libre comercio divide a bolivia
[Juan Forero] Con una crisis acentuada, Bolivia debate sobre el libre comercio con Estados Unidos.
El Alto, Bolivia. Esta ciudad, una extensión de míseras casas de adobe, considerada la capital de los indígenas de Bolivia, fue el foco de las implacables protestas contra la globalización que derrocó a un gobierno hace más de un año y amenazó a otro presidente, Carlos Mesa, que presentó su renuncia el lunes frente a crecientes manifestaciones.
El martes noche, sin embargo, Mesa dijo que seguiría siendo el presidente, a pesar de su amenaza de renuncia y a pesar de las protestas callejeras que han paralizado partes del país. Nadie, con todo, predice que El Alto siga tranquila. A medida que Bolivia avanza poco a poco hacia conversaciones sobre el libre comercio, los manifestantes dicen que ellos no han terminado.
Pero incluso mientras se desarrolla este choque, El Alto saca discretamente ventajas de las preferencias comerciales ofrecidas por Washington, manteniendo cientos de pequeñas empresas y miles de empleos.
Eso ha creado una fisura poco destacada entre los que dicen que Bolivia necesita entrar en lo que el gobierno de Bush ve como una zona de libre comercio en todo el hemisferio, y los que dicen que ese tratado sólo hará más pobre al más pobre país de América del Sur.
Esa dura división de la opinión pública, más aparente en Bolivia, el país más proteccionista de la región, se repite en toda América Latina -y es impulsada por una persistente pobreza. Los cambios orientados hacia el mercado que prescribió Washington para América Latina no han traído nada o muy poca prosperidad para la gente corriente, con algunos países todavía más pobres que antes.
El crecimiento ha estado cojeando en una región que necesita un fuerte impulso para sacar a su gente de la pobreza, a pesar de mejores indicadores económicos en 2004.
Naciones Unidas calculó la gente que vive en la pobreza en América Latina en 221 millones en 2002, desde 200 millones en 1990.
"Cuando tomas en cuenta que en los diez últimos años sólo han habido dos años con crecimiento, y otros años mediocres o sin crecimiento en absoluto, entonces el impacto político es muy grande", dice César Gaviria, antiguo secretario general de la Organización de Estados Americanos OEA.
"Así que algunos de estos países tienen muchos problemas y no hay apoyo para estas reformas, ni confianza en ellas, porque no se cumplen las expectativas que habría con el crecimiento", dijo Gaviria, ahora presidente de Hemispheric Partners, una firma neoyorquina que proporciona análisis de riesgos políticos y económicos para inversores. "Alguna de la gente que dice que nada ha cambiado tienen, de hecho, razón".
Pero los que promueven el libre comercio en el Fomento Comercial Andino y en la Ley de Erradicación de las Drogas, un acuerdo comercial preferente que rebaja los aranceles norteamericanos para una gama de productos, señalan que esencialmente se trata de recompensar por su cooperación a los países productores de drogas. Se han beneficiado los exportadores bolivianos a Estados Unidos -un grupo diverso que incluye a fabricantes de muebles, joyas y productos textiles-, creciendo especialmente en esta ciudad de 750.000 habitantes fuera de La Paz, la capital, a unos 3.900 metros sobre el nivel del mar. El Alto, con su pequeña y bullente base manufacturera yuxtapuesta contra el más virulento movimiento anti-globalización en América Latina, personifica esas tensiones.
"El Alto es el principal beneficiario de esta ley", dijo Marcos Iberkleid, presidente de América Textil, un fabricante de vestidos de 40 años que trabaja para conocidos detallistas como Ralph Lauren y Abercrombie & Fitch. "Los trabajadores lo saben y ven una notoria diferencia".
Otros, como Pablo Solón, que dirige un grupo de estudios, la Fundación Solón, que se opone a las conversaciones con los norteamericanos, dice que el libre comercio persigue quitar a Bolivia el control de su gas natural y minerales, eliminando los aranceles bolivianos sobre importaciones de Estados Unidos y abriendo amplios sectores de la economía a inversores. El plan americano, dice, dañaría terriblemente a un país que no está preparado para competir.
