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robo de ganado en darfur


[Emily Wax] Las milicias árabes de Darfur arrasan pueblos africanos, asesinan a sus hombres y violan a las mujeres ante la indiferencia internacional. El robo de su ganado hará imposible que los sobrevivientes puedan volver a empezar.
Mercado de Moyashawa, Sudán. Hace un mes, el cuerpo de Sulliman Bashir Nassir, un prominente de una tribu africana, fue encontrado en el suelo de su establo no muy lejos de este hediondo y atiborrado mercado ganadero en la región de Darfur, al oeste de Sudán.
Sus asesinos fueron los janjaweed, dijo su familia, los miembros de la milicia árabe financiada por el gobierno que ha aterrorizado y atacado Darfur durante meses. Los milicianos también se llevaron los capitales que la familia había acumulado con duro trabajo: 800 vacas, 450 cabras, 20 burros y 6 caballos, dijeron.
Hace poco el líder local de la tribu de Nassir, Abdel Sharrifa Gharida Abdel Rhani, condujo un Land Rover través de la arena hacia el mercado, buscando a los animales de la familia. Buscaba el sello -un gran círculo con una equis- que Nassir usaba para marcas sus rebaños. Durante 40 minutos examinó un campo atiborrado con más de 5.000 camellos y 7.000 cabezas de ganado.
"¡Ese es nuestro sello!", dijo repentinamente, señalando una manada. "¡Pueden ser los nuestros!".
Rhani comenzó a sacar fotos y a tomar apuntes en una gruesa carpeta. Pero a los pocos minutos, un imponente hombre con un bastón incrustado de marfil se acercó al vehículo. Se asomó dentro y agarró el volante. "No tienes nada que hacer aquí", bramó. "Vete, vete".
El sufrimiento humano en Darfur está bien documentado: la quema de los pueblos que ha expulsado a 1.5 millones de africanos de sus tierras para establecerse en miserables campos de refugiados; violaciones que mantienen a la población aterrada; y los asesinatos impunes de decenas de miles de personas, hombres la mayoría de ellos.
Pero se está cometiendo otro crimen en la región que puede ser igual de difícil de perdonar: el extendido robo del ganado. Los animales robados por un valor de millones de dólares han inundado los mercados como este de Nyala, la capital de la provincia de Darfur del Sur, de acuerdo a organizaciones internacionales y a investigadores sudaneses independientes.
Vacas, camellos, cabras y burros son una medida de riqueza y prestigio aquí. Cada tribu tiene sus propios símbolos característicos, y las familias personalizan esos sellos para identificar a los animales. Un camello, el Cadillac de los animales, cuesta unos 1.000 dólares. Una vaca, lechera o de carne, unos 400 dólares. Y un burro, confiable pero menos impresionante, puede costar a una familia unos 150 dólares.
En los campos de refugiados, donde se han refugiado miles de africanos, las amenazas de represalias se discuten abiertamente. Sin un gobierno que esté dispuesto a indemnizarles por la riqueza perdida, dijeron los patriarcas, la venganza será el único medio de resarcirse.
Algunos de los animales han sido comidos en cenas para celebrar la victoria, dijeron cooperantes internacionales que están investigando el problema. Pero la mayoría de ellos han aparecido en mercados en todo Darfur, incluyendo el gigantesco matadero de El Obeid, la capital de la vecina provincia de Kordofan Norte, dijeron los investigadores. Otros han sido enviados a otros países -al Chad, a la República de África Central y a los países del Golfo, donde la demanda y los precios para el ganado son altos.
Organizaciones de ayuda internacionales y un grupo sudanés están investigando los robos y tratando de trazar los beneficios para determinar si han terminado en altos niveles del gobierno. Pero muchas víctimas y comerciantes dijeron que el dinero se queda en manos de los janjaweed.
"Las milicias janjaweed y sus jefes se están enriqueciendo con esto", dijo Adam Azzim Mohamed, profesor de la Universidad de Khartum, que está trazando los beneficios de las ventas. "Hay una expresión en Darfur que dice: ‘Un hombre no vale nada sin su rebaño'. Lo que la gente de fuera de Sudán no entiende es lo importante que pueden ser las represalias con respecto al robo de estos animales. No habrá paz hasta que el gobierno no resuelva este problema... De otro modo, se pondrá muy peligroso".
