¿será chalabi primer ministro?
[Dexter Filkins] El ex exiliado ve revivir sus esperanzas políticas en Iraq.
Bagdad, Iraq. Hace nueve meses, soldados estadounidense se concentraron en la sede de Ahmad Chalabi aquí para ayudar a allanar y saquear el lugar, marcando un dramático rompimiento entre el gobierno de Bush y el exiliado iraquí que, más que nadie fuera del gobierno norteamericano, ayudó a montar la invasión de Iraq.
Antes esta semana, cuando el crepúsculo se ponía en la capital, una caravana de todoterrenos y camiones norteamericanos volvieron al lugar, esta vez transportando al más importante diplomático de la embajada estadounidense, Robert Ford. El propósito de la visita de Ford era indagar qué hará el próximo gobierno iraquí, quizás con Chalabi en una función importante.
Tras dos horas de discusión, Ford y su séquito de guardias armados y coches blindados volvieron a partir. Chalabi apenas podía contener su alegría.
"Al menos hay diálogo", dijo, con una pequeña sonrisa.
Un funcionario estadounidense aquí describió la reunión con Chalabi como "rutina", el último de varios y similar a las muchas que están realizando los norteamericanos con influyentes líderes iraquíes a medida que se dan a conocer los resultados de las elecciones del 30 de enero.
Sin embargo, la conversación destacó un cambio substancial en la relación entre Chalabi y el gobierno estadounidense, que allanó su sede en mayo pasado por sospechas de que había entregado información secreta al gobierno iraní. Chalabi negó los cargos.
Pero más que nada, la visita del diplomático norteamericano demostró el cambio de la fortuna política de Chalabi en su país natal. Vilipendiado en Estados Unidos como el personaje que entregó informes exagerados sobre los arsenales de Saddam a los servicios de inteligencia y a menudo considerado como una de las personas menos populares de Iraq, Chalabi se siente ahora seguro de un escaño en la Asamblea Nacional. En los últimos días ha comenzado a hacer maniobras para transformarse en el primer ministro del país.
Aunque según la mayoría de los informes está muy lejos de ese importante cargo, Chalabi, reuniendo discretamente una improbable coalición de líderes chiíes y otros islamitas, está convencido de que tendrá una posición importante en el nuevo gobierno. Ahora que el conteo de los votos se acerca a su fin, Chalabi dirige uno de los bloques más grandes de la alianza chií, que es seguro que formará el nuevo gobierno.
Las posibilidades de Chalabi se llegar a ser primer ministro dependen de la naturaleza fragmentada de la alianza chií que es probable que forme el gobierno. El grupo, llamado Alianza Unida Chií, obtendrá probablemente 150 de los 275 escaños de la asamblea. Pero la alianza debe todavía ponerse de acuerdo sobre el primer ministro. Aunque Chalabi está lejos de contar con aliados suficientes para asegurarse de la nominación, sus principales rivales Ibrahim Al-Jafaari, del partido Dawa, y Adel Abdul Mahdi, del Consejo Supremo de la Revolución Islámica, tampoco cuentan con ellos.
Como ninguno cuenta con votos suficientes están buscando partidarios dentro de la alianza. Mientras Mahdi y Jafaari -ambos de los más importantes partidos chiíes- son considerados los favoritos, los dos parecen estancados en la lucha por dirigir el gobierno. Eso le ha procurado una apertura a Chalabi, y la está explotando. De acuerdo a una gruesa estimación de los probables resultados electorales, la coalición de Chalabi, llamada el Consejo Chií, terminará con 13 escaños -mientras que Jafaari y Mahdi obtendrán 15 y 18 escaños respectivamente.
Para llegar a ser el candidato al cargo de primer ministro de la alianza chií, uno de los candidatos debe asegurarse una mayoría dentro de la alianza, o con 75 escaños. Tanto los líderes de Dawa como del Consejo Supremo han estado negociando con aliados potenciales.
El empate ha dado a Chalabi un brillo de confianza.
"Ahora somos tres: Jafaari, Adel y yo", dijo Chalabi.
Que Chalabi esté incluso en una posición para maniobrar por el poder señala sin embargo otro de los altibajos de su trayectoria política. Aunque fue el principal aliado iraquí del Pentágono, la posición de Chalabi se ha deterioró firmemente en el gobierno de Bush cuando se hizo claro que gran parte de la inteligencia que proporcionó al gobierno norteamericano, y que fue usada para justificar la invasión, era falsa o exagerada.
