elecciones secretas
[Dexter Filkins] En muchos lugares en Iraq los candidatos no se atreven a publicar sus nombres ni los partidos sus programas.
Bagdad, Iraq. La amenaza de muerte cuelga tan pesadamente sobre el mitin electoral, convocado esta semana en el quinto piso de la Fábrica General de Aceite Vegetal, que los oradores se negaron a decir si había candidatos.
"Es demasiado peligroso", dijo Hussein Ali, que habló a nombre de la Alianza Unida Iraquí, un partido que presente decenas de candidatos a las elecciones aquí. "Es un secreto".
Y entonces Ali y sus colegas de retiraron, escoltados por hombres armados.
Así se está desarrollando la campaña electoral en Iraq, un país simultáneamente embarcado en un experimento político impulsado por los norteamericanos y retorciéndose con una guerrilla determinada a interrumpir el experimento.
A sólo dos semanas de la votación, programada para el 30 de enero, los guerrilleros han incrementado sus ataques y empujado a la mayoría de los candidatos puertas adentro, y el sábado las autoridades dijeron que el día de las elecciones restringirán el tráfico e impondrán cordones en torno a los colegios electorales.
Como resultado, en grandes fajas del país la campaña electoral se hace en secreto, y los candidatos, normalmente ansiosos de que sus mensajes lleguen al público, a menudo tienen demasiado miedo como para decir sus nombres. En lugar de realizar mítines, se reúnen clandestinamente con los votantes, si acaso se reúnen con ellos.
Las campañas públicas son todavía posibles en gran parte del sur de Iraq y en las regiones kurdas en el lejano nordeste, donde la amenaza de violencia no se vislumbra tan pesadamente.
Pero en gran parte del centro y del noroeste, incluyendo a dos de las tres ciudades más grandes del país, Bagdad y Mosul, los candidatos revelan sus nombres corriendo grandes peligros personales.
De los 7.471 hombres y mujeres que se han inscrito como candidatos, sólo un puñado fuera de las áreas kurdas relativamente tranquilas se han identificado públicamente. La ubicación de los 5.776 colegios electorales todavía no se da a conocer, por temor a que sean blanco de ataques.
Las dificultades de los candidatos se mencionaron en una octavilla distribuida en la ciudad por la Alianza Unida Iraquí. El volante entregaba la lista de 37 candidatos a la asamblea nacional. Los otros 188, se leía en el volante, no podían ser publicados.
"Nuestras excusas por no mencionar los nombres de todos los candidatos", decía la octavilla. "Pero la situación de seguridad es mala y debemos mantenerlos vivos".
Algunos líderes políticos aquí dicen que no les preocupa la falta de visibilidad de los candidatos; señalan que los iraquíes votarán a los partidos políticos, no a candidatos individuales.
Cada partido tiene una lista de candidatos, que obtendrán escaños proporcionalmente a la cantidad de votos que reciba cada partido. En esta rudimentaria fase de la democracia, dicen algunos, lo extraordinario es que los iraquíes voten.
"Estas serán elecciones de electorados, no de programas como ocurre en Estados Unidos", dice Adil Abdul Mahdi, ministro de Finanzas y candidato de la Alianza Unida Iraquí. "Los iraquíes conocen a su gente. Saben a quién están votando".
Pero el problema mayor, para muchos líderes políticos, es que los ataques de la guerrilla para estropear las elecciones ha truncado el discurso político y, como resultado, el corazón de las elecciones mismas. Si los candidatos no pueden hacer campaña, no pueden debatir, y si no pueden debatir, los votantes estarán difícilmente en condiciones de diseñar el destino de su país.
"Una elección no es solamente echar un pedazo de papel en una caja; es todo un proceso", dice Nasir Chaderij, presidente del Partido Democrático Nacional, que presenta 48 candidatos. "Pero eso no pasa aquí. Los candidatos no pueden hacer campaña debido a la situación de inseguridad".
"Yo las llamo las elecciones secretas".
