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últimos días de hitler


Demencia y raviolis; quizás demasiado condescendiente.
De acuero a ‘Downfall' una de las últimas comidas de Hitler antes de que se suicidara en su búnker de Berlín, fueron raviolis. Y queso, por supuesto, como esta película nos lo recuerda trabajosa, y a veces dolorosamente, el Führer no comía carne. Aparentemente, les gustaban los raviolis, felicitando al cocinero que los hacía y limpiando el plato mientras sus comensales, que incluían a su secretaria Traudl Junge, y su amante, Eva Braun, estaban demasiado preocupadas para hacer algo más que picotear el plato y fumar.
Su distracción es comprensible. El Ejército Soviético estaba a unas pocas manzanas de distancia, y la máquina militar nazi, otrora temida, estaba derrumbándose. La calma de Hitler puede haber sido un signo de su estado mental cada vez más de atar ya que, al menos en la descripción de la película de sus últimos días, se produjo entre ataques de delirante paranoia y conspiraciones locas para revivir sus aplastados ejércitos y parar el avance de las tropas aliadas.
Dirigida por Oliver Hirschbiegel, ‘Downfall' pasea su mirada entre la desastrosa situación militar en el terreno en Berlín y la bizarra situación doméstica en el búnker debajo de la ciudad, combinando el dramatismo de los tiempos de guerra con un gusto por los detalles mundanos que está cerca de lo surrealista. Sin ser especialmente ilustradora, fascina, y mantiene la atención durante toda la larga película, sin ofrecer demasiada satisfacción dramática o emocional al final.
En la película alemana, que es una de las finalistas para la Academy Award para la mejor película extranjera, tiene la intimidad cohibida del retrato de una celebridad tras los bastidores. Más a menudo, tiene el almidonado amaneramiento de uno de esos dramas históricos de televisión por cable que proporciona a los actores de prestigio (habitualmente británicos) la oportunidad de ponerse uniformes clásicos y representar a personajes de importancia histórica mundial, sea monstruosos o heroicos.
Bruno Ganz, el excelente actor nacido en Suiza, que en el curso de una larga carrera se ha inclinado más hacia el tedio existencial que hacia lo monstruoso, representa al más espantoso de todos ellos y aunque se ve, a sus 64, más viejo que Hitler a los 56 (y también más afable), ha claramente estudiado detenidamente los manierismos físicos y oratorios de Hitler.
El reto que enfrenta Ganz, el que Hirschbiegel, trabajando con un guión de Bernd Eichinger, no lo deja realizar, es hacer de Hitler un personaje plausible sin por eso humanizarlo. Representar a Hitler es entrar en una paradoja. Sesenta años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, sigue ejerciendo una poderosa fascinación: todavía queremos entender no sólo el contexto histórico del nacional socialismo alemán, sino también las fuerzas psicológicas y temperamentales que forjaron su líder. Al mismo tiempo, sin embargo, existe todavía un poderoso tabú contra presentarlo como uno de nosotros. Queremos acercarnos, pero no demasiado.
Hace algunos años, ‘Max', de Menno Meyjes, un intento fallido pero no deshonroso de explorar en el Hitler más joven en sus años de artista fracasado en Viena, fue ampliamente criticado (a menudo por gente que no había visto la película) por darle demasiada humanidad. La curiosidad conlleva un riesgo moral, como si entender a Hitler pudiera ser el primer fatídico paso hacia apreciarlo.
Pero, por supuesto, millones de alemanes -la mayoría de ellos corrientes y, para sí mismos, personas decentes- amaban a Hitler, y es ese hecho lo que necesita ser comprendido urgentemente, y eso pone en juego nuestra complacencia. Por lo tanto, el tema real de ‘Downfall', a pesar sin embargo de la horripilantemente carismática e intrigante actuación de Ganz, no es en absoluto Hitler, sino más bien sus seguidores: los agentes, burócratas y fieles civiles que estuvieron con él hasta el final.
Algunos de estos son bien conocidos, como Eva Brawn (Juliane Köhler), el arquitecto Albert Speer (Heino Ferch) y Joseph Goebbels (Ulrich Matthes), que murieron, junto con su esposa Magda (Corinna Harfouch) y sus seis hijos, en el búnker, con su jefe. Otra gente que figura en esta historia -que se las ingenia para ser a la vez descontrolada y claustrofóbica- son oficiales de bajo rango de las SS, y miembros del equipo de guardaespaldas de Hitler y personal de servicio, incluyendo a Traudl Junge (Alexandra Maria Lara).
Juntos, estos personajes forman un cambiante retrato de grupo, y mientras el Hitler de Ganz es obviamente la figura central, está frecuentemente fuera de escena. Incluso Eva Braun, que conocía mejor a Hitler, confiesa que es imposible conocerlo, y los cineastas están menos interesados en explorar el mal absoluto que representa que en explorar la conducta de sus seguidores -cobardes, confusos, crueles y ocasionalmente, valientes- mientras se derrumbaba su mundo.
Excepto un breve preludio escenificado en 1942, ‘Downfall' transcurre en el momento en que el proyecto nazi pasa del asesinato al suicidio. En las calles de Berlín, bombardeada por la artillería rusa, niños pequeños acarreaban cañones antitanques, mientras escuadrones de la muerte ejecutaban a civiles por colaborar supuestamente con el Ejército Rojo. Entretanto, Hitler alterna entre tramar fríamente su propio fin y acusar de traición a sus más leales lugartenientes. Los que estaban a su lado deben escoger entre las opciones disponibles: huir, rendirse o morir y sorprenderse de los límites de su propia lealtad. La más pura -vale decir, la más patológica- expresión de fidelidad, es de Magda Goebbels, que mete cápsulas de cianuro en las bocas de sus hijos durmiendo, antes que someterlos a la sombría perspectiva de "un mundo sin nacional socialismo".
El aspecto más inquietante de ‘Downfall' -y la razón por la que ha sido atacada en Alemania- es que permite que la simpatía de la audiencia gravite hacia algunos de estos personajes. Al lado de los Goebbels, y de Hitler, muchos de los otros no se ven tan malos. En parte, es el resultado de las convenciones de la narrativa fílmica, que, más a menudo que no, nos invitan a identificarnos con alguien en la pantalla, incluso si no hay nadie especialmente admirable.
Así, el general Monke (André Hennicke) empieza a parecerse a un áspero, franco viejo oficial de una película norteamericana de la Segunda Guerra Mundial, mientras que los rasgos abiertos y serios del profesor Ernst-Günther Schenck (Christian Berkel) delatan una conciencia intranquila y un buen corazón, a pesar de los rayos de las SS en su cuello. Y Traudl Junge, que Lara representa con un convincente combinación de arrojo y vulnerabilidad, llega a parecerse a un chica profesional de Hollywood en un melodrama de los años cuarenta.

