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sharon y el futuro de palestina


[Henry Siegman] Arafat ha muerto. ¿Está dispuesto Sharon a volver a la hoja de ruta, o seguirá con sus planes de imponer un régimen de apartheid a la población palestina? De la solución del conflicto palestino-israelí depende también la lucha contra el terrorismo musulmán.
Cuando Ariel Sharon anunció por primera vez su intención de "retirarse" unilateralmente de Gaza y de desmantelar cuatro asentamientos aislados en el norte de Cisjordania, muchos observadores creyeron que iba en camino de cumplir con sus expectativas de que, tarde o temprano, se transformaría a sí mismo en el De Gaulle israelí y tomaría las difíciles decisiones que finalmente pondrían fin al conflicto palestino-israelí. Incluso los que eran escépticos de la posibilidad de semejante transformación, y pensaban que el anuncio de Sharon de retirarse de Gaza no era más que una maniobra para ganar aceptación internacional de que Israel que se quedase con una gran parte de Cisjordania, creían que una retirada de Gaza crearía un precedente que conduciría a más retiradas también de Cisjordania, ya que disiparía el mito de que todo esfuerzo por desmantelar los asentamientos embarcaría al país en una guerra civil. Por esta razón, no solamente el gobierno de Bush, para el que ninguna medida tomada por Sharon le parece demasiado escandalosa como para no apoyarla, sino también la Unión Europea, Naciones Unidas y Rusia (los otros tres miembros del Cuarteto formado para supervisar la implementación de la ‘hoja de ruta'), así como gran parte de la izquierda israelí, acogieron la iniciativa de Sharon.
La idea de que el principal arquitecto de la política de asentamientos se haya transformado en el cruzado de su desmantelamiento se ha reforzado por una siempre creciente brecha entre Sharon y gran parte de su propio partido dominante, el Partido Likud -que rechazó abrumadoramente su propuesta de retirada de Gaza en el referéndum del 2 de mayo. El Comité Central del Likud humilló una vez más a Sharo el 31 de julio al rechazar su propuesta de incorporar al Partido Laborista en el gobierno para crear una mayoría en su gabinete que aprobara la retirada. El 11 de octubre, muchos miembros del partido dominante de Sharon se unieron a la oposición política en apoyo de una moción pro forma de repudio del discurso sobre el ‘estado de la nación' del primer ministro. Fue la primera vez en la historia de Israel que el Knesset votaba para expresar falta de confianza en el discurso inaugural de un primer ministro. Subsecuentemente, el 26 de octubre, una clara mayoría del Knesset votó a favor del plan de Sharon, imponiéndose a la oposición contra él en el Likud.
La disposición de Sharon de poner en peligro su cargo y de dividir a su propio partido sobre el tema de la retirada de Gaza ha convencido a muchos en los círculos más improbables de que finalmente se ha dado cuenta, en palabras de un editorial del Economist, que "no puede eliminar por la fuerza el sueño nacional de los palestinos".1 El Economist pidió a "un mundo que se ha acostumbrado a demonizar a Sharon" a rogar "por su éxito".
Similarmente, Avraham Tal, un columnista israelí, preguntó: "¿Se liberará Sharon alguna vez de su imagen demoníaca? Incluso si decide tomar medidas que nadie antes lo imaginaba capaz de tomar, luchando valientemente contra fuerzas recalcitrantes que tratan de torpedearlo de su propio partido, Sharon continúa siendo pintado como un astuto político que siempre encubre sus verdaderas intenciones".2

