seduciendo a los sunníes
[Bryan Bender] La resistencia parece estar forzando cambio en estrategia en Iraq.
Washington, Estados Unidos. Las operaciones militares en Iraq no han logrado debilitar a la resistencia y el gobierno de Iraq, con el respaldo norteamericano, está buscando ahora una reconciliación política entre las facciones étnicas y tribales del país como la única ruta viable hacia la estabilidad, de acuerdo a oficiales norteamericanos y especialistas privados.
Dos años después del derrocamiento de Saddam Hussein, el conflicto en Iraq se ha transformado, dicen, en una clásica guerra de guerrillas. Estallidos de violencia son seguidos por períodos de relativa calma y poco después, un nuevo retorno a una desenfrenada violencia. A pesar de importantes reveses de la guerrilla y optimistas predicciones de un grupo de comandantes americanos antes este año, la resistencia respaldada por los sunníes sigue estando tan fuerte como siempre, obligando a los funcionarios americanos y sus aliados iraquíes a buscar una solución política a la carnicería. Funcionarios del Pentágono y actuales miembros de las fuerzas armadas entrevistados para este reportaje hablaron a condición de conservar el anonimato.
"No lograremos la entrega incondicional de los insurgentes y no tenemos otra opción que integrarlos de algún modo a la sociedad", dijo el coronel jubilado Paul Hughes, un veterano de la guerra de Iraq que trabaja ahora en Instituto por la Paz financiado por el gobierno norteamericano. "Pensar que habrá un suceso militar culminante que ponga fin a la guerra, es de locos. Los que se aferran a eso no entienden nada".
En realidad, en comentarios recientes en ese sentido el vice-presidente Dick Cheney -que dijo el 31 de mayo que la resistencia estaba "en la agonía"- tomó por sorpresa a muchos funcionarios y analistas norteamericanos, dijeron en una serie de entrevistas funcionarios del Pentágono y otros con extenso conocimiento de la guerra. Dijeron que los datos disponibles no sostienen esa aseveración.
"Es la forma más extrema de imaginación", dijo Michael O'Hanlon, un especialista militar de la Brookings Institution, en Washington. "Simplemente no hay base para esa afirmación".
Nuevos análisis del gobierno norteamericanos sugieren que los insurgentes -dirigidos por nacionalistas sunníes, los restos del estado policial de Hussein, y extremistas extranjeros librando una guerra santa- tienen mucho más poder de persistencia de lo que se pensaba previamente.
Tras la exitosa ofensiva americana contra el bastión insurgente de Faluya en el otoño pasado, en la que murieron al menos 1.000 rebeldes, hubo una dramática reducción de los ataques, de acuerdo a oficiales norteamericanos. Después de Faluya algunos comandantes norteamericanos y estrategas del Pentágono habían expresado optimismo en que los niveles de tropas pudieren ser reducidos después de las elecciones iraquíes. Pero desde las elecciones iraquíes el 30 de enero, los insurgentes, que cuentan con estables suministros de financiamiento y armas, nuevos reclutas y zonas de adiestramiento en Siria y posiblemente Irán, han golpeado en venganza y los niveles de tropas norteamericanas siguen constantes.
A pesar de los cálculos norteamericanos de que mata o captura entre 1.000 y 3.000 rebeldes al mes, el número de ataques diarios está subiendo. Se habían reducido en febrero a 30 a 40 al día, y ahora hay al menos 70 por día, según cifras del Comando Central estadounidense. La resistencia ha demostrado una aguda habilidad para cambiar sus tácticas frente a las persistentes victorias norteamericanas e iraquíes en el campo de batalla.
Un informe interno del ejército en abril decía que antes que una reducción en el número de ataques diarios antes este año, los insurgentes habían simplemente girado su foco y apuntado, en lugar de a las fuerzas norteamericanas, a blancos más vulnerables, de los que entonces no se llevaba un conteo sistemático.
"La resistencia está montando una campaña comparable a hace un año", dijo Andrew Krepinevich, un oficial del ejército jubilado y especialista en operaciones de contra-insurgencia que dirige el Centro de Tasaciones Estratégicas y Presupuestarias, un laboratorio ideológico independiente de Washington. "Hacemos algo que creemos que cambiará las cosas, pero un mes o dos después las bajas y el nivel de violencia están donde estaban".