‘Downfall', que se basa parcialmente en una memoria que Junge escribió con Melissa Müller (y también en el trabajo del historiador alemán Joachim Fest), parece aceptar la imagen de sí misma como una joven ingenua atraída a trabajar para Hitler más por "curiosidad" que por celo ideológico. Como ‘Blind Spot', un enervante documental sobre Junge (que vivió hasta 2002) deja claro que esta curiosidad no se extendía hacia lo que estaba haciendo su patrón. Pero mientras ‘Blind Spot' es fiel a su título, nos permite intuir las capas de negación y memoria selectiva que permitió a Junge seguir viviendo, ‘Downfall' afirma implícitamente su inocencia, y la extiende al pueblo alemán en general. Cuando Goebbels y Hitler se niegan a expresar compasión hacia sus propios civiles y declaran que los alemanes tienen el destino que se merecen, la película está enviando a su audiencia doméstica el reconfortante mensaje de que los alemanes de a pie fueron sobre todo víctimas del nazismo.
Lo que es hasta cierto punto verdad, aunque deben mantenerse algunas distinciones. Una nota al final nos recuerda los 50 millones de muertos en la guerra y los 6 millones de judíos masacrados por los nazis, y luego observa las largas vidas de que gozaron algunos de los personajes de la película, incluyendo a Junge y al profesor Schenck, al que la película trata como héroe por decepcionarse de Hitler poco antes de que se apareciera el Ejército Rojo.

Director Oliver Hirschbiegel Guión Bernd Eichinger, basado en los libros ‘Inside Hitler's Bunker: The Last Days of the Third Reich' de Joachim Fest y ‘Until the Final Hour: Hitler's Last Secretary' de Traudl Junge y Melissa Müller Director de Fotografía Rainer Klausmann Editado por Hans Funck Música de Stephan Zacharias Director de Producción Bernd Lepel Producida por Mr. Eichinger. Reparto Bruno Ganz (Hitler), Alexandra Maria Lara (Traudl Junge), Corinna Harfouch (Magda Goebbels), Ulrich Matthes (Joseph Goebbels), Juliane Köhler (Eva Braun), Heino Ferch (Albert Speer), Christian Berkel (Prof. Ernst-Günther Schenck) and André Hennicke (General Monke).

20 de febrero de 2005
©new york times
©traducción mQh

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