Citando un ensayo que publiqué en el International Herald Tribune3, Tal acusaba a "Siegman y los de su índole" de no entender lo mucho que ha cambiado Sharon. Insistía en que "Sharon ahora entiende que para que continúe el estado israelí, debe desengancharse de tantos palestinos como sea posible", lo que quiere decir deshacerse de Gaza y de la mayor parte de Cisjordania.
De acuerdo a muchos de estos mismos observadores, no sólo Sharon ha cambiado, sino también el lado palestino. Señalan a una "joven guardia" palestina que está retando al llamado "Abus" que vino de Túnez con Yasser Arafat, líderes tenidos por corruptos e ineptos por los miembros de una generación más joven de palestinos, que ganaron su derecho a ser escuchados por participar en la primera intifada y por haber estado en cárceles israelíes. El editorial del Economist citado arriba concluye que esta generación más joven de palestinos ha aprendido que "no pueden borrar a Israel por la fuerza".
Desafortunadamente, estas opiniones se basan en una mala interpretación de la realidad tanto israelí como palestina. Sharon no está dispuesto a crear las condiciones mínimas para que sea posible un estado palestino viable. Su propósito inquebrantable es evitar tratar con los palestinos -incluso si se trata de impedir el caos en la secuela de la prometida retirada de Gaza- y ampliar las actividades de los asentamientos en Cisjordania, que han aumentado tras el anuncio del plan de retirada, desmienten esas buenas intenciones.
El último informe de Peace Now Settlement Watch de Israel reveló que la construcción de edificios e infraestructura continúa en 474 asentamientos en Cisjordania y Gaza, incluyendo 50 sitios donde la expansión o nuevas construcciones se desvían de los límites actuales de los asentamientos, en violación de las promesas hechas por Sharon al presidente Bush.4 Hacia fines de agosto, había alrededor de 3.700 unidades habitacionales en construcción en todos los territorios ocupados. Además, se estaban preparando los terrenos para miles de casas adicionales -incluso en ubicaciones marcadas por Sharon para su evacuación según el plan de retirada. El crecimiento y expansión de importantes asentamientos en Cisjordania tiene por objetivo dividirla en tres cantones palestinos no contiguos , de hecho bantúes, que los palestinos podrán habitar bajo la vigilancia israelí sin tener un estado unificado propio.
Bajo la apariencia de ‘tierras estatales', el gobierno de Sharon ha continuando expropiando territorio en Cisjordania para ampliar los asentamientos, de acuerdo a datos de la Administración Civil israelí. Desde principios de 2004, unas 2.200 dunams de tierra (222 hectáreas) en Cisjordania han sido declaradas tierras estatales, comparadas con las 170 hectáreas apropiadas el año pasado. Como observó Peace Now Settlement Watch, esta designación permitió a los gobierno israelíes establecer y expandir los asentamientos sistemáticamente, permitiéndoles evitar su compromiso de no expropiar más territorio palestino para la construcción de asentamientos.
Para Sharon, la retirada de Gaza es el precio que debe pagar Israel para completar la cantonización de Cisjordania bajo control israelí. Igual de importante, Gaza será transformada en un vivo ejemplo de por qué los palestinos no merecen un estado independiente. Bajo las condiciones adheridas por Sharon a la retirada, Gaza -un área que abarca sólo el 1.25 por ciento del Mandato Palestino, pero contiene el 37 por ciento de la población palestina- no será esencialmente más que una gran prisión aislada del mundo, incluyendo a sus vecinos aledaños Egipto, Jordania y Cisjordania. Su población será privada de libertad de movimiento, que es esencial para toda posibilidad de recuperación económica e inversiones extranjeras. La insistencia de Sharon de que la retirada de Gaza sea una iniciativa enteramente israelí y no negociada con ninguno de los líderes palestinos parece ideada para producir un estado de anarquía en Gaza, que le permitirá decir: "Miren a esa gente violenta, corrupta y primitiva con la que tenemos que vernóslas; no pueden hacer nada por sí mismos".5

Hasta hace poco, muchos habrían rechazado esta interpretación severa de las intenciones de Sharon como difamatorias. Pero ahora es imposible, pues el colega y amigo más estrecho de Sharon, Dov Weissglas, que ha estado íntimamente implicado en la formulación y ejecución de las políticas de Sharon como el principal asesor y jefe del staff del primer ministro, ha descrito con abundancia de detalles el contenido y propósito de la retirada de Gaza propuesta por Sharon. En una larga entrevista que apareció en Haaretz,6 afirma francamente que la retirada, que él y Sharon tuvieron que persuadir al presidente Bush y a las Cámaras del Congreso que endorsaran, tenía en realidad por intención impedir el proceso de paz, consignar la hoja de ruta de Bush al olvido, e impedir la emergencia de un estado palestino del tipo que fuere.
Aparentemente, Weissglas estaba preocupado de que hubiera israelíes que, incluso después de su entrevista, todavía creyeran que la retirada de Gaza y de algunos asentamientos de Cisjordania propuesta por Sharon conduciría a más retiradas de Cisjordania -un argumento avanzado por Shimon Peres, el presidente del Partido Laborista, que ha estado esperando ansiosamente una invitación de Sharon a unirse al gobierno. Weissglas nos asegura que dadas las condiciones que adhirió Sharon a la reanudación del proceso de paz, "los palestinos debían transformarse en finlandeses" antes de que eso pudiera ocurrir. "En realidad, todo este paquete llamado estado palestino, con todo lo que implica, ha sido sacado definitivamente de nuestro programa", dijo. "Y todo esto... con la bendición presidencial estadounidense y la ratificación de ambas Casas del Congreso". Para el caso de que alguien pudiera todavía hacerse ilusiones, explica que la retirada propuesta "es en realidad formaldehido. Proporciona la cantidad de formaldehido necesaria para que no haya un proceso político con los palestinos". Como observó Ephraim Sneh, un miembro laborista del Knesset: "El formaldehido, hay que observar, es el líquido en el que se preservan los cadáveres".7
Evidentemente, los únicos que todavía no lo entienden, a pesar de las esmeradas aclaraciones de Weissglas, son los funcionarios en Washington. Después de que el despacho de Sharon emitiera una declaración enteramente previsible -y manifiestamente falsa- de que sigue comprometido con la hoja de ruta, un portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores estadounidense declaró inmediatamente que el gobierno no sólo no duda de la continuada adherencia de Israel a la hoja de ruta y al plan del presidente Bush de los dos estados, sino que no había "motivo" para dudar.
Lo extraordinario acerca de todo esto no es ni el engaño de Sharon sobre los propósitos de su retirada ni el alcahueteo del gobierno durante la campaña presidencial.8 Es, más bien, la arrogancia que permite a Weissglas hacer ostentación del engaño de Israel sin temer que pudiera perjudicar el plan de Sharon, tan seguros están, él y Sharon, que se han metido a Bush y al Congreso en el bolsillo.
Lo que no sabe es por qué firmó Bush su carta del 14 de abril, que redactó Weissglas, dando en efecto la aprobación estadounidense al plan de Sharon de enterrar la causa nacional palestina otorgando legitimidad a los asentamientos de Israel. ¿Lo hizo por absoluta ingenuidad o porque estaba colaborando conscientemente con el engaño de Sharon?
Incluso sin la extensa entrevista de Weissglas, debería haber quedado claro mucho antes que la "nueva directiva palestina" por la que Sharon ha estado clamando, no aprobará nunca la versión de Sharon del acuerdo de paz -un acuerdo "provisional" que deja a Israel el control de Cisjordania y posterga por décadas el estado palestino mientras Israel continúa anexando territorio y fragmentando lo que queda en cantones aislados.