Raja al-Khuzai, candidata a la asamblea que se ha unido a la lista de candidatos encabezada por el primer ministro Ayad Allawi, pasa casi todo el tiempo dentro del recinto fortificado de Allawi, rodeado de guardias armados. En lugar de hacer campaña, envía voluntarios a las calles a hablar en su nombre con los votantes.
"Vuelven y me cuentan las opiniones de la gente", dijo la doctora Khuzai.
Khuzai conoce bien los peligros que acechan a los iraquíes que están tratando de construir un nuevo orden democrático; dos de sus colegas del ahora disuelto Consejo de Gobierno Iraquí fueron asesinados. El 24 de diciembre, soldados norteamericanos encontraron el cuerpo quebrado y agujereado de balas de un familiar, Wijdan al-Khuzai, también candidato.
Rawaf Abdul Razak, candidato del Partido Democrático Nacional, despertó una mañana y encontró un pedazo de papel metido en la puerta principal de su casa en Bagdad.
"Se acabó el juego", decía la nota manuscrita. "Si no vuelves honestamente a la senda de Dios y dejas de traicionar a tu país, te enviaremos al infierno".
Razak todavía es candidato, pero ya no hace campaña en público.
La violencia hace que la campaña electoral parezca curiosamente que ha sido retirada del país donde tiene lugar -y a veces literalmente retirada. Los candidatos más ricos, como Allawi, emiten reclames por televisión proclamando sus candidaturas. Otros dan ruedas de prensa dentro de recintos fortificados con sacos e arena y macizas murallas.
Khuzai hizo campaña recientemente de puerta en puerta reclutando seguidores en un barrio iraquí en Amman, Jordania. "No puedo hacer eso en Iraq", dijo.
Como resultado, la forma más ubicua de comunicación política es el cartel electoral; hay miles. En la capital, compiten por el espacio en casi todas las paredes.
"La Opción Correcta para un Futuro Brillante", dice un cartel de la Alianza Unida Iraquí.
"El Islam Es Nuestra Cultura, la Modernidad Nuestro Camino, la Renovación Nuestra Meta", dice otro del Partido Islámico Democrático.
Actos que son normales en las campañas son tan raros que a menudo los iraquíes no saben cómo reaccionar cuando se encuentran en una. Cuando los voluntarios del Partido Comunista Iraquí entraron en caravana con altavoces en Shoula, un barrio al norte de Bagdad el viernes, muchos de los vecinos que quedaron turulatos y boquiabiertos.
"¡Lucharemos por los pobres!", gritaba un joven comunista con un megáfono.
Sin embargo, cuando la caravana se detuvo y los voluntarios empezaron a distribuir panfletos, una muchedumbre de iraquíes se congregaron a su alrededor. No sabían mucho de los candidatos individuales o de los programas de los partidos, pero entendían que las elecciones estaban a apenas dos semanas.
"Por supuesto sabemos qué es la democracia", dijo Nadi Karim, 60, tendero, que había cogido un folleto de los comunistas. "Hace 35 años que la estamos esperando".
Los candidatos mismos, incluso los que tienen demasiado miedo como para salir a la calle, saben lo que está en juego. Los comunistas, por ejemplo, que ahora apoyan las elecciones libres y la tolerancia religiosa, son uno de los escasos partidos iraquíes que envían a sus candidatos a la calle. Dos de sus miembros fueron matados a balazos el mes pasado.
"Nadie te va a dar la democracia en una bandeja de plata; tienes que pelear por ella", dijo Jasim al-Helfi, candidato comunista a la asamblea. "En una democracia, los candidatos deben salir a la calle y encontrarse con el pueblo".
La resistencia no ha paralizado las campañas en todas partes. En gran parte del sur de Iraq, donde dominan los chiíes y la insurgencia ha disminuido, los candidatos iraquíes se reúnen con sus votantes cara a cara, aunque la mayoría de ellos lo hace sólo con guardias armados a su lado.
Antes esta semana, un grupo de cinco candidatos a la asamblea encabezados por Ahmad Chalabi se dirigieron de Bagdad a Mushkhab, a unos 160 kilómetros al sur, para reunirse con los líderes de una tribu local. Para llegar allá, Chalabi y su séquito viajaron con 50 guardias armados que pararon el tráfico en las carreteras cuando se transformó en un obstáculo e incluso ocuparon una gasolinera a punta de pistola cuando sus vehículos se quedaban sin gasolina.
