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universitarios asustados


[Louise Roug y Zainab Hussein] Con frecuentes cortes de luz e intranquilidad en las universidades, ha sido difícil concentrarse en los exámenes de fin de año.
Bagdad, Iraq. Un grupo de guardias de seguridad irrumpieron en el aula donde Mais Khalid y sus compañeros de curso estaban haciendo un examen de drama la semana pasada. Agitando sus armas en el aire, ordenaron salir a todo el mundo. Para los estudiantes no era seguro seguir en sus pupitres, gritaron.
Fuera, la gente se había reunido para protestar por el reciente asesinato de un popular activista chií, matado después de que organizara una fiesta en homenaje del nuevo gobierno.
"El profesor tuvo que llevarnos a todos a su cubículo y nos tomó el examen allá", dijo el estudiante de francés, de 21 años.
Para Khalid y sus compañeras en la Universidad de Bagdad, concentrarse en los libros no es fácil. A pocos días del decisivo examen nacional, 2005 se siente cansada, el ánimo decaído.
"Estamos realmente cansados", dijo la estudiante Noor Sabaah, 23.
La electricidad se corta regularmente, convirtiendo las aulas en calderas: sin ventiladores, las cabezas calientes se ponen somnolientas, las horas se hacen largas.
El trayecto hacia la universidad puede ser peligroso y lento. Los estudiantes pierden clases, retenidos por puestos de control y atascos. Incluso frente a las puertas de la universidad, los coches se detienen para ser controlados a la búsqueda de armas y bombas.
A veces los profesores tampoco llegan. Algunos se han jubilado anticipadamente o han abandonado el país. En la inquietud que siguió al asesinato de Masar Sarhan, el estudiante chií, varios profesores sunníes huyeron, temerosos de las represalias.
"Es todavía peor que cuando la caída de Bagdad", dijo Khalid, el estudiante de la clase de teatro. "Hasta los profesores están siendo amenazados".
Al menos 100 docentes universitarios han sido asesinados en los últimos dos años, dijo Isam Alrawi, que encabeza la Asociación de Docentes Universitarios. La mayor parte de los asesinatos tenían motivos políticos o sectarios, dijo. "Eran todos iraquíes altamente calificados, tanto musulmanes como cristianos, chiíes como turcomanos".
A veces la muerte es arbitraria. Este mes, un proyectil de mortero impactó en otra universidad de Bagdad, matando a cuatro personas en la Facultad de Ingeniería.
Tras los estudios, las perspectivas de empleo son sombrías. La tasa de desempleo oficial es de 18 por ciento, pero el nuevo ministro de Planificación reconoció hace poco que la cifra real probablemente se acerca al 50 por ciento.
Khalid dijo que su hermana se había licenciado con un diploma en agricultura hace dos años y no ha encontrado trabajo desde entonces. Su vecino tiene un diploma en literatura. "Ahora es taxista", dijo. "Es su único modo de ganarse el pan".
Shata Saadi, la recién nombrada decano de la Facultad de Pedagogía, trata de ser optimista. Pero reconoció: "Todos estamos cansados, de cansados de la situación, cansados del caos en que estamos".
Sin embargo, enseñar a los niños tiene que ver con el futuro, dice Saadi a sus estudiantes, tiene que ver con la esperanza.
Pero las charlas optimistas no calmaron a Suha Najir, 22.
"Tomando en cuenta la situación, no creo que encuentre un trabajo decente", dijo. "Hablamos todos los días de lo mismo. Soñamos".
Cuando Najir salió de la habitación, Saadi comentó: "Es la generación perdida".
Ehsan Hassan, profesor de sociología, tiene problemas en reconocer la institución en la que ha enseñado durante décadas. El año pasado fue malo, pero este es todavía peor. "Las normas académicas están relajándose", dijo. En los exámenes "esperamos una alta tasa de fracaso".
Antes de la invasión, cerca del 15 por ciento de los estudiante desaprobaban su examen de fin de año, dijo. Ahora se acercan al 30 por ciento. Y el examen es crucial: Es el 50 por ciento de la nota final.
Algunos estudiantes aplazan el examen, mientras otros tratan de ponerse al día empollando asignaturas.
"No están absorbiendo las materias", dijo Hassan. "Se aterran en vísperas del examen".
Pero una mañana hace poco, el campus se veía idílico. Los setos habían sido recientemente recortados. Cerca de la cantina, tres estudiantes se ponían de acuerdo sobre los encantos de una estrella pop local. En otra parte en el campus, una pareja compartía un momento, a la sombra de un árbol.
Las conversaciones entre hombres y mujeres en el campus reflejan desesperación, observó la estudiante de inglés Wrood Tariq.
"Los viejos se quejan de las penurias de la vida, de lo que la vida les ha hecho", dijo. "Usted no está con una joven. Está con un tipo viejo".
A la entrada de la biblioteca, una mujer recogía los celulares, entregando a los estudiantes pequeños papelitos rosados y amarillos como recibo. La recogida tenía dos propósitos: seguridad y control del ruido.
Arriba, tres estudiantes de química -una mujer y dos hombres- se inclinaban sobre unos apuntes y cálculos que se movían con la brisa de un ventilador cercano. Las polvorientas estanterías estaban semi vacías. Una fotocopiadora -que no sirve cuando la electricidad es esporádica- estaba desenchufada en un rincón.
Hadwa Imad, Noor Sabaah y Marwan Ismael estaban orgullosamente aplicados. "Si tenemos un examen, estudiamos durante 10 horas", dijo Imad.
Sabaah la empezó a fastidiar. "Nosotros los chicos", bromeó, "sólo tenemos que estudiar cinco horas".
Detrás de él, un cartel dice: "La verdadera victoria de Iraq es su independencia: participa en las elecciones".
Eso fue hace cuatro meses. Desde entonces, la violencia ha escalado, haciendo de mayo el mes más sangriento de memoria reciente.
Era mejor durante el reinado de Saddam Hussein, dijo Ismael, e Imad estuvo de acuerdo. Sabaah se encolerizó. Eso es estúpido, dijo, pero su mal humor se disipó rápidamente. Hacía demasiado calor como para discutir.
Se acercó un espigado estudiante. Llevaba lentes, y una colección de bolígrafos sobresalían del bolsillo de su camisa.
Sabaah sacó una silla, pero Mohammed Azhar, 28, se quedó de pie.
Azhar les inspiraba respeto. Es el mejor estudiante del departamento de química, explicaron con reverencia. Le gustaría seguir estudiando y trabajar en su campo, dijo, quizás en un ministerio o en una academia.
Pero incluso Azhar tiene dudas sobre el futuro.
"Soy muy ambicioso", dijo, "pero depende de Iraq".

Shamil Aziz contribuyó a este reportaje.

25 de mayo de 2005
©los angeles times
©traducción mQh

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