obstáculos a reforma árabe
[Thomas L. Friedman] El gobierno estadounidense impide la publicación de informe de Naciones Unidas sobre el mundo árabe, porque se critica la invasión de Iraq y la ocupación de Palestina.
Dubai, Emiratos Árabes Unidos. En los últimos años ha quedado claro que el proceso de paz en Oriente Medio ha dejado el reino de la diplomacia y se ha transformado en una industria, con su propio producto nacional bruto de conferencias y seminarios. Pero hay una nueva industria que se está extendiendo rápidamente por Oriente Medio: la industria de la reforma'. Cada mes hay alguna nueva conferencia sobre reformas en el mundo árabe. En realidad, asistí a una aquí en Dubai, un impresionante ciudad-estado en el Golfo Pérsico que se está transformando en el Singapur del Oriente árabe.
Lo que los procesos de reforma y de paz tienen en común es que ninguno de los dos puede avanzar cuando los estadounidenses les decimos, en inglés, a los participantes, que tienen que cambiar. El progreso ocurre sólo cuando la gente aquí se dice a sí misma, en árabe, que deben cambiar. Así que me atrajo la manera franca en que el príncipe heredero de Dubai, el jeque Mohammed bin Rashid al-Maktoum, inauguró su conferencia diciendo, en un discurso emitido por la televisión árabe: "Digo a mis colegas árabes [en gobiernos]: Si no cambiáis, os cambiarán".
En los últimos cinco años no oí nada parecido. Tampoco lo que me dijo una amiga egipcio, de que ella no tenía ningún problema con que el hijo de Hosni Mubarak, Gamal, sucediera un día a su padre. Gamal es un buen hombre. Ella sólo le ponía una condición: que Gamal Mubarak sucediera a su padre de la misma manera que George W. Bush sucedió al suyo -en elecciones libres.
Entretanto, el domingo pasado unos 1.000 egipcios se reunieron en el centro de El Cairo, muchos de ellos con pegatinas amarillas sobre sus labios con la palabra "Basta" escrita sobre ellas, para protestar contra los planes del presidente Mubarak para presentarse para un quinto mandato.
Sí, definitivamente se está cocinando algo aquí, pero faltan todavía kilómetros antes de que ocurran cambios significativos. Es algo que los estadounidenses deberían estimular discretamente. Por eso me parece inexplicable que el gobierno de Bush esté impidiendo la publicación del próximo informe de Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano Árabe. Déjenme contarles:
En 2002, el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas auspició a un grupo de atrevidos economistas, sociólogos y otros académicos árabes para preparar cuatro informes sobre el desarrollo humano en el mundo árabe. El primero causó verdadero revuelo en 2002 en la región, mostrando entre otras cosas que los árabes estaban quedándose tan atrás que el producto nacional bruto español era mayor que el de todos los países de la Liga Árabe juntos.
Ese primer informe, publicado en árabe y en inglés, fue bajado de internet un millón de veces. Fue un diagnóstico realmente agudo de las deficiencias en libertad, educación y oportunidades para la mujer que retrasan al mundo árabe.
En 2003, el mismo grupo produjo un segundo Informe sobre el Desarrollo Humano Árabe, sobre el déficit de conocimiento árabe -tratando el muy delicado tema de cómo el islam y sus actuales líderes espirituales podrían estar obstaculizando la educación moderna. Esta no era una materia que pudiera tocar la diplomacia estadounidense, pero sí los autores árabes de estos informes, y lo hicieron.
Así, esperé ansiosamente el tercer Informe sobre Desarrollo Humano Árabe, que debía aparecer en octubre. Se suponía que sería dinamita pura, porque trataba el tema de la gobernabilidad y desgobierno en el mundo árabe, y de los obstáculos, institucionales y religiosos para las reformas políticas. Estas son las cosas fundamentales del asunto. Esperé. Y esperé. Pero nada.
Luego empecé a oír cosas inquietantes: que el equipo de Bush había leído un borrador sobre la gobernabilidad árabe y puso objeciones al prólogo, porque en él se criticaba duramente la invasión estadounidense de Iraq y la ocupación israelí. Este prólogo ocupa un 10 por ciento del informe. Era sincero, y daría cobertura política a los autores árabes por sus lúcidas críticas de los gobiernos árabes, las que ocupan el otro 90 por ciento del informe.
Pero el equipo de Bush aparentemente insiste en que los párrafos críticos de Estados Unidos y de Israel sean cambiados -como si cosas diez veces peores no se oyeran todos los días en la televisión árabe. Y mientras no sean cambiados esos párrafos, la gente de Bush prefiere que el informe sea atrasado o no publicado de ninguna manera. Y tienen un aliado. El gobierno egipcio, que es criticado en el informe, tampoco quiere que salga -lo mismo que otros regímenes árabes.
