egipto busca reformas
Un editorial del Washington Post llama al presidente Bush a oponerse a los intentos del dictador de Egipto a ratificar por sexta vez su mandato mediante un referéndum.
Apenas dos días después de las elecciones presidenciales en Palestina, en la que varios candidatos compitieron libremente por los votos, un funcionario egipcio entregó una contrastante noticia. El partido dominante, dijo, tenía el propósito de nominar al presidente Hosni Mubarak para presentarse de candidato único para su sexto mandato consecutivo. Si se confirma, significará la perpetuación de la dictadura que ha gobernado a Egipto durante más de 50 años, casi la mitad de ellos bajo Mubarak, que ahora tiene 76 años. Aunque sorprenderá difícilmente, los egipcios no pueden sentirse más que frustrados del rechazo de Mubarak a liberalizar el sistema político que les ha llevado décadas de estancamiento económico y una desenfrenada corrupción, al mismo tiempo que nutre a los extremistas islámicos, incluyendo a muchos de los líderes de Al Qaeda.
La nominación de Mubarak es un serio golpe al proyecto del gobierno de Bush de fomentar cambios democráticos en Oriente Medio -y volverá a plantear la pregunta de si el presidente Bush tiene verdaderamente la intención de relacionar la política exterior de Estados Unidos con su retórica. Ha pasado más de un año desde que Bush, en su discurso a la National Endowment for Democracy, reconoció que Estados Unidos se había equivocado al "excusar y complacer" a los dictadores árabes a cambio de su colaboración con la política exterior estadounidense. Mubarak ha sido uno de esos gobernantes, y ha recibido más de 50 billones de dólares en ayuda norteamericana en los últimos años cuando reprimió implacablemente a la sociedad civil y los movimientos democráticos egipcios y alentó sentimientos anti-israelíes y anti-norteamericanos en los medios de prensa controlados por el estado. "Egipto", dijo Bush en ese discurso, "debería ahora mostrar el camino hacia la democracia en Oriente Medio".
Mubarak ha hecho todo lo contrario. Ha emergido como el más declarado y recalcitrante opositor al llamado de Bush para reformar el mundo árabe. Pero también ha ofrecido astutamente a Bush continuar con el viejo trato. En las últimas semanas, Mubarak ha mejorado sus relaciones con el Israel de Ariel Sharon, pedido a los militantes palestinos que declaren una tregua y apoyado la participación sunní en las elecciones próximas en Iraq. Aparentemente, Egipto también continúa su colaboración secreta en la lucha contra el terrorismo con la Central de Inteligencia Americana -una cooperación que supuestamente implica la "entrega" a la CIA de detenidos de la CIA a Egipto para de ese modo eludir las leyes contra la tortura en Estados Unidos.
La estratagema del dictador parece dar resultados. A pesar de su retórica, Bush no muestra ningún signo de querer poner fin a las excusas y complacencias con Egipto. Mientras insiste en que los palestinos deben establecer una democracia antes de que sea posible cualquier acuerdo de paz con Israel -una postura que respalda el objetivo de Sharon de posponer indefinidamente la fundación del estado palestino-, Bush no ha dado ninguna señal de que se oponga a otro de los referéndums fraudulentos con los que Mubarak ha venido ratificando su gobierno. Confiando en la seriedad de Bush, los movimientos de oposición egipcios han formado una coalición que pide reformas fundamentales: la revocación de las leyes de emergencia que limitan las actividades políticas, elecciones con varios candidatos a la presidencia y reformas constitucionales que limiten las atribuciones del próximo presidente. Tres aguerridos disidentes han anunciado sus propias candidaturas a la presidencia. El mes pasado se realizó una manifestación sin precedentes contra Mubarak en el Cairo. Los manifestantes llevaban en silencio pancartas que decían: "Basta". ¿No está Bush de acuerdo?
19 de enero de 2005
©washington post
©traducción mQh
La nominación de Mubarak es un serio golpe al proyecto del gobierno de Bush de fomentar cambios democráticos en Oriente Medio -y volverá a plantear la pregunta de si el presidente Bush tiene verdaderamente la intención de relacionar la política exterior de Estados Unidos con su retórica. Ha pasado más de un año desde que Bush, en su discurso a la National Endowment for Democracy, reconoció que Estados Unidos se había equivocado al "excusar y complacer" a los dictadores árabes a cambio de su colaboración con la política exterior estadounidense. Mubarak ha sido uno de esos gobernantes, y ha recibido más de 50 billones de dólares en ayuda norteamericana en los últimos años cuando reprimió implacablemente a la sociedad civil y los movimientos democráticos egipcios y alentó sentimientos anti-israelíes y anti-norteamericanos en los medios de prensa controlados por el estado. "Egipto", dijo Bush en ese discurso, "debería ahora mostrar el camino hacia la democracia en Oriente Medio".
Mubarak ha hecho todo lo contrario. Ha emergido como el más declarado y recalcitrante opositor al llamado de Bush para reformar el mundo árabe. Pero también ha ofrecido astutamente a Bush continuar con el viejo trato. En las últimas semanas, Mubarak ha mejorado sus relaciones con el Israel de Ariel Sharon, pedido a los militantes palestinos que declaren una tregua y apoyado la participación sunní en las elecciones próximas en Iraq. Aparentemente, Egipto también continúa su colaboración secreta en la lucha contra el terrorismo con la Central de Inteligencia Americana -una cooperación que supuestamente implica la "entrega" a la CIA de detenidos de la CIA a Egipto para de ese modo eludir las leyes contra la tortura en Estados Unidos.
La estratagema del dictador parece dar resultados. A pesar de su retórica, Bush no muestra ningún signo de querer poner fin a las excusas y complacencias con Egipto. Mientras insiste en que los palestinos deben establecer una democracia antes de que sea posible cualquier acuerdo de paz con Israel -una postura que respalda el objetivo de Sharon de posponer indefinidamente la fundación del estado palestino-, Bush no ha dado ninguna señal de que se oponga a otro de los referéndums fraudulentos con los que Mubarak ha venido ratificando su gobierno. Confiando en la seriedad de Bush, los movimientos de oposición egipcios han formado una coalición que pide reformas fundamentales: la revocación de las leyes de emergencia que limitan las actividades políticas, elecciones con varios candidatos a la presidencia y reformas constitucionales que limiten las atribuciones del próximo presidente. Tres aguerridos disidentes han anunciado sus propias candidaturas a la presidencia. El mes pasado se realizó una manifestación sin precedentes contra Mubarak en el Cairo. Los manifestantes llevaban en silencio pancartas que decían: "Basta". ¿No está Bush de acuerdo?
19 de enero de 2005
©washington post
©traducción mQh
0 comentarios