No hay bases para creer en la interesada afirmación israelí promovida por Ehud Barak -y por The Economist- de que el objetivo de la generación más antigua de palestinos es la erradicación de Israel. Ni la vieja ni la nueva guardia de palestinos creen en ese objetivo -aunque fuera sólo porque saben lo absolutamente inalcanzable que es. Pero ambos grupos se opondrán a las concesiones territoriales a Israel si no van acompañadas de un intercambio justo de territorio a los dos lados de la frontera anterior a 1967 que fue acordado mutuamente en la negociación de paz. El problema no ha alejado nunca a "Abus" de sus retadores.
Los que se identifican con la joven guardia palestina están pidiendo el fin de la corrupción de los antiguos líderes de Fatah que dominan a la Autoridad Palestina; también piden nuevos líderes que puedan formular un enfoque estratégico coherente con la lucha por un estado palestino, algo que Arafat no fue capaz de proporcionar. Que la joven guardia tenga éxito en formular esa estrategia, y que esa estrategia apoye o rechace la violencia, dependerá en gran medida de la disposición de Israel a garantizar a los palestinos que se puede alcanzar un estado viable por medios no violentos. Esta es una garantía que la propuesta de Sharon de retirarse unilateralmente de Gaza no ofrece. En realidad, como sabe todo el mundo gracias a la entrevista de Weissglas, la intención es impedirlo.

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Los ataques de la derecha contra Sharon han sido mal interpretados. Sharon y sus críticos de la extrema derecha difieren sobre si se les permitirá a los palestinos llamar estado al arreglo parecido al apartheid para los tres cantones desconectados y aislados de Cisjordania. Sharon insiste en que sí, pues de otro modo el acuerdo sería rechazado por Estados Unidos. Muchos en el Likud, incluyendo a Benjamin Netanyahu, alegan que si Israel concede a los palestinos el derecho incluso a un estado nominal, provocaría una dinámica hacia la soberanía que Israel sería incapaz de controlar.
A pesar de una retórica injuriosa y violenta dirigida contra Sharon, la mayoría de los líderes del movimiento de colonos comprenden que la retirada unilateral de Sharon de Gaza tiene en realidad por intención asegurar el control israelí permanente de Cisjordania. Pero también temen lo que menos espera Israel: que el precedente de desmantelar cualquier asentamiento disipará el antiguo tabú y dejar la puerta abierta para el desmantelamiento incluso en Cisjordania. Además, no están de acuerdo con Sharon en que esa retirada sea el precio que deba pagar Israel. Están convencidos de que la desaprobación estadounidense de la continuada anexión israelí de territorios palestinos, incluso en Cisjordania, no tendrá importancia para las "realidades en el terreno" que terminarán por imponerse. Después de todo, ¿no dijo el presidente Bush en su carta a Sharon del 14 de abril que Estados Unidos reconoce que las "nuevas realidades" en el terreno (creadas unilateralmente por Israel) deben ser reconocidas por los palestinos en cualquier acuerdo futuro de paz?
Hay todavía otra razón para explicar la mortífera rabia que ha caracterizado la reacción de algunos colonos extremistas y sus rabíes (incluyendo aquellos conocidos en Israel como "la juventud de las colinas", a las que el entonces ministro de Asuntos Exteriores Sharon alentaba después de firmar en 1998 el Memorándum del Río Wye entre Israel y los palestinos -que señalaba el "re-despliegue" paulatino de las tropas israelíes en Cisjordania- a "ocupar en Cisjordania tantas colinas como sea posible"). Como han comentado algunos observadores israelíes,9 dos estados viviendo juntos ya existen en Cisjordania y en Gaza. En el estado de colonos, las leyes y normas israelíes no son aplicables, y la policía y las tropas israelíes dependen de los colonos. Los colonos que atacan o asesinan a granjeros palestinos y destruyen sus propiedades y tierras son rara vez arrestados y quedan casi siempre impunes.10
El estado de los colonos han logrado reclutar una red de partidarios en el estado de Israel, incluyendo a ministros del gabinete que encabezan varios ministerios que les han estado proporcionando -subrepticia e ilegalmente, sin que rindan cuentas a nadie- cientos de millones de dólares para la expansión de los asentamientos y su infraestructura. Esos colonos simplemente no reconocen el derecho del estado de Israel y de sus funcionarios elegidos a interferir con su dominio inspirado mesiánicamente en este estado colonizador. La decisión de Sharon de desmantelar los asentamientos en Gaza es vista por ellos como una amenaza a su "soberanía".