"No queremos transformar a Bolivia en una isla", dijo Solón, "pero queremos que las negociaciones tomen en cuenta las realidades de nuestro país. Mucho de lo que se ofrece no conducirá más que a más inestabilidad en nuestro país".
El creciente debate en este hermético país de nueve millones de habitantes se produce en momentos en que el gobierno de Bush, que aspira a un bloque comercial de Alaska hasta Argentina, ha avanzado agresivamente para firmar acuerdos bilaterales y presionar a socios reluctantes, como Brasil, para que acepten su visión. De momento, se han firmado acuerdos con países de América Central, la República Dominicana y Chile.
Ahora, Washington está tratando de lograr un acuerdo con los vecinos andinos de Bolivia: Colombia, Ecuador y Perú. Bolivia es actualmente un observador -una concesión a los líderes de inclinación izquierdista del país- pero cada vez más funcionarios de gobierno y líderes empresariales declaran que el país debe integrarse.
Bajo el pacto andino, negociado para Bolivia por el antiguo presidente Jorge Quiroga en 2002, decenas de productos bolivianos entrarán sin pagar aranceles a Estados Unidos. Ese pacto expira a fines de 2006.
El problema para el gobierno boliviano, siempre cauteloso de la siguiente tanda de disturbios causados por los opositores a la globalización, es que Estados Unidos quiere ahora que acceda a un tipo muy diferente de acuerdo, que abriría a los exportadores de cosas como muebles y artículos de cuero a la inversión americana. También iría contra los esfuerzos de la izquierda boliviana para aprobar una ley estricta que ampliaría el control del estado sobre el petróleo y el gas natural.
Según lo ve Eduardo Gamarra, el director nacido en Bolivia del Centro de América Latina y del Caribe de la Universidad Internacional de Florida: "Los norteamericanos están diciendo: Miren, eso era un acuerdo provisional, y ahora tienen que pagar. Tienen que hacer algunas cosas y abrirnos sus economías'".
Pero las voces que defienden el ingreso de Bolivia en un tratado comercial han estado reuniendo fuerzas, y la más prominente de entre ellas en El Alto es el alcalde José Luis Paredes, que fue re-elegido en diciembre sobre la plataforma del libre comercio. Con una pequeña dotación de personal, trabajando en una iglesia debido a que el ayuntamiento fue incendiado por los manifestantes en 2003, está tratado de ofrecer una imagen diferente de El Alto.
"No podemos aislarnos", dijo Paredes sobre su ciudad. "Si la sociedad pensara que el libre comercio no tiene sentido, yo no sería alcalde".
Aunque las cifras sobre la creación de empleo son incompletas, Paredes dijo que el pacto andino ya ha creado el doble de trabajadores empleados en fábricas y por pequeños contratistas, llevando la cifra a 20.000 empleos. Han llegado algunas fábricas grandes, dijo, y la cantidad de pequeñas empresas -tiendas con sólo pocos empleados, a menudo trabajando para fabricantes- ha aumentado de 2.500 a 5.300 personas.
Esto es una cuota relativamente pequeña de la economía local -trabajan 162.000 personas en el sector informal de El Alto, que apenas llegan a fin de mes vendiendo chucherías o comida en la calle.
Pero las exportaciones a Estados Unidos bajo el pacto andino aumentaron en un 20 por ciento en los primeros diez meses de 2004 con respecto al año anterior, y Paredes dijo que eso había dado a Bolivia una tentadora idea de lo que sería el futuro si firmaba un acuerdo a mayor escala.
Entre los grandes beneficiarios se encuentra Eduardo Bracamonte, gerente general de Exportadores Bolivianos. Joyero para Macy's, Bloomingdalés y Wal-Mart, sus exportaciones de collares, anillos, pendientes y artículos similares aumentó a 39 millones de dólares el año pasado, un aumento de 34 por ciento con respecto a 2003.
La compañía emplea a 750 trabajadores en dos plantas en La Paz y depende de otros 1.600 obreros temporales en 17 pequeñas fábricas en El Alto, una fuerza de trabajo destinada a crecer con el nuevo pacto.