Aquí en Iraq también aumentaron sus problemas. La condena de Chalabi en Jordania por acusaciones de desfalco de 30 millones de dólares de un banco jordano es bien conocida. El año pasado, cuando se peleó con el gobierno de Bush, un tribunal iraquí lo acusó de poseer dinero falsificado. Esas acusaciones fueron más tarde dejadas de lado.
Luego surgieron las acusaciones de que Chalabi había informado al gobierno iraní de que espías norteamericanos de la Agencia de Seguridad Nacional habían descifrado los códigos iraníes y estaban leyendo las comunicaciones secretas de Irán.
El FBI inició una investigación para determinar qué norteamericano puede haber revelado los códigos secretos iraníes a Chalabi. Los detectives han entrevistado a algunos funcionarios que tienen acceso a esos códigos secretos y sometieron a algunos a un análisis poligráfico. Pero los detectives han tenido dificultades en determinar quién filtró la información, y se muestran pesimistas sobre la posibilidad de formular cargos criminales, dijeron funcionarios a condición de conservar el anonimato.
Muchos líderes políticos iraquíes, incluso algunos que tienen relaciones amistosas con Chalabi, dicen que su intento de ocupar una función importante serán inútiles; creen poco posible que los líderes chiíes elijan como primer ministro a un hombre tan impopular en Iraq y que ha tenido un efecto tan polarizador en Estados Unidos, el principal aliado del gobierno iraquí.
"No puedo imaginar que nombren a Chalabi como primer ministro", dijo Adnan Pachachi, un líder sunní laico. "Es demasiado impopular".
La resurrección política de Chalabi fue posible tanto por el destino como por su propia determinación. En Washington ya no están sus rivales más encarnizados, el ex director de la CIA, George Tenet, y el ex ministro de Asuntos Exterioires, Colin L. Powell. A medida que políticos islámicos en Iraq se acercan al poder, Chalabi, que se educó en Occidentales, es laico y habla fluidamente el inglés, ha visto ascender nuevamente su utilidad para Washington.
En Iraq, Chalabi reunió una improbable coalición de chiíes descontentos, algunos de los que, a primera vista, parecen tener muy poco en común con el hombre mismo. La fortuna de Chalabi aumentará o descenderá probablemente dependiendo de la fiabilidad de sus nuevos aliados.
Un iraquí que puede tener la clave del futuro de Chalabi es Moqtada al-Sáder, el joven clérigo que encabezó una serie de revueltas armadas contra los militares norteamericanos el año pasado. De acuerdo a ayudantes de ambos, Sáder prometió apoyar a Chalabi en su intento de ser primer ministro. A pesar de su condición de paria -está acusado de asesinato y vive en la clandestinidad desde hace meses-, Sáder presentó varios candidatos en las elecciones. Juntos, sus aliados emergerán probablemente como el bloque más grande de la alianza chií, con 21 escaños.
El respaldo de Sáder daría un substancial empujón a Chalabi hacia su meta. Sin ese apoyo, las posibilidades de Chalabi son escasas.
Sáder, conocido por sus virulentas opiniones anti-norteamericanas e inclinaciones islámicas, parece un aliado poco probable de Chalabi, un moderado pro-occidental que apoya la presencia continuada de las fuerzas norteamericanas en Iraq. Pero en una entrevista la semana pasada en Nayaf, el principal asesor de Sáder dijo que Sáder había decidido apoyar a Chalabi. El asesor, Ali Smesim, dijo que los otros candidatos tenían programas muy limitados.
"Los otros están horneando pan para sí mismos", dijo Smesim sobre los rivales de Chalabi, empleando un proverbio árabe.
Pero los asesores de los principales rivales de Chalabi, Mahdi y Jafaari, dicen que el apoyo de Sáder a Chalabi no es seguro. En realidad, dicen, Sáder ha prometido apoyar a cualquier que emerja como el principal candidato.
"Moqtada nos envió un mensaje ayer", dijo Humam Hamoudi, líder del Consejo Supremo, que apoya a Mahdi.
La opinión dominante entre los rivales de Chalabi es que mientras sabe que tiene pocas posibilidades de ser primer ministro, postularse para el cargo aumenta sus expectativas en el nuevo gobierno. Adnan Ali, un asesor de Jafaari, dijo que habló recientemente con Chalabi.
"Le dije: ¿Realmente piensas que vas a ser primer ministro?'", dijo Ali. "Está solamente tratando de aumentar su poder".
Por su parte, Chalabi no quiere causar la impresión de que está haciendo concesiones. En su casa antes esta semana hablaba con un grupo de políticos iraquíes, que bebían diminutos vasos de té. Algunos de ellos eran candidatos independientes, que no se han identificado con ningún partido, y cuyos votos están disponibles.