Sin embargo, cualesquiera sus diferencias sobre semántica y tácticas, y sobre si deshacerse de Gaza o no, Sharon y sus críticos del Likud comparten un presupuesto esencialmente idéntico sobre las relaciones de Israel con el pueblo palestino y los territorios. Nadie ha descrito ese presupuesto más reveladoramente que Uzi Arad, un asesor de política exterior cuando Netanyahu era primer ministro. Arad trabaja ahora para el Instituto Interdisciplinario de Herzlinya, en cuya reunión anual Sharon y los jefes de las agencias de seguridad de Israel hacen sus pronunciamientos más importantes. Fue en una reunión de estas en diciembre pasado que Sharon anunció su intención de recurrir a medidas unilaterales para promover los intereses de Israel.
En un artículo en Haaretz,11 Arad hizo mofa del argumento de que como los judíos, como resultado de una tasa de natalidad palestina más alta, serán una minoría en Palestina, deben o retirarse de los territorios o imponer un régimen de apartheid a los palestinos si quieren preservar la identidad judía del estado. Escribió que "en la última década, todos los gobiernos israelíes han estado implementando una retirada política de la población palestina de los territorios. Las ciudades y pueblos de Cisjordania fueron evacuados mucho antes. El número de palestinos entre los ríos y el mar ahora ya no relevante para que Israel siga siendo un estado democrático israelí".
De hecho, el gobierno del apartheid en África del Sur también se "retiró" de los bantúes que habían instalado como territorios de la mayoría negra. Arad y los que apoyan las políticas de Sharon parecen no entender, o no importarles, que es precisamente esta "retirada" sudafricana la que le dio su régimen fascista, y que la retirada producirá un resultado similar si Israel persiste en seguir el modelo sudafricano en mantener ocupada gran parte de Cisjordania y en "cantonizar" al resto.
Es una de las ironías de la historia que los judíos -sea en Estados Unidos, Europa o Israel- que estuvieron desproporcionadamente involucrados en luchas por los derechos humanos universales y las libertades civiles estén apoyando ahora las políticas de un gobierno israelí de extrema derecha que amenaza con convertir a Israel en un estado racista. Porque si Sharon vincula su prometida retirada de Gaza con una presencia israelí en Cisjordania imposible de desganchar -un punto que algunos observadores insisten que ha sido ya alcanzado-, lo que producirán sus políticas es sin ninguna duda un régimen racista.
Esa probabilidad es una pesadilla que no se limita a los críticos a la izquierda de Sharon. Incluso el ultra-derechista Ehud Olmert, el vice-primer ministro de Israel, ha advertido que un estado de apartheid es la dirección hacia la que se encabeza el estado judío.12 Nahum Barnea, el más respetado comentarista político de Israel, escribió recientemente que "37 años después de la ocupación, a los ojos de una gran parte del mundo, Israel se ha transformado en un estado paria. No es todavía la Sudáfrica del apartheid, pero pertenece definitivamente a la misma familia".13
No hay duda de que el terrorismo al que han recurrido elementos dentro del movimiento nacional palestino, particularmente el terrorismo dirigido contra blancos civiles, ha sido la principal amenaza a la seguridad de la población de Israel. Pero no se puede invocar esta amenaza como una excusa para justificar políticas que impondrán el apartheid en Cisjordania y Gaza. Porque no es verdad que el terrorismo amenace la existencia del estado de Israel. Y si fuera verdad, es una amenaza ante la que Israel puede reaccionar mucho más efectivamente que antes de sus fronteras de 1967, aun si fuera porque con un estado propio los palestinos tendrían mucho más que perder con la continuación del terrorismo y tratarían de impedirlo. El hecho es que Israel ha tenido mucho más éxito en impedir el terrorismo trans-fronterizo de los países vecinos que el terrorismo de la población resentida bajo su ocupación.
La idea de que el terrorismo puede ser mejor combatido continuando la ocupación no es la única creencia sostenida ampliamente en Israel acerca de la seguridad del país que es contradicha por la lógica y la experiencia. Durante veinte años, una gran mayoría de los israelíes creyó que sus intereses más vitales en seguridad exigía que siguieran en el sur de Líbano. Creen lo mismo sobre su presencia en las Alturas del Golán. Pero desde que Israel se retiró del sur de Líbano, la seguridad a lo largo de la frontera norte de Israel ha mejorado, no empeorado, a pesar del hecho de que Hezbollah fue capaz de fanfarronear que habían expulsado al poderoso ejército israelí. Y recientemente Moshe Ya'alon, el jefe el estado mayor del ejército, dijo que él -como sus tres predecesores como jefes del estado mayor- cree que la seguridad de Israel no disminuirá si el Golán fuera devuelto a Siria.14
Los israelíes están también convencidos de que la profunda incursión de la valla de separación israelí en territorio palestino es fundamental para su seguridad y que la reciente opinión de la Corte Internacional, de que es ilegal y que debe ser retirada, sólo se puede explicar por el supuesto anti-semitismo de la Corte. Pero en su reciente artículo en Yadioth Ahronot, Nahum Barnea sostuvo la opinión contraria que han hecho suya muchos de los mejores expertos israelíes en seguridad. La ruta de la valla de separación, escribió:

"debería haber sido la Línea Verde, sin desviaciones ni trucos. De ese modo, se habría podido construir rápidamente, sin dilaciones legales y daño políticos, como una valla de seguridad, no como una frontera política... Pero los planificadores de la ruta, desde el primer ministro hacia abajo, prefirieron tratar de arrojar tierra a los ojos del mundo. En lugar de concentrarse en la seguridad, prefirieron hacer politiquería".

Shlomo Gazit, el general retirado antiguamente a cargo de la inteligencia militar del ejército israelí, escribió en Maariv:

"Enfrentemos los hechos. Transformamos la valla, que es tan necesaria, de ser una valla de defensa en una valla política, y es por eso que fuimos tan rotundamente derrotados. El alegato en La Haya no gira sobre las necesidades de seguridad de Israel, sino sobre el derecho de Israel a establecer asentamientos políticos judíos que entran profundamente en Judea y Samaria".15

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Claramente, nada han sido tan directamente beneficioso para la determinación de Sharon de evitar un proceso político que el terrorismo palestino contra civiles israelíes. El terrorismo y los desastrosos fracasos de Arafat en la construcción de instituciones palestinas han sido utilizados por Sharon para desacreditar todo el proyecto nacional palestino y para socavar a los que en Israel y en la comunidad internacional han tratado de ayudarlo. Pero los fracasos palestinos no legitiman ni las políticas de Sharon ni las del gobierno de Bush. Los palestinos tienen derecho a un estado en Cisjordania y en Gaza no porque satisfagan algunas normas establecidas por Sharon, el hombre que aspira a apropiarse de gran parte de su tierra, o porque Bush tenga una "visión" de dos estados viviendo lado a lado, sino por principios reconocidos universalmente de auto-determinación nacional.
La aplicación de estos principios a los árabes de Palestina fue formalmente reconocida y endorsada por la comunidad internacional cuando Naciones Unidas adoptó la resolución de dividir Palestina en un estado judío y uno palestino en 1947. La reclamación palestina a lo que la comunidad internacional afirmó en esa resolución como su patrimonio legítimo no ha sido anulada por la mala conducta de Arafat ni por el fracaso de las instituciones de la Autoridad Palestina, que, debería observarse, han proporcionado mayores libertad y mayor transparencia que muchos de los países árabes vecinos.