"Esto es producción de masas", dijo durante un tour, a medida que hileras de trabajadores en uniformes de trabajo grises sueldan o ensartan cadenas de oro en su planta principal. "Lo que quiere Estados Unidos se ajusta perfectamente a lo que podemos ofrecer".
Las exportaciones textiles también se han disparado, beneficiando en general a compañías como la América Textil, de Iberkleid, que exportó en 2004 por un valor de 32 millones de dólares, un aumento del 20 por ciento con respecto a 2003.
En las extensas y bien iluminadas plantas de las fábricas de Iberkleid, los obreros cosen, revisan ropa y empaquetan. Otros en los terminales de ordenador reciben pedidos de Estados Unidos, haciendo modificaciones de último minuto antes de dar instrucciones a la gente en la línea de montaje.
Aquí, la paga y los beneficios pueden triplicar o más el salario mínimo de 55 dólares al mes, los trabajadores están sindicalizados y algunos reciben formación universitaria pagada por la compañía -un tratamiento inusual en países como Bolivia. Con pedidos de ropas que llegan abundantemente, Iberkleid tiene ahora 3.000 obreros; tenía 1.300 antes de que se hicieran efectivas las preferencias comerciales.
"Cuando hablo con los obreros sobre el libre comercio", dijo, "el apoyo es impresionante".
Pero las optimistas expectativas ocultan una corriente subterránea de descontento entre los trabajadores aquí, el tipo de rabia contenida que provocó la semana pasada protestas en todo el país que pusieron en peligro a Mesa. Muchos de ellos son obreros temporales de pequeños negocios que apenas pagan el salario mínimo.
En uno, un joyero, hileras de trabajadores repetían el tedioso de trabajo de ensartar cadenas de eslabones de oro. Es un trabajo difícil y la paga -justo por encima del salario mínimo- es una miseria, dijeron los trabajadores.
Uno de ellos, Moisés Pintado, 33, dijo que a veces los empleados no son pagados a tiempo. La vida sigue siendo dura y suspira por los días en que compañías de propiedad del estado, como las minas de estaño y plata que alguna vez cubrían Bolivia, proporcionaban muchos de los trabajos.
"Como estas compañías son privadas, nos pagan menos", dijo. "Y protestamos por esa razón".
10 de marzo de 2005
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©traducción mQh
El martes noche, sin embargo, Mesa dijo que seguiría siendo el presidente, a pesar de su amenaza de renuncia y a pesar de las protestas callejeras que han paralizado partes del país. Nadie, con todo, predice que El Alto siga tranquila. A medida que Bolivia avanza poco a poco hacia conversaciones sobre el libre comercio, los manifestantes dicen que ellos no han terminado.
Pero incluso mientras se desarrolla este choque, El Alto saca discretamente ventajas de las preferencias comerciales ofrecidas por Washington, manteniendo cientos de pequeñas empresas y miles de empleos.
Eso ha creado una fisura poco destacada entre los que dicen que Bolivia necesita entrar en lo que el gobierno de Bush ve como una zona de libre comercio en todo el hemisferio, y los que dicen que ese tratado sólo hará más pobre al más pobre país de América del Sur.
Esa dura división de la opinión pública, más aparente en Bolivia, el país más proteccionista de la región, se repite en toda América Latina -y es impulsada por una persistente pobreza. Los cambios orientados hacia el mercado que prescribió Washington para América Latina no han traído nada o muy poca prosperidad para la gente corriente, con algunos países todavía más pobres que antes.
El crecimiento ha estado cojeando en una región que necesita un fuerte impulso para sacar a su gente de la pobreza, a pesar de mejores indicadores económicos en 2004.
Naciones Unidas calculó la gente que vive en la pobreza en América Latina en 221 millones en 2002, desde 200 millones en 1990.
"Cuando tomas en cuenta que en los diez últimos años sólo han habido dos años con crecimiento, y otros años mediocres o sin crecimiento en absoluto, entonces el impacto político es muy grande", dice César Gaviria, antiguo secretario general de la Organización de Estados Americanos OEA.