Así, eso es lo que pasa: un grupo de intelectuales árabes serios -que no son ni traidores ni terroristas- han redactado un convincente análisis, en árabe, del atrasado estado de los gobiernos en el mundo árabe. Es justamente la especie de informe independiente que podría nutrir el emergente debate sobre las reformas árabes. Pero los funcionarios de Bush, junto a los autócratas árabes, lo están aplazando hasta que sea modificado de acuerdo a sus gustos -incluso si eso significa que no aparezca en absoluto.
Son cosas que te hacen llorar.
16 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
Lo que los procesos de reforma y de paz tienen en común es que ninguno de los dos puede avanzar cuando los estadounidenses les decimos, en inglés, a los participantes, que tienen que cambiar. El progreso ocurre sólo cuando la gente aquí se dice a sí misma, en árabe, que deben cambiar. Así que me atrajo la manera franca en que el príncipe heredero de Dubai, el jeque Mohammed bin Rashid al-Maktoum, inauguró su conferencia diciendo, en un discurso emitido por la televisión árabe: "Digo a mis colegas árabes [en gobiernos]: Si no cambiáis, os cambiarán".
En los últimos cinco años no oí nada parecido. Tampoco lo que me dijo una amiga egipcio, de que ella no tenía ningún problema con que el hijo de Hosni Mubarak, Gamal, sucediera un día a su padre. Gamal es un buen hombre. Ella sólo le ponía una condición: que Gamal Mubarak sucediera a su padre de la misma manera que George W. Bush sucedió al suyo -en elecciones libres.
Entretanto, el domingo pasado unos 1.000 egipcios se reunieron en el centro de El Cairo, muchos de ellos con pegatinas amarillas sobre sus labios con la palabra "Basta" escrita sobre ellas, para protestar contra los planes del presidente Mubarak para presentarse para un quinto mandato.
Sí, definitivamente se está cocinando algo aquí, pero faltan todavía kilómetros antes de que ocurran cambios significativos. Es algo que los estadounidenses deberían estimular discretamente. Por eso me parece inexplicable que el gobierno de Bush esté impidiendo la publicación del próximo informe de Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano Árabe. Déjenme contarles:
En 2002, el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas auspició a un grupo de atrevidos economistas, sociólogos y otros académicos árabes para preparar cuatro informes sobre el desarrollo humano en el mundo árabe. El primero causó verdadero revuelo en 2002 en la región, mostrando entre otras cosas que los árabes estaban quedándose tan atrás que el producto nacional bruto español era mayor que el de todos los países de la Liga Árabe juntos.
Ese primer informe, publicado en árabe y en inglés, fue bajado de internet un millón de veces. Fue un diagnóstico realmente agudo de las deficiencias en libertad, educación y oportunidades para la mujer que retrasan al mundo árabe.
En 2003, el mismo grupo produjo un segundo Informe sobre el Desarrollo Humano Árabe, sobre el déficit de conocimiento árabe -tratando el muy delicado tema de cómo el islam y sus actuales líderes espirituales podrían estar obstaculizando la educación moderna. Esta no era una materia que pudiera tocar la diplomacia estadounidense, pero sí los autores árabes de estos informes, y lo hicieron.
Así, esperé ansiosamente el tercer Informe sobre Desarrollo Humano Árabe, que debía aparecer en octubre. Se suponía que sería dinamita pura, porque trataba el tema de la gobernabilidad y desgobierno en el mundo árabe, y de los obstáculos, institucionales y religiosos para las reformas políticas. Estas son las cosas fundamentales del asunto. Esperé. Y esperé. Pero nada.
Luego empecé a oír cosas inquietantes: que el equipo de Bush había leído un borrador sobre la gobernabilidad árabe y puso objeciones al prólogo, porque en él se criticaba duramente la invasión estadounidense de Iraq y la ocupación israelí. Este prólogo ocupa un 10 por ciento del informe. Era sincero, y daría cobertura política a los autores árabes por sus lúcidas críticas de los gobiernos árabes, las que ocupan el otro 90 por ciento del informe.
Pero el equipo de Bush aparentemente insiste en que los párrafos críticos de Estados Unidos y de Israel sean cambiados -como si cosas diez veces peores no se oyeran todos los días en la televisión árabe. Y mientras no sean cambiados esos párrafos, la gente de Bush prefiere que el informe sea atrasado o no publicado de ninguna manera. Y tienen un aliado. El gobierno egipcio, que es criticado en el informe, tampoco quiere que salga -lo mismo que otros regímenes árabes.
Así, eso es lo que pasa: un grupo de intelectuales árabes serios -que no son ni traidores ni terroristas- han redactado un convincente análisis, en árabe, del atrasado estado de los gobiernos en el mundo árabe. Es justamente la especie de informe independiente que podría nutrir el emergente debate sobre las reformas árabes. Pero los funcionarios de Bush, junto a los autócratas árabes, lo están aplazando hasta que sea modificado de acuerdo a sus gustos -incluso si eso significa que no aparezca en absoluto.
Son cosas que te hacen llorar.
16 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
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