crímenes de guerra en iraq
¿Guía a Allawi un sentimiento de justicia o la oportunidad política?
Hacer desfilar a la jerarquía de la dictadura baazista sunní de Saddam Hussein por la sala de un tribunal iraquí poco más de cinco semanas antes de la convocatoria para elegir a un gobierno iraquí legítimo es una idea tan impresionantemente mala que uno podría pensar que se trata de una estratagema de la resistencia. Pero proviene de Ayad Allawi, el hombre nombrado para preparar a Iraq para esas elecciones- y convencer a los marginados árabes sunníes a que se unan a chiíes y kurdos en esa monumental tarea. Sólo un nuevo estado iraquí con un gobierno constituido democráticamente puede juzgar con credibilidad a los criminales del antiguo régimen.
El pueblo iraquí ha esperado un largo tiempo para que esta gente, incluyendo al déspota mismo, responda por los espantosos crímenes cometidos durante décadas de régimen baazista. Pero montar este espectáculo tan oportuno políticamente en las preliminares de las cruciales elecciones de enero no hace honor a la justicia. También corre el riesgo de inflamar las ya explosivas divisiones entre sunníes y chiíes justo cuando deberían hacerse todos los esfuerzos para garantizar algo parecido a la estabilidad en Iraq y lograr un máximo de participación árabe sunní en las elecciones.
Allawi, el primer ministro interino, ha anunciado su propia candidatura en las elecciones, pero parece haber perdido convenientemente de vista el hecho de que de momento sólo ha sido nombrado como guardián. Su sucesor elegido democráticamente asume plena autoridad a principios del próximo año.
Una vez que eso ocurra, hacer que Saddam Hussein y sus colaboradores respondan ante la ley será de vital importancia para hacer un hueco a Iraq entre la comunidad de países que respetan la ley. Un juicio conducido con honestidad por un gobierno legítimo puede sacar a la luz las tortuosas verdades de la república del terror baazista. Puede volver a conectar a Iraq con su larga historia de vitalidad intelectual y orgullosa civilización. En lo inmediato, puede canalizar las penas, el dolor y la humillación vividas por cientos de miles de víctimas y los sobrevivientes del régimen de Hussein hacia esfuerzos constructivos para construir su país antes que dejarles alimentar generaciones de venganzas tribales, étnicas y religiosas.
Todo esto se puede desperdiciar si se permite que esos juicios parezcan procesos menos que justos e imparciales y más escuálidos despliegues de justicia de los vencedores. Los juicios ya han sido manchados por la implicación inicial en ellos de un sobrino de Ahmad Chalabi, el destronado favorito del Pentágono, como el primer administrador encargado de manejar el tribunal especial. Las autoridades interinas iraquíes tampoco han aceptado un mínimo de normas jurídicas internacionales, incluyendo la exclusión de la pena de muerte, que permitiría que Naciones Unidas proporcionara la asesoría jurídica que el gobierno interino iraquí necesitan tan desesperadamente.
Esos problemas iniciales pueden todavía ser superados el próximo año por un gobierno iraquí elegido legítimamente que una a todas las comunidades iraquíes que desconfían unas de otras. Lo mejor que puede hacer el gobierno interino de Allawi es resistir su instinto destructivo de jugar juegos políticos con los preliminares de un juicio en las pocas semanas que le quedan en el poder.
16 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
El pueblo iraquí ha esperado un largo tiempo para que esta gente, incluyendo al déspota mismo, responda por los espantosos crímenes cometidos durante décadas de régimen baazista. Pero montar este espectáculo tan oportuno políticamente en las preliminares de las cruciales elecciones de enero no hace honor a la justicia. También corre el riesgo de inflamar las ya explosivas divisiones entre sunníes y chiíes justo cuando deberían hacerse todos los esfuerzos para garantizar algo parecido a la estabilidad en Iraq y lograr un máximo de participación árabe sunní en las elecciones.
Allawi, el primer ministro interino, ha anunciado su propia candidatura en las elecciones, pero parece haber perdido convenientemente de vista el hecho de que de momento sólo ha sido nombrado como guardián. Su sucesor elegido democráticamente asume plena autoridad a principios del próximo año.
Una vez que eso ocurra, hacer que Saddam Hussein y sus colaboradores respondan ante la ley será de vital importancia para hacer un hueco a Iraq entre la comunidad de países que respetan la ley. Un juicio conducido con honestidad por un gobierno legítimo puede sacar a la luz las tortuosas verdades de la república del terror baazista. Puede volver a conectar a Iraq con su larga historia de vitalidad intelectual y orgullosa civilización. En lo inmediato, puede canalizar las penas, el dolor y la humillación vividas por cientos de miles de víctimas y los sobrevivientes del régimen de Hussein hacia esfuerzos constructivos para construir su país antes que dejarles alimentar generaciones de venganzas tribales, étnicas y religiosas.
Todo esto se puede desperdiciar si se permite que esos juicios parezcan procesos menos que justos e imparciales y más escuálidos despliegues de justicia de los vencedores. Los juicios ya han sido manchados por la implicación inicial en ellos de un sobrino de Ahmad Chalabi, el destronado favorito del Pentágono, como el primer administrador encargado de manejar el tribunal especial. Las autoridades interinas iraquíes tampoco han aceptado un mínimo de normas jurídicas internacionales, incluyendo la exclusión de la pena de muerte, que permitiría que Naciones Unidas proporcionara la asesoría jurídica que el gobierno interino iraquí necesitan tan desesperadamente.
Esos problemas iniciales pueden todavía ser superados el próximo año por un gobierno iraquí elegido legítimamente que una a todas las comunidades iraquíes que desconfían unas de otras. Lo mejor que puede hacer el gobierno interino de Allawi es resistir su instinto destructivo de jugar juegos políticos con los preliminares de un juicio en las pocas semanas que le quedan en el poder.
16 de diciembre de 2004
©new york times
©traducción mQh
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