"Así que algunos de estos países tienen muchos problemas y no hay apoyo para estas reformas, ni confianza en ellas, porque no se cumplen las expectativas que habría con el crecimiento", dijo Gaviria, ahora presidente de Hemispheric Partners, una firma neoyorquina que proporciona análisis de riesgos políticos y económicos para inversores. "Alguna de la gente que dice que nada ha cambiado tienen, de hecho, razón".
Pero los que promueven el libre comercio en el Fomento Comercial Andino y en la Ley de Erradicación de las Drogas, un acuerdo comercial preferente que rebaja los aranceles norteamericanos para una gama de productos, señalan que esencialmente se trata de recompensar por su cooperación a los países productores de drogas. Se han beneficiado los exportadores bolivianos a Estados Unidos -un grupo diverso que incluye a fabricantes de muebles, joyas y productos textiles-, creciendo especialmente en esta ciudad de 750.000 habitantes fuera de La Paz, la capital, a unos 3.900 metros sobre el nivel del mar. El Alto, con su pequeña y bullente base manufacturera yuxtapuesta contra el más virulento movimiento anti-globalización en América Latina, personifica esas tensiones.
"El Alto es el principal beneficiario de esta ley", dijo Marcos Iberkleid, presidente de América Textil, un fabricante de vestidos de 40 años que trabaja para conocidos detallistas como Ralph Lauren y Abercrombie & Fitch. "Los trabajadores lo saben y ven una notoria diferencia".
Otros, como Pablo Solón, que dirige un grupo de estudios, la Fundación Solón, que se opone a las conversaciones con los norteamericanos, dice que el libre comercio persigue quitar a Bolivia el control de su gas natural y minerales, eliminando los aranceles bolivianos sobre importaciones de Estados Unidos y abriendo amplios sectores de la economía a inversores. El plan americano, dice, dañaría terriblemente a un país que no está preparado para competir.
"No queremos transformar a Bolivia en una isla", dijo Solón, "pero queremos que las negociaciones tomen en cuenta las realidades de nuestro país. Mucho de lo que se ofrece no conducirá más que a más inestabilidad en nuestro país".
El creciente debate en este hermético país de nueve millones de habitantes se produce en momentos en que el gobierno de Bush, que aspira a un bloque comercial de Alaska hasta Argentina, ha avanzado agresivamente para firmar acuerdos bilaterales y presionar a socios reluctantes, como Brasil, para que acepten su visión. De momento, se han firmado acuerdos con países de América Central, la República Dominicana y Chile.
Ahora, Washington está tratando de lograr un acuerdo con los vecinos andinos de Bolivia: Colombia, Ecuador y Perú. Bolivia es actualmente un observador -una concesión a los líderes de inclinación izquierdista del país- pero cada vez más funcionarios de gobierno y líderes empresariales declaran que el país debe integrarse.
Bajo el pacto andino, negociado para Bolivia por el antiguo presidente Jorge Quiroga en 2002, decenas de productos bolivianos entrarán sin pagar aranceles a Estados Unidos. Ese pacto expira a fines de 2006.
El problema para el gobierno boliviano, siempre cauteloso de la siguiente tanda de disturbios causados por los opositores a la globalización, es que Estados Unidos quiere ahora que acceda a un tipo muy diferente de acuerdo, que abriría a los exportadores de cosas como muebles y artículos de cuero a la inversión americana. También iría contra los esfuerzos de la izquierda boliviana para aprobar una ley estricta que ampliaría el control del estado sobre el petróleo y el gas natural.
Según lo ve Eduardo Gamarra, el director nacido en Bolivia del Centro de América Latina y del Caribe de la Universidad Internacional de Florida: "Los norteamericanos están diciendo: Miren, eso era un acuerdo provisional, y ahora tienen que pagar. Tienen que hacer algunas cosas y abrirnos sus economías'".
Pero las voces que defienden el ingreso de Bolivia en un tratado comercial han estado reuniendo fuerzas, y la más prominente de entre ellas en El Alto es el alcalde José Luis Paredes, que fue re-elegido en diciembre sobre la plataforma del libre comercio. Con una pequeña dotación de personal, trabajando en una iglesia debido a que el ayuntamiento fue incendiado por los manifestantes en 2003, está tratado de ofrecer una imagen diferente de El Alto.