Chalabi, que es candidato de la Alianza Unida Iraquí, fue acogido calurosamente. Se reunió con los líderes tribales en un mudhif', un salón de reunión tradicional hecho de cañas secas sacadas del Río Eúfrates. Se sentó con las piernas cruzadas con los jefes tribales, almorzó cordero y arroz, y luego dio un discurso.
"Llegaron los norteamericanos y derrocaron a Saddam, pero no liberaron el país", dijo Chalabi. "El pueblo iraquí liberará al país; los iraquíes lo construirán".
A su vez, los líderes tribales prometieron su apoyo, así como el de todos los de la tribu fatla. "Nuestra gente votará como les digamos", dijo Imad Farun, un líder tribal fatla.
Muchos iraquíes chiíes dicen que han decidido votar a la Alianza Unida Iraquí, la coalición de partidos chiíes que reunió el jefe religioso el gran ayatollah Ali al-Sistani. Con el respaldo tácito del ayatollah Sistani -su cara macilenta y severa adorna las pancartas de la alianza- muchos chiíes dicen que sienten la obligación religiosa de votar a la alianza chií.
"Si este partido ha sido aprobado por Sistani, lo apoyaré", dijo Adnam Khazel, un obrero de 23 años de la fábrica de aceite vegetal.
Otra emoción que acompaña a muchos actos de campaña aquí, junto al miedo a la violencia, es el recuerdo de tiempos duros, no solamente de Hussein, sino también de incertidumbre desde la invasión norteamericana y la guerra de guerrillas cada vez más intensa.
Los mítines en Mushkhab y en la fábrica de Bagdad fueron los dos acompañados de lecturas de poesía, tristes versos sobre las penurias del pasado.
"Iraq, mi alma, mis heridas aún no están curadas", dijo un orador a sus compatriotas en la vieja fábrica. "Qué pena que en esta tierra donde éramos los amos, seamos ahora los esclavos".
15 de enero de 2005
18 de enero de 2005
©new york times
©traducción mQh
"Es demasiado peligroso", dijo Hussein Ali, que habló a nombre de la Alianza Unida Iraquí, un partido que presente decenas de candidatos a las elecciones aquí. "Es un secreto".
Y entonces Ali y sus colegas de retiraron, escoltados por hombres armados.
Así se está desarrollando la campaña electoral en Iraq, un país simultáneamente embarcado en un experimento político impulsado por los norteamericanos y retorciéndose con una guerrilla determinada a interrumpir el experimento.
A sólo dos semanas de la votación, programada para el 30 de enero, los guerrilleros han incrementado sus ataques y empujado a la mayoría de los candidatos puertas adentro, y el sábado las autoridades dijeron que el día de las elecciones restringirán el tráfico e impondrán cordones en torno a los colegios electorales.
Como resultado, en grandes fajas del país la campaña electoral se hace en secreto, y los candidatos, normalmente ansiosos de que sus mensajes lleguen al público, a menudo tienen demasiado miedo como para decir sus nombres. En lugar de realizar mítines, se reúnen clandestinamente con los votantes, si acaso se reúnen con ellos.
Las campañas públicas son todavía posibles en gran parte del sur de Iraq y en las regiones kurdas en el lejano nordeste, donde la amenaza de violencia no se vislumbra tan pesadamente.
Pero en gran parte del centro y del noroeste, incluyendo a dos de las tres ciudades más grandes del país, Bagdad y Mosul, los candidatos revelan sus nombres corriendo grandes peligros personales.
De los 7.471 hombres y mujeres que se han inscrito como candidatos, sólo un puñado fuera de las áreas kurdas relativamente tranquilas se han identificado públicamente. La ubicación de los 5.776 colegios electorales todavía no se da a conocer, por temor a que sean blanco de ataques.
