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dándole la espalda a iraq


El inminente ataque total y destrucción de Faluya no soluciona los problemas más apremiantes del país. La victoria norteamericana puede ser en realidad una importante derrota.
Mientras el presidente Bush explicaba ampliamente este jueves su programa doméstico para los próximos cuatro años, tropas estadounidenses e iraquíes se apostaban masivamente en las afueras de Faluya, y la artillería y los bombardeos preparaban el terreno para lo que puede ser una sangrienta y fatídica batalla. El contraste lo dice todo: Cualquiera sean las ambiciones del presidente, la verdad es que su segundo mandato, y su legado, estará dominado probablemente por Iraq.
Iraq debe tener un gobierno representativo y algún grado de estabilidad antes de que Bush termine su presidencia, o el país se enterrará en la anarquía y el terrorismo. Su orientación debe determinarla en los próximos meses. Así, aunque Bush esté ansioso de empezar a trabajar en la reforma de la Seguridad Social y el sistema fiscal, hay una urgente necesidad de que se ocupe de los graves retos que representa Iraq -y para hacerlo debe enfrentarse a la realidad que extravió durante su campaña por la re-elección.
El primer problema es Faluya, donde el gobierno iraquí y tropas estadounidenses se enfrentan al problema de cómo derrotar a los atrincherados insurgentes iraquíes y terroristas extranjeros sin provocar una insurrección nacional más extendida o un paralizante revés político. La acción militar para eliminar Faluya como una base de la organización terrorista de Zarqawi, un aliado de Al Qaeda, debió emprenderse mucho antes. Pero el reto político quedó ayer más en evidencia con la publicación de un inapropiada y contraproducente carta del secretario general de la ONU, Kofi Annan, el que -sin duda queriéndose proteger a sí mismo y su anémica misión de la ONU en Iraq- llamó a Bush y al primer ministro iraquí Ayad Allawi a suspender el ataque.
Bush tuvo la oportunidad de explicar durante su rueda de prensa el jueves la necesidad de un ataque contra Faluya, pero se limitó a unas pocas palabras atragantadas en el sentido de que "algunas de estas personas deben ser derrotadas". Él y Allawi deben dar una mejor explicación. Debería haber un intento enérgico para dejar claro a los iraquíes y sus vecinos árabes -para no mencionar a los estadounidenses- por qué es necesaria la operación de Faluya y qué es lo que se persigue. Debe haber un intento rápido, masivo y altamente visible de proporcionar apoyo humanitario a la población no combatiente de Faluya y lanzar la reconstrucción una vez que las fuerzas gubernamentales recuperen el control.
El éxito en Faluya puede no ser sino la introducción de un próximo y mayor problema, que es la convocatoria de las elecciones en enero. Bush insistió durante su campaña que las elecciones se realizarían, pero nunca trató los serios problemas que aún subsisten: ¿Se pueden realizar en todo el país? Si se excluye a grandes sectores sunníes de Iraq, o si estos boicotean la votación, ¿las elecciones mejorarán o empeorarán la situación? ¿Tolerarán un retraso los líderes chiíes, incluyendo al gran ayatollah Ali Sistani? El gobierno está de acuerdo con Allawi de que incluso unas elecciones parciales en enero son preferibles a ninguna. Pero, nuevamente, se necesita apoyo iraquí e internacional para su plan y contar con más recursos militares, técnicos y económicos para asegurarse que participen tantos iraquíes como sea posible.
Esto plantea una tercera y más importante tarea para Bush, que es movilizar finalmente un amplio apoyo internacional para Iraq. De momento parece que la coalición encabezada por Estados Unidos se está reduciendo, antes que creciendo. Varios países han anunciado que retirarán sus tropas este año próximo, y otros países se retirarán si Estados Unidos no cambia su enfoque diplomático. El ministro de Asuntos Exteriores, Colin L. Powell piensa organizar este mes, al fin, una conferencia con Iraq y sus vecinos. Pero Annan y Naciones Unidas deben hacer mucho más, porque se ha quedado terriblemente corto en el papel que le asignaron las resoluciones del Consejo de Seguridad. También Bush debe hacer mucho más. No es demasiado tarde para que el presidente se acerque sinceramente a los gobiernos árabes y europeos e invitarlos a unirse a un nuevo, común esfuerzo para estabilizar Iraq. Sin esa ayuda -y una renovación del compromiso del gobierno- sus posibilidades de éxito en estos críticos meses se verán peligrosamente reducidas.
6 de noviembre de 2004
©washington post
©traducción mQh

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