"No podemos aislarnos", dijo Paredes sobre su ciudad. "Si la sociedad pensara que el libre comercio no tiene sentido, yo no sería alcalde".
Aunque las cifras sobre la creación de empleo son incompletas, Paredes dijo que el pacto andino ya ha creado el doble de trabajadores empleados en fábricas y por pequeños contratistas, llevando la cifra a 20.000 empleos. Han llegado algunas fábricas grandes, dijo, y la cantidad de pequeñas empresas -tiendas con sólo pocos empleados, a menudo trabajando para fabricantes- ha aumentado de 2.500 a 5.300 personas.
Esto es una cuota relativamente pequeña de la economía local -trabajan 162.000 personas en el sector informal de El Alto, que apenas llegan a fin de mes vendiendo chucherías o comida en la calle.
Pero las exportaciones a Estados Unidos bajo el pacto andino aumentaron en un 20 por ciento en los primeros diez meses de 2004 con respecto al año anterior, y Paredes dijo que eso había dado a Bolivia una tentadora idea de lo que sería el futuro si firmaba un acuerdo a mayor escala.
Entre los grandes beneficiarios se encuentra Eduardo Bracamonte, gerente general de Exportadores Bolivianos. Joyero para Macy's, Bloomingdalés y Wal-Mart, sus exportaciones de collares, anillos, pendientes y artículos similares aumentó a 39 millones de dólares el año pasado, un aumento de 34 por ciento con respecto a 2003.
La compañía emplea a 750 trabajadores en dos plantas en La Paz y depende de otros 1.600 obreros temporales en 17 pequeñas fábricas en El Alto, una fuerza de trabajo destinada a crecer con el nuevo pacto.
"Esto es producción de masas", dijo durante un tour, a medida que hileras de trabajadores en uniformes de trabajo grises sueldan o ensartan cadenas de oro en su planta principal. "Lo que quiere Estados Unidos se ajusta perfectamente a lo que podemos ofrecer".
Las exportaciones textiles también se han disparado, beneficiando en general a compañías como la América Textil, de Iberkleid, que exportó en 2004 por un valor de 32 millones de dólares, un aumento del 20 por ciento con respecto a 2003.
En las extensas y bien iluminadas plantas de las fábricas de Iberkleid, los obreros cosen, revisan ropa y empaquetan. Otros en los terminales de ordenador reciben pedidos de Estados Unidos, haciendo modificaciones de último minuto antes de dar instrucciones a la gente en la línea de montaje.
Aquí, la paga y los beneficios pueden triplicar o más el salario mínimo de 55 dólares al mes, los trabajadores están sindicalizados y algunos reciben formación universitaria pagada por la compañía -un tratamiento inusual en países como Bolivia. Con pedidos de ropas que llegan abundantemente, Iberkleid tiene ahora 3.000 obreros; tenía 1.300 antes de que se hicieran efectivas las preferencias comerciales.
"Cuando hablo con los obreros sobre el libre comercio", dijo, "el apoyo es impresionante".
Pero las optimistas expectativas ocultan una corriente subterránea de descontento entre los trabajadores aquí, el tipo de rabia contenida que provocó la semana pasada protestas en todo el país que pusieron en peligro a Mesa. Muchos de ellos son obreros temporales de pequeños negocios que apenas pagan el salario mínimo.
En uno, un joyero, hileras de trabajadores repetían el tedioso de trabajo de ensartar cadenas de eslabones de oro. Es un trabajo difícil y la paga -justo por encima del salario mínimo- es una miseria, dijeron los trabajadores.
Uno de ellos, Moisés Pintado, 33, dijo que a veces los empleados no son pagados a tiempo. La vida sigue siendo dura y suspira por los días en que compañías de propiedad del estado, como las minas de estaño y plata que alguna vez cubrían Bolivia, proporcionaban muchos de los trabajos.
"Como estas compañías son privadas, nos pagan menos", dijo. "Y protestamos por esa razón".
10 de marzo de 2005
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©traducción mQh
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