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donde sida significa muerte


[Craig Timberg] En el Zimbabue rural. La política y la pobreza dejan a muchos sin ayuda en África.
Zhulube, Zimbabue. Para Gladys Mataruse, en estos días nada es fácil. Caminar la cansa. Hablar duele. Y en las largas e insomnes noches y ataques de tos, tampoco cuenta con su marido, que la declaró "inútil" y se marchó. Pero nada, explicó con un ronco susurro, es más doloroso que su temor de que pronto morirá de una enfermedad misteriosa, dejando huérfanos a sus hijas en edad escolar.
Mataruse, 29, tiene los brazos flacos, la piel floja y una mirada de abatimiento de alguien muy enfermo. Dijo que había oído hablar del SIDA. Sin embargo, todo lo que sabe sobre la enfermedad es que causa a menudo los síntomas que padece -pérdida de peso, diarrea, tos, fiebre- y que aquí, en el campo de Zimbabue, eso es inevitablemente fatal.
"Me gustaría estar sana de nuevo, pero ahora no creo que ocurra", dijo Mataruse, con la mirada clavada en el suelo mientras su hija menor, Florence, de 6, estaba sentada junto a ella, con expresión seria y un vestido blanco.
En la mayor parte del mundo, el SIDA no es ya una ineluctable sentencia de muerte. Incluso en gran parte de África, billones de dólares en ayuda lo han convertido en una enfermedad crónica controlable para un pequeño pero cada vez más grande grupo de pacientes con acceso a la medicina antirretroviral. Pero esta ayuda llega de una manera profundamente diferente, y divide al continente en áreas donde se puede sobrevivir el SIDA y áreas donde no se puede.
A este respecto, Mataruse no podría vivir en un peor lugar. Zhulube es una remota región del sur de Zimbabue, un país cuyo sistema de salud pública ha sido diezmado por el colapso económico y el aislamiento internacional. En el sur de África, el epicentro de la pandemia global, ningún país va tan atrás en su tratamiento del SIDA como Zimbabue, según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud OMS.
Se estima en 1.8 millones los zimbabuenses que sufren de VIH, el virus que causa el SIDA. De ese grupo, 295.000 necesitan tratamiento antirretroviral de inmediato, y sólo 8.000 -menos del 3 por ciento- lo reciben, de acuerdo a un informe de diciembre de la OMS. La necesidad de tratamiento crece más rápidamente que la capacidad de proporcionarlo, muestra el informe.
La clínica local de Mataruse, una ardua caminata de 4.8 kilómetros desde su casa, carece no solamente de medicina antirretroviral, sino también de los botiquines que se necesitan para el análisis de VIH. Incluso elementos básicos de los sistemas de salud modernos -jeringas, fluido intravenoso, antibióticos y vendas elásticas- son frecuentemente ausentes, dijo una enfermera de la clínica.
Allá no hay doctores. Las enfermeras que han llevado la crónica del decaimiento de Mataruse no mencionaron nunca ni el VIH ni el SIDA, dijo, y ninguno de los dos términos aparecen en el maltratado folleto de papel de archivos médicos que conserva.
El aumento en la ayuda internacional que está comenzando a prolongar la vida de africanos con SIDA han pasado a Zimbabue casi enteramente por alto. Naciones Unidas, el Banco Mundial y el proyecto SIDA del presidente Bush se concentran en otros países, en gran parte debido a la reputación del presidente Robert G. Mugabe como uno de los menos democráticos y anti-occidentales presidentes de África Occidental ha mantenido alejados de Zimbabue a los donantes.
"Hay tensión entre la comunidad internacional y el gobierno de Zimbabue", dijo James Elder, un portavoz de UNICED en Harare, la capital. Pero agregó: "No hay que descargarse con los niños. Pongamos más atención en la gente y menos en la política".
La suma promedio de la ayuda internacional anual en el sur de África es de 74 dólares por persona infectada con VIH, de acuerdo a la UNICEF. En Zimbabue esa cifra es de 4 dólares.
La discrepancia es incluso más dramática cuando se la compara con las sumas recibidas al otro lado de la frontera en Zambia, donde los donantes internacionales proporcionan 187 dólares por persona infectada. Y aunque Zimbabue es candidato para un préstamo de 14 millones de dólares del Fondo Global de la Lucha contra el SIDA, Tuberculosis y Malaria, la misma agencia rechazó una solicitud en diciembre de más de 250 millones de dólares, citando defectos técnicos en la propuesta.
