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¿guerra civil en holanda?


[Salomon Bouman] Holanda no debe creer que por algunos incidentes, se encuentra en guerra con el islam, opina Salomon Bouma. Israel puede servir de ejemplo. Allá, ni los más espantosos atentados terroristas han hecho imposible el gobierno del país ni han suscitado las campañas de odio contra los árabes que incitan políticos y prensa.
¿Se ha transformado Holanda en ingobernable al día siguiente de su más grande atentado terrorista? H.J.A. Hofland propuso en este diario que era un panorama posible (4 de diciembre). Sospecho que se refería a la ola de acciones de venganza de grupos de nativos contra mezquitas, escuelas musulmanas y personas musulmanas, y a los actos de represalia posteriores.
Se teme así el estallido de una guerra civil. Mi larga experiencia como corresponsal en Israel me ha enseñado que incluso los más espantosos atentados palestinos kamikaze en el centro de Jerusalén y Tel Aviv no ha hecho de Israel un país ingobernable. Tampoco han habido tras la ola de atentados palestinos ninguna ola de actos de venganza de los judíos contra objetivos musulmanes en el país.
Naturalmente, me doy cuenta de que la naturaleza del conflicto palestino-israelí es muy diferente a los problemas que suscita la integración de los extranjeros musulmanes en la sociedad holandesa.
El conflicto palestino-israelí es en primer lugar, y hace ya un siglo, un choque entre el sionismo y el nacionalismo palestino. La mejor manera de caracterizar este conflicto es como una "lucha de dos pueblos por un territorio". Para los judíos, Israel es la tierra prometida; para los palestinos, la tierra de donde han sido expulsados.
Los motivos religiosos determinan sin embargo parcialmente los parámetros dentro de los cuales se desarrolla este conflicto. Con todo, no son (todavía) los más importantes. El acuerdo de Oslo en 1993 habría sido impensable si los israelíes y palestinos no hubiesen aceptado la solución de los dos estados (la división del país). A pesar de la encarnizada resistencia tanto de religiosos judíos como musulmanes, las fuerzas seculares en Oslo se impusieron y todavía se imponen. Es una clara indicación de que israelíes y palestinos no quieren enredarse en una guerra religiosa.
Cuando en 2003 volví a Holanda después de una corresponsalía de 37 años para este diario en Israel, me sorprendió la campaña mal intencionada, tanto de políticos como en la prensa, contra los extranjeros en general y contra el islam en particular. Theo van Gogh no había sido asesinado todavía. Como judío me pude identificar con el ‘anti-semitismo' contra los musulmanes. En Israel nunca tuve ese sentimiento, a pesar de la intensidad de sus guerras.
Los líderes han sabido mantener el conflicto con el mundo árabe y los palestinos dentro de los límites de un choque entre nacionalismos y han logrado, para decirlo así, no transformar en blanco al islam. Por consideraciones de seguridad que se derivan del conflicto palestino-israelí Israel ha emprendido acciones contra por ejemplo el movimiento musulmán del jeque Ra'ed Salah, de la ciudad palestino-israelí de Umm-el-Fahm. En el juicio contra este líder musulmán arrestado no se sugiere, sin embargo, que se unió por razones religiosas a la resistencia palestina contra la ocupación israelí de Cisjordania.
El ánimo anti-musulmán incitado en Holanda se debe, creo, a la imagen históricamente hostil que conserva el mundo cristiano de esta religión. ¿Acaso no amenazaron los moros, desde España, al mundo cristiano y no se detuvo en Viena, algunos siglos después, la invasión turca de la parte cristiana de Europa?
Los judíos, y por ello Israel, no conocen esta imagen hostil. Cuando el islam se extendió a sangre y fuego durante los siglos, no había un estado judío que pudiera ser aplastado por el islam. Los judíos vivían en extensos territorios que habían caído en manos de los musulmanes. Durante el largo dominio moro en España los judíos vivieron particularmente en el siglo doce un período de extraordinario florecimiento religioso y cultural.
El mundo musulmán no llegó nunca a proponerse el exterminio de los judíos en la escala en que se lo propuso el mundo cristiano en la época de las cruzadas y durante la era de Hitler.
El judaísmo y el islam están más cerca uno del otro que el cristianismo del islam. Por las razones mencionadas arriba no hay en la sociedad judía sentimientos anti-musulmanes históricamente profundos, a pesar de la violencia de las guerras. Junto a ello, el islam no es algo extraño para los judíos. Israel está en el centro del mundo árabe musulmán, al que han llegado más de un millón de inmigrantes.
No me puedo imaginar que a una ministro israelí se le pasara por la cabeza de provocar a un clérigo musulmán dándole la mano. Dada mi larga experiencia en la sociedad israelí me parece que sería imposible que la televisión israelí emitiera un documental donde se vean los versos del Corán escritos en el cuerpo desnudo de una mujer, como es el caso del documental que hizo Theo van Gogh con Ayaan Hirsi Ali.
Al comparar la percepción israelí del islam con la percepción holandesa de esta religión, tengo sólo una cosa en mente: sería bueno que Holanda no sólo se limitara a la obligación de integración, sino también que ‘integrara' al islam, vale decir, que levantara el velo del misticismo que pesa sobre esta religión.
Hay claramente excesos en el islam, que no son compatibles con los valores de una sociedad occidental moderna. Ayaan Hirsi Ali insiste continuamente sobre ello. La posición de la mujer en la ortodoxia judía está también lejos de ser ideal. En el islam, como en el judaísmo, hay fuerzas que buscan caminos para ‘modernizar' a ambas religiones. Sobre todo en Israel.
En Holanda hay que dar espacio a esas fuerzas y no dejarse llevar por la idea de que Holanda, tras algunos incidentes, se encontraría en guerra con el islam.

8 de diciembre de 2004
9 de diciembre de 2004
©nrc-handelsblad
©traducción mQh

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