"Los independientes están gravitando hacia mí", dijo.
Edward Wong contribuyó a este reportaje desde Nayaf, y Scott Shane y David Johnston desde Washington.
13 de febrero de 2005
©new york times
©traducción mQh
Antes esta semana, cuando el crepúsculo se ponía en la capital, una caravana de todoterrenos y camiones norteamericanos volvieron al lugar, esta vez transportando al más importante diplomático de la embajada estadounidense, Robert Ford. El propósito de la visita de Ford era indagar qué hará el próximo gobierno iraquí, quizás con Chalabi en una función importante.
Tras dos horas de discusión, Ford y su séquito de guardias armados y coches blindados volvieron a partir. Chalabi apenas podía contener su alegría.
"Al menos hay diálogo", dijo, con una pequeña sonrisa.
Un funcionario estadounidense aquí describió la reunión con Chalabi como "rutina", el último de varios y similar a las muchas que están realizando los norteamericanos con influyentes líderes iraquíes a medida que se dan a conocer los resultados de las elecciones del 30 de enero.
Sin embargo, la conversación destacó un cambio substancial en la relación entre Chalabi y el gobierno estadounidense, que allanó su sede en mayo pasado por sospechas de que había entregado información secreta al gobierno iraní. Chalabi negó los cargos.
Pero más que nada, la visita del diplomático norteamericano demostró el cambio de la fortuna política de Chalabi en su país natal. Vilipendiado en Estados Unidos como el personaje que entregó informes exagerados sobre los arsenales de Saddam a los servicios de inteligencia y a menudo considerado como una de las personas menos populares de Iraq, Chalabi se siente ahora seguro de un escaño en la Asamblea Nacional. En los últimos días ha comenzado a hacer maniobras para transformarse en el primer ministro del país.
Aunque según la mayoría de los informes está muy lejos de ese importante cargo, Chalabi, reuniendo discretamente una improbable coalición de líderes chiíes y otros islamitas, está convencido de que tendrá una posición importante en el nuevo gobierno. Ahora que el conteo de los votos se acerca a su fin, Chalabi dirige uno de los bloques más grandes de la alianza chií, que es seguro que formará el nuevo gobierno.
Las posibilidades de Chalabi se llegar a ser primer ministro dependen de la naturaleza fragmentada de la alianza chií que es probable que forme el gobierno. El grupo, llamado Alianza Unida Chií, obtendrá probablemente 150 de los 275 escaños de la asamblea. Pero la alianza debe todavía ponerse de acuerdo sobre el primer ministro. Aunque Chalabi está lejos de contar con aliados suficientes para asegurarse de la nominación, sus principales rivales Ibrahim Al-Jafaari, del partido Dawa, y Adel Abdul Mahdi, del Consejo Supremo de la Revolución Islámica, tampoco cuentan con ellos.
Como ninguno cuenta con votos suficientes están buscando partidarios dentro de la alianza. Mientras Mahdi y Jafaari -ambos de los más importantes partidos chiíes- son considerados los favoritos, los dos parecen estancados en la lucha por dirigir el gobierno. Eso le ha procurado una apertura a Chalabi, y la está explotando. De acuerdo a una gruesa estimación de los probables resultados electorales, la coalición de Chalabi, llamada el Consejo Chií, terminará con 13 escaños -mientras que Jafaari y Mahdi obtendrán 15 y 18 escaños respectivamente.
Para llegar a ser el candidato al cargo de primer ministro de la alianza chií, uno de los candidatos debe asegurarse una mayoría dentro de la alianza, o con 75 escaños. Tanto los líderes de Dawa como del Consejo Supremo han estado negociando con aliados potenciales.
El empate ha dado a Chalabi un brillo de confianza.
"Ahora somos tres: Jafaari, Adel y yo", dijo Chalabi.
Que Chalabi esté incluso en una posición para maniobrar por el poder señala sin embargo otro de los altibajos de su trayectoria política. Aunque fue el principal aliado iraquí del Pentágono, la posición de Chalabi se ha deterioró firmemente en el gobierno de Bush cuando se hizo claro que gran parte de la inteligencia que proporcionó al gobierno norteamericano, y que fue usada para justificar la invasión, era falsa o exagerada.
Aquí en Iraq también aumentaron sus problemas. La condena de Chalabi en Jordania por acusaciones de desfalco de 30 millones de dólares de un banco jordano es bien conocida. El año pasado, cuando se peleó con el gobierno de Bush, un tribunal iraquí lo acusó de poseer dinero falsificado. Esas acusaciones fueron más tarde dejadas de lado.
