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descontento en calles de rusia


[Steven Lee Myers] Hace un mes una pequeña multitud de ancianos y ancianas bloquearon brevemente la carretera hacia el principal aeropuerto internacional de Moscú para protestar por los cambios de las pensiones. Entonces pareció insignificante, pero en retrospectiva parece haber sido el primer revuelo de algo que se consideraba que había muerto en Rusia, o que estaba durmiente: la protesta pública.
Moscú, Rusia. En Beslán, familiares de las víctimas del sitio de la Escuela Secundaria Nº1 en septiembre pasado bloquearon a fines de enero durante tres días la principal carretera del norte del Cáucaso para protestar por la lentitud de la investigación oficial del gobierno sobre el ataque terrorista. En la isla de Sakhalin en el Lejano Oriente, ecologistas se unieron a los residentes para bloquear los caminos que llevan a nuevas instalaciones de gas y petróleo para protestar por su impacto en el ambiente y en las culturas tribales de la región.
Solamente la semana pasada, gente representando a partidos liberales se reunieron cerca del Kremlin en Moscú para denunciar el fin de las elecciones de gobernador directas y en San Petersburgo para protestar por la exclusión de los opositores políticos del canal de televisión oficial de la ciudad. El jueves, los empleados del transporte se echaron a la calle en esas ciudades, y una docena de otros, para protestar contra el aumento del precio de la gasolina, entre otras cosas.
"Hay calma antes de la tormenta, este es el principio de la tormenta", dijo Anatoly Zykov, 55, chofer de autobús en la región de Moscú que se unió a 200 otros frente al edificio de gobierno conocido como la Casa Blanca. "Que Dios no quiera que haya derramamiento de sangre, pero estamos enfermos y cansados".
Un axioma aquí sostiene que los rusos son políticamente pasivos, pero las protestas que se realizan en ciudades en todas las 11 zonas horarias lo están poniendo en duda, al tiempo que aumentan las dudas sobre el apoyo público al estado del país durante el presidente Vladimir V. Putin.
Las manifestaciones más grandes han incluido a no más de unos miles de asistentes. Pero consideradas juntas, son de lejos las más grandes durante la presidencia de Putin y parecen iniciar un descontento ampliamente extendido, aunque todavía mal definido.
La indignación pública ha abollado el prestigio de Putin, que ha zarandeado a sus ministros de gobierno, que respondió lenta y confusamente a la primera ola de protestas por las pensiones en parte por los cambios que el Krmelin hizo aprobar el verano pasado por un Parlamento sumiso.
Los nombrados por Putin han atribuido las manifestaciones a unos pocos disgustados, incitados por agitadores, pero las protestas no dan señales de disiparse. Una coalición de organizaciones políticas, sociales, ambientales y laborales ha llamado a nuevas manifestaciones en todo el país
"Durante los primeros cuatro años del régimen de Putin, la gente tuvo esperanzas", dijo Roman A. Dobrokhotov, 21, un estudiante de politología de la Universidad Estatal de Moscú y líder de un nuevo grupo llamado ‘Caminando sin Putin'. "Hoy la gente entiende que bajo un régimen autoritario, el desarrollo es imposible. Este gobierno, este sistema, no es lo más conveniente para ellos".
Calificó el descontento como "el principio de una revolución liberal", modelada sobre la Revolución Naranja de Ucrania el año pasado, cuando miles de personas se echaron a las calles para protestar contra los intentos del anterior gobierno de amañar la elección del sucesor del presidente Leonid D. Kuchma.
De momento eso no parece posible en Rusia, donde Putin tiene casi el control absoluto del sistema político. Pero las protestas han aumentado y se han unido sus opositores políticos, desde comunistas hasta liberales que hace sólo unos meses estaban desmoralizados y cada vez más marginados. Los líderes de la oposición claman que en el último mes medio millón de personas se habían manifestado.