Los resultados se pueden ver en la relativa disponibilidad de medicina. En Zambia, las medicinas antirretovirales llegan al 13 por ciento de los que las necesitan, de acuerdo a estadísticas de la OMS. El vecino del sudoeste de Zimbabue, Botsuana, que tiene un ingreso per cápita mucho más alto y recibe una substancial ayuda sanitaria de la Fundación Bill y Melinda Gates, recibe antirretrovirales para un 50 por ciento de los que los necesitan.
Incluso en África del Sur, que han sido ampliamente criticado por su lenta respuesta ante el SIDA, los antirretovirales llegan al 7 por ciento de los que necesitan las medicinas. En las principales ciudades sudafricanas, como Johanesburgo y Ciudad del Cabo, la lista de espera para las medicinas para el SIDA subvencionadas por el gobierno ha prácticamente desaparecido, dijeron doctores de aquí.
Mientras los gobiernos de la mayoría de los países más fuertemente impactados por el SIDA han colaborado con los donantes internacionales, el gobierno de Mugabe se ha tornado crecientemente beligerante hacia el Occidente, especialmente en Estados Unidos y Gran Bretaña, a los que ataca regularmente con una cáustica retórica.
Mugabe se ha ganado el elogio internacional por su disposición a discutir el SIDA públicamente, en contraste con el presidente sudafricano, Thabo Mbeki. El año pasado reveló en un discurso que miembros de su familia habían contraído la enfermedad, y el gobierno impuso un impuesto con el propósito manifiesto de generar recursos para la lucha contra el SIDA.
Pero muchos zimbabuenses expresan dudas de que el dinero recaudado con el impuesto haya sido destinado para el tratamiento o prevención del SIDA. Hay pocos mensajes de salud pública sobre el VIH en el país, aparte un puñado de vallas publicitarias vagamente redactadas que fomentan el uso del condón.
La reputación de Mugabe y su partido gobernante de desviar fondos públicos para beneficio particular, entretanto, ha provocado que los principales donantes internacionales se muestren reluctantes a tener que ver con él. Y el parlamento aprobó una ley el año pasado para colocar a los grupos de ayuda independientes, que podrían proporcionar una alternativa para la entrega de la ayuda sanitaria internacional bajo control del gobierno.
Las víctimas de este enfrentamiento entre Mugabe y los donantes occidentales son los zimbabuenses con SIDA, dijeron activistas aquí.
"No se puede ganar esta batalla combatiendo al gobierno, porque ellos controlan los recursos", dijo Lynde Francis, una activista anti SIDA en la cercana Bulawayo. "No importa lo que gimotees y chilles sobre el gobierno. Retirar la ayuda no te lleva a ninguna parte".
Uno de los pocos donantes internacionales que han hecho un compromiso significativo para luchar contra el SIDA en Zimbabue es el grupo médico francés estudiosamente imparcial Médicos sin Fronteras, que ha logrado que Bulawayo sea la única ciudad de Zimbabue donde los antirretrovirales son ampliamente disponibles. También una compañía zimbabuense está comenzando a producir una versión genérica de una popular combinación de medicinas antirretrovirales, que puede mejorar el acceso.
Pero aquí en Zhulube, un pueblo polvoriento y mísero en una región de minas de oro, el sistema de salud pública tiene incluso problemas manejando enfermedades relativamente simples, como la neumonía y las heridas infectadas.
Mataruse ha ido caminando a la clínica casi todos los meses en los últimos dos años, quejándose de tos, dolores de cabeza, fiebre, diarrea y sudor nocturno. Sus historiales sanitarios muestran que no se le dio normalmente más que analgésicos.
El retroceso en la salud de Mataruse ha sido acompañado por otros problemas. La pérdida de peso es un síntoma de que incluso gente con poca educación en el sur de África se ha aprendido el anuncio. Mientras su peso caía de 61 a 45 kilos, Mataruse dijo que su marido decidió buscarse otra esposa porque ella ya no podía asear la casa o acarrear agua sobre su cabeza.
La familia de su marido, que se ocupó a regañadientes de ella, ha insistido en que use sus propios platos y mantas en la errónea creencia de que compartirlos con ella podría contagiarles el virus. El mes pasado, le dijeron que también debía prepararse sus propias comidas, una tarea cada vez más difícil ahora que su estado empeora.
Una vez, hace algunos meses, pensó en mudarse a la casa de sus padres en un pueblo cercano. Pero se arrepintió, dijo, después de que su marido hiciera objeciones.
"¿Para qué vas allá?", le dijo. "Tú has muerto ya".

26 de mayo de 2005
20 de abril de 2005
©washington post
©traducción mQh

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