Luego surgieron las acusaciones de que Chalabi había informado al gobierno iraní de que espías norteamericanos de la Agencia de Seguridad Nacional habían descifrado los códigos iraníes y estaban leyendo las comunicaciones secretas de Irán.
El FBI inició una investigación para determinar qué norteamericano puede haber revelado los códigos secretos iraníes a Chalabi. Los detectives han entrevistado a algunos funcionarios que tienen acceso a esos códigos secretos y sometieron a algunos a un análisis poligráfico. Pero los detectives han tenido dificultades en determinar quién filtró la información, y se muestran pesimistas sobre la posibilidad de formular cargos criminales, dijeron funcionarios a condición de conservar el anonimato.
Muchos líderes políticos iraquíes, incluso algunos que tienen relaciones amistosas con Chalabi, dicen que su intento de ocupar una función importante serán inútiles; creen poco posible que los líderes chiíes elijan como primer ministro a un hombre tan impopular en Iraq y que ha tenido un efecto tan polarizador en Estados Unidos, el principal aliado del gobierno iraquí.
"No puedo imaginar que nombren a Chalabi como primer ministro", dijo Adnan Pachachi, un líder sunní laico. "Es demasiado impopular".
La resurrección política de Chalabi fue posible tanto por el destino como por su propia determinación. En Washington ya no están sus rivales más encarnizados, el ex director de la CIA, George Tenet, y el ex ministro de Asuntos Exterioires, Colin L. Powell. A medida que políticos islámicos en Iraq se acercan al poder, Chalabi, que se educó en Occidentales, es laico y habla fluidamente el inglés, ha visto ascender nuevamente su utilidad para Washington.
En Iraq, Chalabi reunió una improbable coalición de chiíes descontentos, algunos de los que, a primera vista, parecen tener muy poco en común con el hombre mismo. La fortuna de Chalabi aumentará o descenderá probablemente dependiendo de la fiabilidad de sus nuevos aliados.
Un iraquí que puede tener la clave del futuro de Chalabi es Moqtada al-Sáder, el joven clérigo que encabezó una serie de revueltas armadas contra los militares norteamericanos el año pasado. De acuerdo a ayudantes de ambos, Sáder prometió apoyar a Chalabi en su intento de ser primer ministro. A pesar de su condición de paria -está acusado de asesinato y vive en la clandestinidad desde hace meses-, Sáder presentó varios candidatos en las elecciones. Juntos, sus aliados emergerán probablemente como el bloque más grande de la alianza chií, con 21 escaños.
El respaldo de Sáder daría un substancial empujón a Chalabi hacia su meta. Sin ese apoyo, las posibilidades de Chalabi son escasas.
Sáder, conocido por sus virulentas opiniones anti-norteamericanas e inclinaciones islámicas, parece un aliado poco probable de Chalabi, un moderado pro-occidental que apoya la presencia continuada de las fuerzas norteamericanas en Iraq. Pero en una entrevista la semana pasada en Nayaf, el principal asesor de Sáder dijo que Sáder había decidido apoyar a Chalabi. El asesor, Ali Smesim, dijo que los otros candidatos tenían programas muy limitados.
"Los otros están horneando pan para sí mismos", dijo Smesim sobre los rivales de Chalabi, empleando un proverbio árabe.
Pero los asesores de los principales rivales de Chalabi, Mahdi y Jafaari, dicen que el apoyo de Sáder a Chalabi no es seguro. En realidad, dicen, Sáder ha prometido apoyar a cualquier que emerja como el principal candidato.
"Moqtada nos envió un mensaje ayer", dijo Humam Hamoudi, líder del Consejo Supremo, que apoya a Mahdi.
La opinión dominante entre los rivales de Chalabi es que mientras sabe que tiene pocas posibilidades de ser primer ministro, postularse para el cargo aumenta sus expectativas en el nuevo gobierno. Adnan Ali, un asesor de Jafaari, dijo que habló recientemente con Chalabi.
"Le dije: ¿Realmente piensas que vas a ser primer ministro?'", dijo Ali. "Está solamente tratando de aumentar su poder".
Por su parte, Chalabi no quiere causar la impresión de que está haciendo concesiones. En su casa antes esta semana hablaba con un grupo de políticos iraquíes, que bebían diminutos vasos de té. Algunos de ellos eran candidatos independientes, que no se han identificado con ningún partido, y cuyos votos están disponibles.
"Los independientes están gravitando hacia mí", dijo.
Edward Wong contribuyó a este reportaje desde Nayaf, y Scott Shane y David Johnston desde Washington.
13 de febrero de 2005
©new york times
©traducción mQh
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