Las dificultades de los candidatos se mencionaron en una octavilla distribuida en la ciudad por la Alianza Unida Iraquí. El volante entregaba la lista de 37 candidatos a la asamblea nacional. Los otros 188, se leía en el volante, no podían ser publicados.
"Nuestras excusas por no mencionar los nombres de todos los candidatos", decía la octavilla. "Pero la situación de seguridad es mala y debemos mantenerlos vivos".
Algunos líderes políticos aquí dicen que no les preocupa la falta de visibilidad de los candidatos; señalan que los iraquíes votarán a los partidos políticos, no a candidatos individuales.
Cada partido tiene una lista de candidatos, que obtendrán escaños proporcionalmente a la cantidad de votos que reciba cada partido. En esta rudimentaria fase de la democracia, dicen algunos, lo extraordinario es que los iraquíes voten.
"Estas serán elecciones de electorados, no de programas como ocurre en Estados Unidos", dice Adil Abdul Mahdi, ministro de Finanzas y candidato de la Alianza Unida Iraquí. "Los iraquíes conocen a su gente. Saben a quién están votando".
Pero el problema mayor, para muchos líderes políticos, es que los ataques de la guerrilla para estropear las elecciones ha truncado el discurso político y, como resultado, el corazón de las elecciones mismas. Si los candidatos no pueden hacer campaña, no pueden debatir, y si no pueden debatir, los votantes estarán difícilmente en condiciones de diseñar el destino de su país.
"Una elección no es solamente echar un pedazo de papel en una caja; es todo un proceso", dice Nasir Chaderij, presidente del Partido Democrático Nacional, que presenta 48 candidatos. "Pero eso no pasa aquí. Los candidatos no pueden hacer campaña debido a la situación de inseguridad".
"Yo las llamo las elecciones secretas".
Raja al-Khuzai, candidata a la asamblea que se ha unido a la lista de candidatos encabezada por el primer ministro Ayad Allawi, pasa casi todo el tiempo dentro del recinto fortificado de Allawi, rodeado de guardias armados. En lugar de hacer campaña, envía voluntarios a las calles a hablar en su nombre con los votantes.
"Vuelven y me cuentan las opiniones de la gente", dijo la doctora Khuzai.
Khuzai conoce bien los peligros que acechan a los iraquíes que están tratando de construir un nuevo orden democrático; dos de sus colegas del ahora disuelto Consejo de Gobierno Iraquí fueron asesinados. El 24 de diciembre, soldados norteamericanos encontraron el cuerpo quebrado y agujereado de balas de un familiar, Wijdan al-Khuzai, también candidato.
Rawaf Abdul Razak, candidato del Partido Democrático Nacional, despertó una mañana y encontró un pedazo de papel metido en la puerta principal de su casa en Bagdad.
"Se acabó el juego", decía la nota manuscrita. "Si no vuelves honestamente a la senda de Dios y dejas de traicionar a tu país, te enviaremos al infierno".
Razak todavía es candidato, pero ya no hace campaña en público.
La violencia hace que la campaña electoral parezca curiosamente que ha sido retirada del país donde tiene lugar -y a veces literalmente retirada. Los candidatos más ricos, como Allawi, emiten reclames por televisión proclamando sus candidaturas. Otros dan ruedas de prensa dentro de recintos fortificados con sacos e arena y macizas murallas.
Khuzai hizo campaña recientemente de puerta en puerta reclutando seguidores en un barrio iraquí en Amman, Jordania. "No puedo hacer eso en Iraq", dijo.
Como resultado, la forma más ubicua de comunicación política es el cartel electoral; hay miles. En la capital, compiten por el espacio en casi todas las paredes.
"La Opción Correcta para un Futuro Brillante", dice un cartel de la Alianza Unida Iraquí.
"El Islam Es Nuestra Cultura, la Modernidad Nuestro Camino, la Renovación Nuestra Meta", dice otro del Partido Islámico Democrático.
Actos que son normales en las campañas son tan raros que a menudo los iraquíes no saben cómo reaccionar cuando se encuentran en una. Cuando los voluntarios del Partido Comunista Iraquí entraron en caravana con altavoces en Shoula, un barrio al norte de Bagdad el viernes, muchos de los vecinos que quedaron turulatos y boquiabiertos.