El conflicto comenzó hace 20 meses cuando dos grupos africanos se rebelaron contra el gobierno dominado por los árabes, diciendo que habían sido marginados políticamente. Organizaciones internacionales dijeron que el gobierno armó a las milicias árabes para reprimir la insurrección. Enfrentado a la presión internacional, el gobierno admitió que había dado armas a algunos de los milicianos, pero afirma que la mayoría son bandidos que están fuera de su control.
Funcionarios de gobierno dijeron que la policía de Darfur está investigando informes sobre robos de ganados y que las víctimas serían indemnizadas si sus denuncias eran genuinas. Pero defensores de derechos humanos y aldeanos dijeron que no tenían pruebas de esa investigación se estuviera realizando. Dijeron que el gobierno sudanés todavía no ha detenido a nadie por esos delitos, lo que ha creado un clima de impunidad.
"La comunidad internacional debe hacer responsable al gobierno por lo que ha ocurrido. El gobierno adiestró, equipó y desplegó a esas milicias janjaweed", dijo peter Takirambudde, director ejecutivo de la división africana de Human Rights Watch. "Si pretendes que esa gente vuelva a llevar vidas normales, eso debería ser una de las principales preocupaciones. ¿Cómo pueden volver a llevar sus vidas sin sus principales recursos? Obviamente, esos tipos no tienen cuentas bancarias en Suiza. Creo que la comunidad internacional debe concentrarse en lograr que el gobierno asuma responsabilidades".
Cuando Charles Snyder, un alto personero del ministerio de Asuntos Exteriores para Sudán, visitó Khartum el mes pasado, presionó al gobierno para que inicie un proceso de reconciliación en Darfur.
"Esta es una importante fisura en la fábrica social de Darfur", dijo Snyder. "Tiene que haber un modo de hacer que esos individuos sean llevados a justicia".
Pero de momento no hay indicios de que la presión internacional haya acabado con los robos de ganado. En este mercado ganadero de Nyala, Nemen Maki Fage, un comerciante y carnicero árabe, atribuyó la abundancia de animales a los "botines de guerra". Dijo que no le preocupaban las marcas tribales del ganado.
Además, dijo, era posible que los animales no hubiesen sido robados, sino simplemente comprados.
"La policía no ha venido a investigare. Y el precio del ganado es barato, y nadie nos puede parar", dijo orgulloso, mostrando cinco cabezas de ganado que compró a 30 dólares cada una. "Así es Darfur hoy".
Días más tarde, Rhani, el líder tribal local, leyó de entre una pila de informes policiales: 16 de abril, Nyala -12 personas asesinadas, 410 ovejas robadas. Hace dos meses, en una aldea cercana, 400 caballos robados, etc. En total, dijo, se han reportado 300 casos de robo de ganado.
"Pero el gobierno no hace nada", dijo. "Yo los recopilo y los apunto en estos papeles. Los usaré cuando haya justicia alguna vez".
Más tarde, Rhani volvió al mercado. En una esquina, unos comerciantes árabes con móviles estaban aguijoneando el ganado. Se hicieron ofertas. El dinero cambió de manos rápidamente.
En otra esquina, el fuerte olor de animales sacrificados recientemente inundaba el aire mientras era asado al carbón en decenas de pequeños tenderetes.
"Están asando nuestra riqueza", susurró Rhani.
La fetidez de los desechos -un revoltijo de envoltorios, huesos raídos y botellas de agua de plástico- llenaban los sucios senderos. Mujeres cargando tomates, albahaca, cebollas y bolsas de plástico de sal pregonaban sus mercaderías.
Había una descomunal pata de cabra en una carreta tirada por burros, y las moscas sobrevolaban dichosas sobre su rosada piel. La carne era llevada hacia una parrilla, frente a la que los clientes hacían cola.

18 de octubre de 2004
28 de octubre de 2004
©washington post
©traducción mQh

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