De momento este año cerca de 1.000 miembros de la policía y fuerzas de seguridad iraquíes han muerto en atentados, casi tantos como el total del año y medio pasado, de acuerdo a cifras del Pentágono.
Oficiales norteamericanos han documentado otras tendencia inquietantes.
El número de ataques por terroristas suicidas, por ejemplo, subió de 25 por ciento en febrero, a más de 50 por ciento en abril, de acuerdo a estimaciones proporcionadas por funcionarios del Pentágono que pidieron no ser mencionados. En las primeras dos semanas de mayo hubo 21 atentados suicidas solamente en Bagdad; en 2004 hubo 25 en total. Los datos también han sido compilados por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, que resume los mismos informes de terreno militares.
El ejército dice de nuevo que no oculta las muertes. Entretanto, en promedio continúan muriendo dos soldados norteamericanos al día. Muchos más son heridos e incontables miles de civiles iraquíes que caen en fuego cruzado. Hasta ayer, 1.688 norteamericanos habían muerto desde la invasión norteamericana. Ayer murieron cuatro soldados norteamericanos en dos ataques separados.
Un importante motivo de por qué la resistencia sigue tan inmutable, creen funcionarios norteamericanos e iraquíes, es el continuado, aunque pasivo apoyo que recibe de grandes secciones de la minoría iraquí sunní.
Los especialistas dicen que creen que los estimado 5 millones de sunníes de Iraq temen que el gobierno del país, dominado por chiíes y kurdos, se vengue en ellos de las décadas de brutal reino de Hussein. Hay sólo 17 sunníes en la Asamblea Nacional Iraquí de 275 miembros.
Entretanto, un sondeo interno realizado por la coalición norteamericana constató que casi un 45 por ciento de la población apoyaba los ataques de los rebeldes, haciendo difícil la obtención de inteligencia precisa. Sólo un 15 por ciento de los encuestados dijeron que apoyaban fuertemente a la coalición norteamericana.
El constante flujo de las ofensivas norteamericanas e iraquíes de la guerra, los reveses de la resistencia, y renovados ataques enemigos, ha llevado al nuevo gobierno iraquí -con el respaldo norteamericano- a hacer aberturas a través de intermediarios sunníes en los últimos días a algunos elementos de la resistencia.
Las conversaciones deben superar el atolladero, buscando el acuerdo de los insurgentes para deponer las armas a cambio de una mayor participación en el proceso político. Las conversaciones entre el nuevo gobierno y los intermediarios sunníes continuaron ayer en Bagdad, dijeron funcionarios de gobierno.
Funcionarios norteamericanos e iraquíes dicen que no se puede negocia con algunos rebeldes -especialmente los extremistas extranjeros dirigidos por el lugarteniente de Al Qaeda, Abu Musab al-Zarqawi- porque tienen demasiada sangre en las manos. Sin embargo, grandes segmentos pueden estar dispuestos a unirse al proceso político si se les asegura que no se convertirán en blancos del nuevo gobierno.
En realidad, un signo positivo, dicen funcionarios norteamericanos e iraquíes es que los representantes de los insurgentes han incluso accedido a sentarse frente a frente, algo que no estaban dispuestos a hacer antes.
Críticos de la guerra norteamericana en Iraq ven el apoyo del gobierno a las aperturas como un signo positivo de que el gobierno de Bush, junto con sus aliados iraquíes, está preparado para cambiar de enfoque.
"Parece que el gobierno se está dando cuenta de que no se puede pelear contra el 15 por ciento del país toda la vida", dijo el diputado Martin T. Meehan, demócrata de Lowell y miembro del Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara Baja. "Los generales con los que hablo en el terreno en Iraq, saben muy bien que la inmensa mayoría de la resistencia no son bandoleros desesperados, sino cientos de miles de sunníes que están descontentos con el proceso político y a los que debería convencerse para que depongan las armas y participen".