"¡Lucharemos por los pobres!", gritaba un joven comunista con un megáfono.
Sin embargo, cuando la caravana se detuvo y los voluntarios empezaron a distribuir panfletos, una muchedumbre de iraquíes se congregaron a su alrededor. No sabían mucho de los candidatos individuales o de los programas de los partidos, pero entendían que las elecciones estaban a apenas dos semanas.
"Por supuesto sabemos qué es la democracia", dijo Nadi Karim, 60, tendero, que había cogido un folleto de los comunistas. "Hace 35 años que la estamos esperando".
Los candidatos mismos, incluso los que tienen demasiado miedo como para salir a la calle, saben lo que está en juego. Los comunistas, por ejemplo, que ahora apoyan las elecciones libres y la tolerancia religiosa, son uno de los escasos partidos iraquíes que envían a sus candidatos a la calle. Dos de sus miembros fueron matados a balazos el mes pasado.
"Nadie te va a dar la democracia en una bandeja de plata; tienes que pelear por ella", dijo Jasim al-Helfi, candidato comunista a la asamblea. "En una democracia, los candidatos deben salir a la calle y encontrarse con el pueblo".
La resistencia no ha paralizado las campañas en todas partes. En gran parte del sur de Iraq, donde dominan los chiíes y la insurgencia ha disminuido, los candidatos iraquíes se reúnen con sus votantes cara a cara, aunque la mayoría de ellos lo hace sólo con guardias armados a su lado.
Antes esta semana, un grupo de cinco candidatos a la asamblea encabezados por Ahmad Chalabi se dirigieron de Bagdad a Mushkhab, a unos 160 kilómetros al sur, para reunirse con los líderes de una tribu local. Para llegar allá, Chalabi y su séquito viajaron con 50 guardias armados que pararon el tráfico en las carreteras cuando se transformó en un obstáculo e incluso ocuparon una gasolinera a punta de pistola cuando sus vehículos se quedaban sin gasolina.
Chalabi, que es candidato de la Alianza Unida Iraquí, fue acogido calurosamente. Se reunió con los líderes tribales en un mudhif', un salón de reunión tradicional hecho de cañas secas sacadas del Río Eúfrates. Se sentó con las piernas cruzadas con los jefes tribales, almorzó cordero y arroz, y luego dio un discurso.
"Llegaron los norteamericanos y derrocaron a Saddam, pero no liberaron el país", dijo Chalabi. "El pueblo iraquí liberará al país; los iraquíes lo construirán".
A su vez, los líderes tribales prometieron su apoyo, así como el de todos los de la tribu fatla. "Nuestra gente votará como les digamos", dijo Imad Farun, un líder tribal fatla.
Muchos iraquíes chiíes dicen que han decidido votar a la Alianza Unida Iraquí, la coalición de partidos chiíes que reunió el jefe religioso el gran ayatollah Ali al-Sistani. Con el respaldo tácito del ayatollah Sistani -su cara macilenta y severa adorna las pancartas de la alianza- muchos chiíes dicen que sienten la obligación religiosa de votar a la alianza chií.
"Si este partido ha sido aprobado por Sistani, lo apoyaré", dijo Adnam Khazel, un obrero de 23 años de la fábrica de aceite vegetal.
Otra emoción que acompaña a muchos actos de campaña aquí, junto al miedo a la violencia, es el recuerdo de tiempos duros, no solamente de Hussein, sino también de incertidumbre desde la invasión norteamericana y la guerra de guerrillas cada vez más intensa.
Los mítines en Mushkhab y en la fábrica de Bagdad fueron los dos acompañados de lecturas de poesía, tristes versos sobre las penurias del pasado.
"Iraq, mi alma, mis heridas aún no están curadas", dijo un orador a sus compatriotas en la vieja fábrica. "Qué pena que en esta tierra donde éramos los amos, seamos ahora los esclavos".
15 de enero de 2005
18 de enero de 2005
©new york times
©traducción mQh
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