Desafortunadamente, las revelaciones de Weisshlas sobre los motivos de Sharon para retirarse de Gaza -revelaciones que indican que los palestinos no tienen un interlocutor israelí para la paz- han causado poco impacto en el permanente reclamo israelí de que no hay un interlocutor palestino con el que negociar. La declaración de Weissglas no tendrá con toda probabilidad más efecto que revelaciones previas de importantes agentes de seguridad e inteligencia israelíes de que la intifada de septiembre de 2000 no fue planeada por Arafat, sino fue una erupción espontánea de indignación palestina que ellos habían anunciado mucho antes de que ocurriera.
Ami Ayalon, director del Shin Bet israelí bajo Ehud Barak (y antes que el jefe de la Marina israelí) advirtió al primer ministro Barak que el crecimiento incontrolado de los asentamientos durante su administración y su descuido del proceso de paz palestino a favor de los intentos de alcanzar un acuerdo sirio (el que, sabemos ahora por las memorias del presidente Clinton y de Dennis Ross, fracasaron porque Ehud Barak renegó del trato) y, sobre todo, las penurias y humillaciones vividas por los palestinos en los territorios, crearon una explosiva situación que sólo necesitaba una chispa para que explotara. Esa chispa, de acuerdo a Ayalo, fue la visita calculadamente provocadora de Sharon al Templo de la Montaña en septiembre de 2000.16 Esta fue también la conclusión de la Comisión Mitchell sobre su cuidadosa investigación sobre las causas de la intifada. Ayalon ha afirmado repetidas veces que el Shin Bet no tenía evidencias de que Arafat planeara una segunda intifada. Si hubiera sido el caso, el Shin Bet lo habría sabido.

La tesis central de Sharon y de muchos otros líderes israelíes de que el objetivo de Arafat no era un estado palestino en Cisjordania y Gaza sino en toda Palestina ha sido rechazada como infundada por el general de la reserva Amos Malka, que sirvió como jefe de inteligencia de las fuerzas armadas durante Barak. Él y otros importantes funcionarios de la inteligencia israelí han acusado a Amos Gilad, que estuvo a cargo de la rama de investigaciones de la inteligencia del ejército, de mentir cuando implicó que su opinión de que el objetivo de Arafat era desmantelar Israel se basaba en informaciones del servicio secreto. En realidad, de acuerdo a Malka:

"Todas las evaluaciones de la inteligencia militar hablaban de que Arafar quería iniciar un proceso político para llegar a un acuerdo permanente sobre los dos estados... Si se cumplía con sus demandas, habría firmado. Si no, hacia fines de 2000, habría provocado una crisis para ejercer presión interna e internacionales sobre Israel para obligarlo a mostrar más flexibilidad, como había hecho en el pasado."

Malka desechó como "completo sin sentido" la acusación de que Arafat conspiraba para erradicar Israel.17
Sin embargo, estas revelaciones no han hecho mella en la extendida convicción israelí de que Arafat fue el autor de la intifada, que la orquestó incluso antes de las conversaciones de paz con Barak en Camp David, y que rechazó las propuestas de paz de Barak debido a que su verdadera meta fuera la destrucción del estado de Israel. Los israelíes no pueden imaginar ninguna otra explicación para el rechazo de Arafat de las "generosas" propuestas de Camp David. La larga ocupación -cuatro décadas- israelí de tierras palestinas ha aparentemente adormecido hasta tal punto la imaginación moral de sus ciudadanos que la exigencia de Barak de que el territorio israelí, que ya abarca el 78 por ciento de Palestina, fuera ampliado con territorio palestino adicional sacado del 22 por ciento -menos de la mitad de lo que asignó Naciones Unidas al estado palestino en 1947- restante puede difícilmente ser considerada generosa por los palestinos.