"Los insurgentes tienen un montón de apoyo pasivo", dice Hughes. "Un montón de sunníes saben que hay insurgentes en su ciudad. Tenemos que lograr que participen".
Se puede escribir a Bryan Bender a: bender@globe.com.
11 de junio de 2005
©boston globe
©traducción mQh
Dos años después del derrocamiento de Saddam Hussein, el conflicto en Iraq se ha transformado, dicen, en una clásica guerra de guerrillas. Estallidos de violencia son seguidos por períodos de relativa calma y poco después, un nuevo retorno a una desenfrenada violencia. A pesar de importantes reveses de la guerrilla y optimistas predicciones de un grupo de comandantes americanos antes este año, la resistencia respaldada por los sunníes sigue estando tan fuerte como siempre, obligando a los funcionarios americanos y sus aliados iraquíes a buscar una solución política a la carnicería. Funcionarios del Pentágono y actuales miembros de las fuerzas armadas entrevistados para este reportaje hablaron a condición de conservar el anonimato.
"No lograremos la entrega incondicional de los insurgentes y no tenemos otra opción que integrarlos de algún modo a la sociedad", dijo el coronel jubilado Paul Hughes, un veterano de la guerra de Iraq que trabaja ahora en Instituto por la Paz financiado por el gobierno norteamericano. "Pensar que habrá un suceso militar culminante que ponga fin a la guerra, es de locos. Los que se aferran a eso no entienden nada".
En realidad, en comentarios recientes en ese sentido el vice-presidente Dick Cheney -que dijo el 31 de mayo que la resistencia estaba "en la agonía"- tomó por sorpresa a muchos funcionarios y analistas norteamericanos, dijeron en una serie de entrevistas funcionarios del Pentágono y otros con extenso conocimiento de la guerra. Dijeron que los datos disponibles no sostienen esa aseveración.
"Es la forma más extrema de imaginación", dijo Michael O'Hanlon, un especialista militar de la Brookings Institution, en Washington. "Simplemente no hay base para esa afirmación".
Nuevos análisis del gobierno norteamericanos sugieren que los insurgentes -dirigidos por nacionalistas sunníes, los restos del estado policial de Hussein, y extremistas extranjeros librando una guerra santa- tienen mucho más poder de persistencia de lo que se pensaba previamente.
Tras la exitosa ofensiva americana contra el bastión insurgente de Faluya en el otoño pasado, en la que murieron al menos 1.000 rebeldes, hubo una dramática reducción de los ataques, de acuerdo a oficiales norteamericanos. Después de Faluya algunos comandantes norteamericanos y estrategas del Pentágono habían expresado optimismo en que los niveles de tropas pudieren ser reducidos después de las elecciones iraquíes. Pero desde las elecciones iraquíes el 30 de enero, los insurgentes, que cuentan con estables suministros de financiamiento y armas, nuevos reclutas y zonas de adiestramiento en Siria y posiblemente Irán, han golpeado en venganza y los niveles de tropas norteamericanas siguen constantes.
A pesar de los cálculos norteamericanos de que mata o captura entre 1.000 y 3.000 rebeldes al mes, el número de ataques diarios está subiendo. Se habían reducido en febrero a 30 a 40 al día, y ahora hay al menos 70 por día, según cifras del Comando Central estadounidense. La resistencia ha demostrado una aguda habilidad para cambiar sus tácticas frente a las persistentes victorias norteamericanas e iraquíes en el campo de batalla.
Un informe interno del ejército en abril decía que antes que una reducción en el número de ataques diarios antes este año, los insurgentes habían simplemente girado su foco y apuntado, en lugar de a las fuerzas norteamericanas, a blancos más vulnerables, de los que entonces no se llevaba un conteo sistemático.
"La resistencia está montando una campaña comparable a hace un año", dijo Andrew Krepinevich, un oficial del ejército jubilado y especialista en operaciones de contra-insurgencia que dirige el Centro de Tasaciones Estratégicas y Presupuestarias, un laboratorio ideológico independiente de Washington. "Hacemos algo que creemos que cambiará las cosas, pero un mes o dos después las bajas y el nivel de violencia están donde estaban".