"Esperamos una nueva ola incluso más grande de protestas esta primavera", dijo Oleg V. Shein, miembro del Parlamento que representa al partido nacionalista Madre Patria. Pronosticó que venideros cambios de gobierno en vivienda y salud echarán más gente a la calle. "La gente ya no espera ninguna ayuda de las autoridades centrales", dijo. "Y esta gente está creciendo. Medio millón no es mucha cosa en un país como el nuestro, pero es un inicio".
El detonador inmediato de este estallido de protesta fue la decisión de remplazar los beneficios sociales como el transporte gratuito y el teléfono subsidiado, subsidios para la electricidad y la vivienda con pagas mensuales a partir de 7 dólares. Los ministros de Putin dijeron que el cambio era necesario para racionalizar un sistema difícil de manejar que sobrecargaba el presupuesto federal y aplastaba el tráfico y servicios públicos con usuarios gratuitos, privándolo de fondos disponibles para invertir en poner al día una infraestructura en mal estado.
Más de 30 millones de rusos -incluyendo a pensionistas, veteranos e inválidos- recibieron, sin embargo, beneficios. Frente a la perspectiva de pagarles en moneda sonante complementos que encontraban irrisorios, se echaron a la calle.
Las primeras protestas surgieron espontáneamente en algunas ciudades después de las prolongadas vacaciones de Año Nuevo, pero pronto los líderes de los partidos comunista y Madre Patria ayudaron a organizar más. También forzaron un voto de desconfianza en el gobierno de Putin, que dirige el primer ministro Mikhail Y. Fradkov. El voto, el miércoles, falló, pero muchos legisladores pro-Putin expresaron su temor de un potencial boicot de las elecciones. Desde el principio, las protestas por las pensiones fueron un catalizador de otras quejas, nutriéndose de un creciente descontento con las políticas de Putin, no sólo en la esfera social. En San Petersburgo los estudiantes se unieron a las protestas después de que el ministro de Defensa, Sergei B. Ivanov dijo que el gobierno estaba considerando poner fin a las prórrogas del servicio militar de estudiantes universitarios.
Primero ignorando las protestas, Putin criticó a sus protegidos, así como a funcionarios regionales, que llevar el peso de las protestas y los costes de tratar de complementar las reducidas pensiones, lo que hicieron muchos. En algunas ciudades, aquellos acusados de organizar las protestas fueron detenidos, aunque fueron más tarde dejados en libertad.
El gobierno de Putin y el partido mayoritario en el Parlamento, Rusia Unida, trató de frenar el descontento destinando 4 billones de dólares para paliar la caída de las pensiones. El miércoles el Parlamento también votó para elevar la pensión estatal mínima en más de un tercio a casi 32 dólares por mes. Miembros de las fuerzas armadas y de los servicios de seguridad -que también perdieron el transporte público gratuito- también recibieron aumentos. E Ivanov retiró su propuesta de terminar con las prórrogas del servicio militar de los estudiantes universitarios. Las concesiones apaciguaron aparentemente las protestas, pero crearon nuevas, como la de Beslán y en Sakhalin, donde la gente pudo ventilar sus quejas. El jueves, en Moscú, 150 empleados civiles se reunieron frente al ministerio de Defensa para exigir el mismo nivel de aumentos que los uniformados.
Los empleados del transporte se echaron a la calle frente a la Casa Blanca aquí el mismo día. Sus quejas incluían no solamente los precios de la gasolina, sino también sus miserables salarios, restricciones de importación que obligan a las aerolíneas a usar viejos aviones rusos de pasajeros en lugar de comprar nuevos en Occidente, y las desigualdades económicas que han creado fortunas para un puñado de magnates conectados políticamente mientras la mayoría del país vive en la pobreza.
"Espero que resulte algo", dijo Valery Popov, un obrero de caminos que sigue trabajando a sus 67 porque no puede vivir en Moscú con una pensión. "Habrá resultados cuando toda la gente empiece a protestar. Si nos quedamos en casa, no pasará nada".

12 de febrero de 2005
5 de marzo de 2005
©new york times
©traducción mQh

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