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Con Arafat al borde de la muerte ahora que este artículo va a la imprenta el 4 de noviembre, Sharon tendrá oportunidad de desmentir la acusación de sus críticos de que ha utilizado desvergonzadamente a Arafat y que el argumento de que no tiene interlocutor es un argumento para continuar la anexión israelí de Cisjordania. Puede hacerlo poniendo fin a las medidas unilaterales y reiniciar las negociaciones con una nueva directiva palestina basada en la aceptación total de la hoja de ruta, vale decir, sin las 14 limitadoras reservas adoptadas por su gabinete el 27 de mayo de 2003, que vaciaron de contenido la aceptación israelí de la hoja de ruta.
La hoja de ruta exige que la Autoridad Palestina emprenda esfuerzos de buena fe para poner fin a la violencia consolidando sus fuerzas de seguridad y desmovilizando las milicias y grupos terroristas. Eso no ocurrirá de la noche a la mañana y para lograrlo Israel tendrá que apoyar a la nueva directiva poniendo fin a las actividades de los asentamientos, retirando puestos de control y retirando gradualmente las tropas a las posiciones anteriores a la intifada. Si Sharon nuevamente insiste en que nada de esto puede ocurrir hasta que no haya cesado toda la violencia y se haya establecido en Gaza y Cisjordania una democracia jeffersoniana, sabremos que está usando sus viejos trucos y que no tiene intenciones de involucrar a los palestinos en negociaciones políticas.
Si Sharon está a la altura de las circunstancias, probará que en realidad se ha transformado en un hombre de estado, y no sólo los israelíes y palestinos estarán en deuda con él, sino todo el mundo. Si se anda con rodeos, y derroca a los nuevos líderes palestinos del modo que derrocó a Mahmoud Abbas cuando asumió el cargo de primer ministro palestino hace un año, el tóxico papel de Sharon en el proceso de paz quedará finalmente claro ante todos.
El fin de la presidencia de Arafat similarmente desafía al nuevo gobierno estadounidense. ¿Repetirá el presidente Bush su traición a su promesa del año pasado de "conducir" a las dos partes para asegurarse de que la hoja de ruta sea respetada, o asumirá el papel de un mediador honesto preparado para hacer lo que sólo una gran potencia puede hacer para terminar el conflicto?
Si Israel y/o los palestinos fracasan en responder a esta inesperada apertura para un retorno a la hoja de ruta y si Estados Unidos falla en intervenir agresivamente para impedir ese fracaso, la comunidad internacional finalmente deberá abandonar el modelo de "facilitación" que ha sido la base de todas las iniciativas de paz previas estadounidenses y de Oriente Medio. La facilitación asume que, a pesar de sus diferencias, los adversarios prefieren una resolución a sus conflictos antes que su continuación, una situación que existió durante el período de Oslo, entre 1993 y 2000 (con la excepción del período de Benjamin Netanyahu como primer ministro). La facilitación limita el papel de terceras partes a ayudar a ambos lados a superar los obstáculos que hay en el camino de alcanzar un objetivo que ambos desean. Pero cuando Sharon llegó al poder, las dos partes llegaron a creer que tenían más que ganar con una continuación del conflicto que con su resolución, y el modelo de facilitación se hizo irrelevante.