De momento este año cerca de 1.000 miembros de la policía y fuerzas de seguridad iraquíes han muerto en atentados, casi tantos como el total del año y medio pasado, de acuerdo a cifras del Pentágono.
Oficiales norteamericanos han documentado otras tendencia inquietantes.
El número de ataques por terroristas suicidas, por ejemplo, subió de 25 por ciento en febrero, a más de 50 por ciento en abril, de acuerdo a estimaciones proporcionadas por funcionarios del Pentágono que pidieron no ser mencionados. En las primeras dos semanas de mayo hubo 21 atentados suicidas solamente en Bagdad; en 2004 hubo 25 en total. Los datos también han sido compilados por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, que resume los mismos informes de terreno militares.
El ejército dice de nuevo que no oculta las muertes. Entretanto, en promedio continúan muriendo dos soldados norteamericanos al día. Muchos más son heridos e incontables miles de civiles iraquíes que caen en fuego cruzado. Hasta ayer, 1.688 norteamericanos habían muerto desde la invasión norteamericana. Ayer murieron cuatro soldados norteamericanos en dos ataques separados.
Un importante motivo de por qué la resistencia sigue tan inmutable, creen funcionarios norteamericanos e iraquíes, es el continuado, aunque pasivo apoyo que recibe de grandes secciones de la minoría iraquí sunní.
Los especialistas dicen que creen que los estimado 5 millones de sunníes de Iraq temen que el gobierno del país, dominado por chiíes y kurdos, se vengue en ellos de las décadas de brutal reino de Hussein. Hay sólo 17 sunníes en la Asamblea Nacional Iraquí de 275 miembros.
Entretanto, un sondeo interno realizado por la coalición norteamericana constató que casi un 45 por ciento de la población apoyaba los ataques de los rebeldes, haciendo difícil la obtención de inteligencia precisa. Sólo un 15 por ciento de los encuestados dijeron que apoyaban fuertemente a la coalición norteamericana.
El constante flujo de las ofensivas norteamericanas e iraquíes de la guerra, los reveses de la resistencia, y renovados ataques enemigos, ha llevado al nuevo gobierno iraquí -con el respaldo norteamericano- a hacer aberturas a través de intermediarios sunníes en los últimos días a algunos elementos de la resistencia.
Las conversaciones deben superar el atolladero, buscando el acuerdo de los insurgentes para deponer las armas a cambio de una mayor participación en el proceso político. Las conversaciones entre el nuevo gobierno y los intermediarios sunníes continuaron ayer en Bagdad, dijeron funcionarios de gobierno.
Funcionarios norteamericanos e iraquíes dicen que no se puede negocia con algunos rebeldes -especialmente los extremistas extranjeros dirigidos por el lugarteniente de Al Qaeda, Abu Musab al-Zarqawi- porque tienen demasiada sangre en las manos. Sin embargo, grandes segmentos pueden estar dispuestos a unirse al proceso político si se les asegura que no se convertirán en blancos del nuevo gobierno.
En realidad, un signo positivo, dicen funcionarios norteamericanos e iraquíes es que los representantes de los insurgentes han incluso accedido a sentarse frente a frente, algo que no estaban dispuestos a hacer antes.
Críticos de la guerra norteamericana en Iraq ven el apoyo del gobierno a las aperturas como un signo positivo de que el gobierno de Bush, junto con sus aliados iraquíes, está preparado para cambiar de enfoque.
"Parece que el gobierno se está dando cuenta de que no se puede pelear contra el 15 por ciento del país toda la vida", dijo el diputado Martin T. Meehan, demócrata de Lowell y miembro del Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara Baja. "Los generales con los que hablo en el terreno en Iraq, saben muy bien que la inmensa mayoría de la resistencia no son bandoleros desesperados, sino cientos de miles de sunníes que están descontentos con el proceso político y a los que debería convencerse para que depongan las armas y participen".
"Los insurgentes tienen un montón de apoyo pasivo", dice Hughes. "Un montón de sunníes saben que hay insurgentes en su ciudad. Tenemos que lograr que participen".
Se puede escribir a Bryan Bender a: bender@globe.com.
11 de junio de 2005
©boston globe
©traducción mQh
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