con el anagrama Ávida Dollars'). Ya no necesitaba al surrealismo. Ahora era simplemente Dalí.
Su versatilidad e instinto comercial estaban en casa en Estados Unidos. Allá, como lo ilustra Dalí y la cultura de masas', trabajó con Alfred Hitchcock y los estudios Walt Disney, hizo portadas para Vogue y Town & Country, diseñó corbatas y trajes, incluso hizo anuncios publicitarios. En pintura su rompimiento con el surrealismo lo condujo, en sus propias palabras, a "hacerse clásico". El surrealismo siguió presente en su trabajo, pero desde fines de los años cuarenta comenzó a mostrar un nuevo interés por la desintegración de la materia y, más asombrosamente, por la religión, temas que fundió en su pintura de 1952, Cruz nuclear'.
Anunció con su característica hipérbole: "En realidad, la pintura y la literatura no me interesan en absoluto. Estoy interesado exclusivamente en la cibernética, en la física y en la biología". Pero todavía se dirigía a la pintura para interpretar la física, como en su Cabeza rafaélica explotando' y La desintegración de la persistencia de la memoria', en la que re-elaboró su obra maestra de 1931.
A partir de los años 50 pintó también numerosas crucifixiones con un estilo clásico, incluyendo Crucifixión (Corpus Hypercubus)', en la que Gala representa a María Magdalena a los pies de la cruz. También fue Gala su modelo para La madonna de Portlligat' y de Ascensión', en la que flota sobre una escorzada figura de Jesús.
Mientras que su re-acercamiento a la religión parecía pensado para fastidiar a sus críticos de izquierdas en Europa, les dio todavía motivos más grandes para que se indignaran. Después de establecerse en Cataluña a fines de los años cuarenta, se unió a la causa del régimen franquista. Entonces, a medida que inundaba el mercado con sus trabajos (algunos dicen que por obra de Gala), pareció más que nunca Ávida Dollars'.
El Dalí tardío' también está presente en Venecia en una pequeña muestra de fotografías tomadas por Tony Keeler cuando el artista vivía en el balneario catalán de Cadaqués, entre 1963 y 1978. Esta muestra, que estuvo previamente en Sitges, Cataluña, antes de viajar a la Galleria del Leone, Venecia, en la Giudecca aquí, capta a Dalí como el artista eterno, nunca más consciente de sí mismo que en presencia de una cámara.
Dalí' en el Palacio Grassi es una muestra más indulgente. Va más allá de su exhibicionismo, codicia y posturas políticas para mostrar lo esencial de su arte. Cuando se examinan detenidamente sus óleos, se descubre a un maestro de la pintura. Y estudiando la imaginación que usa, en palabras de Adès, es echar una mirada en "los misterios de la mente, del deseo, de la muerte, del espacio y del tiempo". Quince años después de su muerte, quizás se pueda decir que finalmente Dalí ha sobrevivido a Dalí.
29 de septiembre de 2004
©newyorktimes
©traducción mQh
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lokillo -