La facilitación, debería estar claro, no tiene ya esperanzas de resolver el conflicto. Sólo lo puede hacer el intervencionismo. Debido a que el conflicto está imponiendo un coste humano inaceptable y pone en peligro los intereses estratégicos de muchos otros países, incluyendo la guerra para derrotar al terrorismo internacional, la comunidad internacional no debe permitir que continúe. Naciones Unidas, la Unión Europea, Rusia y -esperemos- Estados Unidos deberían por eso realizar una conferencia internacional que no sea dependa de la aprobación, ni siquiera de la participación, de israelíes y palestinos, que han probado más allá de toda duda de que dejados a sus propios medios, permitirán que el conflicto vaya de mal en peor. El objetivo de esta conferencia internacional debería ser la adopción de principios aceptados internacionalmente para la resolución de los principales problemas sobre un estatuto permanente en el conflicto palestino-israelí.
Esos principios son ampliamente conocidos y ampliamente apoyados y no debería ser difícil obtener un consenso internacional para apoyarlos. Además de la exigencia de que las fronteras anteriores a 1967 deben ser el punto de partida de las negociaciones, una estipulación ya contenida en la hoja de ruta, deberían también incluir las siguientes provisiones: que los cambios territoriales se basen en un intercambio igual a ambos lados de la frontera; que el derecho a retornar de los refugiados palestinos sea ejercido en el nuevo estado palestino, y no en Israel; y que las secciones árabes del Jerusalén Este sean parte del estado palestino y sirvan como su capital. Además, deberán hacerse acuerdos especiales para el Templo de la Montaña/Haram al-Sharif. La soberanía de esos lugares sagrados debería dividirse a lo largo de propuestas previas, vale decir, asignando la soberanía de Haram al-Sharif a los palestinos y la del Muro de las Lamentaciones y estructuras relacionadas a Israel; o por una división "horizontal" asignando la soberanía sobre el suelo del Templo de la Montaña/Haram al-Sharif a los palestinos y la soberanía bajo tierra a Israel. Alternativamente, el problema de la soberanía israelí o palestina sobre los lugares sagrados podría ser evitado haciendo arreglos administrativos en los que podría tomar parte un tercer partido internacional.
Estas disposiciones básicas no deberían estar sujetas a cambio por parte de ninguna de las partes, excepto por acuerdo entre ambas. La parte que las rechazara unilateralmente, o tome medidas unilaterales que las violen, será sometida a sanciones diplomáticas y económicas. Una intervención internacional clara y decisiva como esta negaría a la parte transgresora toda expectativa de obtener reconocimiento internacional de medidas tomadas en violación de principios adoptados internacionalmente para un acuerdo de paz palestino-israelí.
Por cierto, es altamente improbable que el recientemente re-elegido gobierno de Bush en Washington acepte participar en una conferencia semejante o apoye un papel intervencionista. Pero Washington no podría argumentar que las provisiones que probablemente emergieran de una conferencia internacional como esta no están implícitas en la hoja de ruta y en el muy repetido apoyo de Bush a una solución de dos estados. Tampoco es imposible que el nuevo gobierno estadounidense se muestre más abierto a nuevas ideas para terminar el conflicto de lo que sus portavoces estuvieron dispuestos a admitir durante la acalorada campaña presidencial. Lo que es seguro, creo, es que después de haber hecho el papel -humillante- de colas del milano estadounidense en los vanos esfuerzos del Cuarteto para implementar la hoja de ruta, ni Europa, Naciones Unidas o Rusia aceptarán continuar en ese rol. Mientras la Unión Europea y Nacionales Unidas no llegaron demasiado lejos en sus intentos de terminar el conflicto palestino-israelí antes de unirse al Cuarteto, desde entonces su posición se ha hecho más marginal. No han obtenido más influencia ni ante Israel ni entre los palestinos, y el conflicto se ha hecho más cruel e incluso más oneroso que nunca.
Obviamente, ese conjunto de principios endorsados internacionalmente no se implementará por sí sólo y será rechazado por Israel, el más fuerte de los dos partidos. Los palestinos, también, objetarán algunas de las provisiones, tales como la exigencia de que los refugiados palestinos sean repatriados al nuevo estado palestino y en países dispuestos a acogerlos. Pero el punto de un esfuerzo internacional semejante será cambiar el cálculo de costes y beneficios de los dos lados. Ese cálculo será afectado en grado importante por la perspectiva de los daños que sufriría la parte que transgrediera las relaciones diplomáticas y económicas con la mayor parte de la comunidad internacional, y no tendría ninguna perspectiva de recibir apoyo internacional para las medidas unilaterales que pudiera tomar.
Este es un resultado ante el que incluso un gobierno israelí de extrema derecha no puede mostrarse indiferente, como quedó en evidencia de las recientes advertencias desde dentro de la ministerio de Asuntos Exteriores israelí de que las destructivas consecuencias de las políticas de Israel son vistas por la Unión Europea como indicadoras de que Israel se está transformando en un estado de apartheid. A pesar de la burla expresada por Sharon y su gobierno en respuesta a la opinión de la Corte Internacional de Justicia acerca de la ilegalidad de la ruta de la valla de separación de Israel, esa opinión ha afectado algunas decisiones tomadas por la Corte Suprema israelí y el ejército sobre la ruta de la valla. Incluso el gobierno derechista de Sharon sufrió un aleccionador shock cuando los países miembros de la Unión Europea, incluyendo a los diez nuevos países que el gobierno de Sharon creía que mostrarían más simpatía hacia sus políticas, votaron el 20 de julio a favor de una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas pidiendo el desmantelamiento de la valla de separación.
Ahora mucho depende de la posibilidad de que esta inesperada unidad europea sobre el proceso de paz en Oriente Medio sea un augurio de las cosas por venir.

Notas
[1] Julio 31–Agosto 6, 2004.
[2] Haaretz, Agosto 26, 2004.
[3] Agosto 20, 2004.
[4] Americans for Peace Now: Middle East Report, Vol. 6, Número 11 (Octubre 4, 2004).
[5] Gideon Samet, Haaretz, Julio 21, 2004.
[6] Octubre 8, 2004.
[7] Haaretz, Octubre 11, 2004.
[8] Véase Henry Siegman, ‘Israel: The Threat from Within', The New York Review, Febrero 26, 2004, y ‘Sharon's Phony War', The New York Review, Diciembre 18, 2003.
[9] Yoel Marcus, Haaretz, Octubre 9, 2004.
[10] El 25 de octubre de 2004, Haaretz informó que un colono acusado del asesinato de un chofer de taxi palestino "sin razón alguna y sin autoridad", no fue encarcelado, como si lo habría sido un árabe acusado de asesinato, sino que puesto bajo arresto domiciliario en su asentamiento de Itamar.
[11] Agosto 6, 2004.
[12] Yedioth Ahronot, Diciembre 5, 2003.
[13] Yedioth Ahronot, Julio 12, 2004.
[14] Yedioth Ahronot, Agosto 13, 2004.
[15] Julio 12, 2004.
[16] De una entrevista con Ami Ayalon by Sylvain Cypel, ‘An Unconditional Withdrawal from the Territories Is Urgently Needed', Le Monde, 24 de diciembre de 2001, y la transcripción de una mesa redonda en el Consejo de Relaciones Exteriores, ‘The Middle East Roadmap and Its Aftermath', Septiembre 15, 2003, en www.cfr.org.
[17] Yedioth Ahronot, Junio 30, 2004.
4 de noviembre de 30 de noviembre de 2004
©new york review of books
©traducción mQh

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